De la oscuridad del interior de la casona, apareció el conde de Alba traspasando el umbral de la puerta, vestido con un jubón de cuero tachonado y claveteado y con una gruesa capa de piel blanca, indumentaria poco acostumbrada en el prelado. Calzaba unas botas altas de montar y llevaba en la mano izquierda una imponente lanza de caza: un asta de madera de roble rematado en una brillante y afilada punta de acero toledano.
- ¡Sed bienvenidos, amigos míos!.- dijo esbozando una cálida sonrisa mientras apoyaba la lanza sobre una columna que adornaba la entrada. Ya con las manos vacías fue a saludar a los recién llegados. Ellos ya habían comenzado con las presentaciones. Era un día frío, y todos iban bien abrigados, al igual que Carolum. De las bocas salían nubecillas blancas al hablar. "El invierno ya llegado" - pensó el Borja al ver a todos arrebujados en sus capas. "espero que no se me congelen de frío en la cacería".
Fue saludando a los invitados. Comenzó con uno de sus invitados más ilustres, el que había viajado desde más lejos, desde Italia.
- Cardinale Alessandro, benvenuto alla Castiglia, benvenuto alla mia casa.- Carolum agachó la cabeza para besar el anillo cardenalicio del de Montemayor
-Spero che il viaggio sia stato comodo e senza contrattempi... non è facile viaggiare tante miglia. Sono molto contento e ringraziato per la sua visita.- el conde de Alba le susurró al oído
- Mi avete portato il delizioso venne dalla Romagna che vi incaricai? Io vi ho preparato un buon barile di vino della Castiglia, il meglio del mondo! o quello dicono...- Observó la túnica roja del cardenal, y negó con la cabeza.
- Eminenza, se volete cacciare, questi vestiti non sono gli appropriati, posso prestarvi alcuni più convenienti.-
Junto al cardenal pudo reconocer a otro hombre... los mismos rasgos que su prima, los mismos ojos, ¡cuánto la añoraba! agarró a Ruy del brazo con fuerza
- Ya sabía yo que tu no ibas a faltar a la cita.- dijo sonriendo
- Has venido en busca de mis vinos, ¿eh?. Primo, descansa un par de días con nosotros y pásalo bien, olvídate por unas horas del arduo trabajo del Consejo. Espero que caces al menos un ciervo, no me voy a contentar con menos... cada uno comerá lo que cace, así que, por tu bien...- le dedicó una sonrisa maliciosa. A pesar de que se conocían desde hace poco, le había tomado mucho afecto. Era un Borja, de eso no había ninguna duda. Su ambición se vislumbraban en sus gestos y sobre todo en sus silencios y en el brillo de sus ojos...
De forma más paternal recibió a su ahijado Liborio. Le dio un fuerte abrazo y le palmeó la espalda
- Hace una semana que no te veo, ¿te has cuidado bien? ¿te cambias las mudas todos los días? espero que no hayas comido porquerías, ni bebido demasiado...- miró con ojos desconfiados. El Borja sabía bien como eran los jóvenes, dados al libertinaje y a fanfarronear... y a frecuentar oscuros establecimientos
- Tu vendrás esta mañana conmigo en la cacería, no quiero que te separes de mí. No soy un cazador experto pero te intentaré enseñar todo lo que sé. Dile a los mozos que te preparen al caballo con una silla de montar menos pesada y más cómoda. Y pide al mayordomo una ballesta de caza que te he dejado preparada.- Le apretó la mano con cariño. Desde que le confiaron al joven Liborio, afloró en Carolum un paternalismo que hasta entonces no había tenido. Nunca comprendería el amor pleno hacia una mujer, ni de las pasiones, pero ser padre no se lo podían negar.
Si hubieran hecho una enciclopedia del mundo en el siglo XV, sin duda hubieran acoplado a la palabra "pomposidad" o "abundancia" al retrato del duque de Caspe. Vestido con lujosas ropas, como solía acostumbrar y montado sobre aquel majestuoso equino, el duque tenía un aspecto imponente. Al parecer ya había tomado la delantera y estaba saludando a los presentes. El conde se acercó e inclinó la cabeza; no tenía la suficiente confianza como para estrecharle la mano
- Excelencia.- dijo ceremonioso
- Bienvenido a ésta mi humilde casa; me complace mucho que haya tenido la deferencia de asistir. Le aseguro que el viaje habrá merecido la pena. Me gustaría que me concediera el honor de cazar en mi grupo, según me han dicho vuecelencia tiene un buen tacto con las batidas de caza.- Entonces miró por encima del hombro del noble catalán y vio a dos mujeres unos pasos más atrás
- ¡Veo que habéis venido muy bien acompañado!, ¿me las presentaréis, duque?-
Mientras éste se acercó a las damas para presentarlas, Carolum descubrió un hombre ataviado con el hábito Tomista... no había ninguna confusión, sólo podía ser una persona.
- Padre.- dijo estrechando su mano con fuerza y calidez.
- Veo que os habéis lanzado a la aventura, vos no sois mucho de viajar, luego me siento halagado de que hayáis hecho este enorme esfuerzo. ¿cómo van las cosas por la abadía?- le interrogó también con la mirada
- Si queréis os podría ayudar a conseguir libros... pero a cambio me gustaría encargaros unas cuantas copias. Me han dicho que tenéis excelentes traductores y miniaturistas que hacen exquisitas obras de arte.- miró a su alrededor, hacia el bosque.
- Pero hoy ¡no hablemos de trabajo! estamos aquí para disfrutar. ¿Vais a participar en la cacería o quizás os gustaría quedaros en la casa coti... visitando la biblioteca y los salones?.-
La charla quedó interrumpida cuando llegaron varios jinetes. Uno de ellos vestido de riguroso negro, y con un parche negro cruzando la cara y tapando uno de los ojos. El Borja sonrió con malicia pero a la vez se sintió complacido. El marqués de Gondomar (y demás títulos) llegó montando a su semental, ambos con cara regia y cabeza más alta. Carolum no supo distinguir cual de los dos parecía mas arrogante, si "Veleidade" o su amo. Detrás de él, un grupo de guardias vestidos estridentes trajes y máscaras aún más feas. "Aquí llegó el carnaval de Venecia" pensó el conde para sus adentros, mientras ponía una cara angelical... heredada de su prima. Ambos tenían la capacidad de tener pensamientos atroces mientras sus caras reflejaban tranquilidad e inocencia. El conde agarró al Veleidade de las riendas mientras éste piafaba y exhalaba con furia por los ollares "una montura demasiado agresiva". Uno de los mozos de la casa, vestido con las libreas de los Borja sujetó al caballo; el de Alba lo soltó.
- Bienvenido, excelencia.- le recibió Carolum haciendo una pronunciada reverencia, casi llegando a la burla.
- Me debéis decir que herrero forjó las caretas de vuestra guardia... son tan... aterradoras.- terminó la frase con un tono agudo. Pero el ansia del cotilleo no le dejo seguir hablando con el de Gondomar, Carolum lo apartó a un lado e hizo una reverencia galante a la dama que la acompañaba. A juzgar por sus vestimentas no podía ser otra que la dama Blanca.
- Il est un immense plaisir de connaître vous
- dijo besando la mano
-
baronne. Je vous ai préparé les meilleures chambres de la maison pour que vous puissiez se remettre du voyage, qui a sûrement été très long et épuisant. - miró de reojo al Marqués como buscando su aprobación.