Esa misma mañana, horas después, en Caspe...
Una carta había llegado al Palacio de Mequinenza, al parecer era importante.
Eso era lo que le habían dicho a Seberino. En esos momentos el Mayordomo del Ducado de Caspe iba a buscarla. No sabían de quien era, porque no tenía sello alguno ni el hombre había querido decirselo. Seberino acudia a buscarla porque el mensajero había pedido expresamente dársela en persona a Seberino, alegando que solo él debía leerla.
El ex-militar aragonés cruzó los pasillos de Palacio hasta la sala de recepción de los invitados, donde un hombre estaba custodiado por dos soldados de la Guardia de Palacio. Seberino examinó al mensajero. Un hombre corpulento, de pelo largo y castaño, desaliñado, de unos treinta años, al parecer, con una vida complicada. La barba de su cara se veía interrumpida por más de una cicatriz. En sus brazos podrían apreciarse también alguna. Probablemente fuese un matón, quien sabe. Seberino buscó con su mirada si el mensajero llevaba armamento. No vió nada. Confiaba en que los guardias le hubieran cacheado al entrar, pero siempre se quedaba mas tranquilo si lo examinaba él mismo, aunque fuera solo viendo su apariencia, catalogando su peligrosidad.
-Yo soy Seberino. -Dijo el Mayordomo.
-Me han dicho que teneis una carta para mí.
El hombre receló de darle la carta. Una voz ronca surgió de sus labios.
-Me ha dicho que os hiciera una pregunta antes de entregaros la carta y me dio la respuesta. -Dijo el hombre, toscamente.
-Pregunta si volveríais.
Seberino no lo dudó.
-No. Traicioné a Aragón porque él me traicionó a mi antes. No, no volveré.
El hombre extrajo la carta y se la entregó. Seberino la cogió y se dió la vuelta. Rápidamente encauzó los pasillos que le llevaban a su despacho. Allí procedió a abrir la carta. Sintió un escalofrío al leer las primeras lineas.
Cita:
Si has recibido esta carta, significa que el mensajero ha llegado y que respondiste lo que esperaba de ti. Sé que hablarias de Aragón, anque no era eso lo que preguntaba. Lo de Aragón lo entiendo mil y una veces, de verdad.
Sé que tendrás muchas preguntas que hacerme y yo necesito hablar contigo, de urgencia. Hay ciertas cosas que requiero explicarte lo antes posible y creeme, son importantes que las sepas. Entonces, y cuando te lo haya explicado todo, podrás formularme las preguntas que creas convenientes. Estaré encantado de responderlas, recordando los viejos tiempos.
Te espero. Si decides volver a casa, acude dentro de dos días a Híjar. Te esperaré en la puerta de la muralla, supongo que sabrás reconocerme.
Tu hermanito pequeño que te quiere,
Seberino cerró la carta. Su hermano había muerto, hace años, en la guerra de la Independencia catalana. Ahora le escribia. O era un impostor muy bueno o su hermano jamás había estado muerto. Quiso aferrarse a lo segundo.
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