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Con el rey William a punto de fallecer, algunos nobles del reino se reunieron a la luz de las velas para decidir el futuro de Castilla...

Si pintan Espadas, una Corona

Astaroth_14


El Marqués observaba el cielo plomizo de aquel invierno sucio y gris que tenía Toledo, a través de la ventana de aquella sala. Estaba vacía, a su propia excepción, y decorada con austeridad. Desde la marcha de la Corte a Burgos, Toledo había sido ciudad del Secretario Real, que se había resistido a abandonar el Alcázar. Aunque aún podía apreciarse sin dificultad la permanencia de los gustos de la desaparecida Elena, las salas que frecuentaba el Armiño aparecían ya mucho más acordes con su estilo. Sólo unas sillas, un tablero de ajedrez con una partida abandonada y un mapa claveteado en la pared liberaban la vista de la monotonía pétrea de la sala.

El asunto era sencillo: el Rey se moría. No sabían si era cuestión de semanas o de días. Sólo sabían que los galenos habían recomendado rezar, y cuando un médico recomienda al sacerdote, poco queda de esperar del enfermo. Aquello, ley de vida donde las hubiese, planteaba un problema crucial. ¿Qué iba a ser de la Corona? El Príncipe de Asturias se hallaba recogido en un convento, y probablemente intentaría hacerse con el trono de su padre. Y a él, por supuesto, aquello no le interesaba. Pero, ¿cuantos estarían dispuestos a apoyar al Príncipe, en contra del Marqués? El fuero respaldaba al Secretario Real, pero la historia demostró demasiadas veces que las leyes son algo que pocas veces es más resistente que una buena hoja templada.

Por ello, los mensajeros de Astaroth habían reventado sus monturas aquellos días, llevando mensajes a los cuatro extremos de la Corona. Buscando apoyos entre la nobleza, entre quienes, llegado el caso, podían suponer la diferencia entre un Príncipe derrotado o su propia cabeza rodando por el barro. Confiaba en que respondiesen. Confiaba en que fuesen suficientes.

Y allí, en el centro de la Corona que le había dado finalmente un hogar, el joven noble recordó una noche lluviosa, dos años atrás, cuando en una taberna, un viejo soldado de los Tercios Aragoneses pronunció aquella frase que, aunque referida a un sencillo juego de cartas, no significaba menos entonces que lo que significaba mientras el Armiño la repetía.

Si pintan espadas, una corona.

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"Dead women tell no tales. Sad men write them down." L.S.
Carolum


Estaba anocheciendo, hacía frío y estaba lloviendo. Los demonios se llevaban al Conde de Alba. Las pisadas de los caballos dejaban agujeros en el camino hacia Toledo, salpicando agua sucia. Su capa estaba empapada y había empezado a estornudar. Los dos jinetes, el noble y su acompañante, entraron por las puertas de la ciudad momentos antes de que los alguaciles las cerraran. Los faroles iluminaban malamente las calles, con tenues llamas que bailaban al son del viento, provocando largas y cimbreantes sombras en los estrechos y tortuosos callejones. Nadie los reconoció, solo eran dos jinetes encapuchados que estaban de paso, los ciudadanos con los que se cruzaron no les dedicaron ni una mínima mirada de soslayo, todos tenían prisa por ponerse a salvo de la lluvia, y encontrar un hogar caliente donde secarse. - Mucho mejor así.- pensó Carolum.

Se detuvieron en una plaza, junto a una iglesia, a la luz de un farol de hierro oxidado por el paso del tiempo - Ve a esa taberna.- señaló una casona con la planta baja de piedra y de adobe la de arriba. - Guarda los caballos, cena y sécate, al menos tu vas a poder.- le dio una bolsa de cuero con monedas. - Mañana por la mañana... o por la tarde intentaré volver. Sino te mandaré una nota.- el otro se despidió con una inclinación de cabeza. El de Alba vio como su criado se alejaba; en unos instantes se quedó solo en la plaza. Con la mano sobre el pomo de la espada - pues todos sabían cuan peligrosas eran las calles de una ciudad de noche - se encaminó al Alcázar andando con prudencia, pegado a la pared y vigilando cada esquina, cada sombra y cada ruido, por pequeño que fuera.

La sombra de la pétrea fortaleza se irguió al fondo, detrás de unos tejados. El de Alba caminó mas rápido, hasta llegar a la plaza frente al Alcázar. No había guardias en el exterior, las puertas estaban atrancadas. Llamó con el puño a una poterna sólida y claveteada con remaches de hierro. La mirilla se abrió y una voz brusca preguntó: - ¿Quién sois?.- calibró con la mirada al encapuchado. Carolum sacó del interior del jubón una carta con un sello de lacre del Secretario Real. El soldado no preguntó, simplemente abrió la puerta y dejó entrar al conde. - Me sé el camino.- dijo rechazando acompañante hasta el despacho del de Gondomar.

Estaba inquieto, desde luego los asuntos que se iban a tratar no eran de su gusto. Ni siquiera podía pensar en lo que podría ser aquello: traición. Tenía un nudo en la garganta, pues no conocía hasta donde iba a llegar el Marqués, ora frío, ora calculador, resultaba un personaje realmente inquietante, incluso para gente templada, como el de Alba, acostumbrado a encontrarse con individuos de lo más variopinto.

La puerta estaba entreabierta y una delgada línea de luz escapaba desde el interior del despacho. El Borja la empujó lentamente y las bisagras sonaron con un suave aullido. - Veo que soy el primero.- dijo en voz baja a la sombra que se perfilaba junto a los ventanales de vidrio emplomado. - Y bien, ¿qué tenéis que decir?.- le espetó con voz áspera y una mirada gélida. Desde el incidente con su prima Elena y aquel desafortunado duelo, el conde había llegado a odiar profundamente al de Gondomar. Sin embargo, allí estaba, presto a la llamada.

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Jaleo



Otra noche en vela...cierto es que como soldado que era estaba acostumbrado a dormir con un ojo abierto y una vizcaína debajo de la almohada, pero en esta ocasión los desvelos no eran causados por la prudencia y la guardia alta. En esta ocasión la desazón la causaba el estado del Rey... Su Majestad se moría, era un hecho y su heredero no estaba preparado para regir los designios de Castilla. La corte era un hervidero de nobles, embajadores, corrillos y mentideros y a pesar de la discreción de la Guardia Real, lo cierto es que el estado del Rey era un secreto a voces.

Pero en el fondo no era todo esto lo que le quitaba el sueño al Capitán... en el fondo su principal preocupación era que estaba convencido de que había algo detrás de todo esto...
Conocía algunas piezas (pocas) de todo este puzzle, las suficientes como para saber que algo se estaba tramando en la corte, algo que se le escapaba de sus manos y por ende, del ferreo control de seguridad que se suponía debía tener en torno al monarca.

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Astaroth_14


El ojo verde del joven Marqués se giró lentamente, hasta posarse en el Conde.

No alardeéis de esto, Alba, pero ciertamente me alegra veros aquí.

Indicó con un gesto al Borja que tomase asiento. Señaló distraidamente unas botellas de vino de diferentes procedencias.

Podéis elegir el que gustéis, Eminencia. Están ya catados pero, si no os fiáis, puedo hacer yo una segunda cata ante vos.-esbozó una sonrisa cansada-Se que el gremio de coperos ha perdido mucha credibilidad últimamente.

Se dirigió al mapa. De una cajita, sacó una pequeña bandera jaquelada de azur y plata, que ubicó junto a su propia bandera sobre la ciudad de Toledo.

Como sabréis, Eminencia, el Rey se muere. Os he convocado, a vos y a otros nobles de esta Corona, para asegurar la continuidad de los fueros que nos fueron otorgados por vuestra difunta prima. En ausencia del Rey, las funciones reales son transferidas a mi persona y, a su muerte, al Consejo de Regencia. Sin embargo, ¿qué hará el Príncipe?¿No habrá acaso quien ansíe para sí la Corona y pretenda tomarla por la fuerza? No falta quién me quiere lejos de Toledo, o aún de este mundo, y necesito apoyos.

Se sirvió una copa de albariño, al que dió un largo sorbo.

Vos y yo tenemos un acuerdo. Se que no os place en demasía, pero que sabéis bien que merecéis tal castigo por vuestra necedad, y que os servirá para aprender a medir mejor vuestras fuerzas en un futuro. La sociedad civil no es tan ordenada como la eclesiástica, ya os advertí que lo tomáseis como un bautismo. Se, además que, por encima de vuestro rencor y vuestro despecho, sabéis que apoyarme es lo que debéis hacer.

Miró largamente la copa, antes de cerrar en un suspiro su ojo sano.

Con el resto habremos de negociar. Por el bien de esta Corona y sus gentes, no intentéis apuñalarme por la espalda. Os aseguro que hay destinos peores que tener que apoyar a quien se odia.

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"Dead women tell no tales. Sad men write them down." L.S.
Cyliam


- Me voy cuida de los niños, intentare no volver demasiado tarde. Dijo la pelirroja escondiendose bajo la capa negra antes de cruzar la puerta.

Era un dia cuanto menos asqueroso, llovia y hacia frio y para colmo el cochero llegaba tarde y ella estaba mojandose aquellos zapatos a los que por fin se habia acostumbrado, resguardada bajo un pequeño tejado la joven esperaba dando golpecitos con el pie, por fin a lo lejos escucho el sonido de los caballos y bajo la cortina de fina lluvia vio el carruaje tan esperado, no espero que el cochero bajara a abrir la puerta, corrio, abrio y salto dentro del comodo tapizado. Tras sacudirse el agua de la capa y dejarla sobre el asiento libre se asomo por la ventana. - La proxima vez que llegues tarde te despido y mas como sea en otro dia de lluvia y ahora vamonos.

Los dias de lluvia o los dias nublados nunca habian gustado a la pelirroja la cual se irritaba con suma facilidad, por suerte no tronaba, debia agradecerlo pues los truenos eran lo peor que podian pasarla.

El viaje se hizo pesado, acostumbrada a viajar acompañada al menos de Wallada se sentia aburrida, cabeceo varias veces durante el trayecto pero hacia demasiado frio para dormirse. Finalmente apoyo la cabeza cerca de la ventana y se dedico a mirar el triste y nublado paisaje que pasaba a su lado, con la mirada perdida en la nada no se dio cuenta que habian parado solo cuando el cochero asomo la cabeza por la ventana y ella salto casi de forma automatica desperto, si las miradas matasen ahora mismo tendria una alfombra para no mancharse de barro los zapatos. Volvio a esconderse bajo la capa y acepto la mano del cochero que por su puesto estrujo con fuerza en modo de venganza.

Cuando llego a la puerta golpeo ni con mucha fuerza ni con poca, aunque deseaba entrar a un lugar donde no lloviera y no hiciera frio. Enseño la carta y espero que la indicaran por donde ir, una de dos o se perdia o se perdia, por un momento se quedo para con cara de idiota, torciendo el gesto hasta que se decidio a pedir que la acompañaran. - Quizas este a tiempo de dar media vuelta, pero la lluvia... mejor me quedo. Murmuro en voz baja. Quien la acompañaba miro de reojo a la joven que alzo la mirada y sonrio tontamente. - Gracias por acompañarme creo que encontrare la puerta sola. Farfullo nerviosa hasta que vio que señalaba una puerta. Huyo rapidamente o todo lo rapido que los zapatos le permitian. Pego la oreja a la puerta con cuidado, bueno al menos eso creia ella hasta que como no, petio la pata, no se cayo, esta vez no, pero se quedo en una estupida y ridicula pose agarrada a la puerta que ya no estaba medio cerrada sino abierta del todo.

Avergonzada y sintiendose realmente tonta, no fue capaz de mencionar una sola palabra y tampoco de moverse un solo centimetro, ni que fuera un camaleon disfrazado de puerta que nadie pudiera ver, el caso es que se quedo alli con la tipica sonrisa tonta que ponia cada vez que mostraba su perfecto y unico patosismo.

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Carolum


El de Alba bufó al escuchar esas palabras: - Pues para mí nunca es una alegría veros, sois como un grano en el culo... de esos que hay que sufrir en silencio; en fin..- dijo con desparpajo, como escupiendo las palabras.

El Borja se iba a sentar, pero vio que el Marqués le ofrecía vino, y a pesar de sus palabras tranquilizadoras, la verdad es que no se sentía nada cómodo. Hacía muchos años, siendo aún niño, su padre le había dicho con seriedad y solemnidad - ¡hijo! nunca confíes en quienes te insulten, y mucho menos en los que te adulen.- y esa enseñanza, en los últimos tiempos, la había llevado hasta extremos casi dementes. No confiaba ni en su sombra; era la mejor manera de mantener la cabeza sobre los hombros, en aquel terreno hostil. Eligió de entre las botellas, la que estaba mas sucia, con una gruesa capa de polvo; si la hubieran manipulado, se notarían marcas de manos en ella. - No os preocupéis Gondomar, nunca he tenido miedo al Gremio de Coperos; ya me intentaron envenenar en mi natal Calatayud con un vinillo diabólico salido de las faldas de...- tosió. Se sirvió el vino en un vaso de peltre. - ¿veis? si se prescinde de copa ya no hay peligro alguno. El orgullo de los coperos les impide escanciar veneno en vasos... siempre lo hacen en copas.- dijo con una sonrisa triunfal.

Se acomodó en uno de los sillones y saboreó el vino. Sin duda era uno de esos caldos aguados gallegos de los que el Marqués se jactaba... no tenían nada que ver con los ricos néctares de las antiquísimas viñas de Alba. - Si, lo se todo. La noticia de que el rey está enfermo corre de boca en boca por todos los mentideros del reino. El vulgo se impacienta; ya sabéis como son. Escuchan caer una aguja y para ellos es como un cañonazo. Dios tenga a bien curarle de su enfermedad, aunque tengo entendido que está muy grave. Esta epidemia de "Reinitis Hispanicae" siempre atacó con virulencia a nuestros soberanos... una pena.- echó una mirada de soslayo a las llamas que crepitaban en la chimenea, lanzando pavesas ardientes al aire.

- Como decís, es esencial para el reino mantener el orden y la prudencia... y aunque el Fuero deba respetarse, ¿acaso sería ilegítimo si el príncipe decidiera tomar las riendas del reino como regente a la posible muerte de su padre?.- eligió con cautela sus palabras - Decidme marqués, ¿qué ganáis vos con esto? ¿y qué gano yo? La ley divina dispone que sea el soberano quien reine sobre todos sus súbditos, y que el príncipe sea su heredero natural, ambos ungidos por Dios... ¿por qué debería anteponerse la ley de los hombres a la divina?.- miró con malicia al de Gondomar, sabiendo que respondiera lo que respondiese, podría tenerlo entre sus garras. Su mirada denotaba claramente "¡cuidado con lo que vas a responder!" - ¿No habéis pensado, que los más lógico y coherente sería modificar el Fuero? El príncipe como cabeza del consejo regente, y en su ausencia la del Secretario Real.-

Al escuchar la sutil amenaza del marqués, al de Alba le rechinaron los dientes, y apretó el vaso de vino tan fuertemente que casi estallaba en pedazos. - Si que hay un destino peor, mi señor... la traición.- y esbozó una sonrisa pícara y malévola.

De repente, la puerta se abrió de par en par, y una mujer pelirroja, ricamente ataviada, rodó por el suelo alfombrado. Carolum cambió la sonrisa por una carcajada - Y aquí llega vuestra "Ex".- Y apuró lo que le quedaba de vino de un trago.

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Vibora


Con eso de estar prestando servicio en el ejército, la nota tardó varios días en llegarle. Como siempre, Polonio la leyó y advirtió

- Es asunto delicado y poco conveniente de airearlo.

- Cuenta, Polonio.

- Mejor, leed vos mismo, que las telas de las tiendas son demasiado finas.


Víbora recogió el papel de manos de su secretario y amigo leyó la nota con mucha atención. Una vez terminada, se acercó al candil y la prendió con la llama, observando que se consumía por completo.

- He aquí el giro del destino que esperábamos- guiñó un ojo con complicidad a Polonio, quien entendió perfectamente.

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Esa misma noche, dejó los asuntos del ejército en manos de su esposa Adii, quien ejercía de alférez de la compañía y, con toda discreción se dirigió a la cita.

La lluvia golpeaba el amplio capote militar bien engrasado para repelerla. Vestía las ropas de campaña, mas sin portar escudo de armas alguno que pudiera identificarle. Cualquier observador inoportuno vería tan sólo a uno de tantos soldados que últimamente vagaban por Castilla en busca de una paga por los servicios de su espada.

Alcanzó Toledo poco antes del cierre de sus puertas y pasó como uno más que buscaba el refugio de la ciudad durante la noche, dejando el caballo en las cuadras de la entrada. Pero en lugar de dirigirse a la posada, se encaminó hacia el alcázar.

Tuvo la suerte de que los guardias reales de la puerta eran antiguos y le reconocieron de sus tiempos de Condestable Real, por lo que le abrieron paso con sólo justificar la visita al Secretario Real como "asuntos privados".

Recorrió los pasillos y se paró frente a la puerta del despacho del Secretario Real, cargo ocupado ahora por la "comadreja" de Gondomar. Antes de entrar se despojó del capote, se colocó bien la espada y comprobó tener presta la gumia junto a los riñones.

Al entrar, descubrió que ya estaban allí, además del de Gondomar, la pelirroja Cyliam y el, últimamente omnipresente, Carolum de Borja.

- Reunión de gatos... espero no ser yo el ratón- dijo con ironía saludando a los presentes con una ligera inclinación de cabeza y dedicando una sonrisa de complicidad a Cyliam, la más pagana de las gatas de Castilla.

Antes de que el de Alba replicase, pues siempre careció de sentido del humor en cuanto a los temas de religión, añadió.

- Vuecencias diréis qué se me requiere y por cuánto... que he de estar de vuelta en el ejército antes de que se note mi...- miró de soslayo al de Alba-... nuestra ausencia. Supongo que ha de hacer alusión a la delicada situación del rey y sus consecuencias- no era momento de perder el tiempo con dardos cortesanos, si no de ir al grano y tomar medidas.

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Astaroth_14


El de Gondomar mantuvo su media sonrisa. Carolum era un hombre orgulloso, como todos los Borja, y aquella situación no le agradaba nada. Escanció el vino en un vaso de peltre, como triunfador ante un ataque inexistente.

Nadie en este palacio va a perder el tiempo en intentar asesinaros, Alba. No obstante, ya dicen, hombre precavido vale por dos.

Tomó asiento, escanciándose a sí mismo una copa de vino blanco.

No es este el Reino que tuvo leyes antes que reyes, pero siempre han respetado los reyes los fueros dados. Un fuero no es sólo una ley, es un compromiso recíproco, un quid pro quo. No está en mi mano decidir si es más o menos acertado el modo en que está redactado el fuero, pero sí puedo aseguraros que el hecho de que el poder real esté en mis manos no significa que vaya a usarlo en asuntos que, por lógica, sólo un Rey debería poder llevar a cabo. Habláis de la ley divina, y os entiendo. Pero no comparto vuestra opinión. Al César lo que es del César, y este es un asunto del César.

Esbozó una sonrisa zorruna, sobre la que su ojo sano refulgió al fuego de la chimenea.

Algún día, Conde, os llevaré a San Estevo de Cíes. Allí entenderéis a qué me refiero, y rezad por llevar libres las manos ese día.

Y luego...un estrépito, cómo no. Porque había llegado Cyliam quien, por algún motivo, hacía siempre ruido, incluso cuando estaba quieta. El Armiño se levantó a recibirla.

¡Ah, querida Señora de Compostela, me alegro de veros! Tomad asiento, por favor, y si queréis, servíos un poco de vino. Confío en que el resto lleguen pronto.-bajó el tono ostensiblemente, hasta que sólo ella lo escuchó.-No habréis cometido la insensatez de traer a los rapaces, ¿verdad?

Un tercer invitado se unió a la reunión.

¡Ah, maese Víbora! Es un placer veros aquí, ciertamente. Tomad asiento, tomad asiento.

En la cabeza del joven Marqués comenzaba a tomar forma un mapa. En el noroeste, Compostela, y sus propias tierras de Gondomar y las Islas. En el sur del Reino de León, la dupla de Alba y Valdecorneja y, al sur, Sanlúcar y La Frontera. Y, por supuesto, el enclave que suponía Villapalacios, no muy lejos de Toledo. Habría que jugar con cuidado las cartas.

Todos vosotros tenéis un motivo para estar aquí, y no voy a disfrazarlo de hermosas palabras. Todos esperáis obtener algo de mí, a cambio de vuestro apoyo. Salvo en el caso del Conde, cuyo precio está ya pactado, ambos debéis escuchar aún mis propuestas.

Clavó la mirada en su ex mujer.

A vos, Señora de Compostela, os ofrezco apoyo para el amejoramiento de las defensas de vuestro feudo, tanto las costeras como las de la propia Compostela. Además, concederé autorización para que tres villas de vuestra elección puedan levantar murallas.

Suspiró, volviéndola entonces hacia el último noble.

Vos, Sanlúcar, sabéis qué os ofrezco: olvidarme por completo de que estáis usurpando derechos feudales en Villapalacios, en contra de las órdenes del Rey. Prohibiré expresamente cualquier ataque hacia vos por parte de las tropas de la Corona. Sin embargo, no puedo reconoceros vuestro título, pues no está en mi mano el dar o retirar títulos nobiliarios.

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Vibora


No se andaba por las ramas el de Gondomar, ciertamente. Los caramelos estaban ya sobre la mesa.

- Siendo igual de franco, el servir a la Corona manteniendo el orden en Villapalacios sabiendo que ésta confía plenamente en mis aptitudes es suficiente pago, no hace falta colocar el blasón en mi pendón- y guiñó un ojo al marqués, pensando en las buenas rentas que podía reportar Villapalacios- ahora sólo falta conocer qué se nos requiere para hacernos acreedores de tanta confianza

Y se recostó en el sillón esperando la parte delicada que obligaba a tanto secretismo y a que la comadreja galega pagase tan bien, pues no era dado a generosidades.

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--Galeno


Una puerta lateral, más pequeña que por la que habían entrado los nobles, ubicada junto a la chimenea, se abrió lentamente, produciendo sus bisagras un chirrido angustioso, como un hombre que grita, pena y lamenta... Por ella, entró un hombre, vestido de negro y con unos pesados anteojos de hierro colgando del cuello, que seguramente hacía un rato estuvieron posados sobre su nariz. Estaba pálido con la mirada perdida, el rostro bañado en sudor y su boca no era más que una mueca desagradable: era el médico real... o el Galeno, como otros le decían.

Con la mirada fija en la alfombra, como teniendo miedo de levantarla, se acercó hacia donde estaban los nobles, y con voz trémula susurró en la oreja del marqués, pues no era siquiera voz... un simple susurro siseante y nervioso: - Excelencia... su majestad...- se produjo una corta pausa, en la que el médico buscaba fuerzas y aire para hablar - ... su majestad ha fallecido. Hicimos cuanto estuvo a nuestro poder y alcance... pero fracasamos. Me temo que ahora ya está en manos de Dios.- se quedó quieto, casi gimoteando, como un perro cuando pierde a su amo.
Urania


El comunicado se difundió rápido por las tierras de Castilla.


Citation:

Marqués de Gondomar y las Islas, Conde de Palacio, Señor de Valdecorneja.
Par de Castilla y León.
Secretario Real de la Corona.


¡Castellano leoneses!

En el día de hoy, debo ser portador de tristes noticias para todos. Tras una agonía prolongada, Su Majestad William I no fue, finalmente, capaz de vencer la terrible enfermedad que le aquejaba. Ni siquiera los mejores galenos han podido salvar su vida. En estos momentos de dolor, y en nombre de la Corona de Castilla y León, quiero presentar mis condolencias a su familia, especialmente a sus hijos Ricardo, Príncipe de Asturias, y Gareth. Anunciamos también que, sumido en su dolor, el Príncipe Heredero se ha refugiado en un monasterio cercano a Soria, donde pasará su periodo de duelo.


No obstante, el mundo sigue adelante, y nosotros debemos hacerlo también. Por ello, en calidad de Secretario Real, y acorde a las usanzas de esta Corona, decreto:

-Que los poderes Res Parendo del Rey quedan transmitidos íntegramente a mi persona y a figura del Consejo de Regencia.
-Que los poderes In Gratibus del Rey serán retenidos hasta la elección del siguiente soberano por el Príncipe de Asturias, Ricardo Wetminster.
-Que se abre el plazo para que quienes se consideren dignos de tal honor presenten su candidatura al trono castellano-leonés.
-Que se convoca, por medio de la presente, a los regidores de las Villas Reales y al Consejo de Gobernación a conformar el Consejo de Regencia, que deberá asistirme en el desempeño de las funciones Reales.

En Valladolid, a seis días del último mes del año de gracia de MCDLIX


En Valladolid, a veinte días del undécimo mes del año de gracia de MCDLIX

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Jaleo
Se abrió la puerta y ví salir al Galeno cabizbajo, caminando taciturno en dirección a la Sala del Consejo.
No quise preguntarle nada... no hacía falta. Había pasado toda la noche en la puerta de la habitación Real, estaba cansado, hambriento y necesitaba un baño asi que pensé que lo mejor sería ir a asearme un poco, comer algo y descansar unos instantes.
Tiempos de incertidumbre corrían en Castilla y mientras me dirigía a casa mi mente sólo pensaba en organizar la seguridad del Alcazar de Toledo y prevenir posibles revueltas en las calles.
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Astaroth_14


Inclinó la cabeza y, con un gesto vago, indicó al galeno que abandonase la estancia.

Señores, acaban de comunicarme que, finalmente, el Rey ha muerto. Esto acelera un poco los planes, me temo.

Se volvió hacia Víbora.

Lo que se os requiere, Sanlúcar, es sencillo. Se requiere que apoyéis a nuestro candidato al trono, impidiendo si fuese necesario que el Príncipe de Asturias llegase a Toledo. En estos momentos, se encuentra retirado el mundo, pero siempre puede darse el caso de que la ambición se sobreponga al dolor. Creo que, como yo, vos no tenéis muchos motivos para desear a otro Wetminster en el trono.

Miró al Borja de refilón. ¿Le traicionaría, o cumpliría su papel?

En cuanto a vos, Señora, tengo también un documento aquí que os concierne. Hace legales ciertos acuerdos quevos y yo tenemos.

Citation:

Marqués de Gondomar y las Islas, Conde de Palacio, Señor de Valdecorneja.
Par de Castilla y León.
Secretario Real de la Corona.


Yo, Astaroth da Lúa, Marqués de Gondomar y las Islas, Conde de Palacio, Señor de Valdecorneja y Par de Castilla y León anuncio:

-La cesión de la villa de Nigrán, sita en la Marca de Gondomar y las Islas, a la persona de doña Cyliam di Veneto, Señora de Compostela, con todos sus términos y propiedades, adquiriendo sobre ella todos los derechos de propiedad feudal, siempre sujeta a mi persona y a la de mis sucesores, a fin de que le proporcione sustento y medio de vida asegurado tras la ruptura del enlace que nos unía.

Gondomar.

En Arousa, a dos días del undécimo mes del año de gracia de MCDLIX

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"Dead women tell no tales. Sad men write them down." L.S.
Vibora


El candidato no era para muchos vítores, pero el de Gondomar tenía razón. Mejor le fue con los Borja que con los Westminster.

- Estoy dispuesto a apoyar al candidato. Lo del príncipe lo haré de forma discreta. Pondré hombres a controlar los caminos de salida del monasterio y... mujeres para retener al principito y que no llegue a Toledo.- soltó una sonrisa pícara antes de seguir- y no dudo de que mis esfuerzos serán bien apreciados y valorados en más de lo que valen por la generosidad que predica su Aristóteles.

Hizo una leve reverencia y comenzó a trazar un plan para cumplir la misión, mientras esperaba por si faltaba algún otro punto por tratar.

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Carolum


El conde miraba como danzaban las llamas de la chimenea, mientras daba cortos sorbos al vaso de vino que tenía en la mano. Parecía estar distraído, inmerso en su mundo, pero realmente estaba escuchando el resto de conversaciones y cavilando ideas... eso se le daba muy bien, era una actitud con la que nacían todos los Borja; eso, y crear todo tipo de maquinaciones y conspiraciones. Estaba en su terreno, y lo sabía.

Los ojos le brillaron maliciosamente cuando escuchó al Secretario Real anunciando la repentina muerte del monarca. La comisura de su boca se tensó, creando una tímida sonrisa que intentaba ocultar. "Nunca dejes que tus sentimientos te delaten, se impermeable y duro, como el acero" le dijo una vez su padre, ¡cuanta razón tenía!. - En ese caso, hay un cambio de planes.- lo dijo sin volverse. La larga sombra que proyectaba el conde sobre la alfombra, parecía hacerse cada vez mas alargada. - Que Dios Todopoderoso se apiade de su alma, y le conceda el viaje por la senda de los justos.- Intentó poner su cara más amable y santurrona, pero realmente no lo consiguió. - Si el rey ha muerto, y el príncipe está recluido en el convento... ¿por qué debemos permitir que los Wetminster - Pern sigan con el trono castellano?- dejó la pregunta danzando en el aire. Se dio la vuelta lentamente, ocultando la mitad tras el vaso mientras daba el último trago.

Fue un gesto casi instintivo, o al menos eso intentó hacer aparentar, al poner la mano sobre el pomo de su espada... aunque sabía muy bien cómo interpretaría ese gesto el Secretario Real. - Castilla no puede quedar en manos de un joven imberbe que se esconde del mundo tras los muros de un convento, y de las faldas de un grupo de monjas... necesita a alguien fuerte que pueda reinar con energía. Y decidme ¿acaso no demostró la sangre de los Borja que está preparada para reinar? lo hizo una vez, ¿por qué no otra?...- El conde puso una mano sobre el hombro de Vibora - Si me ayudáis, quizás acepte vuestras demandas. Eso si, pagaréis el precio justo, no os voy a regalar nada... deberéis sacrificaros.-

- ¿Y vos, Gondomar?, ¿qué me decís? ¿Vuestra honra os permitirá volver a arrodillaros ante un Borja?.- le sonrió con malicia, pues sabía que la mejor forma de hacer que el marqués se moviera era citándolo como a un toro. Carolum dedicó una rápida mirada a la de Compostela. Sabía por descontado que tenia todo su apoyo... si es que ella realmente quería esos pendientes de rubíes que le había prometido para su boda.
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