Carolum
Carolum se dejó rellenar la copa por el Galego. El vino color rubí fue derramado dentro del bronce, como la sangre manchaba las corazas en la batalla. Despejadas las dudas sobre su inocencia en el caso de las copas envenenadas, el monarca le había aceptado en su antiguo cargo de copero, aun así, siempre vigilaba para evitar movimientos extraños.
- Si, brindemos... por la familia, que desde hacía tanto tiempo no se reencontraba, y también por la nueva familia que hemos ganado.- dijo, respondiendo a Nicolino y levantando la copa hacia Ederne y sus padres.
El rey entrechocó la copa de bronce llena de caldo de Alba con la de sus hermanos, mayor y pequeño. Antes de llevársela a los labios, pudo ver como su hermano Nicolino dirigía una fría mirada al de Gondomar, que estaba de pié tras él... lo supo, por que Nicolino jamás miraría así a unas cortinas de seda adamascada. Tras apurar el contenido y dejar la copa sobre la bandeja, se giró frunciendo el ceño al Marqués, que había hecho aquel comentario tan sarcástico...
- No os preocupéis, Gondomar, que el toro...- recalcó aquella palabra - ... siempre tendrá hierba donde pastar. Y si faltase, habría marisco, ¿no creéis?-. dijo soltando una risa cansada. Las batallas dialécticas con el tuerto se repetían muy de seguido. Haciendo un gesto con la mano para que se retirase le dio una orden: - id a llamar al secretario real, se nos hace tarde-. escuchó como daban once campanadas en la torre de la catedral -... se nos va a echar el tiempo encima, y no quisiera que la ceremonia empezara tarde. Recordadle que debe llevar el Pendón de Castilla... ¡y que me traigan la sobrevesta! la que tiene bordados castillos y leones en oro.-
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