I Vuelta Hípica a Castilla (Inscripciones)

- Diego... DIEGO. ¡DIEGO!.

La de Winter irrumpió en las cocinas, donde Diego acababa de almorzar. El de Pereo dejó la manzana a medio mondar sobre la mesa, a la cocinera casi se le cae la cazuela donde estaba hirviendo la leche para separar la nata, y la doncella intentó arreglar rápidamente el desorden de los bancos de trabajo. Urania no se dio cuenta de nada de eso. Agitó un papel con los sellos de Sanlúcar y de Palacio.

- ¡Mira! ¡Mira! ¡Mira lo que pone aquí! Hay una carrera hípica. ¡Una carrera! Hay que preparar los caballos, las enseñas, los aperos, ¡todo!. Y entrenar. ¡Tengo que entrenar!

Diego miró tranquilo a la Señora, aunque tuvo que ocultar cierta sorna.

- Señora... ¿competirá usted?

- Claro. ¿por qué no iba a hacerlo?

Callar. Eso hizo Diego. Si bien es cierto que la Urimeyer andaba de mejor humor en los últimos meses, nunca se sabía cuándo podía estallar en uno de sus accesos de rabia.

- Uhm. Ella misma se dio cuenta. 'Menos mal', pensaría Diego. La maldita rodilla. Vaya usted a Italia y traiga una cicatriz como recuerdo de las guerras italianas: un par de tajos en la rodilla, y nunca más volverá a montar como antes. ¿Y qué hacemos?

- Yo me encargaré de encontrar un jinete experto que haga buen papel, si a usted le parece bien.

- De acuerdo, Diego. Paga lo que sea. ¡Aunque tenga que venir del extranjero!

Diego esbozó su sonrisa de medio lado. Sin duda, él sabía ya a quién elegir.

Más tarde, se acercó el de Pereo a la mesa de inscripciones, donde encontró el puesto de inscripciones. Depositó una bolsa de oro sobre la mesa.

- Buenos días nos dé el Altísimo. Vengo a inscribir al jinete que correrá por las casas de Amusco y Santillana.

- ¿Nombre?, preguntó el funcionario sin apenas mirarle.

- Pues... eso tendrá que esperar. De momento aquí tienen el pago de las tasas, y en cuanto llegue el jinete, les daré el nombre completo.

- Puesss, el funcionario salivó y afiló el colmillo, nada gusta más a los funcionarios que poner trabas burocráticas. Eso es un tanto irregular. Verá..., el funcionario empezó a preparar mentalmente un discurso sobre leyes, decretos, ordenanzas, usanzas...

Diego le cortó en seco.

- Si quiere se lo explica usted a la Marquesa. Sí, sí. Urisecre. O Urimeyer. ¿Quiere usted explicarle a ella que no puede inscribir a su jinete?

El funcionario llevaba tiempo al servicio de la Corona. Sabía lo que podía conllevar ser llamado a la presencia de la Urimeyer. Un escalofrío le recorrió la espalda.

- Deje, deje... aquí guardo el oro. Y cuando pueda, me trae los datos. ¡Pero no lo olvide!. Bajito, añadió, por si las moscas, por favor.

Diego asintió, se despidió de un taconazo (es lo que tiene estar acostumbrado a vivir en medio de lo que casi es un campamento militar, que acabas despidiéndote marcialmente hasta de la amante de turno), y marchó a la posta de correos, a escribir al jinete que, estaba seguro, aceptaría portar los colores de Santillana.

Polonio se acercó bien temprano a la caseta de inscripciones para la carrera y se encontró con que ésta estaba vacía.

- ¿Dónde demonios está este haragán?- miró por los alrededores de la Plaza Mayor y entró en la primera taberna que se encontró. Allí, en la barra, estaba el encargado de las inscripciones- ¡Maldito holgazán!... ¿qué haces aquí y la caseta vacía?

- Uys, don Polonio- se excusó medio tartamudeando-... es que hace tanto frío y no aparece nadie que vine a calentarme un poco.

- Ya, ya, al fuego del copazo de anís que te estás metiendo- dijo irónico observando la copa que el funcionario intentaba ocultar- anda, corre para allá que te traigo otra inscripción

El funcionario apuró lo que quedaba de la copa, se colocó bien el capote y salieron ambos de nuevo a la plaza. Una vez en su sitio, el funcionario se preparó para anotar al nuevo jinete



Al oír lo de "Sanlúcar-La Frontera", el funcionario puso en gesto raro, pero prefirió callar, que no estaba el horno para bollos. Recogió el recibo que le daba Polonio, le entregó el dorsal número 4 y se abrigó bien para pasar otro día gélido en la plaza.

Estaba absorto en la lectura de unos documentos cuando le sobresaltó una voz aguda

-Hola vengo a registrarme como jinete para la carrera, soy Valentina d'Aremberg y correré por la casa d'Aremberg, el Gran Señorío de Denia.

El funcionario levantó la vista y descubrió ante él a una jovencita, casi niña aún, de aspecto frágil. Levantó una ceja dubitativo. Le pareció demasiado joven para participar en una carrera tan dura.

- Tenga los 20 escudos del pago. - dijo la muchachita antes de que pudiese objetar nada.

- Un momento, he de comprobar un detalle- y revisó las reglas de participación con detenimiento.

- Uhmmm... me parece usted demasiado joven, pero las normas no dicen nada de una edad mínima. Cualquier loco puede apuntarse. Así que, no tengo más remedio que admitirla, pero yo me lo pensaría bien

Y tomó nota de la nueva corredora.



- Bien, señorita, aquí tiene su dorsal para la carrera- y le tendió el del número cinco.

El joven Borja se encaminaba hacia la mesa del funcionario real encargado de las inscripciones, había hablado con un par de hombres algunos aun no habían dado respuesta así que solo inscribiría a tres

Buenos Días señor, vengo a inscribir a 5 participantes- dijo el joven dejando una bolsa con 100 escudos en la mesa y relleno el formulario











Luego de rellanar los papeles el Borja se quedo esperando por si hacia falta algún otro documento que rellenar o alguna indicación

El joven Borja se acercó depositando sobre la mesa un taco de inscripciones

- Buenos Días señor, vengo a inscribir a 5 participantes- y puso junto a ellas una bolsa.

- Buenos días, señor Borja- contestaba el funcionario cuando una voz aguda estalló tras ellos

- Está mal! Está mal!- era la jovencita valenciana que venía corriendo agitando el resguardo de a inscripción- Está mal! Aqui pone Valentona y yo soy Valentina. No es que sea menos valiente por eso... solo más pequeña.- y entregó el volante al funcionario.

- Disculpe, señor Borja, pero atiendo primero a la señorita y enseguida estoy con usted- tomó el boleto y repasó la lista.

Sitió el calor en las orejas, la muchacha tenía razón, le habían bailado las letras, así que rectificó la inscripción



Lo devolvió mostrando la corrección

- Disculpe, señorita Valentina, ya está todo arreglado. Ha sido un lapsus, supongo que provocado por su arrojo- intentó disculparse.

Y volviendo la mirada hacia don Liborio, tomó los papeles de éste para proceder a las cinco inscripciones











- Perdone, pero es la hora del chusco de media mañana. En cuanto vuelva termino de contar las monedas y compruebo la cantidad- entregó los dorsales del 6 al 10 a don Liborio- puede irse y si existiese cualquier problema, que no creo por ser quien sois, os mandaría recado

Y recogió los papeles, guardó las monedas en la caja y marchó camino de la taberna

Llegó a la mesa de inscripciones y esperó pacientemente a que le llegara el turno. Cuando así fue se acercó discretamente.

-Saludos, vengo a apuntar a dos jinetes más.
El primero es Princo, correrán ambos por el Barón de Illueca, y la segunda se llama Elena - Eso no era mentir.. así que no habría de confesarse, solo había obviado el primer nombre, esperaba que padre no se enterara de que pensaba participar hasta que fuera demasiado tarde para meterla en una jaula con barrotes de oro para que nos e rompiera. - Aquí tenéis el pago por ambos jinetes.- Y con una dulce sonrisa pestañeó repetidas veces esperando tener ya lo dorsales en su mano y poder marcharse.

La joven, se cubria el cabello con un manto, dejando que solo se vieran unos pocos mechones ondulados. Miró la cola y esperó a que le tocara.
Habia mucho alboro, y obeservaba a alguno conocidos.
Al fin le tocó, y se acercó con timidez.

- Hola mi nombre es Lurien Drake, quisiera apuntarme a la carrera.... eehhmmm me represento a mí misma.

La joven puso el recibo sobre la mesa, y sonrió.

Estaba el sol en lo más alto y el pequeño heredero de la casa de Sanlúcar-La Frontera tomó las riendas de su poni. Montado en él se dirigió a la Plaza Mayor.

- Buenos días, señor funcionario- dijo Erik con una amplia sonrisa

- Buenos días jovencito ¿dando un paseo?- contestó amablemente, además de por la simpatía del chaval, porque sabía muy bien quién era.

- Pues no- dijo con rotundidad el zagal- vengo a apuntarme en la carrera de caballos de la que habla todo el mundo.

- ¿Tú?- se sorprendió el esribiente-¿no eres demasiado peque... jovencito aún para montar un caballo de carreras?

- No iré a caballo, llevaré a mi poni, que es rápido como el viento y fuerte como un elefante.

- No sé si...- quiso excusarse el funcionario, pensando en que como al niño le pasara algo, doña Adii lo iba a despellejar en vivo varias veces antes de matarlo y don Víbora lo desorejaba primero.

- ¿Hay algún límite de edad?

- Ehmm... no, de edad no- eso ya lo había comprobado para la valencianita.

- Aaaaah, entonces debe ser por el poni ¿verdad?- dijo desafiante el joven vikingo

- Puessss... deje usted que mire- y se puso a repasar las normas rezando para que estuviese prohibida la participación de ponies... pero no, no había nada- no veo nada ahora, pero juraría que...

- ¿Lo pone o no lo pone?- insistió testarudo

- No, no lo pone- hubo de reconocer el funcionario apesadumbrado

- Pues apunte- y proclamó con orgullo- don Erik de Guzmán-Astarribadebirra y García-Torre, futuro vizconde de La Frontera y Señor de Sanlúcar de Barrameda, compite en su propio nombre.

- ¿Trae la cuota de inscripción?- pidió el funcionario mientras empezaba a tomar nota y a despedirse de sus orejas- son 20 escudos.

- ¿Veinte?...- el semblante de Erik de ensombreció- ¿ha dicho veinte?... es que tengo...- contó rápidamente el contenido de su bolsa-... siete, llevo siete.

- Vaya, una pena, son 2o- comenzó a ver una posible salida airosa para sus queridas orejas- el anuncio de su señor padre lo dice muy claro.

- Bueno, peroooo- una luz brilló en sus ojillos- yo mido la mitad que los demás jinetes y mi poni es la mitad de grande, ¿podrían ser 10 escudos?

- Lo siento, no es posible- ¡ja! ahora que iba a escapar de la ira de doña Adii defendería su pellejo con tozudez- y aunque así fuese, sólo tiene siete.

- Tiene razón... iré a ver si mi copadrino o la tita Uri me dejan lo que me falta

- ¿Y si prueba con sus padres?- rezaba que se dirigiese a ellos y así le quitasen la idea de la cabeza, que los otros dos eran capaces de decirle que sí y prestarle el dinero.

- ¡Sí, vamos, que mi madre me iba a dejar recorrer Castilla en mi poni!. Si en cuanto despisto a Pilar en el bosque se pone hecha una furia... mejor la tita Uri, que no es tan agobiante y me deja libertad.

- Bueno, pues vaya, vaya y si eso ya vuelve para inscribirse... pero recuerde que necesitará 20 escudos. 20, no 10.

- Sí, sí, veinte- dijo mientras dirigía su poni camino de la casa de Santillana.

El funcionario se quedó deseando que, por una vez, la de Santillana pensase las cosas dos veces. Entonces cayó en la cuenta

- ¡Soldado, ven!- gritó a uno de los guardias que custodiaban la caja- corre a por don Polonio y que venga urgentemente. Pero ya, que nuestras orejas y pellejos están en juego.

Y quedó esperando que don Polonio llegase antes que el jovencito Erik con el dinero.

-Le deseo la mayor de las suertes, que ya está bien de tanto jinete contratado por los nobles. Es pero que les dé una lección a esos estirados
Le dijo muy bajito aquel señor.
Lurien tuvo que acercarse un poco para escucharle. Al escuchar lo que le dijo el buen hombre, le sonrie con el dorsal en las manos.

- Muchas gracias señor.- inclinó la cabeza y salió de allí, dirigiendose al establo a ver a su caballo.

Si no puedo participar de forma anónima... está perfectamente hecha, muchas gracias. Guiñó un ojo al funcionario, cogió el dorsal de la niña bonita, y marchó a preparar la carrera.

El setabense había oído que se organizarían unas carreras de caballo, lo que llamó su atención. Últimamente la noticia estaba en boca de todos los castellanos, e incluso de visitantes que jamás habían acudido a torneos de tal tipo, por lo que en ellos se despertaba cierta curiosidad. Los escasos y belicosos señores de la Corona de Aragón, en muchos casos poco dados a salir de sus castillos (pues si se sumaba toda la nobleza de aquel territorio habrían por lo menos media docena de nobles catalanes por título valenciano de la nobleza original del Reino, y Aragón no tenía nobles), no solían salir perder el tiempo en tales eventos, ni en bailes, cacerías ni convites.

Incluso Borja, que solía desdeñar la pomposidad de las Cortes de los nobles, la ornamentación y las floridas palabras de los cortesanos, se había visto atraído por aquello. Era una costumbre antigua, y que se había dejado de lado, sustituida totalmente por los torneos. Y le resultaba una nueva oportunidad para probarse frente a toda esa "chusma extranjera", como denominaba al campesinado local, sin percatarse de que él era el forastero.

Había llegado también a sus oídos el rumor de que habían varios jinetes que correrían por la Casa Borja. Demasiados para su gusto. Tanto, que habían grandes posibilidades de que alguno hiciera el ridículo, por lo que pensó que hacía bien al agregarse cierta distinción al presentarse a sí mismo. Junto a las armas de su familia llevaría el dragón de su Reino, y así quedaría limpio del resultado del resto de los corredores de su casa. Además, si ganaba...le gustaría ver las caras de los locales al ver a un extranjero llevándose el premio.

Esbozó una sonrisa, y llamó a un mozalbete que pasaba frente a él, pidiéndole aceptara el recado de llevarle las monedas y la carta sellada donde se apuntaba a la competición a donde fuera que hubiese que presentar tal formalidad. Le prometió el doble de monedas de las que llevaba, oro valenciano, cuando volviera habiendolo ya entregado. Estaba seguro de que las plazas castellanas, como las valencianas, estarían llenas de pillos ladrones que no dudarían en desaparecer con dinero y lacre si no se les ofrecía algo que doblara la cantidad a enviarse.

Erik volvió a la Plaza Mayor contento como unas castañuelas. El poni llevaba un trote ligero contagiado de la felicidad de su joven amo.

El funcionario lo vio llegar, el niño lucía una sonrisa de oreja a oreja, y nubarrones de preocupación aparecieron en su mente.

- Hola, señor, ya estoy de vuelta.

- ¿Ya?- dijo mirando a ver si aparecía don Polonio de una vez. Y temiéndose lo peor preguntó- ¿y tienes el dinero?

- Sí, la tita Uri me lo ha dado.

- ¿Todo? ¿los 20 escudos?

- Por supuesto, los 20, tal y como quedamos, sin rebaja por tamaño- e hizo un mohín de contrariedad

- Puessss... voy a tener que apuntarte...[/b]- nada, don Polonio no aparecía y el niño se impacientaba. Bueno, pensó, la culpa será de quien le haya dado el dinero.



Le dio, con toda la lentitud que pudo, el dorsal con el número y musitó

- Alea jacta est- que no sabía muy bien qué significaba, pero los sabios lo decían cuando estaban bien fastidiados.

Desde la muerte de sus esposos, la Signora no había salido mucho de la mezquita. Y menos cuando empezó a notar que la miraban raro a todos lados donde fuera, y ¿quién estaba ahí? ¿acaso la seguían?. Sólo había un motivo para que quisieran matarla, porque ¡claro que querían matarla!: deudas. En pleno delirio conspiparanoico estaba cuando se enteró de la Hípica. Seguramente la de Winter no se la perdería y allí podría encontrarla, en un lugar público, lleno de gente, donde le resulte imposible a la de orejas grandes..... [momento para tomar aire].

- Cuerva - Sí, la cuerva suele estar cerca de la otra mora. También de retiro pero más apolillada. Necesito que inscribas en la hípica a "la Dama caballo", representando a Bailén Baeza.

Buscó en sus bolsillos pero no encontró nada.

- Creo que es hora de cobrarte esos limones ilegalmente extraídos de mi propiedad, lindera a tu feudo. 20 escudos para pagar la inscripción estarán bien.

Conocía por muchas referencias la reputación de la Casa de Baeza, por lo que antes de inscribir a doña Vladie revisó las monedas una por una.

- Uhmmm... pues parecen de curso legal...- comentó en voz baja y procedió a la inscripción.



Seguidamente se acercó Sirdrakar, adornado con la banda de alcalde... ¿alcalde? ¿pues no que ponía Osma en la banda?





Y observó cómo Sirdrakar quedaba pasmado mirando hacia arriba. Entre eso y la banda, pensó

- Estos nobles están payá.

Entonces cayó en la ceunta de que le quedaba por repasar el pago de don Liborio. Volcó la bolsa sobre la mesa y recontó.

- Siguen faltando 20 escudos...- y se percató de que algo pesaba dentro d ela bolsa. Rebuscó y encontró un pequeño bolsillo interior- ¡acabáramos, aquí están los 20 que faltaban- y rectificó el asiento en el libro de inscripciones.



Repasó todas las inscripciones, contó el dinero y le cuadraron perfectamente.

- Sólo falta que la marquesa de Santillana notifique qué jinete correrá en su nombre

Se acercó hasta la Plaza, buscando al funcionario encargado de las inscripciones. No tuvo, que dar muchas vueltas, ya que se encontraba ocioso observando las faldas, de las castellanas y no castellanas, que pasaban por el lugar. Entretenido como estaba, no se dió cuenta de la llegada de la mesa camilla andante. Tuvo que carraspear varias veces, a cual más alta, para conseguir, que el hombre le prestara atención.

-Vengo a inscribir al jinete, que representará a la ciudad de Valladolid, su nombre es Alhanna y aquí tiene el recibo pertinente.

Doña Avenegra Rosenrot, como un aparición proveniente del inframundo, entregó 20 escudos sin decir palabra. Menos mal que el funcionario llevaba muchos años en Castilla y recordaba los tiempos en los que "la Cuerva" parecía omnipresente.



Doña Debian inscribió a una participante por la ciudad de Valladolid



- ¿Alhanna?- exclamó haciendo memoria- ¿ésa no era la francesita que perseguía a la marquesa de Santillana por todas partes?... esto va a parecer una guardería, con tanto pequeñajo correteando

Entonces cayó en la cuenta de que la Cuerva había desaparecido tal y como llegó... fantasmagórica.

Era el último día de plazo y le habían ordenado mantener la caseta abierta hasta la medianoche.

Protestaba en voz alta contra la dichosa idea, con el frío que hacía, cuando se acercó otro participante

- Hola, vengo a inscribirme como jinete para la carrera, mi nombre es Marce y correré representando a la Baronia de Illueca, aquí teneis los 20 escudos del pago.

- Pues vaya unas horas- se quejó- Otro para el de Illueca, menudo equipo ha montado el viejo



- Ea, inscrito, el día de la salida llevará el dorsal 24

Calló ante el rapapolvo de doña Debian. Sabía que no era mujer para hacerle frente y, según contaban, menos desde su preñez.



Entregó el dorsal y volvió a rebujarse bajo el capote para protegerse del intenso frío.

Un chico de unos quince años, con la cara roja y contraída por la carrera, llegó hasta donde la gente se estaba apuntando a las carreras de caballos. Iba vestido con un jubón rojo y con las libreas de la casan real. En su mano, una pequeña bolsa de cuero negro con veinte monedas de cobre.

Al llegar su turno se dirigió al funcionario designado por el Conde de Palacio: - Esteeee, tu!, el rey me manda deciros que le inscribáis en las carreras, y exige ser apuntado con el número cero... entre usted y yo, es un poco rarito, muy maniático-. susurró con la mano en la boca para evitar que los demás escucharan. - Tomad, el dinero-. y esparció sobre la mesa los veinte escudos, que tintinearon al caer.

Polonio repasó la lista y el dinero de la caja. Cuando todo estuvo correcto se acercó a la Plaza Mayor y expuso la lista final de los participantes: