Irisbel
Me había despertado temprano para tener tiempo más que suficiente para arreglarme. A mis once años ya era una damita en ciernes, o eso decía mi madre, aunque aparentaba alguno menos debido a talla menuda y a mi comportamiento travieso y, en ocasiones, irreverente.
Mamá y Esmeralda se hallaban navegando aunque mi madre ya había previsto la situación encomendándome a la Gran Señora de Segorbe que me recogería en un punto medio en el camino hacia Benicarló.
Partí ataviada con un vestido alegre acorde para la ocasión, el baile de las luciérnagas, escoltada por guardias de Bétera que me habían de acompañar hasta que me hallara en compañía de mi benefactora.
Todo el camino miraba el paisaje sin verlo, tratando de imaginar como sería este baile al que llamaban de las luciérnagas. Habría realmente luciérnagas en el baile? Montones de luciérnagas iluminando el salón de baile?
Una vez me recogieron, nos dirigimos rápidamente hacia Benicarló.
El joven Garion guardaba silencio, hasta que su madre lo advirtió de que se portara bien, y parecía no haber roto un plato en su vida, pero no sabiendo si conocería a alguien más en ese baile parecía un firme candidato a tener en cuenta para alguna travesura.
Cuando llegamos al castillo de Benicarló, no pude apartar los ojos de los magníficos jardines que lo rodeaban y casi me dio pena perderlos de vista para entrar donde la guardia del castillo nos tomaba los nombres para anunciarnos.
Apenas esperamos que ya éramos anunciados y recibidos por la anfitriona. La música era suave y yo ya miraba buscando la luz de las luciérnagas.
El baile prometía. Había tantos rincones que descubrir, tanta gente a la que conocer, quizá incluso alguien de edad cercana a la mía. Pero, sobre todo, tenía que resolver el misterio de las luciérnagas. Cómo habrían hecho para juntar suficientes animalitos como para iluminar un salón?
Estaba distraída e iba mirado todo con la admiración de una pueblerina en una gran villa hasta que la anfitriona llamó mi atención- tiempo sin veros jovencita y seguis tan hermosa como lo es vuestra madre. A ver si ella viene a acompañarnos.
Recordaba a la dama de la boda de mis padres, Tadeita i Feiniel, hacia ya tiempo como ella decía.
Gracias atiné a decir sonrojada por la comparación de la dama- no sé si llegara a tiempo pues está navegando por el Mediterráneo.
Nada más avanzamos, la dama Lirdi, ya me preguntó si me tenía que encontrar con alguien, momento que aproveché para asegurarme una bien merecida independencia para hacer y deshacer a mi antojo sin que nadie me vigilara sí, quedé aquí en el baile con alguien de la confianza de mamá no mentía en absoluto, pues él dijo que vendría y mamá le tenía absoluta confianza y ahora solo faltaba que apareciera y la dama me viera en su compañía al menos una vez para que no sospechara nada- en seguida me encontraré y si no lo hago, os volveré a buscar dije con la mejor de mis sonrisas para tranquilizarla- muchísimas gracias por acompañarme hasta aquí.
La Señora de Segorbe parecía darme su beneplácito y me alejé mirando encandilada ora aquí ora allá caminando entre una multitud de rostros cada vez más numerosos que, quizás por mi falta de atención, no reconocía. La música y el ambiente parecían ser el inicio de un cuento.
Deambulaba observando la iluminación por si descubría alguna luciérnaga. Qué bien camufladas estaban pensaba asombrada pues no veía ninguna.
Cuando empezaron a sonar los primeros compases del baile decidí que sería mejor que lo buscara a él pues me había prometido un baile y trataría de conseguir alguno más aunque si entretanto surgía la posibilidad de hacer alguna travesura divertida tampoco dejaría escapar la oportunidad.
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