Ederne_bp
Kurt a écrit:
Kurt se hallaba en plena lectura matinal cuando recibió la nota de manos de Leopoldo.
- Señor, han traido ésto.
- ¿Qué es? -dijo sin levantar la vista del libro que sostenía entre las manos-.
- Una carta.
El Borja se limitó a asentir con la cabeza.
- Dejadla ahí encima.
- Pero... señor... - dijo el viejo criado mientras se acercaba con la carta.
- ¿Qué? -preguntó el Borja levantando al fin la vista del libro-. ¿Qué pasa?
- Es de la señorita Juliane Berasategui.
En ese momento el Borja abrió los ojos como platos y se levantó, arrojando el libro sobre la mesa, y se abalanzó sobre el napolitano arrebatándole la la carta de las manos.
- ¿Pero qué os pasa? ¿Por qué no lo habéis dicho antes?
Y mientras decía ésto comenzó a leer la carta. Sonrió y asintió un par de veces con la cabeza.
- ¿Buenas noticias, señor?
- Malas y buenas. La mala es que me hago viejo, Ederne va a dar a luz. La buena es que estará allí Juliane. Preparara el caballo, partiré de inmediato a Benicarló.
- ¿Voy con vos?
- No, tú quédate aquí.
Media hora después de cabalgada interminable hasta el castillo de Benicarló, el Borja se halló ahí. Desmontó el caballo y entró. Uno de los guardias tomó las riendas, y, viendo al Borja fatigado le preguntó.
- ¿Necesitáis descanso, señor?
- No, pero mi caballo sí -dijo a la par que ambos hombres dirigían su mirada al deplorable y lamentable aspecto del animal, que había cabalgado lo que normalmente hacía en una hora, en tan solo unos quince minutos-. Dadle algo de beber, por Dios. Y llevadlo a las cuadras, o caerá muerto aquí mismo.
Así, tras asegurarse de los cuidados de su montura, Kurt entró en el castillo, y aguardó en una de las salas bajas, tras haber enviado a uno de los criados que por allí pasaba a avisar a la señorita Juliane de que ya se hallaba ahí. Tras pronunciar su nombre toda prisa quedó olvidada y su corazón, que había desacelerado el ritmo tras llegar al castillo, comenzó a latir de nuevo con grave intensidad. Deseaba volver a verla más que cualquier otra cosa.
Kurt se hallaba en plena lectura matinal cuando recibió la nota de manos de Leopoldo.
- Señor, han traido ésto.
- ¿Qué es? -dijo sin levantar la vista del libro que sostenía entre las manos-.
- Una carta.
El Borja se limitó a asentir con la cabeza.
- Dejadla ahí encima.
- Pero... señor... - dijo el viejo criado mientras se acercaba con la carta.
- ¿Qué? -preguntó el Borja levantando al fin la vista del libro-. ¿Qué pasa?
- Es de la señorita Juliane Berasategui.
En ese momento el Borja abrió los ojos como platos y se levantó, arrojando el libro sobre la mesa, y se abalanzó sobre el napolitano arrebatándole la la carta de las manos.
- ¿Pero qué os pasa? ¿Por qué no lo habéis dicho antes?
Y mientras decía ésto comenzó a leer la carta. Sonrió y asintió un par de veces con la cabeza.
- ¿Buenas noticias, señor?
- Malas y buenas. La mala es que me hago viejo, Ederne va a dar a luz. La buena es que estará allí Juliane. Preparara el caballo, partiré de inmediato a Benicarló.
- ¿Voy con vos?
- No, tú quédate aquí.
Media hora después de cabalgada interminable hasta el castillo de Benicarló, el Borja se halló ahí. Desmontó el caballo y entró. Uno de los guardias tomó las riendas, y, viendo al Borja fatigado le preguntó.
- ¿Necesitáis descanso, señor?
- No, pero mi caballo sí -dijo a la par que ambos hombres dirigían su mirada al deplorable y lamentable aspecto del animal, que había cabalgado lo que normalmente hacía en una hora, en tan solo unos quince minutos-. Dadle algo de beber, por Dios. Y llevadlo a las cuadras, o caerá muerto aquí mismo.
Así, tras asegurarse de los cuidados de su montura, Kurt entró en el castillo, y aguardó en una de las salas bajas, tras haber enviado a uno de los criados que por allí pasaba a avisar a la señorita Juliane de que ya se hallaba ahí. Tras pronunciar su nombre toda prisa quedó olvidada y su corazón, que había desacelerado el ritmo tras llegar al castillo, comenzó a latir de nuevo con grave intensidad. Deseaba volver a verla más que cualquier otra cosa.
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