Comed pescado, si si, comed pescado - decía cada vez más indispuesta en el camarote que esta vez, aunque siendo más pequeño, era más cómodo que el destrozado cuarto del capitán.
Como podía sentirme tan mal, luego de casi una semana de haber comido ese pescado, que a simple vista se veía tan sabrosa, asada, doradita y tan mal que me había caído.
Volví a vomitar en aquel balde que ya casi estaba a la mitad
que sigo vomitando si hasta el agua no la soporto en la barriga, por las barbas de Aristóteles! - maldecía a cada revoltón de tripas -
soy capaz de cortarle las barbas al mismísimo Christos si este mareo se me pasa.
Apenas había salido del cuarto y Nicolás dormía cada vez menos preocupado por mi estado.
Luego de casi una semana en alta mar y ansiando pisar tierra firme de una vez y olvidar tanto vaivén, por fin Nicolás aviso que podíamos descender.
¿Hinchada? - Fue mi primera reacción -
pero de que! Si ni he comido! - refunfuñe, lance un largo suspiro, no todo había ido tan mal en Castilla.
Hice un gran esfuerzo y apreté cordones del corsé, lo normal para dejarme respirar con normalidad, me encamine a cubierta donde Nicolás me esperaba.
Al Fin en casa
- le oí decir mientras miraba hacia el muelle
A tu hermano lo envenenaran con pescado, os lo aseguro le dije a Nicolás mirando en su dirección y apoyando las manos en la baranda.
Si Castilla no estuviera tan lejos, pediría a tu hermano que le cortase la cabeza, porque como esa cocinera se mantenga en palacio, lo va a envenenar te lo juro.
Medio sonreí a mi esposo, que guapo estaba ahí, en la cubierta del barco y cuan enamorada me sentía, apenas había podido disfrutar del viaje en su compañía.
Ya quiero llegar a casa, espero que el aire Valenciano me sienta mejor
Cuando ya en el muelle íbamos a bajar, un olor a podrido vino directo a mis narices y me obligo a girar mi cuerpo y vomitar en cubierta.
Pero que olor es eso!!! - dije cuando lo nauseabundo paso -
¿por que huele tan mal aquí?
Creo que tengo el olfato demasiado sensible - puse un pañuelo en mi boca y baje a toda velocidad del barco, antes que Ducce se diera cuenta