Cesar
Ya era tarde cuando abrió el libro, aquel que llevaba consigo durante sus viajes, ya innumerables. Ensimismado por el color que adoptaban las hojas a la luz de un candil de cinco palos leyó en voz baja, casi en un susurro...
Citation:
Capítulo primero
Soy hijo de Feiniel Mallister de Azagra y Tadeita de la Vega. Educado en Firenze, ciudad de la cultura y prospera dentro de la península itálica, influyente allende los mares.
El séptimo hijo de la pareja, vine al mundo en Florencia, durante un viaje de mis progenitores. Nada mas nacer, un oráculo, a través de una carta astral me vaticinó que tendría una vida fulgurante, de poder y gloria, pero que sería rápida y acabada en asesinato.
Al año de vida, mis padres, en Venezia, me compraron a Agostino, un enano que había sido capturado por los moros y mas tarde recapturado por los venecianos. La tarea asignada a aquel enano, de las tierras del sur -ya dedicare un capítulo a su historia- fue la de criarme y educarme. Tengo que decir en su favor, que todo lo que Dios y Christos le habían quitado de cuerpo se lo dieron en inteligencia.
De mis primeros cinco o seis año de vida no me acuerdo, sin embargo tras múltiples conversaciones con mis padres, Agostino, y otros ciudadanos de Firenze e podido mas o menos reconstruir mi infancia. Por parte de mis padres, cabe decir que nunca se preocuparon en excedencia de mi, era el séptimo, y estaba destinado a servir a Christos, sin embargo el destino no lo quiso así. Agostino, mi tutor desde aquel primer año de vida, me definía como "un niño inquieto, de ojos ávidos y muy mal carácter". Durante largas horas, antes de morir, Agostino me recordaba cuan empedernido era cuando no conseguía algo, pues según el, todo tenia que estar bajo mi control, de una manera u otra.
Un buen recuerdo de el, es de nuestra estancia en los cantones suizos, tras un largo día de entrenamiento y estudio táctico, en el cual me contó, que sobre la edad de seis años, estaba enamorado de una niña hija de un vendedor de jabón Florentino, y el padre de esta prohibió vernos. Al parecer cuando me entere, cogí una espada corta del palacette donde vivía y me fui a casa del jabonero increpándole. Me cole por una ventana y suerte tuvieron de que fuera aun niño, pues la hija ni quiso volver a oír mi nombre.
Para el resto de ciudadanos, era un perfecto niño mas, con sus "travesuras" pero educado y respetuoso. Menos mal que no me conocen.
Soy hijo de Feiniel Mallister de Azagra y Tadeita de la Vega. Educado en Firenze, ciudad de la cultura y prospera dentro de la península itálica, influyente allende los mares.
El séptimo hijo de la pareja, vine al mundo en Florencia, durante un viaje de mis progenitores. Nada mas nacer, un oráculo, a través de una carta astral me vaticinó que tendría una vida fulgurante, de poder y gloria, pero que sería rápida y acabada en asesinato.
Al año de vida, mis padres, en Venezia, me compraron a Agostino, un enano que había sido capturado por los moros y mas tarde recapturado por los venecianos. La tarea asignada a aquel enano, de las tierras del sur -ya dedicare un capítulo a su historia- fue la de criarme y educarme. Tengo que decir en su favor, que todo lo que Dios y Christos le habían quitado de cuerpo se lo dieron en inteligencia.
De mis primeros cinco o seis año de vida no me acuerdo, sin embargo tras múltiples conversaciones con mis padres, Agostino, y otros ciudadanos de Firenze e podido mas o menos reconstruir mi infancia. Por parte de mis padres, cabe decir que nunca se preocuparon en excedencia de mi, era el séptimo, y estaba destinado a servir a Christos, sin embargo el destino no lo quiso así. Agostino, mi tutor desde aquel primer año de vida, me definía como "un niño inquieto, de ojos ávidos y muy mal carácter". Durante largas horas, antes de morir, Agostino me recordaba cuan empedernido era cuando no conseguía algo, pues según el, todo tenia que estar bajo mi control, de una manera u otra.
Un buen recuerdo de el, es de nuestra estancia en los cantones suizos, tras un largo día de entrenamiento y estudio táctico, en el cual me contó, que sobre la edad de seis años, estaba enamorado de una niña hija de un vendedor de jabón Florentino, y el padre de esta prohibió vernos. Al parecer cuando me entere, cogí una espada corta del palacette donde vivía y me fui a casa del jabonero increpándole. Me cole por una ventana y suerte tuvieron de que fuera aun niño, pues la hija ni quiso volver a oír mi nombre.
Para el resto de ciudadanos, era un perfecto niño mas, con sus "travesuras" pero educado y respetuoso. Menos mal que no me conocen.
_________________