[RP] Combate Nicolas - Yuste [Torneo Fase I]

La gente vitoreaba el comienzo del torneo, la primera ronda estaba puesta en marcha.

Atentos al llamado! Presentaros al campo para su primer combate:
Desde la sureña Xativa, Sir Nicolas Borja!
Para contender contra
Nuestro anfitrión, su excelencia, el Duque de Benicarlò!

Las trompetas habían anunciado la primera fase del torneo, el de Berasategui salía de su tienda con todo, al parecer y así confiaba él, en su lugar – a la arena, mi señor, os llaman ya – le dijo Rodrigo, el Duque asintió con la cabeza – ¿está listo mi caballo? – si mi señor, allí mismo os espera – el de Benicarlò observaba a aquel rocín de una capa negra brillante y sonreía – pues no perdamos mas el tiempo – se acercó hasta el caballo y le acarició la espalda – una vez más, amigo mío, una vez mas… - y tras unas pequeñas palmadas a su rocín montó sobre el.

Así caminó el Duque hasta el campo de batalla, acomodábase la visera para ver si su yerno tendría valor de venir, y si, justo frente a él, al otro lado del campo, parecía ser él – estamos listos! – exclamó el duque y se posicionó en el campo listo para el combate – con calma, mi señor, es el primer combate, cuidad vuestro brazo – le decía Rodrigo a Yuste mientras le alcanzaba la lanza – ¿queréis yelmo o pechera? – sonreía acotando a los comentarios de su secretario, y ahora escudero.

Estoy listo Borja, cuando queráis! Que las rodillas no os flaqueen!

Y allí se hallaba, a punto de subirse a lomos de su caballo bávaro, de guerra, y lanzarse a la carga contra su suegro, el Duque de Benicarló. Había oído un "Desde la sureña Xativa, Sir Nicolas Borja!". Al oír eso, tras escupir al suelo, bufó: -Que el "sir" se lo queden los ingleses de la pérfida Albión, pues yo, valenciano, soy Don.-y si no fuera porque inmediatamente se colocó el yelmo, hubiera agregado "y seguro que eso de sureño lo escribió algún bribón moro de Castellò. Que la Criatura Sin Nombre se lleve a esos malditos infieles y la tierra se trague sus mezquitas."

Se levantó la visera, e instó a su escudero a que le alcanzara su lanza y su escudo. El mozalbete era un joven pariente aragonés, en tercera o cuarta línea, medio hermano bastardo de algún primo tercero más empobrecido, que le habían enviado a servir como escudero. Rondaría los catorce años, y a pesar de su inexperiencia se le podía considerar diligente: jamás le había dado problemas, ni era propenso a distraerse con facilidad de sus funciones.

Cuando volvió su mirada hacia la otra punta de la plaza del torneo, vio al Duque aún subiendo a su negro rocín, y decidió aprovechar el momento para acercarse al palco, y encomendarse a su dama, además de darle las anticipadas condolencias a la Duquesa. Y allí, con la visera aún levantada y frente al público, exclamó, dirigiendo su mirada a su esposa:

-Esposa mía, sabed que no cargaré sin vuestra bendición. A vos me encomiendo, y vuestra será mi victoria si venciera a vuestro padre. Solo os pido, mi señora, una prenda para teneros de esa forma junto a mí.

A pesar de que no fuera de los que se creían los cuentos de caballeros y los cantos de trovadores, ni mucho menos soliera poner aquellos ideales en práctica, satisfacía cierto anhelo interior demostrando algo de romance cortés, por más errada que viera la visión rosa del mundo, reservada a la gente de la cámara regia. Extendió pues su lanza, para que Ederne atara su pañuelo.

Y tras ese gesto, ya estaba listo para enfrentarse al destino y cargar contra su suegro.

No podía ser cierto, por las mil y una maldiciones que conocía, ¿tenía que tocarle a mi padre y mi esposo juntos? - ¿que burla del destino era aquella? – me dieron ganas de plantarme en medio del campo y gritar a los cuatro vientos que eso estaba mal, muy mal – pero… - fue lo que alcance a decir, pues el resto lo pensé.
Y la madre que los trajo al mundo! - susurre a los vientos, más para mí que para el resto de mis cercanos.

Menudo gusto que se daban, lo cierto era que ahí estaba yo, con mi barriga observando a mi esposo y mi padre en un duelo sin motivo.
Bien Ederne, cálmate – dije respirando hondo y llevando ambas manos a mi abultado vientre.
Tu padre no querrá dejaros viuda como dijo, y vuestro esposo no os dejara huérfana – me dije una y otra vez
Vi acercarse a Nicolás y sonreí - bien, ¿renunciara a esta locura? – me pregunte y espere impaciente

-Esposa mía, sabed que no cargaré sin vuestra bendición. A vos me encomiendo, y vuestra será mi victoria si venciera a vuestro padre. Solo os pido, mi señora, una prenda para teneros de esa forma junto a mí.
Suspire, y sonreí, no podía negar, me encantaba mi esposo y su galantería
Cogí el pañuelo que llevaba en mi muñeca y lo anude en la punta de la lanza.
Id esposo mío y llevad mi bendición, mas recordad que os enfrentáis a mi padre y que mi corazón se encuentra dividido.
Como pude intente acercarme a Nicolás y le susurre
Recuerda sus años Nicolás pero tampoco te dejes pasar, ya sabes te esperamos un hijo y yo esta noche en la cena – le guiñe un ojo y luego hice una reverencia lo suficientemente fingida para demostrar a todos mi adoración a mi esposo.
Antes de girarme vi una risa en los labios de Nicolás, volví a mi asiento y entre cubrí mis ojos con las manos, si esos dos iban a matarse yo no los vería.

Primera ronda, comiencen! - gritó el juez ante la emoción del público.

Y cuando los contendientes estuvieron ya presentes en el campo y listos para el encuentro, el paje que portaba la bandera de combate la agitó para dar licencia a la partida ante las palabras del juez.

Estaba listo, a la orden del juez vio a su contendiente – mirad, Rodrigo, avanza, al parecer las rodillas no le flaquearon como esperabamos – sonrió y bajó la visera del yelmo. Yuste espoleó ligeramente los costados de su caballo avanzando primero a paso ligero, afirmó la lanza y avanzó buscando agudamente desde lejos donde asestar el golpe; el pecho, común objetivo en estas lides sería bueno para comenzar. Rodrigo le acompañaba en el paso a distancia prudente.

Y así había iniciado el combate. Apreciaba a su yerno a pesar de a veces jugarle bromas que seguramente ni él mismo aguantaría, pero sabía que el lo tomaba de buena manera, o por lo menos así parecía, o es que en él fondo su yerno le odiaba y no se lo decía; de todas formas, aquello era algo que el Duque no desaprovecharía cuando tuviera oportunidad.

Cuando hubo avanzado ya un cuarto del camino volvió a espolear su caballo, esta vez un poco más agresivo para así ganar la velocidad necesaria - força cavall meu, avance! – exclamó el Duque y de repente ya estaba frente al de Borja.

Un fuerte estruendo se oyó en el campo y el duque quedo aturdido por un instante, solo atinaba a sostener firme las riendas – Mi señor! Mi señor! – logró oír mientras salía de su temporal sordera, y era la voz preocupada del leal d’Estivella que se acercaba a para ayudarle con las riendas del rocin mientras se recobraba el de Berasategui – si… si… tranquilo – y levantándose la visera logró vislumbrar en el palco la figura preocupada de su esposa, que a+un con parte de su armadura esperaba allí su turno, y levantando la mano le hacía seña de que estaba bien, por fortuna; y casi junto a su esposa, su hija, Ederne, mas no preocupada por él, sino con la mirada puesta en el campo, y no podía ser diferente, pues el de Borja yacía en suelo.

Se giró con el caballo y quitóse el yelmo para entregarlo a su escudero, avanzó entonces hasta su yerno y, estudiando primero no tuviera ningún daño – puesto que también le causaba preocupación, tanto así por su amistad y por el bien de su hija – y al verle ileso le habló viendo que su armadura estaba empolvada – no os preocupéis, es solo un poco de tierra, todavía sirve – sonrió y le ofreció su mano para que al levantarse la estrechara – esto aún comienza, Borja – esperó a Nicolás para volver a sus lugares y retomar la contienda.