--Capucha.negra
Desde lo alto del sendero, se divisaba la ciudad de Castellón. Una ciudad como cualquier otra para muchos, pero especial para muchos otros, en especial para la persona que se encontraba en lo alto de ese sendero, y que contemplaba sin pestañear aquella maravillosa vista.
Montaba una preciosa montura, su compañero inseparable de sus aventuras adolescentes, su fiel Chocolate, un semental Andaluz de color marrón oscuro de crines negras.
Llevaba una capa larga con capucha de color negro, unas botas altas y unos guantes negros, era lo único visible ante cualquier persona que se encontrase por el camino.
La única razón por la que ocultaba su identidad era porque no quería que nadie supiese quien era, ni le preguntasen de dónde venía, qué hizo y demás típicas preguntas de pescadería que abundaban en Castellón antes de llegar a su destino.
Fue un largo y duro viaje, pero por fin estaba llegando ya a su destino. Notaba los nervios en su estómago. Hacía tiempo que abandonara Castellón en contra de su voluntad, por su propio bien como le habían dicho, y volvía, por fin, a su hogar.
Decidió descansar un poco, comer y beber algo, y aliviar a Chocolate de la carga que llevaba encima. Amarró a su fiel compañero en las ramas de un árbol, para luego recostarse contra una roca y degustar aquellas delicias que transportaba en sus alforjas.
Cerró los ojos e inspiró el aire. Le llegaba hasta allí la brisa del mar, esa brisa que tanto añoraba, la que tanto amaba.
Estoy perdiendo un maravilloso tiempo aquí, disfrutando de la brisa y de las vistas tan lejos, debo darme prisa para llegar antes del anochecer. Démonos prisa, Chocolate.
Ambos se pusieron en marcha sin mirar atrás. Todo lo que dejaban atrás no le interesaban ya. Sólo veía hacia delante, hacia el lugar que tanto habían echado de menos allá donde estuvieron.