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[RP] Un regreso inesperado

--Capucha.negra




Desde lo alto del sendero, se divisaba la ciudad de Castellón. Una ciudad como cualquier otra para muchos, pero especial para muchos otros, en especial para la persona que se encontraba en lo alto de ese sendero, y que contemplaba sin pestañear aquella maravillosa vista.
Montaba una preciosa montura, su compañero inseparable de sus aventuras adolescentes, su fiel Chocolate, un semental Andaluz de color marrón oscuro de crines negras.
Llevaba una capa larga con capucha de color negro, unas botas altas y unos guantes negros, era lo único visible ante cualquier persona que se encontrase por el camino.
La única razón por la que ocultaba su identidad era porque no quería que nadie supiese quien era, ni le preguntasen de dónde venía, qué hizo y demás típicas preguntas de pescadería que abundaban en Castellón antes de llegar a su destino.

Fue un largo y duro viaje, pero por fin estaba llegando ya a su destino. Notaba los nervios en su estómago. Hacía tiempo que abandonara Castellón en contra de su voluntad, por su propio bien como le habían dicho, y volvía, por fin, a su hogar.

Decidió descansar un poco, comer y beber algo, y aliviar a Chocolate de la carga que llevaba encima. Amarró a su fiel compañero en las ramas de un árbol, para luego recostarse contra una roca y degustar aquellas delicias que transportaba en sus alforjas.

Cerró los ojos e inspiró el aire. Le llegaba hasta allí la brisa del mar, esa brisa que tanto añoraba, la que tanto amaba.

Estoy perdiendo un maravilloso tiempo aquí, disfrutando de la brisa y de las vistas tan lejos, debo darme prisa para llegar antes del anochecer. Démonos prisa, Chocolate.

Ambos se pusieron en marcha sin mirar atrás. Todo lo que dejaban atrás no le interesaban ya. Sólo veía hacia delante, hacia el lugar que tanto habían echado de menos allá donde estuvieron.
--Vieja_cotilla




Atopábame yo, como siempre, como cada día y como cada noche, a todas horas, minutos y segundos, asomada a mi ventana, vigilando los pasos de todos los vecinos, por si me fueran a robar las enaguas que tanto me habían costado hacer, cuando de repente, sin aviso y de sorpresa, llega a Castellón un extraño encima de un burro grande.
Dicen que la curiosidad mató al gato, pero como yo no soy ningún gato, sino una joven entrada en años, sin marido, sin hijos y sin nada que hacer, decidí ir a ver qué era lo que venía a hacer a la ciudad, pues algún propósito tendrá entre manos, sino ya me lo invento yo.

Salí de mi casa, con una cesta colgada en el brazo, no porque fuera al mercado, sino para guardar las apariencias, y con toda la confianza y desparpajo que tengo, me dirigí al extraño.

Buenas tardes tengáis, extraño forastero. ¿Qué es lo que os trae a Castellón? ¿Alguna buena moza como yo?

El extraño forastero soltó la mano derecha de las riendas del burro grande y se rascó la cabeza, eso quería decir que lo había ya engatusado y que me sería fácil sonsacarle toda la información posible.

No dijo secamente el extraño.

Entonces, dígame usté a que ha venido, porque yo me tengo que enterar de todo, porque la Reme, la amiga de la hija de Paco el panadero, tiene un lío con el primo del cuñado del tío de la Manuela, y eso ya todo el mundo lo sabe. Y yo necesito algo nuevo para decirlas a mis vecinas algo nuevo.

No es de vuestra incumbencia, y ahora, os ruego me dejéis seguir mi camino.

Vaya tiparraco más seco y estirado. Una que es amable y todo y vaya, recibe semejante grosería. Pues ahora, para incordiarlo por su bordería, lo voy a seguir, así me enteraré de algo.
--Capucha.negra




¡Por el Altísimo, qué pesada la vieja! Desde luego, los años pasarán por ella, pero sigue siendo igual que siempre... se decía para sí.

Siguió su camino, con la cabeza medianamente gacha, por si alguien reconocía quién era. De momento, su mayor preocupación, era que nadie lo supiera.
Sentía como la vieja iba detrás, apurando el paso, y con picardía, aceleró el paso de su montura, mostrando una sonrisa maliciosa que nadie llegó a ver. La vieja ya no aceleró el paso, sino que echó a correr directamente, jadeando y arrastrando las zapatillas de andar por casa que llevaba puestas.
Le hacía gracia aquella escena.

Sin darse cuenta, ya había llegado. Tenía delante de sus ojos la casa en la que había nacido, crecido y pasado los mejores años de su vida con su familia.
Bajó del caballo, y sin soltar las riendas, se dirigió hacia los establos, fijándose en que la casa estaba cerrada a cal y canto, y mostrada signos de dejadez.

Los Señorines de Castellón no se encuentran en casa, ni ellos ni las hijas. La Señorina Sinfonía hace tiempo que anda por los mares con una de sus hijas pequeñas, a saber en qué líos anda metida para no pisar su caserío. El Señorino Cofafo andará perdido con sus bestias salvajes, esas que tanto le gustan a él y dan más asco que ver parir a una vaca. La mayor estará en su casa con su supuesto esposo. Digo supuesto porque yo no vi con mi ojos la supuesta boda que supuestamente hicieron cuando yo me fui unos días fuera de Castellón. Y la otra hija, esa niñata rebelde que daba dolores de cabeza tanto a los Señorines como al servicio y como a los vecinos, desapareció un día de casa y nadie volvió a verla. Pero yo sé donde anda, sí sí sí. La han visto por Barcelona unos mercaderes italianos que vendían unas sedas preciosas agarrada públicamente de un menestral. Qué vergüenza de niña!

Se giró hacia la vieja, que ya había llegado a su lado y había soltado aquello casi sin respirar.

¿Y el mozo que tenía una de las pequeñas?

Ah ese so mugroso no paró de beber y de beber y de beber todo el día y toda la noche en la taberna, y de una buena cogorza que se pilló, nadie más lo vió. Y hablando de taberna, sabía usté que el tabernero mantiene cierto tipo de relación con la pescadera? Sí, esa, la gorda pescadera que le salen los pechos por el vestido.

Por favor, omita los chismes que a mi no me interesan. ¿Y la Condesa y su hija Ederne están en Castellón?

Pues miré usté, la Condesa no sale de un bailé de no sé que, bueno, una pérdida de tiempo cuando podría bordar con esas buenas manos que tiene ella y vender esos bordados para recaudar dinero para los pobres, que tanto les hace falta. Y la hija se casó con un tal Borja y se fue a vivir a Játiva. Y las malas lenguas dicen que está harta de su marido y que quiere enviudar pronto

Sí, lo sé, por eso he venido dijo soltando una risa. Ahora la vieja sí tendría algún cotilleo nuevo.

Montó a Chocolate y a todo trote, se digirió a la posada, donde pasaría la noche, para salir a la mañana siguiente hacia Segorbe.
Ederne_bp


Me encontraba junto a la ventana abierta de la habitación y la suave brisa agitaba delicadamente en mi espalda los pliegues de la capa de seda azul. Permanecía inmóvil y erguida, con el vestido oscuro confundiéndose con el terciopelo tupido de las cortinas descorridas.
En mis manos la nota que había releído una y otra vez

Code:
He regresado a casa
Estoy en Castellón, pero me he enterado que ya no vives aquí, te hare una visita


Nos veremos pronto,

Un beso



La nota no tenia remitente y el personal del Palau no había sido capaz de definir quién era el emisario, el mozo que la traía, había vuelto sus pasos en cuanto había entregado la nota, perdiéndose su rastro, tampoco sabía a ciencia cierta cuantos días de diferencia habría entre el envió de la misiva y su inminente llegada.

Al día siguiente pediría arreglaran una habitación para el extraño y misterioso huésped, no podía hacer mucho mas, solo esperar su llegada y saber quien había regresado en forma tan misteriosa a mi nueva vida.

Escuche los pasos de mi esposo dirigiéndose a la habitación y guarde la nota en el bolsillo de mi pequeño bolso entre las faldas que cobijaban el abultado vientre - cuando sepa quién es, entonces se lo comunicare - dije en silencio y alise mi falda, sonreí y espere paciente.

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--Capucha.negra




El viaje había hecho mella en el cuerpo del encapuchado y la noche había sido placentera. Hacía mucho tiempo que no descansaba en una cama de mediana comodidad.
Abrió los ojos con las primeras luces del alba, se levantó para abrir la ventana y se volvió a acostar. Era algo que siempre hizo y que siempre le gustaba hacer nada más despertarse. Creía que eso le daba fuerza y energía para afrontar todo el trabajo que le esperaba a lo largo del día.
No se dejó estar mucho tiempo así, pues a pesar de haber llegado a su destino, resulta que tenía que llegar a Játiva para volver a ver a su Ederne.

Ederne...

Se aseó rápidamente, se vistió con el ropaje que solía usar últimamente para que nadie supiera quien era y cogió una preciosa manzana roja que había cogido de sus alforjas. Al terminar, recogió sus pertenencias, pagó el hospedaje al posadero y fue a los establos. Allí, su fiel compañero, le esperaba con ansias y decidió darle una manzana.

No seas glotón. Hasta mañana no tendrás otra manzana. Venga vamos que hay prisa.

El trayecto de Castellón a Segorbe fue corto, quizás porque en su adolescencia hacía a menudo ese camino para ver a un ser querido que había echado de menos durante su "exilio" obligado.
Decidió ir a hacerle una visita, pero a la vuelta, después de ver a su querida Ederne, y cuando se quiso dar cuenta, ya había hecho casi todo el camino que unía Segorbe con la capital.

Era la primera vez, o eso creía, que iba a Valencia. No recordaba ir a la capital, a pesar de que siempre quiso ir e insistía mucho a sus padres para acompañarles cuando éstos tenían que ir.
Encontró una taberna y decidió parar para beber un poco de cerveza y descansar un poco antes de reanudar el viaje. No quería perder más el tiempo, ya habría tiempo de descansar en condiciones cuando se encontrara en Játiva, o eso creía pensar...

Qué buena cerveza sirven en Valencia!! Por no decir del mínimo interés que tiene aquí la gente por saber... se dijo al recordar a la vieja cotilla de Castellón.

Era el tercer día de viaje desde que había salido de Castellón. Las anteriores noches había dormido en posadas, y esta noche dormiría en una cama de verdad. Sabía que Ederne no le permitiría dormir otra noche más en una posada. Sonreía de oreja a oreja, hoy la volvería a ver...
Ederne_bp


Los pasos se hacían cada vez más lentos, por no decir que ya casi prefería no caminar, pero las parteras del pueblo habían hablado cada día, en las calles y en ciertas visitas que habían hecho a Palau – debo caminar, porque ayuda al bebe – suspire al recordarlo y seguí caminando.

Sin motivos especiales aquel día llevaba un vestido italiano de terciopelo de color ámbar y bordado con lazos negros en un diseño de lo más complejo. El cuello del vestido era cuadrado y estaba tachonado de azabaches, y el vestido se abría sobre unas enaguas de seda blanca bordada con hilo dorado.
Me sentía como un verdadero pato nadando en una gran laguna, no lograba ver mis pies, y el movimiento lento y acompasado llevaba un contoneo de un lado a otro -si, demasiada barriga -, pero bien había dicho aquella mujer, a quien Nicolás había puesto demasiada atención – serán dos - y desde ese día, los cuidados, las atenciones y todo se había multiplicado a dos
Dos niñeras, dos habitaciones, dos cunas, dos mantillas, dos dos dos dos! – aquello casi me estresaba, todo era en dos, suspire y mire al frente, el camino que rodeaba el Palau mantenía un maravilloso jardín de setos con formas de animales, Pavos reales, serpientes y ciervos. Todos bien cuidados por varios jardineros, cada dia pensaba que jamás había visto nada igual. – lo cierto era que me encantaba Játiva.

De pronto, la figura de un encapuchado llamo mi atención, era forastero, jamás le había visto y se dirigía al Palau.
Las piernas se entumecieron y detuvieron en cuanto lo divisaron, aun a gran distancia de la entrada principal - ¿seria quizás quien había escrito varios días antes? – la verdad sea dicha, salía cada mañana a caminar por el sendero que daba a las murallas para divisar si algún forastero se me hacia familiar y se dirigía hasta el Palau.
El corazón latió rápido perdiendo su normal compas y la barriga se puso dura, logre afirmarme de uno de los setos y devolví mis pasos lo más rápido que pude.
Estaré en mi salón - dije al nuevo Chambelán* que Nicolás había contratado - por favor, que me lleven mi jugo de naranjas alli - las palabras me salían temblorosas.
Si era el visitante que mencionaba la carta, lo esperaría en mi salón- mi territorio - pensé, mientras tomaba asiento en uno de los mullidos sillones. Jamás dejaría entrever que le había estado esperando…


*Había un cargo de la corte llamado chambelán que se ocupaba de las funciones del mayordomo en la actualidad. El mayordomo medieval, en cambio, solía atender cuestiones económicas diversas. El chambelán originariamente no estaba ligado a la diplomacia sino que era el funcionario a cargo de un hogar.

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Aleida


Una extraña sensación invadía su aun pequeño corazoncito. Se sentia inquieta dentro de la panza, no encontraba el lugar perfecto para posicionarse y poder al fin cerrar los ojos y entrar en otros mundos. Algo le pasaba a su madre. Y ella ante la indiscutible conexión que poseía con su madre, también lo percibía.
No se escuchaba ningún ruido afuera. Estaba nerviosa, inquieta. Algo raro le estaba pasando a su madre. No era un día como cualquier otro.

El nerviosismo cada vez aumentaba más. Y la pequeña Aleida en el interior de la panza se quedo totalmente quieta. Percibió como Antso tampoco se movía, o dormía o compartía esa sensación con ella. Intentó moverse para despertar a su hermanito, queria sentirlo con ella en estos momentos tal vez el podría entender que era lo que estaba pasando en el exterior.

Se comprimió y no hizo mas que esperar.


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--Capucha.negra




Todo era perfecto, hasta Játiva le parecía perfecta con su verde y frondoso bosque, donde las gentes silbaban mientras talaban árboles sin cesar.
No sentía nerviosos algunos, mas debería tenerlos. Hoy volvería a ver a Ederne después de casi 2 años fuera de tierras valencianas. No paraba de recordar todos los momentos vividos con ella, tanto los buenos como los malos.

¿Me reconocerá? He cambiado un poco, pero no mucho, o quizás sí? se decía para sí.

Al fin, había llegado. Aquel majestuoso palacio, por decirlo de algún modo, era digno de su Ederne. Desmontó su caballo y fue andando. A lo lejos vió como una dama, posiblemente fuera Ederne, huía como alma que lleva el diablo hacia dentro del edificio, y un criado salía a recibir a la visita que por fin, había llegado.

¿Le puedo servir de ayuda, caballero?

¿Caballero? ¿Me ha llamado caballero? Por el Altísimo, soy un caballero y yo sin saberlo!!

Discúlpeme, pues los modales recibidos me han mostrado a llamar "caballeros" a los hombres y "damas" a las mujeres, y vos, por vuestra apariencia, deduzco que sois un hombre.

Si, vale, bueno, lo que digáis... ¿Se encuentra Ederne en casa?

El criado no apartaba la mirada, era casi ya un desafío que otra cosa, y se pensó mucho la respuesta.

Disculpa mi atrevimiento, y vos sois?

Soy alguien que creció con ella en Castellón, y después de unos años, desea verla de nuevo. Ella no se espera mi llegada, o eso creo... No llevo armas alguna, puede comprobarlo personalmente.

No, me fío... Acompáñeme, por favor. Haré el anuncio a la Señora de vuestra visita.

El criado no era un buen criado cuando se fiaba ante una persona desconocida, totalmente vestida de negro y la cabeza tapada con una capucha. ¿Qué clase de criado permitiría eso, y por encima, sin comprobar que no llevaba armas alguna? ¿Y si llego a ser algún asesino psicópata? se decía una y otra vez. No podía creerse que el criado lo dejara pasar y sin quitarse la capucha para la identificación. Muy escasa la seguridad en el palacete de su Ederne...

El criado se giró hacia él delante de una doble puerta, y le hizo una seña para que esperara allí, mientras él, supuestamente, anunciaba su visita.
Nicolino


¿Quién era sino el Borja el que se encargaba de contratar el personal del Palau?¿De quién sino recibían su paga y todo lo que poseían?¿Quién era sino Nicolás el que había buscado entre los más desesperados a sus criados años atrás? Aquello siempre había sido su garantía de lealtad: ¿Qué clase de persona cuya vida hubiera sido salvada de mil suplicios o de una eternidad de sufrimiento, y le hubiera sido dado además un ascenso en su posición y un techo bajo el que dormir, traicionaría a su bienhechor?

Mas aún si se sabían sin ninguna ambición y creían que aquello sería a lo máximo que podrían llegar jamás, todo gracias a la mera voluntad de una persona, de la cual dependía su vida fuera sosegada y en libertad. Y tal como los había amparado, podría resultar su perdición. Su lealtad, la de todos bajo su Casa, había sido probada en cientos de ocasiones que requerían singular discreción, y en las que si hablaban de más o no, podría definir el futuro y las acciones del de Xàtiva.

Demás estaba decir que nadie le ocultaba nada, mas no se le importunaba con trivialidades. Sin embargo, ni bien el primero de los suyos se enteró de la carta y la leyó, supo que era una cuestión de diferente envergadura, y el Borja fue comunicado al instante.


-Dejadle que venga si es lo que desea. Nuestras puertas jamás están cerradas a los invitados...mas que atraviese éste umbral sabiendo que entra en la boca del lobo, y que cuando yo quiera, las fauces se cerrarán en torno a su cuello.
-dijo a la vez que esbozaba una sonrisa siniestra. Ya cualquier invitado "no por nada particular" a un banquete de Borgias podría dudar de sus intenciones: beber de su vino y comer su comida podía causar convulsiones y posterior muerte. Sabían que a los adversarios no siempre se los podía dominar con palabras.

Y él se había vuelto una persona en cierta medida obsesionada por tener el control total sobre sus asuntos, lo que trasladaba al gobierno de su Casa. Allí, eran todos sus ojos y sus oídos, lo que podía hacerle omnipresente entre los muros de su Palau, cualidad que amaba y le daba cierto placer. Simplemente sentirlo, sentir que tenía el poder, aunque fuera en algo tan reducido como en su palacete, le ocasionaba un placer indescriptible.

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Ederne_bp


Observe por la ventana el resplandor del sol que asomaba radiante sobre los arboles, la puerta semi abierta en espera del desconocido, mi vientre que hasta hacia algunos momentos se mantenía en actividad constante, ahora, dentro del salón, parecía mantenerse igual de expectante que yo misma
Tiene visita, señora - las palabras lograron hacer que diera un saltito al girarme – ha...ha dicho su nombre? – pregunte con la voz cargada de curiosidad - no señora, desea averigüe antes que autorice su ingreso? - pregunto cortésmente el hombre – no hace falta, averiguare yo misma – aclare – lo recibiré aquí, hacedlo pasar y traed vino, debe venir cansado, también avisad a mi esposo que tenemos visitas.

El hombre asintió y salió raudo del salón, mis manos sudaban, al fin sabría quien era aquel misterioso personaje que me había escrito con tanta familiaridad.

Al cabo de un momento, el cuerpo de un individuo cubierto por una capucha y vestido de negro se paro en la entrada al salón.
Supongo sois el de la misiva – dije intentando demostrar frialdad, mientras buscaba algún indicio de conocerlo- ni un paso más hasta que no os descubráis el rostro y me digáis quien sois y que queréis de mi

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--Capucha.negra




El encapuchado visitante misterioso rompió a reír a carcajada limpia. A pesar de que Ederne pretendía mostrar frialdad y guardar las distancia, se le notaba a leguas que estaba nerviosa y ansiosa por saber quién era. Siempre había sido así y siempre seguiría así. Era una virtud, o tal vez un defecto, que le gustaba de ella.

Dio un paso al frente, para acercarse a ella un poco más y mostrar su identidad, cuando se percató del estado de ella. Se alegró de su estado, pues sabía que Ederne sería una buena madre, pero a la vez se entristecía. Al ser madre, no podrían compartir sus aventuras, ni trasnochar contándose todos los cotilleos de la Corte...

Mi más sincera enhorabuena, Ederne, ignoraba vuestro estado de buena esperanza. Se os ve bella, aunque vos siempre lo habéis sido, lo lleváis en la sangre.

Al decirle aquellas palabras y, a la vez que la veía así, se acordaba de lo que decía su madre, la bella Condesa, cada vez que estaba en estado, y no pudo soltar una risilla.

Veo que habéis comido manzanas, y no me lo neguéis. Vuestra madre nos decía eso cada vez que quedaba en estado. ¿Recordáis?

No quería descubrirse todavía, salvo que fuera necesario. Quería que Ederne supiera quien era por sus palabras, su voz, su risa pícara... Ella tenía que acordarse, habían compartido mucho durante muchos años...
Ederne_bp


Jamás se saco la capucha, mas sus primeras palabras me hicieron tronar el corazón
Mi más sincera enhorabuena, Ederne, ignoraba vuestro estado de buena esperanza. Se os ve bella, aunque vos siempre lo habéis sido, lo lleváis en la sangre
Mis ojos se abrieron de par en par, la respiración se paralizo – no, no podía ser, hacía muchos años que… - me lleve una mano a la boca por la impresión, mientras con la otra mano me afirmaba al sillón del que me había levantado.

La mirada se perdió en el pasado, cuantas cosas compartidas y cuantos hermosos recuerdos, y hoy estaba ahí, frente a mí, negué con la cabeza, mientras mi vientre se convulsionaba de un lado a otro.

Veo que habéis comido manzanas, y no me lo neguéis. Vuestra madre nos decía eso cada vez que quedaba en estado. ¿Recordáis?

Nuevamente hablo y esta vez, lagrimas de felicidad acudieron a mis ojos, era cierto, había regresado y estaba ahí, omnipresente, frente a mí.
No pude negar que aquel desconocido era la persona que había marcado mi infancia y parte de mi adolescencia.
Le dirigí una última mirada y le reconocí entre las sombras de la capucha y corrí a abrazarlo con la fuerza de quien anhela comprobar la realidad.

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Nicolino


Como era de esperar, ni bien el criado abrió las puertas del Palau y supo de aquella llegada no anunciada, supo casi inmediatamente el Borja que su visita ya había arrivado. Y él, simplemente esperó, dando vueltas en su despacho, reflexivo y silencioso como un fantasma, pues el ruido de sus pasos era amortiguado por la alfombra persa que cubría el suelo. Simplemente debía aguardar hasta que hubiera recorrido la distancia apropiada, y hubiera entrado en sus aposentos, dónde le esperaba Ederne.

Aún no entendía muchas cosas, y tampoco porqué en aquella carta recibida le nombraba como "su" Ederne. Palpó la empuñadura de su espada, que colgaba de su cinturón. Incluso en su casa se vio obligado a ir armado para recibir aquella visita. Esperaba sus preguntas tuvieran respuesta, y ver cómo reaccionaría su esposa: ¿Qué haría ella al reencontrarse con aquel que le había escrito?

Suspiró, y resignándose, con paso seguro se encaminó hacia la habitación. Su puerta había quedado entrabierta, y él, escuchó nítidamente cada palabra. Pero no oyó ningún nombre. Intentó ver y...¿Se abrazaban?¿Qué era aquello?. Lo hubiera pensado, si no se hubiera visto poseído por la ira. En momentos así no pensaba, sino que tomaba decisiones. El razonamiento vendría luego.

De repente y súbitamente abrió la puerta irrumpiendo en la estancia, y precipitándose desenvainó la espada, poniendo su punta contra la espalda del encapuchado, de espaldas a la puerta.


-¡Quitad las manos de mi esposa, bellaco!-ordenó.-¡Y si tenéis algo de aprecio por vuestra vida, descubrid vuestro rostro, y mostradme quién sois!

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Maria.


Mientras abrazaba a Ederne, todos los recuerdos que había vivido junto a ella durante su infancia y gran parte de la adolescencia, le vinieron a la mente. Realmente se encontraba feliz al ver a su Ederne feliz, formando una familia.

Espero que el Borja os trate bien, de lo contrario, se las verá conmigo dijo bromeando y se echó a reír, como en los viejos tiempos.

¡Quitad las manos de mi esposa, bellaco! ¡Y si tenéis algo de aprecio por vuestra vida, descubrid vuestro rostro, y mostradme quién sois!

Y hablando del rey de Roma, por la puerta se asoma. El Borja hizo una entrada triunfal, como un loco marido celoso y con miedo de que le arrebataran a su bella esposa, poniéndole la punta de su espada en la espalda del encapuchado, y éste, en vez de descubrirse, no pudo evitar reírse a carcajada limpia.

Relájese Borja, relájese. No tiene nada que temer, pues no le voy a robar a su esposa, sería una infamia y una herejía que dos mujeres pudieran amarse como si de un hombre y una mujer se tratasen dijo, y se descubrió la cara para que el Borja pudiera verla, por primera vez, y para que comprobase que efectivamente era una mujer. Soy Maria D'Enclar y Aranguren, la hija menor de los Grandes Señores de Castellón, prima y amiga desde la cuna de Ederne, vuestra esposa dijo sonrientemente mientras hacía una leve reverencia al Borja.

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Nicolino


El Borja quedó atónito, aún con la espada en alto. Estupefacto y desconcertado a la vez, frunció el ceño. ¿Qué, era aquello una broma?. Habría estado a punto de darle muerte a la heredera del Señorío de Castellò, matado a la doncella noble por tamaña confusión. Envainó.

-Pero...¿Qué es todo esto?¿Por qué aparecéis furtivamente, como si de un ladrón de tratara, y oculto vuestro rostro?¡Si sois la hija de Sinfonía!-hizo una pausa, caminando de un lado a otro.-Recorréis también los caminos, sin escolta.¿No sabéis que son en extremo peligrosos como para vagar sin compañía ni protección por ellos?. Si no os daba muerte yo, podría haberosla dado un bandido: podrían haberos deshonrado, o tomado cautiva para pedir rescate.

Bufó, intentando aplacar su enojo.¿Qué haría?. Seguramente su madre la estaría buscando ahora mismo, y él la tenía sin aviso allí, en su dominio. Se llevó una mano a la frente, sin cesar sus pasos, dubitativo. Visitas. Cada vez le gustaban menos, mas aún cuando aparecían espontáneamente, sin avisar.

-Pues bien. Consideraros nuestra invitada por cuanto dure vuestra estadía aquí. Espero sepáis disculpar mi actitud...-se retractaba, pero no por nada-...como espero os disculpéis por entrar a mi casa como un vil truhán, sin advertirme de vuestra presencia, como si fuera secreto a mis espaldas.

Cuando ambas durmieran ya, si es que pasaría la noche en el Palau, pensaba escribir a la Señora de Castellón. Aunque ciertamente, la joven le recordaba a su propia esposa, desafiante, audaz y arriesgada. Por eso se habían casado, porque le encantaba fuera así y no se otra forma. Quizás debiera reconsiderar la situación. Se preguntó si no se estaría volviendo viejo, tan prudente como el Duque.

-En fin. A todo esto no me he presentado. Nicolás Borja, encantado de conoceros, María.

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