Vestido de negro, desde el sombrero hasta las botas, aquel día caminaba junto a su prometida Franciska del brazo por las calles de la ciudad hacia la Catedral del Reino de Portugal. Gulf de Östemberg y Pombe, Señor de Picasent, ciudadano del Reino de Valencia, había tenido la mala suerte de presenciar en persona el lamento del pueblo portugués por su Rey fallecido. Nortadas de Portugal había muerto hacía tan sólo unos días.
La gente caminaba con ropas lúgubres por las calles y todos se dirigían a la casa del Altísimo. Allí se le rendiría un último homenaje y se encomendaría su alma a Jah, quien todos esperaban que acogiese al Rey en su seno, en el paraíso solar.
Franciska y Gulf, subían la escalinata de la Catedral escuchando con fuerza el triste tintineo de las
campanas, que tocaban a muerto. Era una melodía inconfundible, melancólica, como el lamento de un alma perturbada por el dolor.
Pero antes de que la pareja traspasara los gruesos portones de madera de la iglesia, un gran estruendo se escuchó en las cercanías del puerto. Tal y como había ordenado Gulf el Capitán, y a la hora precisa, su tripulación había prendido todos sus cañones hacia el cielo. Una salva de despedida resonaba en la ciudad. Los cañones del Picassent lanzaban con fiereza sus bolas de hierro que caían al mar en memoria del Rey Nortadas.
Gulf se persignó al entrar en el edificio, y tras sentarse en un banco se dispuso para escuchar la ceremonia.
Vestido de preto, de chapéu e botas, naquele dia eu estava andando com o braço Franciska noiva pelas ruas da cidade até a Catedral do Reino de Portugal. Gulf do Östemberg e Pombe, Senhor do Picasent, cidadão do Reino de Valência, teve a infelicidade de testemunhar pessoalmente o lamento do povo português para o seu rei morreu. Nortadas de Portugal tinha morrido poucos dias.
As pessoas caminhavam pelas ruas de roupas sujas e todos foram para a casa do Todo-Poderoso. Não daria um tributo final, e confiou a sua alma para Jah, que todos esperavam que os levou em seu peito, o sol no paraíso.
Francisca e Gulf, subiu os degraus da Catedral ouvindo o tilintar duro triste dos
sinos, que desempenhou até a morte. Era uma melodia inconfundível, melancolia, como o grito de uma alma perturbada pela dor.
Mas antes de o casal furar as espessas portas de madeira da igreja, um estrondo foi ouvido perto do porto. Como Gulf, o capitão, ordenou, e no momento preciso, a tripulação tinha estabelecido todas as suas armas para o céu. Uma saraivada de despedida tocou na cidade. Os Canhões de Picassent ferozmente arremessou bolas de ferro seus caindo no mar, em memória do Rei Nortadas.
Gulf cruzou para entrar no prédio, e depois de se sentar em um banco foi criado para ouvir a cerimônia.
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