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[RP] A casa da torre

Brynne


De regreso de Osma, dormitando en el caballo, recordaba la fiesta que terminó bien entrada la mañana.

Pensaba tomarse su tiempo para borrar toda huella de su pequeña travesura, pero un mensajero llegó de Osma comunicándole la llegada de Lázaro. Tras meses de espera no podía perder tiempo.

- ¡Wallada! - llamó a la mora con impaciencia - Apúrate, vamos a recoger todo ésto. Y dame el collar de oro que me regalaron mis padres, el del rubí pequeño. Ahora vuelvo.

Había gastado en la fiesta todo lo que sus padres habían dejado para cubrir los gastos en su ausencia, y la despensa andaba vacía. Tomó el collar y se encaminó al barrio de la judería. Consiguió un plazo de tres meses para devolver la cantidad que un usurero le entregaba para desempeñar el collar. Ya pensaría cómo hacerlo más adelante. Regresó a la casa y entregó una bolsa llena de monedas a Wallada:

- Toma, pide suministros y contrata unos mozos que te ayuden a dejarlo todo impecable, volveré en unos días

...

Llegaron a Pucela de madrugada. El de Peñalver y ella decidieron pasar juntos la última noche antes de volver a la vida cotidiana y a las presentaciones oficiales. Saliendo de la Parrilla de San Lorenzo, le tomó de la mano:

- Ven, la Marduquesa no está y conozco un hueco en la valla de la alberca de Santillana. Nadie nos verá si somos como sombras

Dos figuras salieron de una habitación del Palacio por la mañana temprano de aquel 25 de Octubre de 1460. Le despidió a las puertas de la Posada con un beso apasionado y volvió a la Casa de la Torre.

Todo rastro de fiesta había sido borrado, y confiaba en la discrección de los vecinos al contar lo que allí pasó hace algunas noches. Se encaminó a su habitación en lo alto de la Torre esperando el regreso de sus padres y con ello, el momento en que Lázaro entrara en A casa da Torre.

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Cyliam


La joven desperto cuando un pequeño rayo de sol atraveso una de las rendijas de la madera que constituia la contraventana, aun seguia sobre el rubio, tan solo medio cuerpo, con la cabeza apoyada sobre el pecho que subia y bajaba a un ritmo sereno y tranquilo, parecia mecer aquel mar pelirrojo que tenia por cabellos, la pelirroja froto con suavidad la mejilla sobre el pecho del rubio escuchando aquel latido tan armonioso, y tras eso, comenzo a roer y mordisquear el cuerpo de su esposo para despertarlo.
Roia una y otra vez su abdomen y su pecho de una manera divertida y puñetera pero sobretodo con mucho cariño. El rubio reia a carcajadas mientras la pelirroja lo atrapaba y seguia devorandole a dulces mordiscos.

- Buenos dias mi rey de corazones. Dijo con mucha alegria la joven que se habia sentado a horcajadas sobre las piernas del rubio y ahora le pellizcaba los lomillos sin dejar de sonreir. - Estas tan guapo... asi atrapado, a mi merced, ains mi esclavo de amor, si no fuera porque estamos en la casa del cura iba a temblar toda galicia y hasta habria un maremoto.

Algun que otro mimo y travesura se sucedieron hasta que alguien golpeo la puerta con cierto enfado. Casi vestida con el vestido a medio atar a su espalda la joven abrio la puerta con una amplia sonrisa ante la amenazante mirada que se escondria tras aquellos anteojos de media luna. - Padre, que gusto da verle a usted de tan buen humor tan temprano. Saludo sin perder la sonrisa al monje, haciendo notar esa ironia bien aprendida de su vecino el de Gondomar. - Si me disculpais estamos terminando de vestirnos y adecentarnos, y en breves estaremos en el lugar de reunion, en el cual ya deberia estar y no aqui remoloneando y haciendo honor a lo que se rumorea por el pueblo. El viejo monje ni rechisto, simplemente gruño y salio cerrando de un portazo.

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A medio dia la reunion comenzaba, bajo la amenazante mirada de Fray Domingo, otras seis personas se habian reunido en torno a la mesa del cura. Doña Luna, una mujer de armas tomar, y Madam de todas las fulanas de Compostela, Marti, joven ladronzuelo y tambien conocido como el rey de los mangantes, Don Mercurio, fino y elegante mercader, siempre vestia hermosas telas y nunca ensuciaba la piel de sus botas, Juno, un fornido hombre lleno de cicatrices, el patron de los marineros que pescaban en las costas de Fisterra y el resto de Compostela, la señorita Veneris, al igual que su compañero Mercurio, era una dama elegante que se dedicaba al comercio de los productos mas exquisitos, siempre conseguia que los extrangeros se pelearan por sus mercaderias y pagaban grandes cantidades por sus materias y por ultimo pero no mas importante, Saturnino, o Satur como todos conocian al jefe de los gremios campesinos de Compostela.

Todos ellos incluido Fray Domingo, eran los siete hombres y mujeres mas ricos de Compostela, incluso mas que la pelirroja. - Sere breve, nunca se os han cobrado tasas ni a vosotros ni al resto de Compostela, pero esta vez todos debereis pagar un 10% de vuestras ganancias y sabed que se lo que cada uno saca de sus trapicheos, asi que debeis pagar y hacerlo ya.

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Durante tres horas gritos y peleas se organizaron en aquella catedral, la pelirroja que sabia quien llevaba la voz campante entre esos siete desvergonzados tomo la iniciativa al pegarle fuego a una de las capas de Fray Domingo con una vela, los siete callaron y comenzaron a depositar las bolsas de cuero sobre la mesa bajo las amenazas del Fraile que intentaba extinguir las llamas de la capa y estropeandose aquellas botas recien lustradas.

- Bien, creo que hemos aprendido una gran leccion hoy, y es que cuando vuestra Señora os pide algo debeis acatar a la de ya. La joven conto las bolsas y entonces noto que faltaba una, y no solo eso, se dio cuenta de que habia una persona que no habia participado en la pelea y permanecia de brazos cruzados en una esquina de la sala con el saquito colgando entre sus dedos.

- ¿Juno? Pregunto la joven mirandole de reojo y sintiendose pequeña ante aquel armario empotrado que miraba seriamente el espectaculo.

- Yo no peleo si no es con el mar. Aqui teneis el dinero y si necesitais mas tasas solo teneis que acudir al puerto, no volvere a reunirme con gente con tan poco nivel, ni los rufianes que tengo por tripulacion son tan animales.
Juno salio como alma que lleva el diablo por la puerta sin a penas despedirse mas que con una leve inclinacion, aquel hombre, curtido por el mar sin duda era el mas sabio y noble de todos los que alli se encontraban, los otros seis sonrojados y avergonzados balbucearon disculpas mientras huian del lugar y la pelirroja desconcertada tomando el brazo de su marido tambien abandono no sin antes lanzar una mirada asesina al fraile.

- ¿Juno es un buen hombre a que si? Deberiamos contratar a su mujer, por lo que se, el a penas pasa tiempo con ella y la casa en la que viven se cae a pedazos y encima tienen tres hijos, me siento mal, el nunca se porto como los otros y yo hoy me porte muy mal. Ya se, porque no les invitas a Vimianzo, fijo que alli falta la mano de una mujer en el castillo y ellos tendrian un buen techo y comida.

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Durante los siguientes dias la pareja se dedico a hacer las compras necesarias, y encargar lo que faltaba, el ultimo dia pararon en una taberna descansar y celebrar que por fin las compras para la nueva casa habian terminado, por fin a Casa da Torre se podria amueblar y ademas hasta les habia sobrado dinero de las tasas cobradas dias antes, podrian darse un capricho y comprarle algun regalito a sus pequeños y quien sabe a su regreso a Pucela que habria liado su dulce y rosa niña...


Si lo se, menudo tochopost, pero teniamos mucho que avanzar.

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Mikumiku


¿Así? A Miku le costó un poquito acabar de atarle el vestido a su mujer, algo más complicado de lo que hubiera imaginado a simple vista. Pero al final, como abrocharlo era el contrario de desabrochar, y en eso sí que tenía práctica, se arregló bastante bien. No sin tocar mucho más de lo necesario, claro.

El caballero acompañó a la pelirroja a la reunión, quedándose de pie detrás de ella por si pasara cualquier cosa. No le extrañó que la señora tuviera todo controlado, tenía una energía y una voluntad que pocos hubieran sido capaces de negar ante una orden suya. Duró tanto la charla que se cansó de estar de pie y se buscó un asiento donde pudo, preguntándose si estaría mal visto que lo hiciera. Y al fin, terminó y salieron de la sala.

El tal Juno parecía buen hombre, y contaba con la buena opinión de Cyl. Claro, el castelo estará abierto para su familia cuando venga, siempre hace falta gente trabajadora. Besó a la bella dama, y salieron cogidos del brazo hacia otro plan. Los días pasaban, felices, con el cura ya curado de todo espanto (o quizá había huido, pues el rubio caballero no lo volvió a ver). Eligieron los muebles e hicieron varias compras, y Miku se presentó personalmente al fornido marinero para invitarle a vivir en Vimianzo mientras su esposa acababa de poner en orden lo relativo a su feudo.

Llegó la hora de volver a Valladolid, y lo hicieron sin prisa pero sin pausa y parando a descansar por el camino, como se hacen bien las cosas. La torre de su hogar destacaba entre las casas circundantes, y en la entrada descabalgaron agotados, con muchas ganas de volver a ver a los niños - y también de darse un buen baño en aquella bañera extranjera -. Ve pasando tú, preciosa, yo me encargo de los caballos. Caballero que no cuida de su caballo no merece tal nombre, siempre decía Miku, y además el joven que solía ayudarle con ellos de vez en cuando ahora era el capitán de las milicias y regentaba una herrería bastante próspera en el centro del pueblo. Quitó sillas y arreos, y arrastró a los animales a la cuadra esperando oír algún gritito de alegría procedente del interior de la casa.
Cyliam
Estaremos unos dias de viaje.

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Brynne


Llegaban noticias de Osma. Sus padres habían llegado a la Villa y tal vez estuvieran a pocos días de Pucela.

Se les había echado en falta. A pesar de no saber de su llegada con seguridad, pidió a Wallada que preparara todo, sólo por si acaso


Para que no se caiga la Torre más que nada

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Cyliam


En la noche del 22 de diciembre la pareja llego a Pucela despues de su viaje de aventuras y desventuras, mas desventuras que otra cosa.

Llegaron hasta el caos pues alli era donde los caballos descansaban, Némesis estaba contenta de deshacerse de la carreta la fin y tras dejar alfalfa y paja nueva para los animales la pelirroja con los ojillos entre cerrados se dirigio a su esposo. - Cielo, quedemonos a dormir hoy aqui, estoy muy cansada como para volver al pueblo.
Era tarde y estaba todo sumido en una oscuridad heladora, y al menos habia unos quince minutos entre la el caos en el bosque y a casa da torre en el pueblo.

La pareja cayo redonda nada mas tumbarse en la cama, pero la pelirroja tenia algo planeado para celebrar el aniversario de bodas con su esposo y aun habiendo dormido poco se levanto al amanecer con todo el cuidado del mundo para no despertar al rubio que dormia a pierna suelta.

Bajo a la cocina donde habia encargado a Wallada que dejara comida para que ella preparara un desayuno especial ademas de una misteriosa vestimenta por la cual no dejo si quiera que Wallada preguntara.
Preparo un par de cuencos con leche caliente aromatizada con canela, horneo unos bollos, y pelo y partio fruta en abundancia. Tras eso se vistio con dos enormes y anchos trozos de tela roja que cubrian su pecho y trasero y se los ato en forma de unos grandes lazos.

- Tendria que haberme casado en verano, que frio. Dijo mientras subia las escaleras de puntillas, aguantando el equilibrio con la bandeja y con la piel de gallina.

Abrio la puerta y dejo la bandeja con cuidado sobre la cama, tras eso descorrio la cortina escuchando el gruñido quejoso de su marido. - Feliz aniversario cielo. ¿Te gusta tu regalo? Mas te vale decir que si porque tengo hasta los pelos helados. Dijo con una sonrisa mientras se mantenia de puntillas sintiendo como los gemelos se la agarrotaban y evitando tiritar del frio.

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Mikumiku


Exhausto también, le pareció una grandísima idea la de quedarse a dormir en la vieja casa. Llamada vieja porque era la anterior a la Torre, no por su estado de conservación que era excelente. Hacía mucho tiempo que no se pasaban por allí para pasar la noche, la verdad, y muchos recuerdos afloraron a su memoria convirtiéndose en sonrisas.

Miku estaba feliz de estar de nuevo en su hogar después de tanto viaje y de estar tranquilamente con su esposa tras las aburridas aventuras por separado. No cabía en sí de gozo, y una vez pasaron a la cama consideró que había llegado a su paraíso particular. Tenía unas ganas salvajes de todo tras los días de correrías, pero al final venció el sueño y el cansancio le envió al otro mundo nada más pegar la oreja en la mullida almohada.

No despertó hasta la mañana siguiente, hirviendo sus ojos por un rayo de Sol que le golpeó en la cara traicioneramente. Notaba sin ver que le faltaba algo al lado, algo muy importante. Y efectivamente, cuando sus párpados se abrieron no había nadie más en la cama, y sus brazos estaban solitarios abrazados solamente al aire. Sin embargo, algo sí reposaba sobre la otra mitad del colchón. Una bandeja plagada de frutas y dulces, sin duda alguna uno de aquellos mágicos desayunos que encantaban a la pelirroja y de los que Miku era también fan. A su espalda sonó la voz de un ángel, y se giró lentamente para verla aún somnoliento.

Lo primero que hizo cuando la vio fue frotarse los ojos, para asegurarse de alguna forma de que era real. Cyl estaba frente a él, envuelta con unas cintas rojas por única vestimenta. La visión de sus suaves curvas recortadas sobre la luz de la ventana era más de lo que podía soportar. El corazón se le aceleraba, y entraba en calor tan rápido que casi le salió humo de las orejas.

- ¿Que... Que si me gusta? - Acertó a decir el caballero después de devorarla con la vista como un lobo hambriento. - Acércate y te lo diré, preciosa. - Rió travieso, feliz y divertido con la situación. La sorpresa inicial iba pasando, y dejó de pensar para dejarse llevar por el momento.

Se levantó de la cama deshecha en menos de lo que canta un gallo y buscó sus labios con los propios. Encadenada al rubio por la cintura, la dama roja no tenía escapatoria a las cariñosas torturas que Miku guardaba para ella. Los rayos de luz se colaban a través de la ventana ajenos a toda intimidad, dotando al ambiente de un resplandor especial.

- Feliz aniversario. - Susurró en su oído con la voz rasgada. No había nadie para oírles, pero tampoco era necesario nada más. - Te quiero. Te amo como el primer día, cielo, y eres el mejor regalo que me han hecho en la vida. ¿Puedo abrirlo ya?

Sonrió y no fue capaz de esperar a una respuesta. La rodeó gentilmente con los brazos para levantarla, acercarse a la cama y tumbarla delicadamente sobre ella, acompañándola de vuelta al cómodo colchón. Se dio cuenta entonces que tendría que haber pasado mucho frío vestida así en pleno invierno, y se notaba en el tacto de su piel y el color de las mejillas. Los ojos de Miku recorrieron una vez más el cuerpo de su amada sin encontrar imperfección alguna, y esbozó otra sonrisa cuando el tercer síntoma del aire helado se vio marcado en la roja cinta.

El caballero se deshizo en caricias y besos, disfrutando del mundo sin preocupaciones ni problemas en el que llevaba ya más de un año viviendo junto a la pelirroja. No había prisa, ni barreras que les impidieran nada cuando estaban tan juntos. Se deslizó sobre ella con cuidado de no tumbar el desayuno y tiró con los dientes del primer lazo, desenvolviendo su regalo poco a poco para disfrutarlo más.

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