Afficher le menu
Information and comments (0)
<<   <   1, 2, 3, 4   >   >>

[RP]¡Mamá, Papá, que me voy con las Monjas!

Urania


Urania sonrió al ver salir a la familia de tres (bueno, y el resto, que estaba en casa, pero la de Winter había perdido la cuenta de cuántos otros hijos tenía Cyliam, así que familia de tres. El cochero, dando gracias a todos los santos menos a San Cosme bajó del caballo (porque hemos aprendido de Taresa que los cocheros en la edad media no iban en el pescante sino en el propio caballo) y procedió a abrir la portezuela a los recién llegados, después de que la de Compostela hiciera toda suerte de signos feos al convento, "por Aristóteles, dónde se había visto aquello", pensaba el pobre hombre.

El camino de vuelta discurrió entre la charla incontenible dela madre, la mirada perdida de la niña con cara de no entender nada, y las intenciones del padre de hablar, que, el pobre, cada vez que iba a decir algo, una nueva frase de su esposa iba a interrumpirle. Urania asentía a todo lo que decía Cyl, y estaba más preocupada por darle pequeñas patadas al Uri, que se empeñaba en lamerle los pies, maldito sea el chucho ese.

- Ay, Urita que no se que habria hecho yo sin ti. Mañana mismo pido que te traigan cinco kilos de marisco y eso para empezar y unas cuantas botellitas de crema de orujo para que pase todo bien.

Que sí, que sí, asentía la de Winter.

Y en esas llegaron a Valladolid y a la casa del Caos. Miku, no se sabe si aliviado o qué, bajó rápido del carruaje, y ayudó primero a bajar a la niña Brynne a tierra. Cuando Cyl se disponía a bajar ayudada por su rubio, Urania la cogió de la muñeca, reteniéndola por unos instantes. De pronto, el espíritu que la poseyera delante de la Madre Burgondofora había vuelto a su cuerpo, y con la misma mirada fría, le dijo:

- Cyliam... querida. No será necesario que me mandes ni el marisco, ni el orujo, ni nada de eso. Somos vecinas. Entre nosotras nada de eso es necesario.

Cyliam sonrió de oreja a oreja, pero entonces notó que la mano de la Duquesa de cerraba con más fuerza sobre su muñeca, tanto que casi le hacía daño.

- Nada de eso es necesario, querida... pero te juro que si vuelves a llamar petirrojo a Uladh... yo misma voy a llevar de vuelta a Brynne a ese convento cochambroso, con San Cosme de por medio o no. Te lo juro como que mi apellido es Calabuig. ¿Me has entendido, verdad?

Urania soltó la muñeca de Cyliam, para que pudiera acudir con Mikumiku, que ya le reclamaba desde bajo del carruaje, ay que ver cuánto tarda esta mujer siempre en despedirse...

_________________
--Madre_burgondofora


Leyó aquella misiva. Pidió asiento y un poco de aire. Cuando pudo, reaccionó.

-Heremannasss...tenemos un problema.

Puso al corriente a las hermanas poligoneras de la visita que se les avecinaba

- ¡Pero Madre! ¡Que a la niña la tienen encerrada! ¡Que la habeis echado! ¡Que si se escapa mire que se va a ir la la competencia que andan escasos de novicias! - dijo Sor Andrea

La Superiora miró mal a la monja

- ¡Sor Andrea, moño, calla y cómete el pollo! ¡No, las demás no!

Paseó nerviosa refectorio arriba, refectorio abajo... Se paró en seco y pareciera que una palomita dentro de un triángulo le salió de la cabeza.

- ¡Hermana Bibliotecaria! ¡Me dibujas 500 estampitas de San Cosme para ayer con una Jaculatoria! ¡Las distribuyes entre las hermanas! Se acabó la clausura. Mañana a primera hora me repartís las estampitas casa por casa de Valladolid y vais contando el milagro de la niña que ve a San Cosme y cómo la tienen retenida contra su voluntad! ¡Decis a los enfermos que si tocan a la niña sanarán! ¡A los mendigos que si la tocan su suerte mejorará! ¡Que en el convento es donde tiene que estar para que puedan llegar a la gracia que la ha otorgado el Santo! Y no os olvideis de pedir limosna

Abandonaron el refectorio y comenzaron a desplegarse para cumplir las órdenes de la Madre Burgondófora.

- ¡Sor Esteban, espera! Me buscas al chico que cuida los jardines, le das unas monedas, le dices que se vista de San Cosme, que se las apañe para colarse en el armario de la niña y que le diga que debe volver al convento de inmediato
Marta296


Mientras tanto, en la Colegiata...

Todo pasó tan rápido que casi no se dio ni cuenta. Primero fueron las ardillas, que aparecieron de repente y llenaron todo cuanto veía. Dio un grito y saltó sobre un banco. ¿Ardillas? ¡A ella le parecían ratas!
La gitana, más valiente, espantó cuantas pudo a puntapiés mientras daba gritos que Marta no alcanzaba entender y que seguramente no se debían decir en un templo. Pasada la primera impresión, bajó del banco y arremetió contra aquellos bichejos con lo que tenia a mano, los libros y legajos de la universidad.

En algún momento de la contienda contra los animalitos, dejó de ver a la niña rosa. (Tal vez se tapó la cara, no lo recordaba bien)
Y así, tal como habían llegado, aquel ejercito peludo desapareció en un instante colándose por ventanas, rendijas, puertas o agujeros.

Ni que decir que el templo quedó como si una manada de elefantes hubiese pasado por allí dentro. Banquillos volcados, cirios por los suelos, misales rotos... El panorama era desolador.


Se volvió a buscar a la gitana y la halló bufando cerca del famoso San Cosme. La imagen estaba bajo el pedestal, volcada en el suelo.

Syn... que digo yo... Tendríamos que recoger todo esto, ¿no?

La gitana la miró con cara de pensar que estaba loca.

Después de todo lo ocurrido desde que se encontró a Bryn de buena mañana, Marta ya no aguantaba mas. No sabia si sentarse a llorar en un banquillo o... o darle una patada al dichoso santo.


¡TODO ESTO ES CULPA TUYA! Gritó, señalando la imagen.
Syn, que estaba justo al lado, dio un salto para apartarse.
¡Me tienes corriendo de arriba abajo por Valladolid, escuchando desvarios de una niña que está loca de atar y luchando contra un montón de ardillas!

¡Syn, échame una mano! ¡Al santo este se le van a pasar las ganas de enamorar jovencitas y salir de armarios!

Y se agachó para levantar la estatua de la cabeza.

Anda, cógelo por los pies, que a este nos lo llevamos de paseo.

_________________
Brynne


Y mientras todos se echaban las manos a la cabeza y hacían las cosas más raras del mundo - que luego decían que la loca era ella - Brynne entró en la casa seguida de Uri, el canino, que la humana andaba haciendo manitas con su madre, y se fué directa al desván que le servía de habitación.

¿A Galicia? De allí no iban a llevarsela. Se deslizó a la cocina sin que la vieran aprovechando la confusión del momento del regreso, hizo acopio de víveres y volvió al desván.

Cerró la puerta y desplazó una cómoda de estilo castellano poniéndolo detrás, y luego un arcón pesado.

La ventana era un tragaluz que se abría al tejado, por allí sólo podrían entrar los gatos.

- ¡Resistiremos Uri! Y cuando se hayan olvidado de nosotros en unos días nos escaparemos por la noche y buscaremos otro convento... aunque no se, el hábito pica un poco y eso de que no lo tengan en rosa... a lo mejor nos hacemos soldados ¡o bandoleros!

_________________
Cyliam


Amenazada por la Marduquesa, la pelirroja salio disparada del carruaje, a ver si al final Urania cambiaba de idea y le daba un guantazo bien dado. Pero antes de despedirse metio la cabeza de vuelta en el carruaje y sonriendo a la Marduquesa dijo.
- Quien te ha visto y quien te ve, celosa de mi. Sonrio de nuevo y se despidio alegremente con la mano. - Gracias por todo Urita.

Agarro a su marido del brazo y lo metio casi a empujones en casa, a ver si Urania todavia se bajaba del carruaje y la daba un par de alpargatazos.

- ¿Y la niña, donde esta? Pregunto al ver que la niña rosa no estaba con ellos, Wallada aparecio por la puerta de la cocina y señalo con el dedo escaleras arriba.

Como si no fuera suficiente, la niña se habia atrincherado en su cuarto y encima con el perro. La pelirroja fruncio el ceño, refunfuño un par de veces y subio las escaleras como alma que lleva el diablo.
- Brynne Espinosa di Veneto, abre esta puerta ahora mismo. Gritaba la pelirroja histerica aporreando la puerta, desde dentro se escucho un rotundo ¡No! - Ya saldras, cuando no te quede nada de comer y tu perro se haya comido todos tus calcetines. Ya saldras. Amenazo alzando el puño en alto.

De nuevo bajo las escaleras, amenazo a Wallada de que no la volviera a dar nada de comer si la niña bajaba por la noche y tras eso fue a refunfuñar con el rubio buscando consuelo. - ¿Pero tu lo ves normal?

_________________
Syn



Anda, cógelo por los pies, que a este nos lo llevamos de paseo. le había dicho Doña Marta, y ella le ayudó mas por temor al ver su cara descompuesta despues del episodio de las ardillas, que por ganas de cargar con semejante mole a saber dónde.

Mentalmente sin embargo, su cerebro estaba en ebullición: ¿qué podría sacar ella de todo esto? No es que le moviera solo el interés, pero ya se sabe, gitana y sin familia reconocida, no todo eran rosas para la joven en Pucela, así que había aprendido a sacar provecho de cada situación que pudiera presentársele, que no estaba la vida para bollos.

Doña Marta, y dice usted que este Santo cobra vida?

Las cosas de muertos y espíritus no era un tema que le apasionara especialmente, pero como tenia que mantener la mirada de la dama mientras iba caminando hacia atrás, y ella no sabía estar callada, algo tenia que decir.

Doña Marta no solo no le hacía ni puñetero caso, sino que forzaba sus pasos empujándola como una aparecida con la cabeza del santo entre las manos. Una vez fuera del Templo, y llevadas por la inercia, las dos jóvenes siguieron caminando hasta que Syn se dio de bruces con uno de los postes que los mercaderes montaban en la Plaza.

¡Ayyy, pare, pareeeee, que vamos a acabar en el rio!

Algo en la cabeza de Doña Marta debió hacer click, porque fue escuchar el lamento de la gitana y despertar.

¡El rio! Aristóteles no quiera que haya caído al rio! Si aún no sabe nadar esta criatura, si esperaba las clases en Santillana como agua de Mayo! Tengo que encontrarla, aunque sea lo ultimo que haga. Y soltando la figura, salió corriendo como si la persiguieran.

¡¡Eh!! ¿Dónde vas ahora? Contrariada y con muy malas pulgas, se dejó caer en una piedra sillar abandonada, mirando al santo y preguntándose que hacer con semejante… hombre.

Si al menos te viera de carne y hueso, como la niña rosa, sabría como sacarte provecho, pero asi.. ni como maniquí me sirves, claro que aquí no te puedo dejar, que aquí hay mucho cotilla y me han visto llegar.

Sopesando cuantas miradas indiscretas tendría, paseó la vista de ventana en ventana y rastreó los soportales de la plaza, asegurándose el momento mas propicio para atar el santo con su cinturón del cuello e empezar a arrastrarlo.

Tu ya no vas a dar mas sustos, de eso me encargo yo. Y con un poquillo de suerte, le darás a la gitana una alegría. Verás que bien me van a venir unas monedillas para el taller.

Y después de una caminata priva de mas acontecimientos reseñables, la gitana llegó al convento. La fachada era imponente, imponentemente ruinosa. Hay que ver que ganas de aparentar que tienen estas mujeres, no debe dar para mucho el huerto y las oraciones diarias, no. Menos mal que me dejaron en una feria y no en un claustro.

Colocó al santo en el torno e hizo sonar la campana tirando de la cuerda reseca que la ataba. Se escuchó una voz ajada, más por el vino que por la edad, pidiendo santo y seña.
San Cosme, Plaza Mayor de Valladolid. Respondió la gitana toda ufana. Y en un hilillo de voz, añadió: ¿Puede salir la madre Burgondofora?


_________________
Urania


Era jueves. Y los jueves la niña rosa iba a tomar el té (?) con la MarDuquesa. No porque a ninguna de las dos le hiciera especial ilusión, porque las más de las veces hablaban del tiempo y de poco más. Pero oye, una tiene que guardar las formas, Brynne era la señorita del pueblo, tal vez algún día acabara de dama de compañía de una reina y tenía que codearse con la noble del pueblo. Y como nobleza obliga, a Urania le tocaba recibirla. Es lo que hay.

Ese día pidió a Silvana que preparara los cacharros del té (la tetera tan mona, las tazas tan cuquis... toda esa... vajilla), pero Silvana le contó las noticias: Brynne se había encerrado en el desván de su casa, hacía días que no salía, y sus padres estaban desconsolados.

La MarDuquesa valoró la situación. Por un lado, si se quedaba el tiempo suficiente allí encerrada, podría terminar comiéndose al perro, lo cual era bueno sin duda. Por otro lado, no se podía permitir esos cambios de humor en una dama según entienden las costumbres sociales. Que si ahora me gusta Peluche, que si ahora quiero ser monja, que si ahora me encierro... A esta chiquilla le pasaba algo. Y bueno, con ganas de ayudar, pero, admitámoslo, con un interés cotilla exacerbado por la ausencia de octavilla, la de Winter envió a Svein CON CARRUAJE a la casa del Caos. ¿Que por qué con carruaje, si total era un paseo de apenas veinte minutos, hacía calor como para ir dentro, y Svein protestó mucho?. Porque la niña rosa era un poco remilgada. Bueno, un mucho.

Y allá que se presentó Svein en la Casa del Caos, carruaje en la puerta, diciendo que venía a recoger a la chiquilla para llevarla a Santillana.

Y le dijeron que allí estaba la puerta del desván, que lo intentara él a ver si salía, que los de la casa ya estaban hartos de darle argumentos para que saliera.

Así que, situación: rubio. Nórdico. Mozo bien templado. Gigante entre castellanos. Puerta entre él y la damita. A Svein, por supuesto, lo que le acudía a la mente era las razias que llevó a cabo con los de su klan, pero algo (si lo llamo instinto arácnido, ¿me demandarán los de DC?) le decía que lo de patada en la puerta y coger a la niña del pelo para arrastrarla hasta Santillana, no iba a ser bien visto en esas tierras. Por otro lado, a las lectoras comadres del BUXCMAT, lo del atractivo caballero intentando sacar a la dama de un peligro (porque estar encerrada con el chucho Uri es un peligro declarado), tal vez les recuerde más a esto. Pero no sabemos qué pensaría Brynne, que nada sabe de esta historia que será contada tantos siglos después.

Total, que Svein llamó a la puerta, ni fuerte ni débil, lo suficiente para ser oído, oyó al chucho rascar bajo en la puerta, y dijo, en voz alta y firme

- Señorita Brynne, ¿está usted lista para acudir a su visita semanal a Santillana con la Señora Urania?. La Duquesa está esperándole.

_________________
Brynne


Esa voz... ese acento... ese porte.... ¡ese rubio!

Y esa comida que quedaba nada y menos, y ese perro que tendría que ponerle un tapón en cierto sitio, porque el ambiente empezaba a ser un poco... espeso.

¡Resistiría!

- ¡Altísimo bendito aparta de mi la tentación!

Pero esa voz... ese te(?) con la Marduquesa, no por la marduquesa pero los dulces que hacían en Santillana eran cuanto menos excelentes... ese carruaje modelo "Burro Más Way"... y... ¡Ese pedazo de rubio de voz susurrante!...

- Que me perdones Aristóteles, que luego vuelvo. Uri, vigila la fortaleza. Svein, ya voooy

Y ante el asombro de todos, Brynne salió del brazo de "ese rubio", subió en el carruaje y recorrieron los largos 25 ó 50 metros que debía haber hasta Santillana

_________________
--Madre_burgondofora


¿Puede salir la madre Burgondofora?

La Abadesa pasaba por allí en ese momento. ¿Una gitana preguntando por la Superiora? Malos tiempos para los modales y las jerarquías, cómo osaba..... En otras circunstancias hubiera hecho que le dieran un mendrugo de pan duro y la largaran con viento fresco, pero no estaban las cosas como para desdeñar cualquier fuente de información.

Pero no, en suelo sagrado no ponía los pies esa bribona. Asi es que se acercó a la puerta, retiró con un gesto a la hermana portera, compuso una voz forzadamente amable y contestó:

- ¿Qué se te ofrece hija mía? ¿Acaso deseas acogerte a la verdadera fé?
Nadir_de_kyria


Como en todas partes, la taberna era el lugar más indicado para enterarse de los dimes y diretes del pueblo. De entre las conversaciones que Nadir había podido escuchar allí, casi sin quererlo, una le había llamado la atención. Hablaban de una damita, casi una niña, de sus caprichos y de sus locos arrebatos. La tildaban de insolente y le planeaban diversos correctivos. Nadir se estremeció cuando le pareció oir algo de unas cadenas, pero se imaginó que lo debía haber oído mal... Se imaginaba a la niña tan cándida, tan inocente...

Se retiró un rato hacia la ventana, como tenía por costumbre, a ver las aves cruzar el cielo. Para cuando volvió a la mesa, la conversación había cambiado algo de tono, de irritado a pragmático. ¡Le planeaban a la niña un casamiento! Y al parecer con alguien que gozaba de muy buena posición y excelentes conexiones. Nadir no conocía al caballero, pero había oído hablar de él, y le daba la impresión que debía triplicar la edad de la damita.

-"Pobrecilla, un matrimonio por interés, sin amor... Qué mala suerte para ella."- pensó para sí. A veces estos acuerdos resultaban bien, pero otras... "Hay cadenas que no pueden verse, pero que están ahí, acompañándote durante toda la vida".

_________________
Mikumiku


A Miku todo aquello le empezaba a parecer una tontería, un último desvarío infantil de su hija. Y si alguien sabía de aquello era él, quien siempre había sido "el joven", "el crío", el eterno aprendiz. Aunque fuese su hija y la quisiera tanto como tal, ella sólo tenía un par de años menos que él, pero claro, la vida que había llevado cada uno eran la noche y el día - calles, caminos y campos frente a patios de convento. En parte, no le extrañaba que Brynne tuviese dudas e hiciera tantas locuras últimamente. Lo entendía, después de todo lo que sucedía, pero tenía que hacer algo para hablar con ella y tranquilizarla, tenía que dejar de lado un momento sus propios aires despreocupados y alegres para atender a sus responsabilidades como padre.

Y también estaba Cyl, su esposa, que se había tomado muy mal la oleada de trastornos de su hija. No era para menos, claro, pero el rubio intentaba calmarla con sus mejores caricias y amoríos para que se relajara. Miku sospechaba que el lío de los últimos días era cosa de mujeres: que si monjas, la duquesa, la pelirroja, las de los santos... A parte de que esas rebeldías eran más típicas de chicas que de chicos, se sentía como el único hombre del pueblo. Pintaba menos allí que un payaso en un cementerio, pero seguía intentando hablar con la niña en tonos calmados y animar a la señora de Compostela a que lo imitara (una charla madre-hija le parecía más lógica entonces).

¿El único varón? Eso pensaba él, hasta que de repente un tal Svein se llevaba a su hija debajo del brazo, aprovechándose del nombre y la buena amistad que mantenían con la Duquesa para entrar en su casa. Sin saludar, sin pedirles permiso educadamente para acompañar a Brynne. ¿Aquello fue demasiado, dónde estaban sus modales? Iba a tener que pedir una explicación en algún sitio.
Brynne


Mientras tanto, Bryn llegaba a Santillana tras haber recorrido cómodamente en el B.M.W. los larguíiiisimos metros que separaban el Caos de Santillana. Esto de ser una dama tenía sus ventajas en realidad.

- ¡Gracias Bautis... Svein! - dijo al apearse. El vikingo saludó con una cortés inclinación de cabeza y se alejó.

La Joven se dirigió al salón donde la aguardaba la marquesa, no sin dejar de admirar una vez más los tapices de ninfas que adornaban las paredes del recorrido antes de pisar la alfombra persa de la sala.

Sylvana le abrió diligentemente la puerta. Juraría que la miraba raro. Alzó su naricilla altivamente para entrar en el recinto, donde la mardurquesa se concentraba en su labor de costura, y la bajó de inmediato para deleitarse con la vista de las galletitas con formas de animales, los pastelitos en forma de taza, y las jarras de té (?) de una espléndida porcelana.

Uhm... ¿monja? ¡Y un jam... ¿Pero cómo que no? Y no rezó porque a Aristóteles se le había dejado en su cuarto y no iba a ir a avisarle para que viniera a apartar la tentación, que ya habían guardado el carruaje.

- Os saludo Su Dignidad ¿Cómo estais hoy? - dijo con una ligera reverencia y algo de rubor en la cara.

_________________
Urania


Pasos en el pasillo (a pesar de las alfombras, los pasos se oyen), por lo que la de Winter escondió el pequeño libro recién llegado de Francia sobre esos que se llamaban reformistas para coger aquello que hubiera más a mano. "Mira, ese pañuelo a medio bordar que dejó Lisena servirá para disimular".

- Bien, me encuentro bien, Brynne. Como siempre, sin mucha novedad en mi casa, mintió. ¿Y tú?, hizo un gesto a Brynne para que tomara asiento.

No llamó a nadie para que sirviera, empezó a hacerlo ella misma.

- ¿Te gustan los bollos de canela, verdad?, preguntó, sirviéndole dos, cuando ya estaban solas. La niña asintió. La verdad, Brynne, no creo que llegaras a comer muchos de estos en el convento ese cochambroso. Sirvió el humeante té (?) en la taza de la niña, y en la de ella, aunque hacía calor y no tenía intención de abrasarse la lengua. Esperó unos segundos, antes de comenzar a hablar, mientras la niña ya empezaba a dar cuenta de la merienda. Cruzó las manos sobre el regazo, y le preguntó directamente.

- Y bien... ¿vas a explicar lo que realmente te pasa? Escritos de chismosos, Brynne puso cara de sorpresa, primero te gusta Peluche y quieres ser secuestrada, ahora quieres ser monja... Está claro que tienes tan solo quince años y que, bueno, tienes derecho a tener la cabeza a pájaros, pero... ¿monja?. Brynne, te hacía más sensata. ¿Qué te ocurre?

_________________
Brynne


Y aquí Brynne se atragantó con el bollo de canela. A esa mujer no había manera de dársela con queso. Y ya fuera porque no se le ocurría otra cosa que la verdad, o porque le habían puesto alguna de esas hierbas paganas que sueltan la lengua en el té (?), que ya se sabe de de los paganos no son de fiar, habló. Y sin los remilgos con los que solía hacerlo de un tiempo a esta parte.

- Marduquesa, todos decís que soy una dama, pero no lo soy. Lo que a mí se me pasa por la cabeza no es de damas, os lo digo yo.

¡Si vois misma lo decís! Primero Peluche, pero como andaba a sus atracos pues no pasaba nada. Luego aquel gallardo extranjero que me miró de más y con esos ojos... esos ojos... y yo... pues no es que no pudiera resistirme, es que ni se me pasó por la cabeza hacerlo....

Y una mañana vi que ya no era una niña, y encima sale San Cosme del armario (¡Ay Marquesa, ¡ese San Cosme! que si lo hubierais visto... que las estatuas no le hacen justicia, asi todo iluminado era....)

Y que pienso en todos ellos y me da una fiebre muy mala. Y me voy a curar la enfermedad en el Convento.

Que encerrada estoy mejor, os lo digo yo, a ver si va a ser contagioso

Y que además escribo Octavillas, y que hago todo lo que las damas biennacidas no deben hacer... y que tengo que ser monja.

Y si no me dejan ¡Nunca más saldré de mi habitación! ¡Y nunca más volveré a levantar la mirada en presencia de caballeros! ¡Ni hablaré con ellos! ¡Ni nada!

_________________
Urania


- ¿Gallardo extranjero?, "¿y se me ha escapado a mí un gallardo extranjero? Espera, espera... ahora eso no... ahora la niña". Esto... a ver.... Brynne. Que en el convento no te van a curar ninguna enfermedad. Yo estuve en uno, ¿sabes?. La de Winter recordó los tiempos de su vuelta de Italia, cuando tuvo que refugiarse allí por no poder acostumbrarse de nuevo a las encorsetaduras castellanas, tras la ruptura de su compromiso matrimonial. Sí, siendo pagana. Mis buenos dineros me costó que me aceptaran, rió. No duré allí ni un mes. Se levantó de la mesa y se situó detrás de ella. ¿Quieres más té (?). Le rellenó la taza sin esperar respuesta, y no, no había ningún tipo de hierba en la bebida, ¡malpensadas!.

- No duré ni un mes, porque los conventos no curan nada.

Volvió a sentarse y la miró a los ojos.

- Brynne, ¿te agradan los hombres?. Normal. Eres mujer. Lo que tú tienes no es contagioso, ni anormal, ni nada que no nos ocurra a todas. Sólo que algunas nos rebelamos con más fuerza a las costumbres que nos quieren imponer.
No te voy a preguntar por lo del extranjero, y no vuelvas a contarlo a nadie a quien no confiaras hasta tu vida. Pero no olvides que, antes de ser dama, eres mujer. Y bueno, todo eso de las damas, y los caballeros...
, la de Winter hizo un gesto con la mano. Caballeros son los que montan a caballo, y poco más, Brynne. Y damas, se supone que las que visten corsés y suspiran por los caballeros, aunque luego los corazones estén llenos de rencor por esa máscara con la que viven. ¡Y estos son los tiempos que nos ha tocado vivir!

La de Winter suspiró.

- Pero antes de todo, eres mujer. Y no se te olvide que una mujer puede llegar al trono de Roma. Es decir, eres libre de hacer lo que te plazca. Es cierto, es cierto que se nos supone obligaciones, algunas reales, y otras que nos quieren imponer. Pero acepta sólo las que tú elijas. ¿Tu familia espera de ti que te comportes como una dama? Hazlo, no pasa nada, pero no olvides quién eres en realidad. Y habrá un momento, habrá un lugar, en el que no te mire nadie. Y serás tú. Y habrá otro momento, que tú elegirás compartir con quien tú quieras. Sea gallardo o no, rió de nuevo, por quitar seriedad al discurso, pero tú elegirás con quién, y cómo, y cuándo, y en qué grado te entregarás. En todo eres igual a un hombre, y puedes decidir como ellos.

Urania se levantó, y empezó a dar pasos por la sala.

- A veces es difícil. Y esa lucha interna entre quien somos y quien tenemos que ser, se hace compleja. Yo lo soluciono así, Brynne: no cuentes lo que no quieras que se sepa. No respondas preguntas que no quieras responder. ¿Que tienes que acudir a una reunión con la duquesa y hablar de bordados y paños porque es lo que se supone que tienes que hacer? Hazlo, está bien, mientras eso no mate a la verdadera Brynne.

Se giró hacia ella, que había dejado de comer y, por una vez, la escuchaba.

- ¿Sabes? Llegará el momento, porque siempre llega, en que será insoportable. Entonces, podrá pasar dos cosas. Que tengas un buen compañero, que te conozca a tí, a la verdadera, y las imposturas que tengas que mantener cada día no importen, porque no estarás sola. O que no lo tengas. Y en ese momento, si la angustia te aprieta, Brynne, viaja lejos. Donde nadie te conozca. Donde ni tu apellido, ni el de tus padres, ni tu residencia, signifique nada. Y allí, haz lo que te plazca. Acabarás volviendo. Pero seguirás siendo tú.

Nunca lo olvides, niña. Antes que niña rosa, dama de encajes, hija de, o aristotélica convencida, eres Brynne. Con sus pulsiones, sus deseos y sus aspiraciones. Y esa es la verdadera. Vive de forma que ella no muera nunca. Aunque de cara a la galería sigas vistiendo de rosa... si necesitas un vestido rojo, tenlo siempre a mano. Ya lo usarás, no te preocupes


Urania le sonrió. Al final, no sabía si hablaba a Brynne, o se hablaba a ella misma.

_________________
See the RP information <<   <   1, 2, 3, 4   >   >>
Copyright © JDWorks, Corbeaunoir & Elissa Ka | Update notes | Support us | 2008 - 2024
Special thanks to our amazing translators : Dunpeal (EN, PT), Eriti (IT), Azureus (FI)