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[RP] El Reino del Caos Absoluto

Cyliam


Soñaba con una gran montaña de pastelitos de diversos sabores cuando de pronto aquella maravillosa y deliciosa montaña se vencio callendo sobre ella, sintio el dulce de alguna mermelada en sus labios pero desperto sobre saltada a la voz de... FELICIDADES MAMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Vio a sus niños saltando con preciosas sonrisas y todos pringados de aquella mezcla dulzona. Fue besuqueando uno por uno, regalando algunos lametones a esas tiernas mejillas viendo como los niños ponian caras de asco.

- Mis niños, ¿os he dicho lo dulces que sois todos? Brynne, eres la mejor, ven salta tu tambien y asi pruebo que tan dulce eres tu tambien. Dijo con una sonrisa maliciosa pero divertida.

Sin ninguna duda aquel era el mejor regalo que una madre podia tener, los niños mas buenos y hermosos junto a ella.

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Cyliam


Como cada llegada del verano la pelirroja se dispuso a montar las camas en el patio, era unas camas muy sencillas, un monton de paja seca cubierta por una sabana, aunque este año habia decidido hacer unos sacos ya que con tanto animal suelto por la casa siempre acababan levantando la sabana y sacando toda la paja.

Los tres sacos blancos acababan de llegar y los montones de paja los habian traido desde los campos. - Wallada ayudame a meter la paja aqui o no terminare en todo el dia. Dijo mientras sacudia los sacos y los colocaba en el suelo.
Pronto las dos mujeres comenzaron a meter la paja y rellenar los sacos hasta que las tres camas quedaron perfectamente redondeadas y blandas.

Calcularon donde daria la sombra tras la hora de comer y dejaron las camas contra la pared, Mariana que llevaba rato curioseando se acerco hasta su madre y señalo una de las camas dibujando una mirada curiosa.
- Ven aqui pequeñaja, ya veras que divertido es descansar aqui. Dijo levantandola del suelo y sentandola en uno de los montones con una sonrisa, la niña sonrio y comenzo a dar vueltas y saltar sobre el monton emocionada, pero, la comodidad de aquel invento pronto hizo que la pequeña comenzara a bostezar hasta que se hizo un ovillo y se quedo placidamente dormida.

- Este es el mejor invento del siglo. Sonrio la pelirroja saltando a la vez que Wallada sobre los dos montones libres. - Y esta vez te doy la razon. Comento Wallada totalemente espatarrada sobre la blanda cama.

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Mikumiku


Miku había estado leyendo, sentado sobre una piedra plana colocada a propósito para poder recostarse contra el tronco de un pino. Pero el tomo de Heráldica era súmamente aburrido, una enumeración lenta y ceremoniosa de escudos de señores, descritos como si el autor tuviese una eternidad para trazar cada letra. Cuando el aburrimiento se juntó con lo incómodo que se empezó a sentir el joven en aquella roca, la necesidad de volver a casa superó a la de enriquecer sus conocimientos.

No se había alejado mucho de casa, no le gustaba hacerlo cuando salía al bosque, porque nunca sabía qué podía pasar en la casona con tantos pequeñines y mascotas. Y aun así nunca había pasado nada malo; de algún modo u otro, entre las dos mujeres llevaban aquello con alegría y sin problemas de ningún tipo. Sonrió, y se acercó entonces a ellas sin hacer ruido.

Descansaban en unos colchones de aspecto blando, y Miku lo juzgó bastante bien comparándolo con su piedra de leer. No dijo nada por si estaban durmiendo, pero se agachó para darle un beso a la pelirroja con toda la dulzura del mundo. Se sentó junto a ella despacio, para no hundir la cama y acabar los dos en el suelo, y le dedicó una caricia.
Cyliam


La pelirroja que casi estaba quedandose dormida sintio como el monton de paja se hundia levemente bajo ella. Abrio un ojillo y localizo a quien se habia sentado a su lado, con una sonrisa se estiro sobre el improvisado camastro e hizo hueco al rubio.

Abrazo al rubio rodeandole entre sus brazos, y aunque hacia un sol de justicia, tenian los camastros colocados en una zona donde las corrientes de aire refrescaban el ambiente y al paso de las horas la sombra de medio dia daba el cobijo suficiente para el descanso, aunque aquel dia no era asi pues no habia llegado aun la hora de comer y el sol azotaba los tres camastros, pero ni Mariana ni Wallada parecian estar incomodas tomando el sol cual lagartijas, es mas Mariana se habia ovillado y dormia como un tronco chupandose un dedo, si, una mala costumbre pero quien le iba a decir que no a tal dulzura. Y al otro lado Wallada roncaba suavemente con la boca abierta.

- Si sigues leyendo tanto acabaras quedandote tonto igual que Asta. Susurro al oido al rubio antes de besuquearle el cuello y regalarle algun mordisco travieso. En los ultimos meses habia encontrado una cierta satisfaccion en despotricar contra su ex marido y mas ahora que Miku trabajaba con aquella maldita comadreja. - Espero que te este tratando bien y no te mangonee, sino me vere obligada a ir a la capilla y dejarle sin el ojo sano. Dijo con saña atrapando mas aun al rubio hasta que este quedo panziarriba y ella con la cabeza sobre su pecho. - Hoy no comemos, yo de aqui no me quiero mover. Finalizo frotando la cabeza contra el pecho del rubio con una sonrisa.

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Mikumiku


Le respondió con una risa brillante y alegre. Si me empiezan a hacer daño los libros, ten por seguro que los echaré al río. Pero de momento están controlados, o eso parece. Dejó el aburrido volumen de lado y la acabó de abrazar, acariciando el rostro angelical de la pelirroja. Y tranquila, que todo va bien. Hacía mucho tiempo que no coincidía con Astaroth, de hecho, él mismo hacía una eternidad que no iba a seguir con su adiestramiento en la Capilla. Había empezado a estudiar algo por su cuenta, conforme se acercaba el día en que poner a prueba sus conocimientos.

Wallada y la pequeña estaban dormidas, así que el rubio le dió a Cyl una serie de besos silenciosos: uno en la frente, otro en la nariz, y otro en los labios, más largo y dedicado. Te quiero mucho mucho. Un par de pajaritos cruzaron el patio cantando y se perdieron entre las ramas. Un momento pasaron mirándolos ensimismados, hasta que se miraron a los ojos de nuevo, tan enamorados como siempre. Así que no te quieres mover, ¿No? Susurró Miku. Ahora lo veremos. Con sonrisa de niño travieso se le lanzó al cuello, a besarla apasionadamente mientras sus dedos buscaban puntos críticos y cosquillas, empezando un juego en el que no se podía hacer ningún ruido.
Mikumiku
Un par de días después, a eso de la hora de la siesta...




Vamos a ver, que no puede ser tan difícil. Miku se arrodilló sobre la tierra y los hierbajos de aquella esquina del patio y se remangó la camisa como si hubiera estado haciendo esas cosas toda la vida. No hacía falta ser carpintero para montar aquello, y no había tenido ganas de contratar a ninguno, más que por el dinero por la satisfacción de hacer cosas útiles con sus propias manos. Además, seguro que era un buen regalo para su hija.

Con lo apegada que estaba la chiquilla últimamente a su mascota, que tuviera una caseta seguro que la alegraba. Y ojalá la mala bestia que era el Uri se amansara un poco teniendo un hogar propio, porque en la Casona el panorama era algo caótico cuando se enfrentaban niños y mascotas. Mientras clavaba en el suelo las estacas que conformarían la estructura, el rubio rezaba al Altísimo para que el perro del demonio no destrozara el pequeño edificio nada más verlo. El tamaño también era un problema, pues no sabía si esos bichos crecían más con el tiempo o necesitaban algún espacio determinado. Pero al final, como "más vale que sobre a no que falte", se apañó bastante bien con sus aproximaciones a ojo de buen cubero.

Se pasó el antebrazo por la frente para drenar el sudor y acabó de clavar la última plancha de madera del tejado inclinado. Con la que le sobró, improvisó una pequeña chimenea que clavó a éste, totalmente inútil, pero divertida. Inspiración fruto del aire de niñez desenfadada que a veces recorría al joven.

Se levantó y puso los brazos en jarras para admirar su obra. No está mal.
Brynne


Se despertó de la siesta alarmada por unos golpes en el exterior. Uri ladraba como un poseso, así es que joven y perro salieron a investigar.

Divisó a su padre frente a un "edificio" nuevo en el Jardín de la mansión, y fueron acercándose a él. No es que Uri le tuviera aprecio especial a Miku, pero no mantenía con él los duelos "psicológicos" que si tenía con su madre. Ver alguno de aquellos enfrentamientos era digno de observación científica, pues pelirroja y bulldog inglés parecían comunicarse sin sonido a la perfección y ninguno invadía el espacio vital del otro.

Sin embargo, Bryn estaba segura de que Uri no hubiera consentido que nadie pusiera una mano encima de su familia, humana o animal. Los trapos sucios quedaban en casa, y uno de fuera que ni osara hacerles mal.

Sin entender por qué. Bryn vió alucinada cómo Uri comenzaba a hacerle mil fiestas a su padre, que se agachó a acariciarle y el perro hasta intentaba lamerle. Entendió. Miku había construído una casa para Uri. Sonrió. Llenaría a su padre de besos y abrazos cuando Uri y él dejaran de hacerse carantoñas. Parece que el chucho había encontrado el segundo de sus afectos en la casa.

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Cyliam


El calor se hacia insoportable, la pelirroja no conseguia llevarse bien con el verano castellano, pero no la quedaba mas remedio.

Tras preparar una tanda de pasteles y dulces de canela junto a Wallada decidio salir a buscar al rubio, que seguramente estaria leyendo bajo la sombra de algun arbol.
Mariana se empeño en acompañarla, asi que cargo con ella sobre su espalda fingiendo ser un caballo y se alejaron de la casa dejando a Wallada y Brynne al cuidado de los mellizos que ya andaban bastante bien y la liaban en casa tambien bastante bien.

Perdiendose en el bosque madre e hija fueron riendose por el camino hasta que vieron al rubio sentado a la sombra, como no, con un libro. Cyl dejo a Mariana en el suelo que señalo con alegria a una mariposa que revoloteaba cerca. - ¿Pedo jugar con ella? Pregunto con una gran sonrisa la pequeña, a lo cual su madre no pudo negarse. - Pero ten cuidado no te vayas a caer y no vayas muy lejos. Respondio mientras le ordenaba el flequillo rebelde. La observo como echaba a correr tras la mariposa y sonrio, aunque echaba en falta que Astaroth se ocupara un poco mas de su hija con el tiempo habia aceptado que no le hacia falta la presencia del gallego para criar a la pequeña.

Tras observar a Mariana unos minutos se acerco sigilosamente hasta el rubio por la espalda, cuando llego le beso con ternura en la oreja y con dulzura deslizo las manos por los brazos del rubio hasta las manos de el para cerrarle el libro, en ese trayecto el rubio habia girado la cara para encontrarse con los labios de la pelirroja y fundirse como no en un largo e intenso beso. La pelirroja aparto el libro y se sento junto al rubio sonriendo sin parar, y rebusco en el zurron algo.
Extrajo entonces del zurron una rosa blanca a medio pintar de rojo en una mano y un tintero con un pequeño pincel en la otra.

- ¿Te acuerdas? Fue la primera vez que hicimos algo juntos. Aunque tu hiciste todo y yo solo mandaba. La joven se puso a recordar aquel jardin de rosas blancas en Valdecorneja, rosas que en vez de blancas debian ser rojas, la primera mision que le puso a Miku al entrar en la orden no fue otra que mandarle pintar todas las rosas de su jardin.
Se le escapo una risotada, parecia que fue ayer cuando incordiaba al rubio con caprichos extraños para formarle como caballero. - En aquel momento yo estaba con Asta, y tu te convertiste en mi novicio. Entonces yo solo tenia ojos para el, pero era tu reina de corazones y tu mi sota de picas. Y ahora soy tu Gran Maestre, mujer y reina, y tu eres mi rey, esposo y mi vida entera.

Apoyo la cabeza en el hombro del rubio y suspiro. - Wallada consigio esta rosa blanca despues de pasearse por el mercado y me ayudo a preparar el tinte, yo he pintado la mitad, pero quiero que pintes la otra mitad para mi. Levantando la cabeza y sonriendo ampliamente le beso en la comisura de los labios, luego en la nariz y finalmente le beso con ternura en los labios antes de entregarle la rosa y el tinte. - ¿Lo haras?

Mientras tanto no muy lejos de la pareja, Mariana habia cambiado a la mariposa por un pequeño y verde saltamontes tras el que corria intentando cazarlo, pero claro esta, sin exito.

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Mikumiku


Amaba a aquella mujer más que a nada en el mundo. Era su vida y su luz, y no podría concebir la existencia sin ella. Volvió a él aquella tarde castellana, en el bosque, donde le gustaba pensar y pasear cuando necesitaba un momento de paz. El crujir de la hojarasca bajo sus pies, el olor de las hojas susurrantes y las brisas de montaña que bajaban hacia él mientras los astros se movían en el cielo. La pelirroja se unió a él en un abrazo de cariño, le besó, le dijo unas palabras que casi le hicieron llorar de alegría.

El rubio dejó el libro en el suelo, algún tratado de esgrima aburrido y con pocos dibujos, y miró a la pelirroja a los ojos largamente, acariciándola con toda la dulzura y gentileza que podían existir en el mundo. Claro, claro que me acuerdo. Miku había sido un chaval despreocupado y alegre, que no sabía nada del mundo y aun así había tomado las decisiones más importantes de su vida. Desde la primera vez que la había visto, se acordaba. Desde que habían coincidido por primera vez en Aranda del Duero, desde que le habían propuesto unirse a la Orden y había aceptado, desde su entrenamiento a su etapa en Zaragoza se acordaba. Ella había estado siempre y se lo había enseñado todo, lo había guiado con sus sonrisas y sus cariños, y era la persona que le había empujado hasta ser quien era ahora. Había sido atenta como una esposa, divertida como una amiga, compañera como una hermana y ardiente como la mejor amante. Nunca podré devolverte todo lo que has hecho por mí, y lo sabes. Te quiero, te amo, como nunca alguien lo ha hecho ni lo hará.

Diciendo ésto el caballero se emocionó, acristalados los ojos por una lágrima que no llegaría nunca a salir a la luz. Sabía que no estaba bien visto que un hombre llorara, pero su corazón lo superaba entonces. Llevó sus labios hasta los de ella despacio, con el mismo mimo y suavidad con que lo había hecho la primera vez aunque quizá, con la seguridad y la práctica que no tenía hace un año. La sintió cálida y acogedora, agradable, como si aquel segundo beso pudiese durar otros tantos meses.

Aceptó de buen grado la rosa, riendo contento ante la ocurrencia de la Maestre y esposa, y con el corazón algo más calmado. Le recorrió los brazos con caricias celestiales, y le besó las manos tanto por un lado como por el otro, tanto queriendo significar amor cómo servidumbre. Por lo menos no tendré que buscar bichos para pintar. Pensó en voz alta, y se rieron los dos como tontitos. Destapó la tinta con un movimiento preciso y recogió la superfície con el pincel, para llevarlo y deslizarlo sobre la preciosa flor que ella todavía sostenía. Si bien en Galicia lo había hecho deprisa, con materiales "poco refinados" y toscamente, entonces se dedicó con toda su alma a ello, sintiendo que era algo importante para los dos: un nuevo símbolo de su unión, un nuevo agradecimiento al destino por haberlos puesto en el mismo camino en esta vida. Miku acabó el último pétalo de su mitad, y bajó la nariz para oler la rosa. La mezcla del olor del colorante con la fragancia de la flor se mezclaban de forma extraña. Era dulce, cautivadora y agradable, pero al mismo tiempo era una locura sin sentido, una pasión que no atendía a razones, costumbres o reglas.
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