Nicolino
Y en el corazón del Reino, la capital, la siempre leal ciudad de Valencia, en el centro neurálgico de la administración de todo aquel territorio, una mesa con doce sillas se erguían imponentes. En cada una, un Consejero de la Generalitat. Aquello, podría considerarse el alma, la esencia de la gobernación. Y el Borja se sentaba a la cabeza, sonriendo, satisfecho, aún disfrutando la gloria, y feliz en su dicha. En la contracabecera (o eso era para Nicolás, pero bien podría interpretárselo al revés) de la mesa, Macman, líder de PRO. A diestra y siniestra de ambos, posiciones también invertidas según el lado del que se observara, los consejeros. Todos habían sido colocados allí tras las elecciones, y su presencia era inevitable.
El de Xàtiva apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó sus manos, con más anillos que el de bodas. De su cuello, pendía un collar de oro cuyos eslabones de entrelazaban y acababan en una cruz pathé, de rubíes, de antiguo legado. Se había vestido ostentosamente, con brocados, y sus ropajes traslucían su posición, posición no concretada, a la que de momento solo aspiraba. Un Gobernador en los Reinos hispánicos debía hallarse a la altura de cualquier Duque francés. Examinó el rostro de los allí reunidos, y finalmente rompió el silencio:
-Consejeros, y por encima de todas las cosas, valencianos. Este es un gran día para nuestro Reino. Tan grande y trascendental como todos aquellos en que un nuevo Consejo se conforma y nace. Nuestros actos y este hecho, ya son un hito histórico.
Y tal como todos los aquí presentes asumimos el muy noble compromiso de luchar por la prosperidad del Reino cuando decidimos crear una lista, y obrar siempre en búsqueda de su bienestar, aunque quizás por medio de distintas propuestas o ideales, ahora, es cuando ese compromiso llega a su cénit, se concreta y hace efectivo por cuanto dure nuestra legislatura.
Es este el momento en que nos fundimos en una única institución, dónde dejamos de ser Drac Alat y Pro para pasar a conformar la Generalitat del Reino de Valencia. Dónde el estatus de Consejero supera a nuestra filiación y se sobrepone a todo. Nuestras obligaciones con el Reino están por encima de nuestras obligaciones con nuestro partido. Así hemos de obrar, y que desde este instante, comience nuestra misión.
Hizo una pausa, y respiró. Por un instante, su mirada se desvió hacia su esposa, como si buscara cierta aprobación o seguridad para continuar. Se preguntó si hacía bien en comenzar tan pronto, y con tanta iniciativa. Se preguntó si no parecería demasiado interesado en tomar las riendas de la situación desde un principio, aún siendo sólo consejero y no pudieron nombrar a nadie oficialmente.
-Y todo comienzo de un Consejo, es la asignación de puestos. Teniendo en cuenta los resultados, y la voluntad de nuestro pueblo, que nos ha dado el consejo en proporción de 7-5, escucho propuestas.
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