Iago Brais observaba los acontecimientos de la ceremonia que poco a poco llegaban en su típico desfecho, aunque era nada típico el personaje un señor de gentes, un Rey que protagonizaba a causa de aquel ritual religioso.
En la verdad, él comprendía que al final de todas la cosas, mismo con la palabra acerca de la Amistad que hablara el clérigo, muchas, mas muchas otras más daban unión entre los hombres, del nacimiento hasta la muerte, en todos los momentos; quizá la cuestión esencial estaba en un sentido de que para suportar y proseguir en frente al camino de la vida con todas sus probaciones, cuando el hombre guardase Amistad como un valor magnánimo, probablemente todos los fenómenos del camino podrían ser enfrentados con más grande resistencia y hasta mismo con suceso.
El trovador miró al suelo de la iglesia, o mejor a hablar, miró los propios pies (en las botas con polvo) pensativamente; y después, cerró los ojos por un instante.
Cuando súbitamente recordó entonces de las conversas con su amigo portugués (que no era tan portugués en la verdad, mas un mestizo bretón, flamenco y mozárabe, que confusión).
Aristarco hablaba acerca de los filósofos del grupo cínico da Antigüedad, cuando cuestionaban acerca de veracidad y verdad de todas las cosas del mundo de los acontecimientos, de sus causas y principios así como de la construcción del conocimiento humano, se sería posible o sólo era una pretensión de la condición de la alma que podría volar libremente cómo un paloma.
Con aquel peligro, es claro, de alguna otra ave cazadora llegar prontamente para masacrar, porque así acontecía con los hombres que volaban sin cuidados la razón sería así parecida con la paloma, análogamente
Entonces aquellos filósofos se ataban fuertemente en la Amistad y la convivencia compartida como única garantía de verdad acerca del género humano, una especie de filosofía negativa de conocimiento, todavía llena de vida práctica y necesaria para los días.
Su amigo no era un adepto de esto pensamiento de manera integral, más acerca del escudo de la Amistad, seguramente que sí.
Iago Brais no era un filosofo, sólo un trovador, aunque hacer malabarismos con las palabras era algo en común con los pensadores; evidentemente que Aristarco, el mozárabe, objetaría la conclusión del gallego, quizá con aquel argumento: que mientras causa material podría haber proximidad, entretanto mientras causa formal, sería imposible, porque miraban un fin completamente distinto y la alma de uno artista era completamente diferente de la alma de un filosofo, de un guerrero, de un clérigo etc., aunque sean seres sensibles de un mundo sensible.
Algunos podrían ter alma bipartida (o multipartida
) con finalidad ambigua, que muy prudente y esencial sería haber ordenación de las acciones para no perder las finalidades de manera caótica.
¡Mas basta, basta!
El gallego movió su cabeza negativamente, para que los pensamientos le abandonasen en paz, que cosa, aquella amistad (por hablar en la cuestión) con el mestizo del sur ibérico causaba gran efecto mismo en momentos tristes como aquella ceremonia.
Todavía, ya pensaba (y sentía) los asuntos atados a brevedad da vida, de los acontecimientos y en la esperanza da Amistad dar garantía también en la otra vida.
Imaginó por un breve instante a los amigos (y claro, Dios) que El Rey podría encontrar en lo otro mundo y quizá no estaría jamás sólo (sí, una esperanza, siempre)
Respondió entonces:
- Amén
La muerte física tiene siempre algo a dar acerca de la meditación y reflexión, hasta un sentido mayor de la vida en brevedad, realmente.