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Info:
That is the ceremony of king`s funeral (Burgos, Castilla) with presence of Iago Brais (NPC), the galician troubadour and friend of Aristarchus of Portugal. Language: spanish. Time: 06/Aug/1460 to 30/Aug/1460

[RP] Funerales de S.M. Carolum I (Plaza Hispana)

Fadrique


Funerales de S.M. Carolum Borja D'Agnillo, I de Castilla y León

Las campanas de la Catedral de Burgos tañían llamando a los familiares, amigos y fieles en general. El rey había muerto.



Los canónigos abrieron las puertas del templo para que todos pudieran entrar en el templo.

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Igniusm


Ignius había partido en cuanto se enteró. Había cogido a Foc, algo gordo por la falta de trabajo, y se había puesto rumbo hacia Castilla, bajo un sol de justícia durante todo el camino. Pensó que tal vez, cuando llegase, los oficios ya se habrían realizado, pero, a medida que se había adentrado en el reino castellano había preguntado en las distintas aldeas dónde paraba. La respuesta siempre era la misma "no, todavía no".

Llegó dos días antes de que se celebraran las exequias. Lo supo por los voceros que recorrían la ciudad, y por el ajetreo de carruajes, guardias y otros seres atados a lo que solia ser un séquito real. El catalán tuvo el cínico pensamiento de lo que habría costado a la família borja el mantenimiento del cadáver durante tanto tiempo y en el estómago que debería tener quien oficiase el entierro para soportar el real olor. Suerte que él ya no se dedicaba a esas cosas. Acto seguido una punzada de remordimiento le atravesó el corazón.

Encontró sitio en una posada bastante aceptable, sin más pulgas que otros sitios donde había dormido, pero sin grandes lujos como un lavamanos. Se comía bien, eso sí. Pasó dos días pululando por la ciudad hasta que, el día de la fecha, se personó ante la mole de piedra que coronaba el cielo burgalés. Un templo levantado para no ser olvidado jamás y que recordaba a todos los paganos que recorrían ese reino que el Altísimo estaba en los cielos y no escondido bajo una piedra enmedio del bosque.

En cuanto abrieron las puertas entró. Se dirigió al lateral reservado a los clérigos, puesto que seguía con los votos sacerdotales, y, tras la protocolaria genuflexión ante las figuras de los Profetas, se arrodilló en un banquillo, orando al Altísimo que hubiese perdonado al antiguo rey esos ataques de cólera que a veces le entraban y que valorase que gracias a él toda una archidiócesis había despertado de un letargo, aunque hubiese sido por poco tiempo. Y ahí se estuvo, esperando a ver quién seria el oficiante...hasta que se fijó en el suelo. "Y sí...".

Bajó una mano, haciendo ver que se rascaba la rodilla que tenia hincada en el suelo...y se puso a tocar las baldosas del suelo que tenía cerca. Pasaba el dedo por los rebordes, buscando alguna suelta. Sabía que aquel viejo monje había estado en la península, y el templo burgalés era un centro de referencia en el mundo aristotélico. Tal vez había escondido ahí la octava tablilla.

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Cyliam


Desde el Caos hasta burgos, habria unas cuantas horas de viaje, asi que la familia di Veneto Espinosa al completo, y cuando digo al completo incluimos a todas las criaturas, si incluido el perro, el huron, y bueno el gato mejor lo dejamos en casa que hoy esta un poco arisco.

- Vamos a ver, organizacion ante todo. Brynne y Mariana en ese asiento, tu Miku aqui conmigo. Decia la pelirroja mientras iba indicando a los miembros de la familia como sentarse. - Wallada tu ahi con las niñas y llevas a Lucan contigo, yo llevare a Ginebra, y ahora.... Dijo mientras levantaba los pies como podia. - Uri tu en medio de los asientos y como se te ocurra morderme los cordones te tiro en los caminos. Ahora las ardillas que se situen en su sitio. ¿Y donde esta Diablo? Pregunto mientras se intentaba mover a duras penas dentro del carruaje buscando al huron come plumas el cual estaba encaramado a la espalda del rubio intentando comerse la pluma que colgaba del sombrero. - Vale, cariño tu llevas a Diablo en la espalda, ahora esta entretenido con la pluma. Sonrio y le dio una carantoña a su esposo.

Despues del orden del caos, o caos del orden, o bueno quien sabe, esa familia era especial en su conjunto, bueno pues que el carruaje se puso en camino direccion Burgos, el camino se hizo largo pero fue amenizado por las delicias de canela que tanto la mora como la pelirroja habian traido en sus zurrones, los mas pequeños Lucan y Ginebra, se relamian los dedos, las ardillas compartian los dulces llenandolo todo de migas, Brynne y Mariana hablaban entre ellas comiendo los pastelillos y para endulzar aun mas la escena la pelirroja daba de comer al rubio mientras sonreia tontamente y ¿que hacia Wallada a todo esto? Pues ella comia su pastel mirando por la ventana murmurando alguna cosa en arabe como menudo pastelon me estoy tragando o que menos mal que los azucometros se habian quedado en pucela y no habia un baño de sangre o que cuando inventarian la insulina para no morir por un subidon de azucar.

En fin que por fin llegaron a Burgos, el "desembarco" fue un exito hasta que le toco salir a la pelirroja la cual piso el rabo a Uri que a su vez salto aullando como un loco, empujo a la pelirroja y esta cayo sobre Wallada que esperaba en la puerta del carruaje, y cuando ambas mujeres estaban en el suelo aquejandose de los dolores, Uri salto sobre ellas y lloriqueo hasta Brynne, y por si eso fuera poco, luego fueron atropelladas por la marabunta de ardillas que chilloteaban y rodeaban a la pelirroja alarmadas por la tremenda caida.

- Si es que esto no puede ser, ya no solo necesitamos una casa mas grande, tambien un carruaje mas grande. Gruñia la pelirroja mientras se acomodaba las ropas ayudada por Wallada y el rubio.

Cuando entraron en la catedral, todos, todos juntos, si con animales y todo, la pelirroja oteo el suelo y miro de reojo a Uri, es que Uri era el buscador de tesoros, Uri miraba a la derecha con recelo, luego a la izquierda, despues al centro y al final se sento... - Vamos decidete, donde vamos. Gruño por lo bajo pateando el trasero del perro con disimulo que finalemente se dirigio a la izquierda. Y toda la familia sigio al animal hasta que se sentaron, entonces con disimulo y varias ardillas sobre el regazo la pelirroja arremango la falda sacando del liguero cuatro cucharas. - Ale ya sabeis que hacer, hay que buscar algo digno o no podre pagar el nuevo carruaje.

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Ruy_tristan


La mañana aparecía y con ella las campanas de la Catedral de Burgos que resonaban en especial son anunciando la ceremonia del funeral del Rey Borja. Tras la celebración de la lectura de su testamento ahora tocaba darle aristotélica sepultura y el encargado de ello sería el Cardenal Fadrique, amigo del Rey y de la villa de Valladolid.

El Borja portaba un sombrero de tela francesa con una pluma negra. En medio del gorro llevaba sus inciales, RT, bordadas en oro. Cubríale la espalda una inmensa capa azabache, con las puntas acabadas en plata y toda la vestimenta formaban una figura de tonos lúgubres, oscuros y tristes. En el centro del pecho el famoso escudo de los Borja bordado en oro.

Ruy no quería una entrada magestuosa, la quería silenciosa, no tenía ganas de trompetas aquel día. Entró en la Catedral con escoltado por la Guardia Real y varios miembros de la Guardia Asturiana que le habían seguido en su última misión con el Trastámara. Entró en el sacro lugar, se santigüó y persignado ya tomó asiento en la primera fila, al lado del descanso eterno de su primo.

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Caasi


Hacía varios años que el De Rojas no veía a su viejo amigo Carolum, si bien se habían carteado con asiduidad durante todo este tiempo.
Por ello, gran asombro e incredulidad le sobrevino al enterarse de la muerte del soberano de Castilla.
Agarró su montura y, casi con lo puesto, partió en dirección a ver por última vez a su viejo amigo.

No muchos días faltaban para el sepelio, mas Caasi no tardó mucho en llegar, ya que apenas tardaba tiempo en comer y en dormir. Esto era más importante, ya habría tiempo para la calma.

Las puertas de la Catedral estaban abiertas y la gente, más o menos importante, iba entrando y tomando asiento.
Entró y, mientras caminaba hacia la quinta o sexta fila de bancos, oteaba un poco para ver si veía alguna faz conocida. Divisó a Ignius, Cyliam, al viejo Cosme... Carolum era una persona querida y eso se notaba.

Se sentó y, cabizbajo, esperó el comienzo de la misa.

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Vibora


El cuerpo del rey había sido trasladado a la Catedral de Burgos para darle sepultura. No le apetecía absolutamente nada asistir a una misa aristotélica, pero era el último sacrificio por la Corona. El Secretario Real no podía faltar.

Así que entró en la Catedral en silencio. Algo incómodo llegó hasta las primeras filas y se dispuso a soportar aquello con estoicismo.

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Marled


El Requiem por S. M Caroum I estaba cercano a iniciar, la Obispo de Osma esperaba junto a los Prelados para dar comienzo a la ceremonia.

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Liborio


Las banderas de la capital se erguían a media asta, desde la calle se podía vislumbrar como muchos de los ciudadanos, habían colocado crespones negros desde los ventanales más altos de las casas, la gente se aglomeraba por las callejuelas rumbo a la Catedral, los carruajes y caballos transitaban las calles principales, entre aquellos carruajes resaltaba el blasón de la casa de Alba, de la cual fuera el difunto monarca.

Un joven miraba por las ventanillas del coche, su tez pálida y sus ojos ausentes demostraban que se encontraba en un momento tormentoso de su vida, un movimiento en el coche hizo que el Infante regresara su vista al interior, al ver a la mujer que se encontraba ahí sonrió un poco, aquella mujer había acompañado al Conde en los últimos días, cosa que sin duda agradecía el joven.

-Creo que hemos llegado- dijo el joven cuando el carruaje se detuvo y se escuchaba como los pajes se bajaban para abrir la puertecilla, ante lo cual el Infante no dudo en bajar, el de Borja vestía de luto rigoroso sin perder la extravagancia que caracterizaba a la casa de Alba, desde las botas hasta el sobrero, pero lo que distinguía su vestidura era el cuero de sus pantalones acuchillados, así como los broches con el blasón de Alba que sostenían la capa.

El Infante se giro para ayudar a bajar del carruaje a la mujer que le asistió en esos tiempos de tribulación, aquella con la que poco tiempo había convivido pero que había demostrado su gran corazón. Cuando se volvió hacia la catedral, el rostro del de Alba se torno inexpresivo, tomando fuerzas de donde escaseaban, comenzó a caminar hacia el interior del recinto

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Taresa


Taresa recogió a Lurien a la puerta del monasterio y se fueron las dos en la carreta a Burgos. Durante el camino no hablaron demasiado: como siempre que estaba triste, la rubia agachaba la cabeza, jugaba con el pelo y se hacía trenzas. Taresa tampoco tenía muchas ganas de conversar, pero alguien tenía que mantener el tipo. De vez en cuando le colocaba la mano en el hombro o le acariciaba la cabeza, con la esperanza de hacerla sentirse un poco mejor.

Llegaron por fin a la ciudad, donde dejaron el carro. La rubia y la morena buscaron la catedral y entraron en el recinto, cubriéndose las cabezas con los chales en señal de reverencia y buscando unos lugares en la parte trasera de la nave.

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Ana.cat
Uma coluna composta por pouco mais de trinta cavaleiros armados e identificados com as cores e heráldica do Reino vizinho nos seus estandartes pararam defronte da grande catedral de Burgos. No meio deles estava Ana Catarina, montada num cavalo de pelagem escura que condizia com o seu traje e muito provavelmente também com o seu estado de espírito.
A rainha desceu da sua montada ali mesmo e lado a lado com o seu secretário subiram a escadaria que a conduzia à entrada da catedral, acompanhada por uns tantos guardas.
Não se via grande opulência nas suas vestes, eram de cortes simples e numa tonalidade triste, carregada de melancolia. Sobre o vestido prendera uma capa negra com capuz para esconder a face.
Era um dia de pesar para ela, mais que um rei era um grande amigo que ela via partir...


- Em breve serei eu... - murmurou meio engasgada em lágrimas num tom estranho e quase profético. Estaria ela a adivinhar a sua própria morte...?

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Una columna compuesta por poco más de treinta jinetes armados e identificados con los colores y heráldica del Reino vecino en sus estandartes pararon delante de la gran catedral de Burgos. Entre ellos se encontraba Ana Catarina, montada en un caballo de pelaje oscura que coincidía con su traje y muy probablemente también con su ánimo.
La reina descendió de su montada allí mismo y con su secretario subió la escalera que conducía a la entrada de la catedral, acompañada por unos tantos guardias.
No se veía grande riqueza en sus ropas, eran de cortes simples y con un tono triste, lleno de melancolía. Sobre el vestido llevaba un manto negro con capucha para ocultar su rostro.
Era un día de pesar para ella, más que un rey era un gran amigo que ella veía partir...


- En breve seré yo... - murmuró medio engasgada en lágrimas en un tono extraño y casi profético. Estaría ella a adivinar su propia muerte...?
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Zebaz
Con paso lento, hacia camino hacia la Catedral. Cogido a su bastón y con un rostro sereno iba pasando entre la gente, algún asentimiento para saludar a los conocidos, pero sin mucho entretenimiento. Miro hacia lo alto de la catedral donde las campanas repicaban a difuntos. La muerte del Rey.

No puedo evitar al poner el primer pie al interior de la Catedral hacer una pequeña sonrisa, mejor no se imaginaban lo que podía pasar por la mente del viejo Barón, podía dar más miedo lo que le venia a la mente, en aquel momento donde todos mostraban sus ojos llorosos, para él hacer una sonrisa.

Decidió sentarse en uno de los últimos bancos. No le apeteció pasar por todo el pasillo central a ocupar alguno de los bancos principales donde seguro que se encontrarían los amigos y familiares del difunto. En la parte trasera seguramente estaría todo más tranquilo y mejor acompañado.
Fijo su mente al altar principal, y quedo quieto sin movimiento y gesto alguno.

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Urania


Desde su lugar entre los nobles de la Corona de Castilla, vio llegar a la reina Ana Catarina. Se levantó a su paso, e hizo la debida reverencia, hasta que la Reina fue a ocupar el lugar de privilegio que su rango le aseguraba.

Urania asistía con cara grave a las exequias del Rey de Castilla y León Carolum I. La ceremonia no tardaría empezar, esperaba que no se hiciera demasiado larga, con aquel calor.

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Natassha


Tras largos y tediosos días atravesando las diferentes villas de Castilla, parando solo para que los caballos comieran, tomaran agua y descansaran lo mínimo necesario, tiempo que aprovechaba Mardoqueo para descansar también, el coche de la de Moguer hizo entrada en Burgos, la capital del reino, para continuar su trayecto directamente a la catedral donde se realizaban las exequias de S.M. Carolum I Rey de Castilla y León.

Las calles solitarias, el cielo gris, una sombra de tristeza y dolor se cernía sobre el reino, los pocos parroquianos con los que se cruzaban llevaban reflejado en sus rostros la tristeza que los embargaba por la muerte del Rey, dentro del coche la de Moguer y su esposo Lancelot Del Lago, cansados pero ansiosos por llegar al funeral.

Luego del recorrido por la calle principal de Burgos, al fin el coche se detuvo y Mardoqueo bajó el pescante, Lancelot bajó envuelto en su larga capa negra y tendió la mano a Natassha para que bajara ella también. Al poner pie en tierra, la rubiales alisó su vestido y arregló la larga capa, negros ambos como una noche sin luna, quitó un indiscreto rizo que el viento llevó hacia su frente y apoyó su mano sobre el brazo de su esposo para hacer, ambos, su entrada a la catedral a darle el último adiós a S. M. Carolum I, quien en vida fuera Rey de Castilla y León.

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El conocerte a ti, ha sido una bella experiencia, porque tú has devuelto a mi en el amor la creencia.Felizmente casada con Lancelot Del Lago.
Fadrique


La comitiva entró en el templo.



Canónigos y cabilderos precedían a los Prelados y tras hacer una breve parada ante el féretro del difunto monarca, se colocaron cada uno en sus respectivos sitios, quedando en pie en el Cardenal Fadrique y la Obispo Marled quienes oficiarían la ceremonia.

El cardenal se dirigió a los presentes, compungido por el dolor que le embargaba ante la pérdida de su amigo y mentor:

Hermanos, amigos, familiares del difunto, este es para mi uno de los momentos más tristes de mi vida. Jamás pensé que me vería en la tesitura de tener que oficiar los funerales de Carolum, permitidme que lo llame así. Carolum fue para mi un padre, un hermano, un amigo. Él fue quien me ordenó sacerdote tiempo ha en Tarragona, él fue quien me encargó de la parroquia de Gerona, él fue mi guía espiritual durante todo mi magisterio.

Pero no sólo a mi ayudó en vida. Todos sabemos que dedicó su vida ya como sacerdote, Arzobispo, Cardenal o Rey al bienestar y crecimiento espiritual de los demás.


Tras meditar unos instantes dio comienzo a la ceremonia, alzando los brazos se dirigió a los presentes.

Después de todas nuestras miradas que cruzaron el suyo, que pueda ver, por fin, el tuyo, Señor

Después de la amistad que recibió y quien guió su vida, concede a él la última amistad que es la suya Señor

Después de las penas y las lágrimas que oscurecieron su vida, ilumina su camino para la eternidad.


Todos, "Señor no desvíes tu mirada de nuestro amigo."


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Marta296


El camino se eternizaba y acortaba al mismo tiempo, por extraño que pareciese. Al principio intentó animar al joven, pero la conversación fue decayendo a medida que el carruaje se acercaba a la catedral. Finalmente ambos quedaron en silencio mirando por la ventanilla. En uno de los baches del empedrado cruzaron la mirada un instante. La tristeza hacía estragos en el rostro de su acompañante y, aun así, le dedicó una sonrisa. Ella le respondió sonriendo levemente. Era un momento muy duro, en el que tendría que crecer rápido. Y ella lo sabía. Lo único que podía darle era su apoyo incondicional... Cierto era que como familiar le quedaba algo lejano y, aun así, le tenía un gran afecto.

-Creo que hemos llegado. Y así era. El Infante la ayudó a bajar del carruaje. Había llegado el momento y debía mostrarse fuerte. Para ella siempre era desconcertante el modo en que el joven se transformaba en público. Todo rastro de debilidad se había esfumado cuando entraron en el templo.

Cruzaron toda la nave y ella dejó su mirada clavada en el altar, pues no sentía ganas de reconocer a nadie. Y cuando ocuparon sus asientos se sentó a su lado, aunque no estaba segura de que aquel fuera su lugar. Pero de lo que estaba segura es que nadie vendría a recriminarla, pues no era momento ni lugar para ello.

Todo estaba dispuesto. El cardenal comenzó a hablar. Marta miró de soslayo a Liborio y no apreció emoción alguna en él. Como debía ser. Bajó la mirada al suelo. Murmuró:


Señor no desvíes tu mirada de nuestro amigo...

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