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La Gran Celebracion en Compostela

Leril


Mire a mi prima detenidamente, para asegurarme de que nada habría tramado, y tome el collar y los caduceos, no pudiendo evitar quedarme mirando a estos últimos. "Nueva capilla, nueva arma. Y mejorada" pensé, y me aleje de la pelirroja, preparando en mi cabeza una lista de las primeras posibles víctimas de esa nueva arma.

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Milord Bizcochito a gatievolucionado a... ¡Lioniau!
Cyliam


La pelirroja miro a su prima fijamente, seguramente ya estaba pensando en hacer alguna de las suyas, no tenia que haberle regalado aquellos caduceos nuevos, pero bueno quizas gracias a las diabluras de Leril la orden tendria un poquito mas de ruido.

- Don Miku Espinosa Irman Cabaleiro de la Enxebre Orde de Fisterra, acercaos para vuestro nombramiento. Arodillaos y jurad.

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Mikumiku


Leril apareció y tomó los cadúceos como le correspondía. Dónde se había metido era algo que Miku ignoraría ya para siempre jamás, pero tampoco le importaba. No le importaba nada más porque le tocaba salir ahora a él. Concentradísimo y serio para las circunstancias se levantó de su asiento en la primera fila de bancos y subió el escalón que llevaba al altar.

Es difícil explicar los sentimientos que recorren a una persona en un momento como aquél. Esa mezcla extraña de nervios y felicidad que se tiene cuando hay que recoger un premio, al ser halagado por alguien de más alto valor, o en el caso del rubio, de recibir el honor de ser elevado a una nueva posición dentro de la Orde. Más contento estaba aún al compartir el acontecimiento con todos aquellos seres queridos a quienes podía llamar amigos, maestros y hermanos. Ahora sería un caballero como tal reconocido en toda la Corona y eso le hacía mantenerse erguido de orgullo, de gratitud.

No miró directamente a la gente del público por evitar que la vergüenza le hiciera una mala pasada en el último momento. Despidió con una mirada cómplice a Leril cuando se cruzó con ella, y siguió avanzando hasta llegar frente a su esposa, donde se arrodilló. Cyliam... Lo que la amaba no tenía nombre. Seguía tan hermosa como siempre, y aunque entonces hubiera desaparecido por un tiempo la expresión divertida de sus ojos verdigrises, no podía dejar de regalarse la vista con ella. Pronunció dos palabras inaudibles sólo para la del cabello de fuego y después habló en voz alta, que se escuchara de cada rincón de la capilla:

Juro delante de todos, de vivir y de morir con honor.
Juro combatir la inquietud y socorrer al prójimo.
Juro, igual en el combate como en la paz que ningún caballero será considerado por mí como enemigo, aunque sea adversario.


Juro fidelidad a la Orde y esforzarme en perpetuarla.
Juro respeto a las damas, veneración a las madres .
Protección a los niños y a los ancianos.
Asistencia a los enfermos y los necesitados.
Juro respetar la fe de otros y buscar más la verdad que la gloria.


Si por desgracia yo traicionara mi juramento ruego ser expulsado de la orden como Traidor.

Juro sobre la cruz de la Orde, la espada y las virtudes.

Sonrió. Se había acordado de todo.

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Cyliam


La joven no pudo evitar sonreir tontamente y suspirar del modo mas empalagoso pero se mantuvo en su sitio intentando estar lo mas seria posible ante aquel rubio que la robaba el aliento con su simple existencia.

- Asi pues, yo, Cyliam di Veneto como Gran Maestre de la Orde de Fisterra, te nombro Caballero de la Orde, honra a la orden y se ejemplo presente y futuro. Cela que tu fais, te fait.

Hizo una pausa llamando de nuevo al mozo que esta vez se acerco con una corona y un pergamino.

- Desde este momento podras portar en tu escudo de armas, esta corona como Caballero, y ademas, gozar de tu propia villa, la cual has estado cuidando con esfuerzo hasta este momento, aqui el pergamino que demuestra que tu, Miku Espinosa, Caballero de la orden eres en este momento, el dueño de la villa de Vimiazo asi como de todos los bienes que esta pueda proporcionarte.

Tras entregar los objetos a su esposo, le hizo levantarse pero antes de que este dijera nada la joven se adelanto hasta la altura del rubio para decir una ultima cosa antes de terminar con la ceremonia e invitar al banquete.

- Que quede presente ante todos vosotros, testigos de esta ceremonia, que este nombramiento como dicta la ley ha sido entregado, en presencia no de uno, sino de tres heraldos. Doña Anne Leril Gilbert Heredia, Maestra de Armas de Castilla, Don Kharadura... digo Khanigalbat Hernando de Osuna, Vicemaestro de armas y Don Astaroth da Lúa, nuestra estimada y odiada comadreja.

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Mikumiku


- Gracias. - Musitó el joven en un susurro, embriagado por la emoción.

Arrodillado en el suelo de piedra inclinó la cabeza para que fuera más cómodo para la Gran Maestre coronarle. Pronto notó el peso del aro sobre la cabeza, y una lágrima se lanzó rebelde al vacío desde su rostro. ¿Que pensarían de él esos padres a los que nunca conocería, esa familia perdida en la historia? Estarían sonriendo desde el paraíso, observando todo, compartiendo las sensaciones pese a la enorme distancia que les separaba.

Miku se alzó despacio para recoger el pergamino. En realidad no le importaba aquella gente a la que jamás volvería a ver en esta vida. Su familia de verdad estaba siempre cerca, siempre junto a él apoyándole cuando lo necesitaba. Era más de lo que se merecía. El caballero respiró hondo para tranquilizarse, cerrando los ojos unos segundos para tranquilizar todos esos recuerdos que la memoria le disparaba sin piedad.

Se acercó a ella y le dió un abrazo, feliz como estaba. La rodeó fuertemente con los brazos hasta que le pareció demasiado para una ceremonia como aquella. Volvió rápidamente y sonriendo a su sitio para sentarse, profundamente agradecido con todos los presentes. Ahora sólo faltaría que Cyl anunciara la comida, y podrían festejar el ennoblecimiento tanto como quisieran.

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Urania


La Duquesa, desde el fondo de la sala pensó, ¿y ahora? ¿se aplaude o algo?.

La gente se iba moviendo de sus lugares (por los dioses, estos bancos aristotélicos, a ver si los hacían ergonómicos de una vez), y ella fue avanzando para ponerse entre el noblerío, así como quien no quiere la cosa, por disimular lo de haber llegado tarde. Al acercarse a la gobermora, observó un destello en la mano de Vladie. ¿Ya estaba urraqueando por ahí? ¿Lo tiraría luego a las alimañas?

Esperaría a que Miku y Cyliam dejaran de alimochear para acercarse a felicitar al nuevo caballero.

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Cyliam


La pelirroja sonrio por fin iba a poder dejar de comportarse como una estirada y soltar alguna locura, ademas de ponerse las botas con la cantidad de marisco que habia hecho cocinar.

- Señores y señoras, si sois tan amables, que ya se que lo van a ser porque han venido todos a comer gambas, pueden acompañarme al salon donde sus platos y copas estan esperando.

Dijo mientras avanzaba hasta la puerta y comenzaba a hacer señas para guiar a los invitados al salon.

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En el salon, las mesas rectangulares estaban dispuestas para que todos pudieran verse la caras, los platos relucientes, y las copas algunas de plata y otras de cristal esperaban ser llenadas con los vinos gallegos y las fuentes de mariscos comenzaban a ser servidos en las mesas.

En la mesa principal se sentaron los miembros de la orden en las demas mesas fueron acomodados lo invitados por los soldados, a fin de cuentas tampoco sobraba el dinero en Compostela como para andar contratando servicio extra y los soldados eran capaces de hacer dos trabajos a la vez.

- Quisiera hacer un brindis por Leril y Miku y por los invitados que tan amablemente habeis venido al culo... digo al fin del mundo. Sonrio alzando la copa.


Ale ya podeis felicitar y engullir gambas.

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