Maldecía, maldecía una y mil veces, ¿por qué le temía?, ¿por qué no podía ser más valiente y estrangularlo con esa lengua viperina que le había servido para librarse de él tantas noches anteriormente?
Caminaba un paso atrás del, y le miraba cargar el saco con los dos pequeños adentro, al menos, no sentía el peso de la criatura en sus brazos, cosa que antes le había torturado.
Llegados a un punto, un jinete se acerco dando un brinco del caballo y reconociendo en la voz y bajo el sombrero a su señora, la Infanta, la madre de las criaturas. El cuerpo se le heló completamente y agacho la cabeza, manteniéndose, el paso y otro, más atrás.
Que no me reconozca, o seré mujer muerta - susurraba la Perra en silencio, miro al Rata dejar el saco en el suelo y observar a la señora para examinarla un segundo antes de responder, luego, le sintió sorber la nariz, lo que le hizo recordar cuando la deseaba a ella misma, si es que alguna vez la había deseado. Si bien la Perra no tenía una sola gracia física, había conquistado al Rata con otro tipo de argumentos, e incluso aceptaba en su interior que los primeros años le había amado. Pero desde hacía mucho tiempo, le despreciaba y cada vez que el Rata sorbeteaba la nariz, sabía que él la estaba deseando, mas esta vez, la mirada la tenia posada en el cuerpo de la señora Ederne.
Mantuvo silencio e intento observar de lado a lado por si había más jinetes esperando, como le pusieran una mano encima, el Rata seria hombre muerto.
Pero cuando salió de sus pensamientos, la Infanta yacía en el suelo y forcejeaba con el Rata, el sombrero había volado por los aires y el cabello estaba enmarañado en la tierra del camino, la Infanta daba patadas al aire, intentando zafarse, pero ante el cuerpo del Rata era imposible ganar, la Infanta llevaba las de perder.
Observo el saco que se movía inquieto y los pequeños comenzaban a llorar, quizás debido a que habían reconocido la voz de su madre de la misma forma que la había reconocido yo.
No quise levantar la cabeza, para no ser reconocida, si lo hacía, la Infanta debería morir, y a estas alturas prefería mantener mi cabeza sobre los hombros.
El Rata forcejeaba pero más que todo aprovechaba de pasarle las manos por el cuerpo en clara señal de deseo, ciertamente la Infanta era hermosa y deseable, la Perra sentía que si no intervenía, el Rata se haría del cuerpo de la Infanta en su presencia, sin importar nada.
Levanto la vista y la mirada de la Perra se cruzo con la mirada de la infanta, ella estaba aterrorizada, el rostro perlado y sonrojado por el esfuerzo, algunos cabellos le cubrían parte del rostro y estaba húmedo por el sudor que emanaba la fuerza que hacía por deshacerse del Rata, sus piernas iban perdiendo a cada momento un poco mas de fuerza. Por un momento la Infanta había dejado el forcejeo para mirarla con asombro, la había reconocido y tenía en la mirada la pregunta y la incredulidad plasmadas.
Ante el evento de verse descubierta, la Perra no tuvo otra opción y se agacho rápidamente a afirmar las piernas de la Infanta para inmovilizarla
al fin haces algo bueno, mujer! - le escucho decir al Rata con sorna. Que aunque no le veía el rostro, pues lo tenía muy cercano al cuello de la Infanta, podía adivinar que le sonreía.
La Señora no pretendía dejarse vencer, así que la Perra rodeo ambas piernas con sus brazos y los cogió con fuerza.
De pronto sintió algo metálico dentro de una de las botas y disimuladamente metió la mano para cogerlo, el acero era frio, era un puñal corto, inmovilizaría a cualquiera. Saco la mano y lo miro un momento pensando en las posibilidades que tenía con un puñal en la mano.
El Rata seguía deleitándose en el aroma que la Infanta expelía, en la fuerza que esta hacia para librarse, se notaba que ella estaba dispuesta a pelear sola, pues ni una sola palabra solicitándole ayuda o implorando piedad había salido de su boca.
Si la señora vivía, bien podría la Perra darse por muerta, y quizás, era lo mínimo que merecía -
acaso ¿ya no estaba muerta en vida desde que había vivido junto al Rata?
Cogió el puñal y lo dejo caer, ya no le importaba si su cabeza rodaba, estaba cansada de todo aquello, no elevo la vista, solo soltó el puñal que había quedado incrustado en el cuerpo del Rata y soltó las piernas de Ederne.