Gulf_de_ostemberg
La tarde se tornaba cada vez más oscura y el tiempo invernal hacía que en Picassent la gente estuviera resguardada en sus casas. Ni un alma rondaba ya las calles, y tan sólo los guardias del Castillo permanecían a la intemperie, cubiertos con largas capas sobre el portón.
Entre los árboles de los bosques cercanos, por el camino de la capital llegaba entonces un jinete, inclinado contra el viento y al galope vivo. No paró hasta llegar al castillo.
¿Quién va? preguntó el guardia.
Traigo un mensaje urgente para el Conde de Tabarca. Su Majestad Rose I me envía respondió con la respiración acelerada y a viva voz.
El portón crujió entonces y comenzó a abrirse, dejando pasar al hombre que atravesó el patio hasta la puerta principal.
En uno de los salones, el alboroto era máximo. Tres niños de corta edad jugaban como pequeñas bestias sobre la alfombra junto a un butacón en que su madre junto a la chimenea prendida les vigilaba. A poca distancia y con la mirada perdida en el infinito, el Conde de Tabarca tras un escritorio trataba de trabajar.
¡Por Santa Calandra! dijo saliendo de su ensimismamiento Y pensar lo que siempre presumí de la tranquilidad de mi Castillo. Ya me decía Yuste Te casaste, la cagaste. Recuerdo como me reía de él rodeado de tanto crío, aunque en el fondo, él estaba encantado. Ahora nos toca a nosotros, cariño, que si bien no acabamos desquiciados con estos críos, disfrutaremos algún día de su madurez.
Pero su charla se vio interrumpida por la llegada de una doncella.
Mi Señor, disculpadme. Un mensajero del Palacio Real dijo hablando rápidamente Dice que debe veros con urgencia.
Adelante, que pase por favor pidió.
El joven, calado hasta los huesos y temblando de frío entró en el salón cabizbajo. Miró a los niños un momento. Una pequeña niña pelirroja mordía el brazo de su hermano mientras una bolita rubia le tiraba de las orejas.
Ignoradles y hablad urgió el de Tabarca Mi esposa puede estar al tanto imagino.
Sí, Egregio. Su Majestad Rose I me envía. El Rey ha regresado, pero su estado es grave según dicen los galenos. Urge vuestra presencia en la capital.
Franciska se tapó la boca conteniendo el aliente y él le mantuvo la vista anonadado.
Señor, atiende a este hombre bueno en sus horas de debilidad. No le dejes partir aún a tu lado murmuró elevando una oración al Altísimo Gracias por venir le dijo al muchacho - ¡Sancha! Pon algo caliente a este hombre. ¡Dionisio! Prepara el carruaje con premura, debemos partir de inmediato. ¡Dulce! Quédate con los niños hasta nuestro regreso.
Antes de acabar de organizar su casa, su esposa ya estaba a su lado en pie y le cogía de la mano.
Déjame acompañarte pidió la Condesa.
Venid pues. Vuestra juventud nos hará bien. ¿Creéis que podáis montar? Llegaremos más rápido y las circunstancias lo exigen.
La mujer le miró frunciendo el ceño. Aquella cara era habitual, pues el Conde solía provocarla.
Cierto es. Vos podéis si Nos podemos. ¡Maldita rodilla! gruñó - ¡Dio! ¡Prepara mejor los caballos! pidió Y necesitaremos un par de gruesas capas. Puñetero invierno ¡Puñetero día! ¡Puñetero Yuste! ¡Cómo se le ocurre! Todo el día llamándome viejo y ahora pretenderá ganarme en su llegada junto al Altísimo. Seguro que quiere tomar la delantera para prevenirle sobre mi ¡Ay Señor! Que tiempos tan aciagos nos ha tocado vivir.
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