Aquel domingo había sido extraño de principio a fin... y cerraba los ojos, ensangrentada y en el suelo, pensando que aún no había acabado del todo...
el señor me dará fuerzas para levantarme... susurraba para si
...
Empezó la mañana muy temprano, al alba, junto a su fiel Igor y a la condesa de la Cerdanya, Swini. A un bosque no muy lejano fueron a enterrar a
pitiuso, el gato negro, muerto en extrañas circunstancias... no solía mezclarse en aquellos asuntos, pero dado que podría llegar a oídos de la KAP, no quería que ningún cabo quedase suelto...
Enterradlo hondo, le decía a Igor,
si se enteran los de la KAP, le dedicarán siete legajos y entonces no habrá solución, pobre Pitiuso... ya estaba mayor... en fin, descanse en paz... habrá que conseguir otro animal de compañía para las niñas... pero ninguno tan bueno como este...
Abrió el último Abruzzo, arrojando el corcho al suelo... sirvió a su sorella, a primera hora, con los primeros rayos del sol... brindaron en alboroque por el pobre animal...
por pitiuso...
...
Acabada la operación, acompañó a su sorella a misa dominical, y por el camino se inició una discusión acerca del alma de los gatos, los animales, y sobre si van o no al cielo... nunca había discutido con su sorella, y menos sobre aquello, pero intuía que algo las estaba alterando, quizás el maligno... no podía entender porqué discutian... pero no podían parar.
Swini, teóloga experta daba sus razonamientos eclesiásticos, y ella, últimamente muy cabezona e influenciada por las teorías vikingascastellanas de los marineros que pasaban y amarraban en Caspe, día si y día también... no daba su brazo a torcer.
Aquello, acabó tras los muros de Mequinenza, espada en mano... no uno, sino dos duelos, uno por el gato, el segundo por cabezonería... algo les estaba volviendo locas... no era razonable... era una pelea de gatas sin sentido.
Se vio espada en mano, frente a Swini... su primer pensamiento fue para las algas de Caspe, el Abruzzo quizás...
esto no puede ser verdad, no puede estar pasando... pero ya era tarde, su sorella, enfurecida lanzó varios ataques que intentó esquivar...
El resultado no podía haber ido peor... de rodillas cayó herida en tierra, la espada había salido volando y sus manos iban detener la hemorragia en su costado... intentaba contener los gritos de dolor, lo último que hubiera querido era tener allí a toda Mequinenza, o a su esposo... aquello iba a ser difícil de explicar coherentemente... si sobrevivía.
Ya en el suelo, y antes de perder el conocimiento, le susurró a Swini...
que no se entere Kossler,...