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[RP] El Palacio-Fortaleza de Mequinenza

Eloli1


Kossler a écrit:
-Nunca es tarde para cambiar. Incluso para nosotros. -Sentenció el Marqués.


Las palabras del Marqués sonaron proféticas y quizás eran la síntesis perfecta de lo que pensaba el de Fago, por ello volvió a dar un sorbo de su copa y retomó la amena charla.

" - Es cierto lo que afirmas amigo Kossler, durante toda mi vida he intentado con mayor o menos éxito seguir el camino correcto según me lo dicta mi conciencia pero más que miedo lo que me conmueve es una profunda incertidumbre sobre lo que me encuentre una vez abandone esta vida.

Por eso creo que seguramente deberé encomendarme a tu Altísimo para sentir que mi vida no terminará vacia. Sabes? "
dijo con una enorme sonrisa mientras jugueteaba con la enorme pluma de su chambergo que mantenía apoyado sobre una de sus rodillas. " - Siempre me resistí a abrazar fe alguna pero en vista de los últimos acontecimientos me he puesto a pensar que quizás una mano invisible sea la que me ha guiado por segunda vez hasta esta hermosa ciudad y por supuesto a este lugar. Y probablemente también haya sido la que me sacó de los brazos de la muerte en dos ocasiones consecutivas.

Por todo ello creo que lo menos que debo hacer es aceptar y reconocer algo para mi sobrenatural como puede ser los designios del creador."


El hombre se llamó a silencio durante unos interminables segundos, quizás sopesando las palabras que luego diría y luego expresó: " - Pues bien así están las cosas mi querido amigo aquí te encuentras con un viejo oso intentando justificar sus dudas y la decisión de modificar la conducta de toda una vida, he de aceptar por tanto tu fé aristotélica." finalizó con una nueva sonrisa mientras levantaba su copa en señal de un invisible brindis.


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Kossler


El Marqués estuvo callado un rato, escuchando y reflexionando sobre las profundas palabras del de Fago. Meditó un rato y luego se decidió a contestar.

-Es cierto que muchas veces sólo nos damos cuenta de las cosas cuándo nos pasan por delante. A veces siempre han estado ahí, siseando a nuestros oídos, pero no hemos querido o podido prestarles la debida intención. Sin embargo, darse cuenta ahora de que están ahí y no deben ser ignoradas, no es un error. Es más, yo diría que hay más sabiduría en eso que en seguir ignorando aquello que es evidente. -Dijo el caspolino, que casi podía ver los sentimientos y las enormes dudas en los ojos de Enrique.

Escuchó su respuesta y levantó la copa, brindando con su amigo.

-Brindemos por este día. El primer paso hacia una nueva vida. -Sentenció el Marqués, mientras daba un sorbo de vino, alegre.

Posó la copa y descruzó los brazos, mirando fijamente al Señor y esbozando una sonrisa.

-¿Y bien? Entonces sólo nos queda convenir la fecha del bautismo. -Dijo convencido el Marqués, esperando una respuesta afirmativa.

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Eloli1



Kossler a écrit:

Entonces sólo nos queda convenir la fecha del bautismo.


Las palabras del Marqués merecían una respuesta por lo que el de Fago sonrió una vez más, apoyó su copa en los labios y bebió parsimoniosamente luego de lo cual le contestó: " - Pues bien señor Diácono dejo en sus manos la ceremonia, decida usted la fecha más conveniente que allí estaré para sumarme a esa gran familia que imagino usted tendrá."

Eloli se sentía satisfecho y al apercibirse de las largas horas que había estado conversando con su viejo amigo comprendió que debía liberarlo para que atendiera sus numerosas obligaciones por lo que se dispuso a saludarle previo a retirarse del Palacio.

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Kossler


El Marqués dió un último sorbo y terminó la copa de vino, que posó sonoramente sobre la mesa de labrada madera. Asintió y se pasó la mano por el pelo.

-Bien. Te haré saber la fecha cuando tenga un rato libre, a ver que te parece.

Luego el de Fago hizo el ademán de irse. Kossler se levantó y le acompañó hasta la puerta.

-Te haré saber la fecha, espero que pronto. -Dijo el Marqués. Luego mostró una amplia sonrisa, a modo de despedido. -Que tengas un buen día.

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Kossler


Tras llamar a la puerta, ésta se abrió y apareció el viejo Seberino con una misiva entre sus manos.

El militar caspolino alzó la cabeza de sus libros de contabilidad y miró sosegado al de Larte. La carta parecía estar pulcramente lacrada. De alguien importante, entonces.

-Excelencia, ha llegado una misiva de Zaragoza para vós. -Cortó el Mayordomo los pensamientos del de Castelldú.

Kossler asintió y dejó la pluma en el tintero. Carraspeó y tendió la mano, para tomar la carta. No reconoció el sello, así que lo rompió y tras abrir la carta comenzó a leerla con tranquilidad. Al terminar, carraspeó de nuevo y tomó la pluma y papel para escribir la contestación. Seberino seguía de pié ante la mesa del depacho, con el ademán de retirarse.

-Es una carta de la Archidiaconisa de Lérida. -Puntualizó el noble, mientras mojaba la pluma en el tintero. -No te vayas, elaboraré la contestación en un momento.

Tomó la pluma, ya impregnada en tinta y comenzó a rasgar el papel, dibujando las primeras letras.

Citation:




    A Xania Di Valiant i Sauniére, Archidiaconisa de Lleida,


    Tened a bien saber que me agrada que mostréis preocupación por la Parroquia de Caspe e incluso me halaga, por no decir que me parece extraño, que también os mostréis atenta con mi persona y mi salud. Sin embargo, de poco tenéis que preocuparos. Personalmente, puedo deciros que aunque vaya cumpliendo años, todavía no soy un vejestorio. Los humores bien, de todos modos.

    En el ámbito profesional, tiempo ha que Caspe es mayoritariamente un pueblo abocado a la Fe Aristotélica. Remotos son ya los tiempos cuando la religión del Dios Pollo era aquí usual, dónde la paganía y la vida fuera del camino de la virtud marcado por el Altísimo y sus profetas era lo más normal.

    Os agradezco vuestro ofrecimiento de alojamiento para la capital Aragonesa, pero cómo bien sabéis, mi presencia allí no es del todo bienvenida. Supongo que no todo el mundo es capaz de olvidar las rencillas del pasado y otorgar el perdón. Por supuesto, os devuelvo el ofrecimiento, y sabed que si algún día volvéis a visitar Caspe tendréis alojamiento en el Palacio-Fortaleza de Mequinenza.

    Ante lo que comentáis... Sabed que os enviarán, junto con esta misiva, mil escudos en concepto de donación del Marquesado de Alcañiz para vuestros desfavorecidos zaragozanos. Tal vez así, se den cuenta que yo no les guardo rencor.


    Que el Altísimo os guíe y su sabiduría os ilumine.


    Atentamente,



    Firmado y sellado en Mequinenza el vigésimo sexto día del undécimo mes del año de Nuestro Señor mil cuatrocientos sesenta.

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Kossler


Hacía sol, pero ni con eso el frío se atenuaba al parecer. Es por eso que había tenido que buscar otra manera de no helarse de frío y de paso pasar el rato.

Los aceros chocaron con fuerza, saltando chispas que cayeron en la arena dispuesta en el patio de armas de palacio. Los dos hombres permanecieron largo tiempo en el forcejeo, tratando de golpear al rival, pero les era imposible. Viéndolo, el oponente saltó hacía atrás, deshaciendo el choque. La espada de su contrincante descendió hasta el suelo, errando el golpe, que partió el aire, y se clavó en la tierra. Inmediatamente el rival descargó un furioso golpe.

El Marqués abandonó la espada ante el inminente ataque y se movió ágil hacia los lados, sin nada en las manos con qué defenderse. Esquivaba con gracilidad los golpes de su adversario, pero sin embargo, lo iba acorralando poco a poco. El hombre soltó viendo su ventaja un corte horizontal y el General se agachó para pasar por debajo del tajo hecho en el aire por la espada. Golpeó con las manos los brazos de su oponente, que soltó la espada, que salió despedida por los aires y se clavó más allá, lejos de su alcance. El militar le hizo la zancadilla y corrió a buscar su espada. Mientras lo hacía, el hombre cayó al suelo de bruces. Cuando se giró encontró a Tenebrosa, la espada del de Castelldú, apoyada en su yugular.

-No te confíes por haber desarmado tu rival. El arma más poderosa de todas no está hecha de acero ni yace en nuestras manos, sinó en nuestra cabeza. -Reprochó Kossler al soldado dándose toques con un dedo en la cabeza. -Vamos, levántate. -Apartó el filo, clavó la espada en el suelo y le tendió la mano. -De vez en cuando no van mal estos entrenamientos.

Sonrió y desclavó la espada de azabache del suelo y la limpió de arena con un trapo para guardarla luego en su vaina. Tomó la capa que le ofrecía Seberino y se arrebujó en ella para protegerse del frío.

-Casi te tenía. -Dijo avizor el Mayordomo, que no había perdido detalle de todo el combate.

El Marqués se giró y asintió, mirando de reojo al de Larte.

-Es cierto. Yo también lo pensé cuando me desarmó. Sin embargo, esos golpes a dos manos le volvían demasiado vulnerable, así que los aproveché. -Aclaró el General. -Bueno... -Dirigió su mirada al sol, ya alto. -Iré a rezar un poco y luego comeremos...

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Kossler


El Marqués estaba sentado en la mesa de su despacho, firmando unos documentos de la Guardia. En su mayoría informes de aduanas y de estados de seguridad.
Aunque todavia parecía haber paz, en los últimos días parecía ser que ciertas revoltosas habían tomado las de villadiego en Lérida. No se conformaban con llevar a cabo acciones sin consultar a su pueblo, si no que además iban muy lejos, amenazando a Cataluña y atacando viajeros.

En estas estaba el de Castelldú, releyendo los informes de los últimos ataques sucedidos allí. La mayoria sin mediar palabra. Ya habian sido unas cuantas las víctimas y probablemente aumentarían con el tiempo; así era aquella gente. Se jactaba de defender unas instituciones a las que no pertenecían por decisión propia, pero no dudaban en usar la espada sin razones fundamentadas.

Apartó esos informes, algo apenado y siguió con sus otros documentos. Tenía trabajo: Además, probablemente tendría mucho más en los próximos días.

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--Seberino_saez


Seberino adecentaba las estancias de palacio lo más rápido que podía. Había tenido que preparar él sólo la estancia de la que pronto se alojaría en Mequinenza. Había cambiado parte de la decoración de la casa, había puesto flores en el salón y cambiado el aceite a todas las velas y antorchas.

Al parecer, no se dejaba nada. La habitación de la Condesa de Bétera ya estaba lista. Y si era menester, también había preparadas unas habitaciones de invitados.

El Mayordomo de Palacio bajó hasta las cocinas y pidió un refrigerio. La cocinera se lo dió, y el aragonés dió un largo sorbo al mosto de uva que le habían dado. Se limpió la comisura de los labios y respiró más tranquilo, consciente de que el trabajo estaba hecho. Se sentó en una de las sillas y reposó. Ahora podía permitirse descansar un poco.

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Tadeita


Caspe, invierno de 1461

Una nueva etapa de su vida se iniciaba en aquellos fríos días de febrero... escribía a todos sus hijos, les daría razón de sus nuevas señas en la villa de Caspe... había recibido respuesta a su petición de auxilio de manos de la Duquesa meses atrás, y por motivos que ya les explicaría a sus hijos más adelante, residiría en el Palacio del Marqués de Alcañiz.

Mientras escribía no podía dejar de sonreir, recordando al pobre hombre que había visto en la bodega del Llucet metido en un saco de cebollas... nadíe aún había podido entender cómo aquel había llegado a aquella situación.... pero cuando se dieron cuenta ya estaban muy lejos de la villa de Barcelona...

Casi no podía escribir del ataque de risa que estaba sufriendo, hasta que empezó a toser... al pisar tierras catalanas había contraído una leve enfermedad de la que aún se estaba recuperando, aquella gripe parecía haber invadido todo el territorio... gripe francesa le llamaban... cuando consiguió recuperarse de las toses, Iñigo entraba en su socorro con una jarra de agua...


- estoy bien, estoy bien, no os preocupéis... ¿y el marqués, sigue ocupado? ¿le habéis visto?... su mozo asentía con la cabeza... ocupado..., contestó el de Montoya....

Iñigo viajaba con ella a todos lados desde hacía años, se había convertido en su sombra y su protector...

...

- las niñas llegarán pronto, le dijo, pero no se si será buena idea, se escuchan rumores de guerra... le miraba... se encogía de hombros, estaban aislados en cuanto a noticias.... ; y el viaje a Castilla, pospuesto hasta que la situación se normalizase.... podéis seguir con lo vuestro... le despidió...



Volvía a coger la pluma.... y apartando las diversas cartas, escribía en un pequeño libro... dónde cada hoja terminada acababa en la hoguera de la chimenea,... hacía frío en Caspe... escribir venía bien para el alma, para los recuerdos y para no olvidar... y para desentumecer sus manos.... heladas en aquellos instantes... pero rara vez dejaba algo por escrito, sólo ocultos entre libros, entre mapas o en recónditos rincones de sus pertenencias...


Anotaba y repasaba los recuerdos de Alejandría, todo lo que había traído consigo, todo lo que debía dar... buscaba nueva fecha para el duelo... estudiaba los mapas y los caminos...

pero...

estaba cansanda... cerró el pequeño libro y dobló aquellas cartas, depositó la pluma donde no pudiera manchar nada... y se encaminó hacia la cama... se prometió que sólo sería un pequeño sueño... se echó por encima una pesada manta...

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Tadeita


Deambulaba por aquellos pasillos, observaba con detenimiento algunas armas y escudos en las gruesas paredes, cuán sobria y austera era la decoración de aquel lugar... notaba la férrea mano que gobernaba aquella fortaleza en cada uno de sus rincones...

Alcanzó la puerta del despacho del de Castelldú, debía estar allí inmerso en sus quehaceres, o al menos eso le indicó su mayordomo... cuando se acercó... no estaba cerrada, entreabierta... detuvo el gesto de su mano para anunciar su presencia, a golpe de anillo, en la madera de la puerta, y con sigilo observaba al marqués sentado en la mesa de su despacho, entre documentos... abstraído en sus pensamientos...

Dudó por unos instantes.... le dejaría trabajar... más no era importante lo que deseaba tratar con él... había aún tiempo... al menos hasta la llegada del cardenal y su séquito.

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Kossler


El Marqués se hallaba en su despacho, rodeado de cartas y documentos, esparcidos sin ningun tipo de orden sobre el escritorio. Apoyó el codo izquierdo sobre la mesa mientras se rascaba la cara. Tomó la pluma del tintero con la derecha y escribió otras líneas mas en una carta, que firmó y selló.

Otra negativa. Observaba con detenimiento la declaración de guerra por parte de Aragón. En las últimas horas, habían llegado numerosas cartas al Ducado de Caspe, solicitando ayuda. La respuesta, había sido siempre la misma. Una negativa. Una guerra para el Ducado de Caspe hubiera sido nefasta en estos momentos.

El General suspiró y siguió mirando los documentos, con la cabeza gacha. Oyó un ruido, de pasos. No eran los de Seberino. El Mayordomo tenía aún los andares de un militar, golpeando con fuerza en el suelo. Estos pasos eran flojos y constantes; distinguidos. Tenía una sospecha de quién podía ser.

-¿Qué haces aquí? -Preguntó seco Kossler, todavía absorto en sus pensamientos.

Levantó la cabeza. Acertó.

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Tadeita


Quizás buscar algo de abrigo y salir al patio de armas... a tomar el aire, pasear y aclarar los pensamientos... sería una buena idea...

Cuando comenzaba a girarse para abandonar aquel lugar, escuchó su voz...

-¿Qué haces aquí?... dijo él...

Apoyó su mano en la puerta , y suavemente la terminó de abrir... Disculpadme, me temo que no quería interrumpir vuestro trabajo... pero ya que así ha sido... avanzó lentamente, mirándole... necesito hablaros... y creo que es algo importante... realmente no lo era... pero necesitaba su atención, ahora que la tenía...

De repente, sentía que se le aceleraba el pulso, no se había planteado en ningún momento cómo o cuando le iba a dar aquella noticia... prácticamente, acababa de llegar a Caspe...

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Kossler


Dejó la pluma en el tintero y echó la silla hacia atrás para levantarse. Se acercó hasta la puerta del despacho, pasando justo al lado de Tadeita.

-Estamos en privado. -Dijo el Marqués cerrando la puerta con cuidado. -No es necesario que utilices los protocolos. Y no, no interrumpes. -Suspiró, y le señaló la silla frente al escritorio. -Siéntate y cuéntamelo. Te noto nerviosa.

El Marqués tomó asiento en su escritorio, ordenó rapidamente algunos de los papeles y los apiló, haciéndolos a un lado para dejar sitio en la mesa. Cogió de un cajón una botella y dos copas de plata. Llenó ambas con vino de Mequinenza y tendió una a Tadeita. Dió seguidamente un sorbo a la suya. Seguidamente, se inclinó hacia delante, mostrando atención.

-Es importante. -Pensó el Marqués para sí mismo, aunque lo dijo en voz alta. -Te escucho.

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Tadeita


Miedo le daba cuando empezaba a no poder disimular sus emociones, los años de embajadas en los condados italianos le habían otorgado unas fantásticas habilidades para la concentración, los engaños, el disimulo y ocultar los más serios problemas con una eterna sonrisa... pero aquello no funcionaba con él... o empezaba a conocerla demasiado, o estaba perdiendo facultades...

Agradeció aquella copa, la cual sujetaba con sus manos... moviendo el caldo, observando su color... ganando tiempo mientras pensaba por dónde empezar a contarle aquella historia... dejó la copa sobre la mesa... sabéis el amor que le profeso a mi hijo Césare y a su prometida, vuestra sobrina, Lisena... relajó el gesto... estoy preocupada por ellos... me han llegado rumores, posiblemente infundados... pero... se mordía el labio para no seguir y contar demasiado... necesito ir a verles y asegurarme de que no han cometido ninguna locura...

además... se levantó de aquel asiento... hace tiempo... prosiguió... hice un encargo al mejor herrero castellano, una espada forjada en Valladolid... aquello sonaba completamente disparatado... en realidad se trataba de un duelo... pero no pensaba que fuera buena idea contarle aquello a Kossler... dando la vuelta al escritorio, casi estaba a su lado... necesito ir a Castilla... y se que no es el mejor momento... pero, en unas semanas el Cardenal Di Valiant y su séquito tomarán el camino real... había pensado viajar con ellos... y se que me váis a decir que es una locura... pero necesito vuestro apoyo y consejo en este asunto... tocó suavemente el hombro del de Castelldú.

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Kossler


El Marqués suspiró y removió la copa de plata rellena de vino para oxigenerlo. Dió un corto sorbo y posó la copa sobre la mesa. Paladeó el vino, mientras su cabeza pensaba y meditaba, en silencio. Respiró profundo antes de contestar.

-Creo que no es necesario decir que ahora por ahora es peligroso. -Dijo el Marqués, mirándola fijamente. -Bandidos, ejércitos... No, no me convence. Que vayáis con el Cardenal no me tranquiliza. Creo que ya mataron algunos en algun lado...

Permaneció en silencio, observando su mirada, la mano de ella en su hombro. Sus ojos eran claros. Tomó su mano y la besó.

-Ya veo que iréis de todos modos. -Dijo resignado el militar caspolino. -Prometedme entonces que iréis con cuidado, evitando los caminos concurridos y peligrosos. No quiero que os pase nada.

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