Natassha
Por mucho que corrió la rubiales no logró llegar a tiempo para la misa en honor a Silencioso, ya la Catedral estaba vacía, hasta el último de los vecinos se había marchado.
Caminó lentamente, tratanto de recuperar sus fuerzas, por el pasillo central y se dirigió al altar mayor donde depositó el sencillo ramo de calas blancas que había comprado. Luego encendió un cirio en memoria de Silencioso, seguidamente se dirigió a una de las bancas y arrodillándose comenzó a orar.
-Creo en Dios, el Altísimo todopoderoso,
Creador del Cielo y de la Tierra,
de los Infiernos y del Paraíso,
Juez de nuestra alma en la hora de la muerte.
Y en Aristóteles, su profeta,
El hijo de Nicómaco y Faestis,
enviado para enseñar la sabiduría
y las leyes divinas del Universo a los hombres perdidos.
Creo también en Christos,
Nacido de María y Giosep.
Dedicó su vida para mostrarnos el camino del Paraíso.
Por ello después de haber sufrido con Pilatio,
Morir como martir para salvarnos.
Alcanzó el Sol donde lo esperaba Aristóteles a la derecha del Altísimo.
Creo en la Acción Divina,
En la Santa Iglesia Aristotélica Romana, única e Indivisible;
En la comunión de los Santos;
En el perdón de los pecados
en la Vida Eterna.
AMÉN .
Descansa en paz querido amigo.
Luego de un rato de meditar en silencio se levantó y salió de la Catedral rumbo al pueblo en busca de sus viejos conocidos y amigos a los que tantas ganas tenía de ver.
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