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[RP]Un nuevo comienzo

Taresa


-¿Pues le tomo por la palabra, eh? Cuando quiera, ya sabe que puede pasar por aquí... y respecto a mi padrino, seguro que no tiene ningún problema, ya le consultaré.

Se despidió del hombre, y cuando se quedó sola se encontró amagando un paso de baile con sonrisa de tonta. Apoyada en la pared se abrazó mientras se quedaba enfrascada en sus pensamientos.

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Ramiro_odriozola


-¡Buenas! Hoy estoy contento, ya esta mi trigo cosechandose (he contratado al propio alcalde en funciones para hacerlo, que nivel tengo). Asi que oliendo tus hornadas se me ha apetecido un poco de pan. Espero que te quede.- Sonrió a Taresa.

-Y bueno, ya que estamos, no me importaria... esto, eh... que me empezases a enseñar- Ramiro jugaba con las monedas entre sus dedos, algo nervioso- ¿que te parece? Si quieres, cuando salgas de trabajar, si ahora estas ocupada.

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Ramiro de Odriozola
Taresa


-¡Buenas! Pues...- dijo Taresa al ver a Ramiro- todavía me queda alguna hogaza. Mire a ver, escoja alguna si le gusta la pinta que tiene. En cuanto a las clases, cuando acabe aquí y cierre la panadería, podremos empezar. Podríamos ponernos en la cocina, pero lo preparé todo en la sala- sonrió. -Le parecerá una tontería, pero no he tenido visitas hasta ahora y me gustaría estrenarla. Espero que no le importe tener que pasar por la trastienda, tiene que tener cuidado para no mancharse de harina.

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Ramiro_odriozola


Ramiro esperó a que cerrase la panadería, mordisqueando la hogaza que se había comprado, como el que quiere dejar para luego pero lo engulle en el momento. Mientras Taresa atendía a los ultios clientes y recogía los enseres para el día siguiente, Ramiro dibujaba laberintos y arbotantes en la harina de la mesa, distraido.

-¿Quieres que te ayude a terminar de recoger? Y asi ya nos ponemos con la escritura antes de que se oculte el sol-dijo, algo timido porque pasaría a la casa de Taresa y porque no le gustaba reconocer sus defectos (no saber escribir) ni quería hostigarla.

Le ayudó con lo que quedaba, y pasaron entonces a la sala, donde él se sentó en un taburete, presto a empezar, atento.

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Ramiro de Odriozola
Taresa


Cuando terminaron de recoger, la muchacha le agradeció a Ramiro su ayuda:

-Ojalá tuviera todos los días esta ayuda, ¡terminaría mucho antes y tendría más tiempo!

Entonces condujo a Ramiro por la trastienda delante del horno, y salieron a la cocina. Le indicó al hombre las escaleras, y subieron a la sala, que tenía algunos de los muebles que había traído de Jaca, como el arca y varios taburetes, y alguna cosa nueva, una estera de esparto.

-Tengo aquí para que practique con la escritura estas tablillas enceradas y el estilo. Pero antes, me gustaría que viera este alfabeto conmigo. Me ha dicho que sabe dibujar frases, entonces quizá pueda reconocer alguna letra que aparezca en ellas- le mostró una hoja de papel con letras mayúsculas y minúsculas trazadas en tinta. - No tenga miedo a equivocarse, sólo diga las que le suenan, ya verá como aunque no sepa lo que significan reconoce más de lo que cree.

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Ramiro_odriozola


-Se escribir esto:

Cogió el estilo y garabateó en la cera: مكتبة

-Pero se que es algarabía, asi que no nos sirve. Significa biblioteca.

-También: אמת
-pero eso me lo enseñó un rabbi, y significa verdad.-Borró con su dedo la primera letra- y asi, muerte. Pero tampoco nos sirve.

Esto si que creo que nos servirá: Non nobis Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam.

-Aunque mas vale que lo borremos para cuando acabemos- dijo, con algo de preocupacion.

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Ramiro de Odriozola
Taresa


"Mmm... no estoy segura de que me suene nada de esto, quizá sí... por Christos, qué memoria", pensó Taresa mientras escuchaba la explicación de Ramiro.

- Supongo que fui algo vaga al decir que podía enseñar las letras... Le han faltado las griegas, que no las sé leer pero al menos las reconozco- se rió. -El problema de la tercera frase es que yo le puedo enseñar a leer y escribir en romance de Castilla, pero no sé latín, estrictamente hablando. Por alguna razón entiendo un poco de latín, como entiendo la lengua de los francos, de los bretones, los toscanos o los catalanes... pero no tiene nada que ver con la gramática y la retórica que enseñan en la universidad: yo entiendo y me hago entender, y gracias- bajó la voz con tono divertido, como si no estuviesen solos -Eso sí, entre nosotros, es gracioso cuando pillas en falta a algún presbítero con el latín sujeto con alfileres.

-En fin, que sea una frase latina no es óbice para que podamos realizar el ejercicio: todas las letras que están trazadas ahí se hayan en el alfabeto, y con esas letras se escriben gran parte de los idiomas de los reinos. Veamos...- y procedió a explicarle las vocales y las consonantes, para que pudiera localizar las primeras en la frase, y luego que las trazara por separado.

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Ramiro_odriozola


-Lo siento. Se distinguir las letras arabes de las hebreas, y estas dos de las latinas, pero me cuesta distinguir los idiomas cuando estan escritos. Supongo que la ultima frase esta en latin porque los libros se escriben en esa alta lengua. Pero el romance, quizas no tan alto, puede ser mejor para empezar.-

Ramiro estuvo atento a la explicación de Taresa, intentando deletrear la frase.

N-O-N -N-O-B-I-C... no perdón, S...

Y asi estuvo, transcribiendo y copiando cada letra, mientras la recitaba, como si invocase algun conjuro mágico y primigenio para dominar el lenguaje y las ideas.

La clase duró mucho, y rieron, y charlaron, y él escribió, deletreó y aprendió, y todas esas cosas y mas pasaren, pero son largas para describirlas aún.




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Ramiro de Odriozola
Taresa


Se notaba que los días iban creciendo, pero hasta las tardes más largas llegan a su fin. Taresa se asomó por la puerta-ventana, que estaba abierta, para ver a su izquierda el sol poniente en aquella hora en la que los ruidos del día se acallaban. Dentro de la sala, la penumbra crecía en torno a Ramiro, que se afanaba con el punzón sobre la tablilla. La muchacha se acercó a él y le puso la mano sobre el hombro.

-Se están acabando las horas de sol; es mejor no cansar la vista, y menos el primer día. La tablilla y el estilete los puede llevar a casa y practicar cuando tenga tiempo.

Además, conocía la norma social de que una muchacha soltera no debe estar a solas con un hombre en su casa, y menos al caer el sol. La conocía aunque nunca se había puesto a pensar en ella: pero entonces, viendo el rostro del hombre bajo los últimos rayos del sol, entendió perfectamente el por qué de la costumbre. Retiró la mano con un titánico esfuerzo, o al menos eso le pareció.

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Ramiro_odriozola


Ramiro no era consciente del tiempo. Quizás Aion hubiese dejado sus obligaciones ese día, o el Sol cabalgaba por los cielos mucho mas rápido que de costumbre. Pero cuando quiso darse cuenta, apenas veía los símbolos que iba escribiendo en las tablillas. Los ultimos rayos despuntaban en el horizonte, creando mas sombras que luces, cuando Taresa le avisó, tocandole en el hombro, de que era ya tarde.

Reaccionó, como aquel que se despierta de algun sueño placentero, o se ensimisma en las formas arcanas de una tela de araña. Se había sentido tan pleno, aprendiendo en un día mas que en muchos meses de ociosidad, mientras Taresa le enseñaba o le dejaba practicar mientras ella iba haciendo su tareas domesticas o amasaba la harina para el dia siguiente. Ni siquiera habia extrañado la casa, aunque fuese la primera vez que alli estaba.

No quería irse, mas sabía que los ojos que nunca duermen miran mal a los solteros que pernoctan en las casas de las muchachas. Y a estas poco mas que las tildan de casquivanas. No haría ningun bien en quedarse, y si bastante mal, aunque no deseaba ni irse ni obrar perjudicialmente.

Pero Aion, el Tiempo, tiró de él hasta la puerta, capa raída en mano, despidiendose de Taresa agradecido y apenado, y volvió a su casa, la contigua a la panaderia. Apenas llegó a su morada, sentado en su jergón de paja, se dio cuenta de que ya no estaba con ella, volviendo a una consciencia perdida por lo mecánico de su vuelta.

No pudo dormir bien, pensando si Taresa le había echado de su casa disgustada, o si simplemente tampoco quería miradas hirientes.


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Ramiro de Odriozola
Taresa


Cuando se quedó sola, Taresa permaneció un buen rato junto a la ventana, en penumbra, mirando el lugar donde Ramiro había estado estudiando. Se le habían quitado las ganas de cenar, y cuando por fin se movió, las estrellas brillaban por encima de la oscura ciudad.

Más tarde, por primera vez desde que tenía aquella cama, reconoció que era incapaz de dormir: no hacía más que dar vueltas en la oscuridad y golpear la almohada como si tuviera algo en contra de ella. Por su mente se abrió paso la estúpida idea de bajar a la calle y llamar a la puerta de su vecino. ¿Y qué iba a hacer entonces? ¿Tenía una explicación razonable para plantarse en casa ajena en medio de la noche, como si fuera una loca? Dos docenas de pasos y una pared... tan poco como eso, y tan grande como un abismo.

La hora de hornear el pan la sorprendió sin haber pegado ojo, y arrastrando los pies se fue a la trastienda. Un nuevo día, con sus nuevos afanes y sus esperanzas renovadas.


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Taresa


Taresa salió de casa con un cartel y lo colgó a la puerta.

Citation:
CERRADO POR VIAJE


Se lo quedó mirando, y pensó: "¿Y para la gente que no sabe leer?"

Así que entró otra vez, cogió el pincel y volvió a salir después de un rato.



"Mucho mejor, dónde va a parar."
Taresa


A media mañana, los alcanzó por fin el fresco olor del lago, nada más dejar el cementerio a mano izquierda. Las manchas borrosas que habían sido las casas de la villa a primera hora de la mañana se alzaban ahora sólidas y cercanas, cada vez más próximas. Tomó la calle Albanelo de Sálvora para entrar por las murallas, ya sola salvo por la Piravana y Estrella. Miraba a todos lados, bebiendo con los ojos cada nueva imagen, no del todo segura de si lo que veía era cierto o sólo un sueño, que se disolvería como la bruma en cuanto despertara.

Pasó junto al lateral del Ayuntamiento, y vio de lejos la Plaza Mayor algo maltratada por los asaltos, pero en aquel momento lo que quería era cruzar la puerta, y así lo hizo. Tras un breve camino, divisó la fachada de su casa: con todas las contraventanas cerradas, la entrada sin barrer y, sobre la puerta, el cartel que había pintado hacía más de un mes, descolorido ya por el sol. Entonces, consiguió lo que no había podido hacer durante muchos días: las lágrimas le llenaron los ojos y rebosaron por sus mejillas.

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Taresa


Detrás de la casa, en el patio, crecía un arbusto de lilas apoyado contra el muro. A decir verdad, no era ni mucho menos la única planta, puesto que el terreno estaba atestado de robustas malas hierbas, endurecidas por meses de desidia. Desde que la burrita Estrella había tomado posesión del lugar, sus fuertes dientes habían empezado a poner la vegetación en retirada; lo único que Taresa no quería que comiera eran las lilas, cuyo dulce olor inundaba las tardes de verano.

- Venga, Estrellita, hoy vamos a probar una cosa nueva- era una de esas tardes estivales, y la muchacha apareció cargando con ambos brazos una albarda de esparto. La burra, que estaba entretenida comiendo, alzó la cabeza y miró a su ama con cierta incredulidad.- Quédate quietecita...

Buena cosa había dicho. En cuando percibió aquella cosa por encima del lomo, la asnilla se sacudió, moviéndose hacia un lado. Otra vez lo intentó Taresa, y acabó con el aparejo entre las manos. Puso cara de concentración, e intentó que el animal se lo tomara en serio... pero a la tercera vez, Estrella bajó los cuartos traseros y la albarda cayó al suelo.

La moza resopló: la burra era cabezota por burra... pero ella era cabezota por ser ella. Tomó al animal por la brida y la miró a los ojos: había que imponerse, que ella era la persona, y Estrella el animal.

-¿Ves esto? Esto es para que me lleves las cosas cuando seas mayor. Y te tienes que ir acostumbrando. Huélelo anda, que no es malo.

La burra arrimó el morro a la albarda, no muy convencida, y empezó a mordisquear el borde. Taresa lo tomó como un signo de aceptación y se colocó en el flanco, dispuesta a probar otra vez. Y cómo no, la borriquilla volvió a sacudirse la albarda antes de que pudiera asegurarla.

Ya cansada, decidió desistir y dejarlo para otro día. Pero cuando se dio la vuelta, sintió una presión húmeda en la mano: era el hocico de Estrella.

-¡Ahora hazte la buena...!


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Taresa


Se estiró para colgar el cuadro, y luego se separó y acercó varias veces hasta colocarlo en el ángulo correcto. Desde allí, la Piravana vigilaba la pequeña sala con su mirada fija de siempre, y Taresa no pudo reprimir el mismo gesto burlón que le dedicaba al pájaro de verdad.

Entonces desvió la mirada a las paredes encaladas y se imaginó cómo quedarían pintadas: "Imitaría un arco entorno a las puertas: allí, pintaría un árbol... o por qué no, dos árboles floridos..." "Pero niña, ¿cuándo vas a sentar la cabeza? ¿Dónde crees que vives, en el palacio real? Déjate de esas extravagancias que tienes una casa bien decente y apropiada."

Así estaba, cuando oyó golpes en la puerta.

-¡Ya va, ya va!- gritó, y corrió escaleras abajo a la puerta de la tahona. Delante de la casa había dos hombres con un cajón de buen tamaño.

-¿Taresa, la panadera?
-Sí, soy yo.
-Traemos esto para vos. ¿Dónde lo ponemos?


Atónita, les dejó pasar y les indicó el camino a través de la panadería y el horno al piso de arriba. La caja pasaba con dificultad por los vanos, y entre el calor y el peso los dos hombres acabaron exhaustos. La muchacha les sirvió dos buenos vasos de vino y les ofreció algo de comer: rechazaron la comida, pero tomaron gustosos el vino, y después se marcharon.

Cuando se volvió a quedar sola, Taresa abrió la gran caja: dentro había una carta... encima de un montón de libros. En la carta se explicaba que le correspondían por herencia de su padrino. Su biblioteca... Extendió un lienzo limpio sobre la mesa y fue colocando con veneración los volúmenes: El caballero Zifar, el primer libro que había leído entero; una copia del Libro de las Virtudes, hermosamente encuadernada; varios libros de autores antiguos, temas de poesía... Dos traducciones, también, obra del florentino Ficino: sabía que la había adquirido al mismo tiempo que el libro De Pictura que le había regalado a ella. Junto a ellas encontró notas con la letra de su padrino, fruto al parecer de sus lecturas; nunca había tenido una educación formal, pero siempre le había acompañado el gusto por los libros. Al ver la letra, fue incapaz de seguir curioseando y decidió salir a tomar el fresco.

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