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[RP]Un nuevo comienzo

Ambrosita


- Ambrosita! ¿¡ a donde vas?!

- ¡¡Mamá, voy a una misión importantízima!!
La pequeña salió corriendo en busca de Taresa. Fue para su casa , pero nada, no habia nadie.

La niña , corrió por todos lados, preguntando a las gentes del pueblo , cada uno le decía un lugar y allí iba la pequeña.

Cansada, por fin divisó a Taresa sentada a la vera del camino. Una sonrisa se le dibujó en su rostro y corriendo se dirigió a ella.

- ¡¡¡Tareza!!! ¡¡¡Tarezaaaa!!!!!!!!! code!!! ¡ Lurien edtá en ed bozque! ¡ ven!

Ambrosita, tiró de ella y la adentró en el bosque. Se adentraron mucho, mucho más de lo que su madre la dejaba.
Durante un buen rato andando rápido y sin soltar a Taresa de la mano, llegaron al fin al lugar.

- ¡Ahí! edta ahí , lleva viniendo varioz diaz, la ezpio siempre... ¡Tare... haz algo! eztaba mu trizte cuando la vi zentada en la cama.

Volvió a tirar de ella y abrió la puerta de la cabaña. allí estaba, la rubia estaba tumbada sobre la cama, parecía que aún no dormía, pero apunto estaba... a sus pies un lobo negro descansaba, como protegiéndola.

Ambrosita corrió hacia Lurien la zarandeó.

-Luriend, ¡¿que hacez aqui?! mira ha venido Tare.
Señaló a la amiga de la rubia y volvió a mirar a la muchacha, Ambrosita quedó en silencio un momento al ver la escena. Lurien, parecía débil, soñolienta, pero una lágrima caía por su rostro.

La rubia alargó la mano, en dirección a Tare... y con un hilo de voz habló.

- Taresa... - sonrió - Ven quiero darte algo...Ambrosita, cariño, en la mesita hay un saquito dáselo. - la niña hizo caso y cogió el saquito para darselo a Taresa - Es mi colgante de la rosa de lo vientos, el que tengo de mi padre, quédatelo... Tare...re.. recuerda... que un día despertaré .

Ambrosita veía la escena y se acercó a la muchacha, agarrandole de la mano.
Taresa


Taresa se dejó guiar por la niña cada vez más lejos, hasta que llegaron a la cabaña. Contuvo las ganas de tomar en brazos a Lurien y sacarla de allí mientras observaba la escena en silencio. En el ambiente flotaba una sensación extraña, algo que le hacía erizar el vello de la nuca... pero cuando Ambrosita la tomó de la mano, se dio cuenta de que tenía que rehacerse y asumir el control para que la chiquilla no se asustara.

-Luri, tesorito, por favor, vuelve con nosotros... ¡Te necesitamos! - se agachó junto a la cabecera de la cama y le susurró a la rubia, pero ésta se había quedado dormida otra vez: se dio cuenta de que era demasiado tarde. Le colocó el pelo, se levantó y guardó el saquito en un bolsillo del delantal.

Echó un vistazo a la cabaña. Podía llorar, podía salir corriendo, pero se dio cuenta de que no eran opciones válidas: probó con usar el sentido práctico, y para su sorpresa, funcionó. Mirándolo todo no con los ojos del miedo o de la maravilla, sino con los del deber y el escepticismo, el encanto desaparecía. Era una construcción nada fantasmal, sólida, de madera y sin goteras visibles. Lurien también era real, y aquel lobo negro, por poca confianza que le diera, era un animal de carne y hueso.

-Pues tendremos que venir por aquí a limpiar de vez en cuando y ver cómo va todo -la voz sonó más segura de lo que ella estaba en realidad. El lobo levantó la cabeza y Taresa compuso su mejor expresión de alcaldesa al mando. -Me da igual cómo me mires, perrito. Vámonos a casa, Brosi.

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Taresa


Iba por la calle, con cuidadito, y ¡zas! un bolazo en el cogote. Taresa intentó mantener el equilibrio, pero trastabilló en el suelo helado y acabó sentada después de caer en el suelo.

-¡Niño! ¡Como se lo diga a tu padre te vas a enterar!

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Taresa


-Hay que ver qué mal sale el polvo de estos troncos -Taresa estaba limpiando en la cabaña del bosque. Lurien seguía dormida, pero la chica morena se negaba a aceptar que no pudiera oírla. Ahora que disponía de más tiempo se acercaba con más frecuencia al bosque, y tenía la esperanza de que hablándole se animaría y dejaría aquellos brebajes que la hacían dormir de continuo-. Esto pasa por no desbastar la madera, sin corteza y con una capa de cera quedaría lisa y perfecta. Mi madre era carpintera, ¿nunca te lo he dicho, verdad? Pues eso, madre era carpintera; en realidad sabía trabajar cualquier cosa con las manos, la gente decía que era un don. No me pidas más datos porque no me acuerdo.

Avivó las brasas del hogar y echó otro tronco al fuego. Aireó la manta sobra la que dormía "el bicho" -esto era, el lobo, que había tenido la deferencia de irse por ahí en cuanto ella entró- y se acercó a la cama para arropar a la rubia. Cada vez le parecía más pálida, como si se escapara poco a poco a otro mundo, pero respiraba. A veces tenía suerte y abría los ojos, y hasta hablaba un poco, pero como si lo hiciera desde lejos. Debían de ser los efectos de la medicina, pero nunca se acordaba de llevársela a Txi para que la estudiara.

-Menos mal que te he traído mantas, porque eso de dejarse dormir en el bosque queda muy bonito, pero con estas humedades... ¡alguien tiene que tener sentido práctico aquí! -se sentó en el borde de la cama y bajó la voz hasta el nivel de un susurro -. Tesoro, tesoro, ¿no crees que estarías mejor en casa, con nosotros? Verás, no creas que no es por ganas, a veces me gustaría quedarme aquí también, me dormiría y se me olvidaría todo... Pero no puedo. Si la corriente te lleva hacia adelante, lo mejor es no resistirse y seguir así, hacia adelante siempre. ¡Así quizá encuentres cosas nuevas! Venga, tesorito... -lo intentaba siempre, pero no funcionaba. Ella quería mucho a Lurien, pero en carácter eran muy distintas. Quizá nunca lo consiguiera... no, se negaba a pensar eso. Siempre había una esperanza.

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Filiphe


Filiphe había escuchado que la joven panadera y cartógrafa de Osma tenía unos conocimientos importantes, debido a su gusto por la lectura. El joven mosquetero cabalgó y preguntó por la ciudad a los ciudadanos cómo llegar hasta la panadería de la dama Taresa.
Tras dar vueltas por toda la ciudad, al fin encontró aquel lujar, una casa adosada a una panadería. El mosquetero bajó de su caballo con una bolsa, y para no levantar sospecha escondió su espada y su escudo de la pechera,se colocó el sombrero debidamente y caminó a la puerta llamando:

-Buenos dias, hay alguien por ahí? Dijo el mosquetero esperando respuesta de la joven panadera Taresa.

El joven no escuchó ruido alguno a si que decidió decirle a su ayudante que esperara a la dama y le dejara la carta con el recado pertienente, tras eso le alcanzara en el camino haca burgos con la respuesta de la joven dama Taresa.

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Taresa


Llegaba rendida de todo el día fuera intentando adecentar el hospicio, no veía la hora de dejarse caer en la cama y no pensar hasta el día siguiente. Pero según se iba acercando a casa vio una figura junto a la puerta de la panadería, alguien que no conocía: debía de ser extranjero.

-Buenas tardes señor, mejor que no se acerque. La ciudad entera está bajo los efectos de la gripe francesa y yo vengo de estar con afectados -le dijo desde lejos, procurando colocarse junto al muro y taparse la boca. Decían que no era conveniente hablar a favor del viento para evitar extender los miasmas.

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Ambrosio


El joven se quedó esperando junto a la puerta de la panadería tal y como su jefe Filiphe le pidió. Iba tapado con una capa negra y con un sombrero parecido al de su Jefe pero sin plumas ni adornos, tapando su cara.
Tras dos horas de espera inmóvil por parte del joven, vio acercarse a una señorita, tenía pintas de ser una ciudadana de nivel medio, trabajadora, se la veía caminando feliz y acercándose a la panadería. La joven se acercó y se dirigió al ayudante de mosquetero:

--Buenas tardes señor, mejor que no se acerque. La ciudad entera está bajo los efectos de la gripe francesa y yo vengo de estar con afectados

El joven la miró y se quitó el sombrero para evitar asustar a la bella dama y se inclinó saludándola tal y como había aprendido de su respetado Jefe.

-Buenas señorita, usted es Taresa de Osma? dijo el muchacho mientras observaba a la dama.
Taresa


Taresa miró atónita la reverencia del caballero. ¿A ella? Estos de fuera eran unos raros...

-Sí, soy yo, para servir a Jah y a vuestra merced. ¿Se le ofrece algo? Si necesita un encargo especial de la panadería puedo tomárselo...

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Ambrosio


El joven se acercó mientras se volvía a colocar el sombrero y tomó la mano de la joven besandola mientras se presentaba:

-Encantado señorita Taresa, mi nombre es Ambrosio y soy aprendiz del gran jefe mosquetero Filiphe.

La cara de sorpresa de la joven Taresa era evidente al escuchar la palabra jefe de mosqueteros..

-No se preocupe señorita Taresa, si me permite entrar le explico el por qué de mi visita a su persona y le quito de dudas, es algo secreto y aquí hay muchos curiosos sonrió el joven mientras entraban a la panadería.

El muchacho se acercó a una mesa, limpio un poco la harina que había sobre ella y sacó unos objetos que le dió su jefe para que los revisara la joven junto a una carta para ella :

Citation:

Señorita Taresa, sé que para usted será una sorpresa recibir una carta de manos del jefe mosquetero al que jamás había visto pero he de decir que su reputación como lectora y sabia de cosas antiguas me lleva a mandarsela.
Estuve esperandola en su panadería largo tiempo pero no me fué posible esperar lo que me habría gustado para verla en persona y por ello dejé a mi ayudante y mano derecha Abrosio. Bueno estando un dia en uno de mis entrenamientos en una cueva, encontré ese extraño anillo en la gruta, me resultó muy sospechoso puesto que no conocía el escudo de armas que en él se ve dibujado. Las coincidencias es algo que nunca creí por eso guardé debidamente el objeto con el fin de que me pusiera ayudar usted en su desciframiento. Al traerme el destino a tierras castellanas no pude evadir la oportunidad de que revise ese objeto y pueda darme luz sobre la verdad de ellos, por supuesto mi aprendiz la recompensará por la ayuda prestada. Gracias de antemano, un saludo cordial:

Filiphe, jefe de los mosqueteros.


Tras darle la carta, Ambrosio le entregó la bolsa con el anillo , dentro del anillo aparece la inscripción: REX C... IN BUR... R.I.P borrosa.

Taresa


Taresa leyó la carta, cuyo contenido la dejó extrañada. Entonces tomó el anillo para examinarlo.

-La verdad, señor, creo que tiene que haber personas más capacitadas que yo para esto, pero si ese caballero del que habláis os lo ha encargado, haré lo que pueda...

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Taresa


Cuando abrió la puerta de la tahona, ya había tres personas esperando.

-Oh, lo siento, lo siento de verdad -dijo mientras les dejaba pasar a la tienda y se colocaba rápidamente tras el mostrador-. Últimamente estoy demasiado ocupada: el palacio... leer leyes hasta que las entienda... -la anciana que encabezaba la fila pidió una hogaza bien cocida y le echó una mirada de "a mí no me importan tus problemas, niña". Para ese tipo de cosas, las señoras mayores siempre son las peores. Siempre recuerdan lo mal que lo pasaron en la peste de 1415 y la hambruna de 1418, y cómo salieron adelante y nunca se quejaron. Esta juventud...

Después de atender a los tres clientes, fueron llegando más, hasta que para Taresa fue casi imposible atenderlos a todos. Y entonces sonaron las campanas de la catedral: era ya mediodía.

-Lo siento, tengo que ir a revisar la despensa para la comida del obispo -se oyó un murmullo de quejas-. Luego vendré y hornearé más, de verdad, entiéndanlo vuestras mercedes-dijo, con un suspiro de desesperación. ¿Pero es que no había más panaderos en Osma?

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Brynne


- ¿Pero es que no había más panaderos en Osma? - se preguntó Taresa poniendo los ojos en blanco.

Eso fué lo primero que vió y escuchó Brynne al entrar en la tahona. Sonrió de medio lado. ¿Por qué no? La harina se sacudía fácilmente de las ropas, y después de todo allá en el convento estaba acostumbrada a trabajar con la masa del pan y los dulces...

Se dirigió a su amiga:

- ¡Ve! ¡Ve! ¡Yo me ocupo! - habló a la dueña que pedía su hogaza - ¿Cuántas le pongo comadre? - y de nuevo a Taresa - Descuida si vuelves tarde, yo cuido de la tahona hasta el cierre y enciendo el horno para mañana

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