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[RP] Recepción de los Invitados

Gertru


Algunos quehaceres y unos retoques de ultima hora en un vestido que ya apenas le entraba habian retrasado su salida a Alcañiz, dejándola para despues de comer. Habia pensado subir andando, dando un paseo, pero caia un sol de justicia y a pocos dias del alumbramiento, los paseos le resultaban cada vez mas pesados, asi que decidió alquilar un carruaje que la llevara hasta el castillo.

Según entraba oyó la voz de quien debia ser el mayordomo anunciando a un invitado:

- Caballero Caasi de Rojas, Señor de la cerveza Guinnes!

Caasi! -precisamente venía pensando por el camino que le debía un correo. Corrió hacia donde provenia la voz, pero el mayordomo le barró el paso. Sujetándose la pesada tripa y casi sin resuello por la carrera le dijo:

-Dama Gertru Montalvo y Segovia

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Erza


La pequeña pelirroja había hecho buena parte del recorrido en silencio, observando a Asdrubal quien mascullaba quien sabe que cosa. Tras un tiempo de convivencia con el mismo la niña había aprendido que la única respuesta a lo que decía era el silencio y nada más. Concluido el viaje, la niña bajó del carruaje detrás de la espalda de Adela, la gente le daba miedo, y no quería volver a separarse para que todo volviese a pasar.

Fueron presentados ante un hombre que la niña solo pudo mirar con recelo, parecía algo así como un sacerdote o algo de esas cosas de los aristotélicos. La pequeña respondió con una inclinación cuando la presentaron y luego volvió a esconderse tras la rubia.

- Adela -. Musitó en voz apenas audible -. Tengo miedo, hay demasiada gente -. Observaba temerosa la niña de ojos azules.

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Kossler


-Bueno. Banderas negras no tenemos, pero tampoco rosas... -Se encogió de hombros.

-Seguro que no te confunden con una butifarra si te portas bien...

Estuvo en silencio, escuchando a Arnauet, que se atropellaba a sí mismo mientras hablaba. De tan rápido que quería hablar, de tantas cosas que quería decir, se liaba un poco. Esperó a que terminara y enarcó una ceja.

-Espero que sí seas de verdad un hombre y seas bueno. -Hizo una pausa. -Yo quiero mucho a tu tita grosella Arnauet. Tanto o más que tú. Nunca sería capaz de portarme mal con ella, te lo prometo. Yo cuidaré de Tadeita. -Hizo una pausa y sonrió. -Además... Ahora tendrás un tito grosello también. -Se detuvo un instante. -En cuanto a los primos... Tadeita y yo ya tenemos hijos... Y no creo que tengamos más. Lo siento Arnauet, pero no creo que tengas primos grosellos, al menos de momento.

El Marqués se levantó y se dirigió a la mesa dónde hallaba Tenebrosa, guardada en su vaina ornamental. La cogió y la ató al cinto, ajustándola correctamente. Miró a Arnauet, se le acercó de nuevo y se agachó frenté a él.

-Ah, una cosa más... -Dijo susurrándole algunas cosas al oído. -¿Te parece bien?

Arnauet asintió y Kossler se levantó, notando crujir un poco las rodillas. Hizo una mueca de dolor.

-Bien, creo que es hora de que bajemos. Los invitados estarán esperando verme y tu madre estará preocupada por ti. ¿Vamos? -Dijo tendiéndole la mano al pequeño Rocabruna.

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_daniel_


El Cardenal de Esteve, inmerso en una misión propuesta por el mismísimo Santo Padre de la Iglesia Aristotélica sacó un rato para asistir a la ceremonia de unos grandes conocidos.

El camino siempre eran lo mismo para el Cardenal puesto que se tiraba mucho tiempo en ellos. Es lo que tiene ir siempre a Roma o incluso a Grecia. Era ajetreada pero a la vez fascinante porque conocía un montón de costumbres nuevas y en los caminos podía corregir exámenes del seminario hispánico o incluso hacer papeles inquisidores.

A la llegada de Caspe se dispuso a abrir los cortinajes de su carruaje puesto que quería ver como había cambiado o no la ciudad desde que él no era Obispo de Lérida.

Se notaba que se casaba alguien importante de la villa puesto que las calles estaban engalanada para la ocasión por todos sus vecinos.
Se dispuso a ir directamente a la capilla familiar donde se celebraba el enlace.

En la puerta un vocero dijo: MonSeñor Daniel Cardenal de Esteve, Sufragáneo Hispánico, Romano de Santa Barbara in Isola e Inquisidor Hispánico.

El Cardenal con paso algo cansado fue penetrando en la capilla y saludando a la gente que allí estaba. Se dirigió donde estaban los prelados y los saludó efusivamente puesto que hacia un montón de tiempo que no los veía.

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Eloli1



El de Fago llegó a la recepción y se encontró con una multitud que abarrotaba el lugar e impedía divisar a alguno de sus viejos conocidos por lo que pacientemente fué internándose entre la gente a la que saludaba con cortesía a la vez que les hacía señas para que le franquearan el paso.

El bullicio era enorme y los multicolores vestidos de las damas daban un toque especial a la ceremonia de recepción lo cual no impidió que a lo lejos pudiera divisar a Seberino el fiel Mayordomo de su amigo Kossler.

Sabía Eloli1 que probablemente encontraría a muchos amigos de viejas andanzas en la lejana Aragón y seguramente podría con ellos evocar ese pasado algo alejado pero para ello era necesario acceder a algún sitio con mejor visibilidad por lo que decidió continuar caminando, pacientemente y procurando no pisar a mas gente de lo necesario, en busca de algún rincón perdido sin tanto bullicio.

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Catcarai


Y llegó el momento. El carruaje paró lo más cerca que pudo de la entrada del Castillo de Alcáñiz. Había un desfile de invitados desde donde estaba ella hasta el lugar donde tendría lugar el enlace. Esperó paciente a que el lacayo le abriese la puerta y la ayudase a bajar. Había escogido para la ocasión un vestido color crudo bordado en pedrería, elegante sin ser recargado, muy adecuado para la solemne ceremonia.

Descendió lentamente acomodándose la falda y los tirantes, y se encaminó hacia la entrada. Cuando llegó su turno miró al mayordomo encargado de anunciar a los presentes, le miró distraidamente y con tono seguro y autoritario se presentó.

-Soy Catcarai Amansabueyes. Diga que soy la embajadora del Reino de Aragón para Caspe y con eso ya bastará.

Entró en una primera sala y mientras esperaba que la acompañasen hacia el sitio que le habían destinado para presenciar el enlace saludó a cuantos conocidos encontró

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Calem


Calem se puso su mejor túnica y se coloco su mejor pañuelo en la cabeza y tras acicalarse el bigote salio de su puentehouse y se dirigió hacia el castillo acompañado del gran Mulita.

Por el camino el averroista parloteaba un sin fin de prohibiciones y reproches sobre el comportamiento del cerdo en celebraciones anteriores.

Pronto llegaron a las puertas, Calem se ajusto bien el chaleco luego se estiro la túnica, y entraron en el castillo, hasta llegar donde estaban todos los invitados una vez allí, dio trago un sorbo de saliva mientras suspiraba y le decí a Mulita,

Ya estamos aqui... veamos como es una boda del terce.. de los nobles...

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Veldaia


Cuando llegaron, Veldaia comprobó que muchos invitados ya estaban allí. No le sorprendió comprobar que sería una ceremonia y que algunos habían de lejos para celebrar el enlace, pero le alegró sobremanera ver algunos rostros conocidos. Su memoria volvió rápidamente a su propia boda, celebrada solo unos meses atrás. ¿Meses ya? El tiempo, pleno de alegrías en su nueva vida de casada, había volado cual estrella fugaz surcando el cielo. "Espero que sean tan felices nosotros" pensó Veldaia "o por lo menos la mitad de felices... ¡y eso no sería poco!".

Entró en el salón con paso tranquilo y la mano apoyada en el brazo de su esposo. Aumentó un poco la presión de su mano para que su amado la mirara un instante y, cuando sus ojos se cruzaron, le dedicó una sonrisa cómplice y con un leve gesto le señaló a algunos conocidos que tal vez deberían saludar antes de que empezara la ceremonia.

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Vladie


Pre-viaje

La ReinaMora tenía mucho de qué preocuparse en Palacio: Autorizar nuevos inspectores de tugurios y tabernas de mala muerte en Burgos, declarar patrimonio cultural el bigote de Zebaz en Pucela, convocar a la recolección de objetos simbólicos de cada villa para adornar el ala Museo (donación del Reino, en cuanto Uri, alias goberneitor, estuviera distraída para firmarle la orden) que habrían de construir en la Biblioteca Real, picar a Astaroth con un palo cuando estuviera de guardia, y así.

Había recibido una invitación días atrás para un magnífico megaevento de esos a los que nunca había podido asistir por la "mala" suerte de romperse una pierna, una uña, estar convaleciente por darse palos con algún ejército, moribunda por navegar sin suficiente comida y otros desdichados eventos que formaban parte de la vida cotidiana de la mora. También había excepcionalísimos momentos en que debía darse a la fuga a Francia para evitar que los prestamistas portugueses la pasaran a cuchillo a ella y su familia, luego a Italia por ser incomprendidas las costumbres castellanas en Francia y así. En definitiva, no recordaba la última vez que no había logrado escaparse de una boda y estaba bastante orgullosa de ello. Sin embargo, no siempre gana nuestra bella, ALTA, esbelta, aventurera, sagaz y elocuente protagonista. Eso sí, lejos de convertirse esto en una boda sangrienta, el perder sólo representaba tener que adecentar sus rulos bajo la corona y partir.

La logística había sido definida en su famoso tablero de guerra: Avance hasta la morada de la gobernadora. De noche y en sigilo absoluto. Levantarla de la cama. Siempre es divertido ver a Urania cuando no lleva algo que tape sus orejas. Llevarla por su propia voluntad en su propio carruaje a la boda. Es que el carruaje de la Duquesa, Marquesa, Par de Castilla y León, Gobernadora, Condesa de Frías y seguro algo más, era un carruaje de esos envidiables.

Salvo la parte del sigilo (recuerden, está Yimi presente), se podría decir que la etapa 1 del plan fue un rotundo éxito. Las consideraciones de la MarDu al respecto no se harán esperar.


Durante el viaje.

- ¿Ese es el regalo? A ver, espera...
- y procedió a incluir: y los Reyes Moros en el "de parte de". ¡Mejorado!
Resultaría interminable describir la incomodidad sufrida por los Monarcas castellanos mientras Urania intentaba cambiarse dentro del carruaje. La mora se atrevió a sugerir que para el próximo modelo se consiga uno tamaño familiar. Tampoco nos explayaremos sobre las noches de descanso y los pocos líos que hubo.


Lleganding a buen puerto

Lo más arreglados que las circunstancias les habían permitido, llegaron los tres a donde debían llegar y se presentaron ante quien correspondía (que como todos ustedes ya lo saben, por continuidad del relato, no es necesario detallar). En cambio, sí es necesario recalcar que la mora llevaba un calzado encargado específicamente para la boda cuyo rasgo principal era su particular altura.

Había ingresado antes alguien con una cara similar a las que retrataban los soldados traumatizados por defender continuamente las murallas burgalesas. Se puso en guardia mental durante unos segundos y luego se descontracturó: Después de todo, los soldados son soldados y casi todas las caras suelen tener forma ovalada con dos ojos -énfasis en el casi todas- y al menos una nariz.

- Vla, Yimi y Uri - Dijo al que tenía cara de controlar las invitaciones.

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Adelaine


Contempló juiciosa el lugar, casi nunca acudía a capillas, con la principal excusa de no querer dejar a los mellizos solos, camuflando su druidismo, aún así, fuera cual fuera la fe, la condena del matrimonio siempre estaba presente. Asdrubal los presento y ella sólo se limitó a sonreír, volviendo su mirada azur a recorrer la línea de las paredes. Elsa se puso inquieta, y le entendió, algo en común que podían tener era el disgusto de las multitudes.

Cómo no odiar esos zapatos que se pegaban a sus pies, o un vestido que la hacía ver más una señora más que la mujer reveladora que le gustaba ser. No sabría por cuanto tiempo aguantaría estar así. En fin.

-Tranquila Elsa, -pat pat* -es sólo por un día, además, puedes conocer a más niños, ¿no te interesaría?

Ahora que lo recordó, niños, los mellizos, el padre, o supuesto. ¿Y el desgraciado de Juli dónde estaba? Muy lejos no debería estar ese lambiscón, así que pispeo* por encima de las cabezas de los demás.

-No te me escondas que te tengo una sorpresa por partida doble -pensó frustrada por no encontrarlo, y volvió la vista a sus niños. Ohhh se veían tan monos arreglados y vestidos, también más crecidos y despiertos. Ambos habían crecido considerablemente, tenían una competencia nata en dejar seca a la pobre mujer que ayudaba a la crianza de ellos por un buen puñado de monedas.

Sin pedir permiso tomó a Aarón entre sus brazos y posó su mano libre en el hombro de Elsa. Sí había que justificar el cuello cerrado de su escote, que sean los críos.


*Onomatopeya de dar palmaditas suaves en la cabeza
**Percibir indirectamente algo con la vista o el oído.

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Colombina


Tardó más de lo esperado en llegar al lugar, la verdad es que en este tipo de eventos siempre se había hecho la remolona llevada por un subconsciente que la manipulaba a su antojo, y es que las bodas a las que había acudido hasta el momento se habían convertido en un ir y venir de orgullos propios y ajenos y muchos compromisos.

Compromiso no era la palabra con la que definiría el por qué la italiana estaba esta vez allí, sino querencia, amistad y un lazo invisible que se había ido gestando en los últimos meses en su correspondecia con la Condesa primero, y en su desafortunado viaje después cuando tan cerca estuvieron de Valhalla. Y tenía que confesar que algo de curiosidad si que había despertado en ella el hombre que había conseguido amilanar el carácter de la valenciana como para acceder a ser su esposa. O quizás habría sido al revés?

Esbozando una sonrisa ligera franqueó la entrada sin grandes aspavientos ni pretensiones, llegaba sola y no sentía la necesidad ni de ser anunciada ni de llamar la atención de los presentes, ya habría tiempo para ello más tarde.

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Arangil


Cabalgar entre las arboledas en pleno verano era como viajar por una vasta y luminosa catedral verde. Las frondas creaban arcadas góticas e inconclusas bóvedas de crucero, con las tracerías acristaladas de los brotes tiernos. Era casi mediodía y la tibieza del sol realzaba los aromas de la floresta, haciéndolos tan mareantes como el incienso. Las mariposas aleteaban entre los árboles como fugaces imágenes de vidrieras de colores, y las palomas torcaces entonaban un cántico bronco, somnoliento. El abanico del follaje se agitó en reconocimiento al paso del de Gormaz, que viajaba confortablemente en la silla a lomos de su fiel Arnor, con los estribos largos y la espalda suelta contra el arzón. Tras él, el repicar de los arneses y las armas, el estrépito de los cascos de su guardia personal, con sus magníficas monturas avanzando a un trote largo, portando unas llamativas banderolas de seda gules, con un león de oro coronado de pie alzando una espada con su enguantada mano derecha plateada; atadas a sus lanzas enhiestas.

La comitiva llegó al Castillo de Alcañiz y se detuvo a las puertas; los caballos tascaron el freno e hicieron tintinear los arneses. El Duque de Híjar desmontó de Arnor y sus escoltas le imitaron, cuadrándose marcialmente a un lado de su señor. El de Gormaz cruzó el umbral y, aunque le conocían sobradamente en ese lugar, no dudó en presentarse.


Anunciad la llegada de Arangil de Gormaz, Duque de Híjar, Conde de Albarracín y Barón de Mora de Rubielos.

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Urania


Y allí iban, Yimi, Vladie y Urania a una boda. UNA BODA. Solo los dioses saben lo que la de Winter apreciaba a la Condesa para asistir a su boda, a la que convenientemente se había traído a la abogada de oficio, ahora reina.

Conforme caminaban hacia la Catedral (porque, como siempre, había atasco de carruajes en el camino, y el cochero había aparcado en el quinto infierno) iban buscando con la mirada alguna tasca en la que comer unos kikos mientras en el interior de la Iglesia se desarrollaba la ceremonia. La de Winter, además, perseguía a Vladie, con unos chapines en la mano:

- ¡Que te los pongas! ¡Que luego te quejas de que la reportera te llama bajita! ¡Ponte los chapines, que además luego te dejas los bordes del vestido lleno de barro, y en Santillana me han dicho que no te lavan más la ropa!

¿Entendéis todos por qué Urania no quiere hijos? Porque ya tiene bastante, la pobre... e imagínense vuesas mercedes el infierno en el que vivirían esos niños. Mientras la MoraMajes se quejaba al ponerse los chapines, "que aprieeeetan", Yimi se quejaba porque tardaban "sólo cinco minutos, sólo cinco, no hay quien os entienda, habéis tenido todo el viaje para arreglaros", y la de Santillana se quejaba porque sí, porque eso era UNA BODA, los demás invitados llegaban dignos, majestuosos, bien vestidos y con gran porte a la zona de recepción de invitados.

La MoraMajes, muy decidida, se presentó al que recogía las armas (por aquello no entrar armado a una Iglesia).

- Vla, Yimi y Uri, le dijo. El pobre hombre no supo qué decir, cuando la de Winter se adelantó hacia el que sí controlaba las invitaciones, y le comunicó el nombre de los los que llegaban

- Por favor, tenga la amabilidad de anunciar a Vladie de Balboa y Jaime de Carvalho y Pedraz, Reyes de toda Castilla y León y territorios aledaños, Mantenidos de Santillana, y a Urania de Winter, y aquí tomó aire, Duquesa del Infantado, Marquesa de Santillana, Condesa de Frías, Par de Castilla y León, muchos-números Gobernadora de Castilla, Guardiana del Primer Escudo y Hårvingenravna.

Lo dijo todo de corrido, pero esperando que las octavilleras lo tuvieran bien en cuenta para sus apuestas.

- ¿Me podría indicar dónde está Igor? Es que traje un regalo para los cónyuges. Que no esposos. Uy, no sabe usted, eso de los esposos y los cónyuges,qué lío es, si quiere se lo comento otro día, pero en Castilla tenemos cónyuges, esposos, abarraganados, amancebados...

Ale, ya le había dado por hablar... sólo una cosa podía pararla.

- ¡Vladie! ¡Ponte derecha!, espaldarazo para que se irguiera, y sí, Yimi, el tirachinas también cuenta como arma y se la tienes que dejar al señor este tan... simpático.

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Luccio


El sol salpicaba con fuerza los cabellos del de Carranza, navegaba río abajo, en una barcaza alquilada en puerto de Zaragoza. No era grato para el valenciano andar sobre tablones tambaleantes que solo Jah sabe como no terminan en lo más profundo del Ebro.

Y sin embargo ahí se hallaba, río abajo, en dirección a la ciudad de libre de Caspe. Con el herreruelo a un lado, el acero al cinto, llevando encima buenas ropas, sin llegar a ser pomposas. Pues poco o nada le gustaban los grandes lujos y mucho menos si necesitase tirar de toledana.

El rubio llegó junto a la Roja, la misma mañana del evento. La escuela de esgrima le mantenía ocupado en ciertos menesteres, y muchos asuntos rondaban su cabeza, a pesar de su no tan distinguida posición.

Un carruaje de a cinco doblones el paseo, les servio de guía y transporte entre el puerto de la villa y la Capilla de San Samoth. Mientras ofrecía la mano para ayudar a la Dama Shilien a descender del coche de caballos, una mirada rápida le hizo recordar una frase de su maestro. Que si bien intentó mostrarle los secretos de la cortesía y las buenas formas, poco más que un "Vos" y "Su Excelencia" le pudo inculcar.

- En las fiestas de los grandes señores hay dos tipos de personas presentes. Los invitados y los sirvientes. Ten muy claro a cual de los dos perteneces. - Rumió entre dientes el valenciano, preguntándose si en aquel lugar era más de los segundos que de los primeros.

Frunció el gesto un instante, que desapareció al ver a su querida Shilien descendiendo por la escalerilla.

- Cada día más bella, amor mío. - Dijo con voz sincera, mientras con la mano extendida a modo de apoyo la acompañó a su lado.

Llegaron a la puerta, y con disimulo conversó con el sirviente. - Avisad a la señora Condesa de Betera, que Luccio de Carranza ya está aquí y a su pleno servicio. - Hizo una breve pausa. - Me acompaña la Dama caballero Doña Shilien Tanfana von Augsburg. Anunciadla a ella, y a mi como su acompañante. Será lo más conveniente. - El sirviente asintió y tras una conversación con el vocero, este anunció a los recién llegados como había sido solicitado. Mientras el sirviente se dirigió a comunicar su llegada a la Condesa.

La Roja y el rubio entraron, sin mucha pompa. Tamborileando los dedos sobre el cinturón de cuero curtido con que ajustaba sus ropas.

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_igor




Mientras, en los subterráneos....

- Que la Duquesa del Infantado, Marquesa de Santillana, Condesa de Frías, Par de Castilla y León, muchos-números Gobernadora de Castilla, Guardiana del Primer Escudo y Hårvingenravna.... dijo de corrido, tomando aire... ¿me solicita? ¿ a mi?... no puede ser... si desde su casa siempre han rechazado mis cartas de amor y no me dejan acercarme a 100 leguas de Santillana... ¿estáis seguro? les miraba con cara de incrédulo... ¿a mi? repetía...

De un salto, soltó la pala y lo que llevaba entre manos... se sacudió la tierra, salió de allí, pasó por las cocinas, se perfumó con el botecito que le había robado a la condesa... se puso su gorro de obispo, y esquivando como pudo la seguridad, pues ese día tenía prohibidísimo acercarse a la capilla... consiguió llegar cerca de la delegación castellana.

Se paró frente a ella lo más cerca que pudo antes que los guardias de la reina o los dragones le dieran en la cabeza... rodilla en tierra y brazos en cruz... a sus pies, mi señora, vuestro humilde siervo ha recibido recao y se postra ante vos, pues vuestros deseos son órdenes para mi... a ver si había suerte y lo secuestraba con ellos, que decían que los castellanos tenían esas manías... y no veas como se ponían a cochinillo asado en Burgos o a morcillas en valladolid.... decidme en qué os puede ser útil este humilde tontito
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