Kossler
Se hallaba cruzado de brazos frente a la Capilla de San Samoth, con las puertas abiertas de par en par. Él solía visitar sólo el Castillo de Alcañiz durante las épocas veraniegas, cuando podía darse el lujo de alejarse un tiempo de Caspe y tomarme unas vacaciones allí. Mequinenza consistia en su vivienda durante el año, por su proximidad a Caspe (Alcañiz estaba un poco más lejos).
Es por eso, que al estar menos atendida y para que todo estuviera perfecto para la boda, había que hacer limpieza. Empezarían por la Capilla, para extenderse luego a los arlededores. Quedaban apenas diez días para dejarlo todo impoluto, los setos de los jardines y las distintas flores bien arreglaras y bonitas, así como empezar a disponer cómo se organizaría el espacio para el banquete, teniendo en cuenta el número de invitados, que no era precisamente pequeño.
-Que la imagen del Santo destaque en la sala. -Dijo el caspolino, conformando en su cabeza la imagen que debía tener la capilla. -Necesitaremos un altar un poco más grande y no tan sencillo.
Dirigió una última mirada a los criados que se hallaban, trapo y jabón en mano, lavando y barriendo todos los recovecos de aquella estancia. Cuando estuviera limpia, ya dispondrían los diferentes bancos. Pese a eso, algunas personas deberían permanecer de pie, por falta de espacio.
Salió de la estancia. Habría que buscar un nuevo altar... o mandar hacerlo en un tiempo récord.
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