Brynne
¿Del pelo? ¿Aquella monísima bolita pelirroja iba a tirarle del pelo? La situación requería un cambio de táctica.
Mientras una rezongona Urraca - la pobre - se la llevaba para darle un buen baño, decidió cambiar su defensa, pues bien es sabido que, como decía aquel chino Sun Tzu, la victoria en tan arduas batallas dependía de la óptima elección del armamento - y si no lo decía debió de haberlo dicho, porque a ver qué maestro de guerra no va a saber que por muchos hombres, caballos y espadas que se tengan, como los de enfrente tengan un par de cañones... -
Dejó pues la bandeja y miró con interés un cuenco de bronce. Serviría. Ni corta ni perezosa, Brymcgyver se lo encasquetó a modo de yelmo - sin entender muy bien por qué aquellas inconscientes damas la miraban raro - y cuando vió reaparecer a Urraca con la bolita pelirroja envuelta entre toallas, exclamó con arrojo:
- ¡DEJADME SOLA, QUE PUEDO!
Avanzó cautamente hacia la criatura... la ansiedad rebosando por todos sus poros... un paso.. otro... hasta quedar frente a ella... la miró. La niña estaba quieta. Se agachó hasta quedar a su altura.
- Hola pequeña, soy Bryn ¿Vamos a llevarnos bien?
La cara angelical de la niña esbozó una sonrisa, y tendió su manita hacia la cara de la rubia para adivinar sus facciones. Boca, nariz, ojos... imperceptiblemente la expresión de la muchachita cambió; una risita malévola tomaba cuerrpo en ese rostro cuando las manos se acercaban a su pelo, para pasar a la más absoluta decepción al tocar el bronce.
¡Ja! ¡Te pillé! - empezaba a gustarle aquella buena pieza - Mira, vamos a a hacer un trato. Tú te portas bien ahora y cuando acabe la boda te dejo que me deshagas el moño
Debió de convencerla, porque la pequeña se dejó hacer sin rechistar.
¡Pero cómo! ¿Un parche negro? ¡Ah no! Y tomando un retal arregló aquel color tan poco alegre.
Miró a la pequeña Itzel con satisfacción. Parecía toda una damita. La hizo girar sobre si misma y caminar un poquito.
- ¡No! ¡Así no! ¡Pasitos cortos y espalda bien recta! ¡Extiende las manos y lleva ésto con delizadeza, como si llevaras un gatito de angora muy delicado! ¡Muy bien! ¡Ya eres toda una dama! Y recuerda, si lo haces bien, te dejo jugar con mi pelo después todo lo que quieras.
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