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Fantasma

Mikumiku


De nuevo tan dulce, tan encantadora. La oyó acercarse y dedicarle aquellas palabras amorosas y el corazón se le deshizo en el pecho de alegría. Miku empezó a creer que podían conseguirlo, que no era una fantasía pensar en convivir juntos de nuevo después de todo lo que había ocurrido. Siempre se había sentido afortunado a su lado, feliz, y aquellas sensaciones volvían a abrirse paso hacia la luz desde lugares remotos. Si bien el dolor y la pena lo habían perforado con cuchillos al rojo vivo, ahora otros recuerdos inundaban aquella vía de escape con los recuerdos de caricias y momentos prohibidos donde tantas veces se habían alejado del mundo para disfrutar de su paraíso propio.

La notó apoyarse en su hombro, tan perfecta, tan delicada aunque escondiera tan enorme fuerza en su interior. Se sintió empujado a besarla, y decidió esta vez cuidar las formas y acordarse de guardar el tacto con respeto. La mano vendada que descansaba en el regazo de la pelirroja empezó a convertirse con vida propia en una caricia que se deslizaba por la femenina pierna donde reposaba.

Pero fue interrumpido antes de nada de aquello. Cyliam le asió con fuerza y se mostró preocupada ante la inminente llegada al convento. – Tranquila, no pasa nada. Ya sabes que el Altísimo cree en las segundas oportunidades, deberían verlo bien. Y si no, seguro que se alegran de tener un niño menos del que estar pendientes. – Intentó parecer positivo y alegre, pero en realidad estaba tan nervioso que le dolía el estómago y temía que le castañetearan los dientes. Apenas habían pasado unas horas desde que se había enterado de que era padre, y el shock al saber que habían traído al mundo a una criaturita en su ausencia aún le duraba.

No tardó en detenerse el elegante carruaje. Miku bajó el primero, notando el aire helado pero acostumbrado al frío de hacía un tiempo. Agradeció mentalmente a Wallada que le escogiera aquellas prendas cómodas y algo más protectoras contra los elementos. – Mi señora. – Desde allí le tendió la mano a la pelirroja para ayudarla a cubrir la distancia hasta el suelo. Estaba impaciente y el corazón le latía con fuerza, no podía esperar.
Cyliam


En ese momento cuando el carruaje se detuvo ni las tiernas palabras de su esposo consiguieron calmar sus nervios.
Tenia las manos sudorosas y la boca pastosa de puro nervio.

Resoplo un par de veces antes de que la puerta se abriera y apareciera el, su principe de rubios cabellos, quizas un poco largos, pero eso tenia remedio, con esa mano tan firme y grande.
Se quedo embelesada mirandolo, cuando habia necesitado tenerlo cerca y la felicidad de verle ahora esperando con una mano tendida solo para ella.
Sonrio y se dispuso a bajar del carruaje, pero nadie ha dicho que los cuentos de hadas existan, el seria su principe y ella seria su reina, pero lo que no le quitaban a la pelirroja ni por muchos cuentos era, la torpeza.

Los nervios se apoderaron de ella y entonces cayo cual piedra sobre el rubio encaramandose a su pecho tras un gritito de panico.
Pero hay estaba el, para ayudarla, recogerla y animarla. Aun encaramada a el apoyo la cabeza sobre su pecho sintiendo el latido acelerado del rubio.

Al menos ella no era la unica nerviosa en aquel lugar. Cuando logro recomponerse le beso con ternura y le cogio de la mano esta vez con mas delicadeza para no hacerle mas daño del necesario.

- Tu primero, que a mi me asustan las mojas. Capaces son de sacarme un San Cosme y ya sabes que desde lo de Brynne yo me ando con pies de plomo por si las moscas.

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Mikumiku


Habían cambiado, pero seguía siendo la misma mujer de la que se había enamorado hasta en los tropezones y momentos torpes que tenía de vez en cuando. Rió al atraparla con los brazos, no era el único exageradamente nervioso allí. Además se sintió de alguna manera útil cuando la pelirroja se le abrazó con un pequeño grito. En el fondo estaba empezando a ser feliz. La perspectiva de una nueva vida juntos era una noticia demasiado buena para continuar retorciéndose en pozos de dolor. Miku se juró a sí mismo que esta vez lo haría bien y pondría todas sus fuerzas en inundar el hogar de alegría. Tanto tiempo después, tenía ganas de vivir.

- Vamos. – A su lado y de la mano empezó a dirigirse a la entrada del convento. Tuvo que controlar el ritmo de sus pasos o de las prisas hubiera acabado arrastrando a su esposa por el pavimento.

Brynne… Tenía razón, la chica había estado mucho tiempo en aquel lugar, y había sido protagonista de un buen puñado de aventuras. Al final, su hija había acabado dando misas por los pueblos, pero gracias al cielo lo de recluirse lo había olvidado. O no, a saber dónde estaba en el presente. Pensando en ella y en el resto de pequeños que había visto en a casa da torre antes de salir, llegaron a la puerta. Se detuvieron, con dudas, y Miku la atravesó el primero recordando las palabras de Cyl. No tardaron en encontrarse a una mujer de hábito, y se dirigió a ella esperando que no tuviera prohibido hablar.

- Buenos días, hermana. Disculpe que interrumpamos humildemente este lugar de paz espiritual que nos da el Altísimo. – El rubio fue cuidadoso y delicado con sus palabras. Era un arte que no había practicado mucho últimamente, pero era bien consciente de las puertas que abría tener tacto. – Somos el matrimonio Espinosa di Véneto, somos conscientes de que aquí alojáis y cuidáis de nuestro hijo y deseamos verlo, y acogerlo en nuestro hogar como una buena familia.

La mujer sabía de lo que le hablaba, aunque hizo un pequeño gesto indescriptible al oír la palabra “hijo”. Así el caballero dedujo por primera vez que se había equivocado de género, que la vida que habían traído al mundo no era un varón sino una pequeña princesa que reinara sobre la casa. Empezaron a seguirla hacia la habitación, sin conversar más de lo necesario y con los sentimientos a flor de piel. Miró a la preciosa pelirroja para adivinar cómo lo estaba llevando, y entrecruzó con ella fuertemente los dedos de la mano.
Camillee


Mientras tanto... en alguna habitación del convento...

ñaaaaaaaaaaa buaaaaaaaaaaaaaa bubububuaaaaaaaaa

Continuaba con el llanto la pequeña y ya hasta hacía llorar a las monjas que se encontraban con los pelos de punta intentando calmarla .
Su llanto cada vez era más fuerte, no comia ni bebia leche, no jugaba ni reia, solo quedaba en silencio cuando del cansancio dormía, pero no era por mucho, la endemoniada hija de Cyl...digo... del demonio ya tenía a las monjas colmadas y si hay que lograr hacer eso eh.

TRAIGAN AL CURA!!!

Gritó una, solo Dios sabrá lo que planeaban hacerle a esa pequeña, otra monja salió a toda marcha por el mismo corredor que pocos metros más adelante caminaba el matrimonio...

HERMANAA JOSEFAAA HERMANAA JOSEFAAA!!!

Paró a preguntarle a la monja que acompañaba a aquella pareja

Usted vio al cura por casualidad???!!!

Josefa le miró y negó con la cabeza

Para que le busca al cura hermana Rupertina?

Es la niña endiablada hermana Josefa... es ella...

Rupertina salió corriendo y llorando, no se sabe si es por el nombre que le dieron o que, pero la pobre ya no tenía consuelo alguno...

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Cyliam


¡Sorpresa! El bebe no era un niño sino una pequeña ardillita. La pelirroja sonrio a su marido, deberia haberselo dicho pero ahora que el rubio se habia dado cuenta por si solo de que era una niña le hizo un poco de gracia.

Ella sabia de antemano que era una niña y el resto de detalles que conocia de la pequeña los supo de mano de Wallada que viajaba todas las semanas para conocer el estado de la pequeña. Sabia que era pelirroja como ella y que tenia la misma nariz que su padre y algunos rasgos mas muy parecidos a los del rubio.

Tambien era guerrerona, llorica y muy posiblemente mordiera como un demonio, sin duda lo de morder era herencia de padre y madre y quien sabe si de Diablo, archienemigo numero uno de Miku.
No muy lejos de donde se encontraban pelirroja y rubio se escucho un llanto desgarrador, pero no de pena o tristeza, era un llanto muy peculiar.

- Mi hija no es endiablada. Solo un poco... ya saben de tal palo tal astilla. Dijo con una sonrisa nerviosa apretando la mano del rubio a la vez que sus mofletes ardian en un tono carmesi. - Me siento avergonzada. Susurro agachando la cabeza.

Los llantos de su pequeña cada vez se escuchaban mas cercanos, tampoco era capaz de comprender muy bien a que se debian tales lloros y gritos, no era tan dificil cuidar de un bebe, a fin de cuentas comian, dormian y manchaban pañales.
Quizas la pequeña sabia que le faltaba algo importante, una madre y un padre y el llanto era su manera de expresar aquella falta.
La pelirroja miro de nuevo al rubio y sonrio amablemente, ya sabia a quien le mandaria cambiar los pañales de la pequeña ardillita.

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Mikumiku


Se oyó una escandalera de lloros seguido de un tamborileo de los pies de las monjas al correr desesperadamente en todas direcciones, buscando socorro. Las hermanas corrían de aquí para allá sacudiendo los faldones de los hábitos y todo aquel ruido infantil solamente podía significar una cosa: su hija. Una de las mujeres paró a la que acompañaba a Miku y a Cyliam, preocupada. Cyliam enrojeció tras sus palabras, algo avergonzada, pero el caballero no la soltó ni un momento. Estaban allí y llegarían hasta el final.

- ¡No! Deje estar al cura, ella es mi niña. Abran paso. – Perdiendo la actitud tranquila y respetuosa el caballero adelantó a las dos hermanas y tiró ligeramente de la pelirroja para que le siguiera. Pese al resonar de las paredes de piedra era fácil distinguir de dónde provenía el sonido, y prácticamente al trote entraron en la sala donde la pequeña aguardaba. – Aquí es.

“Eres padre”, no podía dejar de repetirse mentalmente una y otra vez. Miró a su esposa, nervioso y algo alterado por los últimos metros de carrera en los que por poco no decidió llevarla en brazos para poder correr a toda velocidad. Atravesó el marco y esta vez poco a poco se fue acercando a la especie de cuna o cama baja donde una pequeñita Espinosa di Véneto alborotaba al personal.

El rubio no tenía palabras. Esquivó a las monjas y fue directamente hacia ella. Lágrimas de emoción se le escaparon cuando la levantó por primera vez en sus brazos, conmovido, ilusionado. La abrazó y la besó, la acunó con sus manos mientras calmaba su ira con susurros, y frotó la pequeña nariz con la suya propia. Estaba sana, y había heredado claramente la belleza de su madre. Fue algo torpe levantándola y sosteniéndola, y el pulso le temblaba. Pero la asía como un tesoro más valioso que la vida.

- Es preciosa. Mírala… – El joven estaba totalmente fuera de sí por la alegría, hecho un lío de sentimientos perdidos y encontrados. Besó a Cyliam apasionadamente y le acercó al bebé que descansaba en sus brazos, seguramente menos guerrero que al principio. Se fundieron los tres en un abrazo múltiple, con una de aquellas cadenas que no se rompían jamás. Cuando fue capaz se secó los ojos con la manga de la camisa, pero no podía dejar de verla, de adorarla, de deshacerse por dentro. - ¿Cómo se llama?
Cyliam


Habia sido como a camara rapida todo, cuando el rubio jalo a la pelirroja a prisas por el reencuentro con tan pequeña llorona.

El miedo que podia haber sentido la pelirroja de las miradas de las monjas desaparecio cuando por fin logro ver a su pequeña ardillita, de mofletes sonrosados y ojitos de princesita.
Pero lo mas satisfactorio fue ver como el rubio alzaba a la pequeña con una amplia sonrisa, la cuco y lleno de mimos de los que la pelirroja obviamente sentia celos, pero en verdad, hasta ella misma ansiaba morderle aquellos tiernos mofletes a su bebita.

- Y mira, mira, ya le salieron sus primeros dientecidos. Y la naricita es identica a la tuya, muy mordisqueable, ¿no crees?

Todo a su alrededor desaparecio, las monjas, el cura, los miedos y pesares. Aquellas tres personas habian abandonado cualquier temor al ver a la pequeñaja.
Miku la beso y ella devolvio el beso casi al borde de las lagrimas, su rubito sexy y perfecto habia vuelto por fin a ser el que era. Su sota de corazones, su ladron, el hombre que le habia robado desde el corazon hasta la razon.

- ¿Cómo se llama?

Con la niña en brazos y frente con frente con el rubio, lo empujo suavemente hasta que ambos se cruzaron en una mirada sonriente. - La llamamos Camillee. No se que significa, pero Wallada dijo que le vino el nombre a la mente mientres cuidaba del jardin y los huertos de las hierbas. A ambas nos gusto el sonido que se produce al pronunciar el nombre y por eso decidimos llamarla asi.

Bajo la mirada a la pequeña que ya habia dejado de berrear hacia rato. - Ummm tu eres una pequeña ardilla muy lista eh. ¿Hemos venido a por ti y justo ahora dejas de llorar?

Dejo a Camillee sobre los brazos de su padre y sonrio dandole un dulce beso. - Creo que deberiamos irnos, no sea que nos pidan una indemnizacion por daños morales y psicologicos. Estos curas de hoy en dia son todos como malditas viboras de lenguas viperinas.

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Camillee


El llanto de la pequeña se fue silenciando al sententirse en esos brazos calidos que la acunaban, al sentir esa respiración y ese palpitar.
Una pequeña sonrisa se fue dibujando poco a poco en sus labios y la paz invadía su cuerpo.
Sentía como aquellas personas hacian ruidos raros, la miraban, sonreian, lloraban y la apretaban con fuerza, pero no lograba entender bien que era lo que ocurría, solo sabía que se sentía a gusto donde estaba y era todo lo que durante mucho tiempo le hacía falta.
Aferrandose a las ropas de aquella pareja, la pequeña niña fue quedandose dormida, feliz.

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Mikumiku


Miku rió y le mordió la nariz con cuidado a la pequeña para comprobar si era verdad lo que le decía la pelirroja. Su hija fue dejando de llorar hasta caer dormida como un ángel, asombrando a todos los presentes. Las monjas que aún revoloteaban por la habitación se fueron tranquilizando y volviendo a sus rutinas, y a alguna también se le escapó un suspiro de alivio.

- Camillee… Es bonito como ella, me gusta. Y también llevará nuestros apellidos a partir de hoy. – El caballero la volvió a acoger en sus brazos cuando Cyliam se la volvió a acercar. – Volvamos a casa entonces. Hermanas, infinitas gracias por haberla cuidado tan bien este tiempo. Ahora nos encargaremos de ella en su verdadero hogar.

Y con sonrisas se despidieron y emprendieron rumbo al carruaje que esperaba en la entrada del convento. El corazón del rubio latía con fuerza y se dejaba llevar por impulsos desde que había puesto un pie en aquel lugar. Todo estaba ocurriendo muy rápido, sentía que iba a explotar. En cuestión de días había pasado de desear su propia muerte a recibir una segunda oportunidad de parte del amor de su vida, y ahora sostenía en el pecho a una diminuta perla que era su hija. Tenía ganas de llorar, de tirarse al suelo y clamar a los cielos. De pedir que todo aquello no fuese sueño ni alucinación, de dar gracias al mundo y a los dioses por permitirle volver al camino que había abandonado. Preguntar cómo y por qué.

Ayudó a su esposa a subir al vehículo, y le dejó delicadamente a Camillee mientras le comunicaba al cochero adónde iban. El caballero se quedó un rato de pie en silencio, mirando al horizonte. Cerró los ojos y respiró hondo, pasándose las manos por la frente y la cabeza hasta estirarse el cuello lentamente. Tenía presente que portaba heridas que no sanarían jamás del todo, que el pasado podría perdonarse u olvidarse pero aquello no lo cambiaría. Y sin embargo ahora era feliz de nuevo. Estiró los brazos y subió al transporte.
Cyliam


El viaje de vuelta fue mas tranquilo y menos tenso. Ambos miraban embelesados a la pequeña ardillita mientras dormia y hacia gestitos graciosos con la carita.

- Parece mentira que una cosa tan pequeña haya traido a unas cuantas monjas de cabeza. Se nota que no nacieron para ser madres y se escusan diciendo que estan casadas con el altisimo. Rio la pelirroja mirando a su rubio embelesado.

Envolvio a la pequeña Camillee en una mantita y la acurruco en su regazo con suavidad. Jez no tardo en saltar sobre la pequeña para quedarse observandola desde muy cerca, casi tocando su hocico con la nariz de la pequeña.

- Creo que Jez quiere que le pongamos una ardilla custodia. Dijo sonriendo al rubito. - Y creo que Pelota sera la mas ideonea para ello.

Pelota era una minuscula ardilla voladora que solia dormir hecha una pelota, de hay su nombre, era hija de Bola, una ardilla italiana que su sobrina Callixto le regalo antes de desaparecer y mas tarde, Pelota se arrejunto demasiado a Jack Squirrel, una ardilla pirata y portuguesa que Ambar habia regalado a la pelirroja. En fin, Pelota, hija de Bola y Jack Squirrel, Gobernantes de las artes de la cleptomania ardillil.

- ¿Te parece buena idea? Ademas tendras que aprender muchas cosas de bebes, y Pelota sabra cuando debe atacarte si lo haces mal. Hizo una breve pausa que acabo entre risas. - ¡Ya se! Diablo tambien podra ayudarte en tus enseñanzas paternales.

La pelirroja no podia dejar de reirse imaginando a Diablo y Pelota mordiendo a su esposo cada vez que se equivocase. Desde que Camillee estaba con ellos, cualquiera de los anteriores problemas parecian haberse disipado.

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Mikumiku


Los animalitos. Miku siempre había admirado la facilidad que poseía su esposa con las mascotas, especialmente con sus ardillas. Era un don que llegaba a parecer sobrenatural en ocasiones, y más de uno calificaría aquello de brujería sin pensárselo dos veces. Él no disfrutaba especialmente de la compañía animal, es más, en ciertas ocasiones había llegado a ponerle nervioso, pero admiraba sinceramente ese cariño tan familiar que había en la familia, fuera entre seres más o menos peludos.

Cyliam propuso riendo el asignarle uno de los roedores como protector a la nueva pequeña Espinosa di Véneto, que dormitaba en el regazo de su madre. Él se acordó de Uri, el fuerte perro que no había perdido en ningún momento a Brynne de vista, y cómo pese a su aspecto bruto y violento resultó ser un gran acompañante para ella.

- Ya sabes que no son lo mío, los animales. Quizá con los caballos, que ya tengo práctica, pero éstos… Miedo me dan. – Rió. Encontrarse allí charlando tranquilamente sobre temas que nada tenían que ver con los horrores le proporcionaba un alivio inmenso. – Creo que si me tienen que morder cada vez que me equivoque, acabaré sin manos. ¡Suponiendo que no apunten a otros blancos más traicioneros! Me fío de ti. Pero yo no acercaría mucho el hurón a Camillee, que el nombre que le diste no pudo ser más acertado.

No les quedaba mucho para llegar de nuevo a la casa, emplazada en la urbe pucelana. El viaje iba siendo tranquilo, sin las prisas ni las tensiones entre los dos jóvenes que no tan jóvenes se podrían considerar tras la intensidad del último par de años. Cuántas historias podrían contarse, cuánta historia habían compartido. El caballero se inclinó para besarla otra vez en el cuello, en la mejilla, en los labios. Después se acercó al bebé y le apoyó los suyos en la frente, con delicadeza. No le quedaban ya lágrimas que verter, ni de dolor ni de alegría, pero sus ojos se desviaban constantemente entre la pelirroja y la pequeña, brillantes de emoción.

Vivir valía la pena. Y no tenía ni idea de cómo conseguirlo, pero esta vez se dejaría la piel en ello. No sería el mejor de los padres ni el mejor de los esposos, quizá las armas y el honor volverían a alejarle de tiempo en tiempo o los fantasmas del pasado embrujarían sus noches con recuerdos y pesadillas. Pero tenía una meta que no pretendía olvidar fácilmente.

Los sonidos, el empedrado, los muros... Ya llegaban. En otros tiempos ahora estarían arreglando con presteza las ropas y peinados desplazados de su sitio. Pensó en aquella mañana, en el camisón en el cual Cyl le había dado los buenos días. Seguía hecho un lío, pero tenía claro que ese deseo continuaba agarrado a su pecho. La ternura había ganado la lucha por unos momentos, pero varias clases de amor y varios focos de atenciones batallaban en el interior del hombre, que temía liberar la equivocada para el momento. Pero lo primero era lo primero.

- ¿Habrá algún lugar preparado para ella en casa? Parece que dormir le gusta mucho, veremos si luego arma la guerra del convento. - Preguntó, curioso. Y en el fondo también se preguntaba si él pasaría la noche en la celda sin barrotes que era la última habitación de la torre. Un castigo era un castigo.
Cyliam


El viaje transcurrio muy tranquilo, los problemas habian pasado a otro plano y ahora la atencion de la pareja solo se centraba en la pequeña ardillita que juntos habian creado.

Cuando Miku pregunto por donde dormiria la niña, la pelirroja se quedo levemente pensativa mirando a Cami, ya habia pasado demasiadas noches sola, tanto la pequeña como la propia madre y a fin de cuentas el castigo podria aplazarse a mas adelante.

- Yo creo que lo recomendable y hasta que la niña se acostumbre seria que durmiera con nosotros. Podemos mover la cuna de Mariana a nuestro cuarto y dejar que la niña duerma con nosotros y cerca de nosotros. Miro al rubio y sonrio. - Ademas eso nos ahorrara esos incomodos viajes para ver que le pasa en caso que llore.

Bajo del carruaje con ayuda de su marido y pago al cochero antes de que todos entraran en la casa. Los pequeños debian seguir en el patio jugando y posiblemente Mariana en su cuarto con sus lecciones de escritura y demas labores. ¿Y Wallada? Fijo que estaria en la cocina, con un ojo puesto al ventanal, siempre vigilando a los mas pequeños.

- De hecho estoy pensando que, como no hemos dormido a penas esta noche podriamos subir directamente a echarnos una siesta, Wallada podra ocuparse de los niños sin problemas y cuando hayamos descansado podremos ver la forma de ordenarlo todo. Con Camillee aun en brazos la pelirroja subio la escalera haciendo una seña a su esposo para que la siguiera. - Tendremos que reorganizar los cuartos para cuando Cami crezca y todo eso. Dijo antes de bostezar sonoramente.

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Mikumiku


Llegaron sin problemas ni trotes, tal cual se preveía. En el ambiente se respiraba paz y tranquilidad. Una sonrisa se esbozó en su cara al escuchar que descansarían todos juntos a partir de entonces, señal de que las cosas estaban cambiando muy rápido para bien. Casi tenía miedo de que nada de aquello no fuera real y estuviera simplemente soñando. Claro que tener un bebé en la misma habitación podría ser un problema, sabía que a los pequeños solía darles por llorar en cualquier momento y además tendrían que cuidarse de no despertarla.

Siguió a su mujer hacia el interior de la casa y de nuevo hacia arriba por las escaleras. Pensativo, meditaba si sería mejor buscar alguna persona que se encargara de ayudar a cuidarla y salvar así a los padres de algunos sufrimientos. La casa era lo suficientemente grande para albergar algún servicio más, y ella era la señora de uno de los feudos más ricos y prestigiosos de Galicia. Pero de momento no se quiso preocupar, el futuro depararía.

- Eso de la siesta suena muy bien. – Contestó por el camino. – No llegamos a conocernos del todo antes, la cama y yo.

Bromeaba divertido. Sin embargo, en el fondo dudaba mucho que fuera capaz de pegar ojo a esas alturas. Tenía mucho en lo que pensar, y un deseo que le ardía en el pecho y no le dejaba hacer lo primero con claridad. El caballero se deshizo del abrigo, que dentro del edificio no necesitaba, para sentarse en el borde de la cama una vez entraron en la habitación. No podía quitarles los ojos de encima a su Camille y a su Cyliam. La primera era un regalo de los cielos y la segunda una diosa a la que guardaba culto desde hacía mucho tiempo.

Muy despacio, acarició a la pelirroja invitándola a acompañarle. Temía hacer algo que fuera malo para su hija, que solo con ver a la carita había amado con una fuerza colosal. Miku extremaba la delicadeza de sus movimientos, quizá exageradamente, mientras se inclinaba sobre el regazo de su esposa para dejar un beso en la frente a la pequeña.

- Déjame sostenerla un poco. – Pidió humilde, extendiendo unos brazos ansiosos y paternales. Quería tenerla un poco más, y además dejaría las manos libres a Cyl para que pudiese acostarse y ponerse cómoda. Había sufrido mucho y dormido poco, se lo merecía más que nadie.

El arrepentimiento y la tristeza habían muerto. En aquella paz, en aquel vendaval silencioso de amor, era feliz a rabiar.
Mikumiku


Y así sucedieron los hechos. Un capítulo de mi vida se cerraba, y otro empezaba a escribirse. El esquivo destino me dio alas y devolvió al lugar al que pertenezco. ¿Qué depararía el futuro? No lo sé, pero algo me hacía pensar que de nuevo era yo el que sostenía sus riendas.

FIN
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