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[RP] Pronunciamento militar en el Ducado de Caspe

Longestic


Llevaron a sus aposentos al Duque de Caspe dejándolo en su lecho y arropandólo adecuadamente. Al dejarlo la señora de los cuervos y el de Lancrex salieron de la estancia quedándose por las inmediaciones del castillo Ducal ya que sabían que más pronto que tarde el de Linares los iba a volver a llamar.

En la habitación se quedó solamente Kossler, el General del ejército de los Dragones de Caspe, a petición del Duque. Quería hablar con él sobre los hechos y acontecimientos sucedidos en las horas anteriores ahora que ya el de Linares se encontraba algo mejor que antes.
- Bueno General, supongo que sabreís la razón por la cual os he dicho que os aguardeís aquí un momento. Longestic se tomó una pausa. - Ahora que me encuentro con la mente algo más despejada y ya que antes ignoré por completo vuestras palabras, ¿me podiaís explicar lo sucedido? Seguramente el General le iba a repetir lo mismo con las mismas palabras, aquellas que el chipirón enfermo ignoró.

Se quedó a espensas de la respuesta de Kossler mientras cogió un vaso de agua de la mesita que se hallaba al lado del reposacabezas de la cama.

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Kossler


Se acercó a la mesa ducal, y sacó una botella de licor del cajón. Siempre había y habria alcohol en aquel cajón. Hasta el fin de los tiempos. Bebió directamente de la botella. El día había sido largo.

-La firma en esa Acta puso a Ducado en un aprieto diplomático en primera instancia. Pese a que el Ducado no esté sometido a la autoridad Real, sabéis que las fuerzas de vuestro cuñado no son pocas. -Empezó el General, resumiendo al máximo para no agotarle. -Al saber las acciones que iba a emprender contra los firmantes temimos perjuicios para el Ducado y sus habitantes. Ello fué lo que me impulsó a tomar una decisión. La de destituiros.

Hizo una pausa, que se alargó tal vez más de lo que debiera.

-Para ello tuve que saltarme unas cuantas leyes, lo sé, y también cometer lo que, sin duda, podría ser tachado de traición. Pero o era eso, o ver a Caspe envuelta, muy seguramente, en una guerra. -Hizo otra pausa, esta vez, corta. -Cómo comprenderéis, elegí la opción que menos perjudicaba a Caspe.

Bebió otro trago del licor, y posó la botella sobre la mesa.

-Espero que comprendáis lo grave de la situación, y sepáis aceptar que la decisión tomada en consecuencia, probablemente no era la mejor, pero era la única que se me ocurrió. -Explicó, con la voz queda. -Si no lo comprendéis, tenéis a disposición mi cargo de General, cómo siempre habéis tenido. -Terminó.

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Longestic


Escuchó atentamente las palabras que salían de la boca del General mientras sostenía en una mano una botella de licor.

- Veo que habeís tenido que tomar una decisión dificil y en muy poco tiempo. En efecto el Ducado no está sometido a la autoridad Real, pero conociendo a mi cuñado no habría dudado en venir y arrasar con todo. Suspiró y cogió aire. - Ya veo que te has saltado alguna ley, cosa que puedo comprender la grave situación acaecida, pero tras esa decisión deberé estudiar el caso para llevar a cabo una sanción. ¿Alguna objeción General? El Duque esperó a escuchar al General de los Dragones.

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Kossler


-No, ninguna. -Contestó. "Por la cuenta que me trae" -Pensó.

Cogió la botella y la guardó en el correspondiente cajón. Luego hizo ademán de irse.

-Si no necesitáis nada más de mi, os dejo para que descanséis.

Al no ver objección en la mirada cansada del Duque, abandonó los aposentos ducales, cerrando la puerta tras de sí, y desapareciendo en silencio por los fríos pasillos del castillo.

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Longestic


El Duque de Caspe se reincorporó a la vida cotidiana 4 días después de la entrada de año, aunque permaneció en el castillo Ducal varios días más sin salir del mismo para ir adelantando papeleos y asuntos pendientes que hubiera. Salía a dar algún que otro paseo por los jardines bajo la luz del sol.

Después de 10 días, el 14 de enero, el Duque de Caspe estaba completamente recuperado de su enfermedad, así pues se dispuso con un par de soldados salir a dar un paseo por el pueblo mandó llamar al señor de Lancrex y a la dama da Lúa para que le acompañasen a dar un paseo por el pueblo.

- ¡Soldado! Id a llamar al señor de Lancrex y a la dama da Lúa, que venga a toda prisa, su Duque les requiere, decidle que los espero en el Alambique. El soldado salío lo más rápido posible para ir a entregar el mensaje a sus destinatarios.

Mientras tanto veía alejarse al soldado mientras iba caminando por aquellas calles tan frías, los rayos de sol de poco servían ya que el frío invierno los frenaba.


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Juli


Un mensajero llegó y le transmitió que el Duque quería reunirse con él en la taberna municipal.

Y allí se dirigió sin remolonear demasiado. Entró en el local y como vio que era el primero en llegar, pidió vino y lo cargo a la cuenta del Duque.

-El que reúne, paga

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Noega


- ¿En el Alambique decís? - El muchacho asintió mirándose los pies - A ver si aún va a tener fiebre ¿Ya será seguro? - pensó en voz alta mientras el guardaducal le miraba con impaciencia - Que sí, que sí, que ya voy... por los dioses ¡qué pesadez que el que no se viene quejando me apremia en mis pensamientos! - Y salió para la taberna municipal, aquella donde se desarrollaba la vida del Ducado. Sí, podría decirse que era un buen salón de plenos en donde todo el que quisiera podía participar. Descabalgó de un salto y entró como siempre dando un puntapié a la puerta.

- Yyyyyy ya estoy aquí porque ya he venido - sonrió a la ¿nada? que ni tabernero oiga. Se puso un instante tras la barra, no fuera a ser que algún despistado le confunciera con tabernera con lo mal que ella hacía combinados de hidromiel con "cosas", y se sentó en un rincón con una cerveza algosa a contemplar el panorama.

Puso las antenas. No había forma mejor de conocer qué se cocía por las calles.

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Kossler


Los días venideros habían sido duros, en cuanto a trabajo. La ciudad había estado en tensión desde el resacoso día de año nuevo, y el pueblo, asustado y curioso por la situación a partes iguales. La destitución del Duque había infundido el miedo y la incertidumbre en los ciudadanos, y habían despertado la curiosidad de parte de ellos, pero sobretodo de los soldados. Algunos, que habían servido al General durante años, desde el momento que se erigió como Duque a una edad temprana, se cuestionaban ahora si su jefe se había vuelto loco. Pese a todos sus años de servicio, y su confianza ciega en aquél hombre, se preguntaban si había hecho lo correcto, o si bien, el poder, que todo lo pudría, había terminado por corromperle.

Era por eso que había sido harto difícil convencer a los soldados que aquello era lo mejor, y que tendría solución más pronto que tarde. En secreto, el Duque ya ocupaba su puesto de poder, pero hasta su recuperación, decidieron continuar con aquello. Un anuncio restituyendo al Duque, tan temprano, hubiera supuesto que los soldados pensaran que su General había sido apresado y hubiera provocado un repentino alzamiento de algunos de ellos, en pos de liberar a su superior. Y ésto, era en absoluto necesario.

En el día de hoy, el Duque sería restituido en su puesto, y los soldados verían al General. Pero no cautivo, tras unas rejas, y encadenado con grilletes, sinó libre, con su brillante armadura puesta y su capa ondeando por el viento invernal.

Se dirigió al Alambique, dónde tenía citación, y abrió la puerta.

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Noega


Y ahí estaba el vejestorio más buscado de todo Caspe. Ella, con su bebercio y en el oscuro rincón, de quien no quiere ser visto se apartó un pelo la capucha mientras el hombre rondaba la barra del local. Extrañamente parecía habérsele ido la cojera de golpe - será cuestión de adrenalina - susurró para sí sin saber muy bien qué había dicho.

Miró por la ventana el reloj de la plaza, "el de negro" llegaba tarde y el general estaba allí, seguramente alguien le explicaría del todo qué demonios pasaba, que del resto del Consejo de Caspe no sabía nada más que oscuros rumores de viejas - ¿Habrán sido secuestrados?...porque eso de la nigromancia, los exhorcismos y las bacanales....como que es poco creíble... - se encogió de hombros, varias hogueras ardían en la plaza y no acertaba a discernir a qué se debía el tremebundo aroma que se respiraba en las calles, se atrevería a decir que podredumbre.

Ya nada le sorprendía en esa ciudad de locos y la idea de transladarse a la otra punta del mundo, o símplemente desaparecer, comenzaba a tomar forma en su atareada cabecita. Sólamente su duque retenía sus pies y volvió a mirar hacia la puerta preocupada.

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Longestic


El Duque llegaba tarde, pues iba a paso pesado y no tenía ninguna prisa pese a que había citado allí a varias personas. Se iba acercando al Alambique, sitio célebre para quedar y de paso tomarse unas cervezas, así pues llegó a la puerta y se paró en seco y ordenó a dos de sus guardias que entraran a la taberna para inspeccionarla, no vaya a ser que le secuestraran por algún casual.

Entraron los dos guardias mientras el Duque esperaba a la puerta bien abrigado y aguardado par de soldados. Tras revisar el local, los dos centinelas salieron del Alambique e informaron al Duque que dentro solo se hayaban tres personas y todas ellas eran de confianza, así pues, el de negro empujó la puerta y entró en el Alambique y efectivamente vió a las tres personas que el soldado le citó.

- Buenos días dama y caballeros. Saludó a los presentes y únicos en la taberna con un rostro serio. ¡Contadme las novedades en estos días que he estado encerrado en mi habitación recuperándome de esa vil gripe o lo que fuese! Se fue acercando a la barra y se desvió para pasar detrás y servirse una buena jarra de cerveza mientras esperaba que le pusieran al día.

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Noega


La de los cuervos se quitó la capucha, se acercó a su duquesidad y torció el morro. Precisamente lo que quería ella era información al caso y ahora se la venían pidiendo a ella?

- Pues mi señor, desde primeros de año parte de vuestro Consejo se halla desaparecido. Unos dicen que reunido....aunque a mí no me ha llegado invitación al evento ¿a vos?.... otros cuentan verdaderas historias de miedo y conspiración, ya sabéis, pasa lo de siempre con la desinformación a la gente le encantan este tipo de historias y después del circo que se organizó en el puerto para la creación del nuevo "Ducal Paraje del arrecife de San Jorge", pues ya sabéis... solo faltaba esto... - gesticuló con la mano quitándole peso al asunto - Pero decidme, ¿habéis informado al mundo de vuestra digamos.."situación"? merece saber que el duque de Caspe está, como siempre, al pié del cañón.

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Longestic


El Duque de Caspe escuchaba atentamente las palabras de la señora de los cuervos.

- ¿El consejo reunido? ¿A cuento de qué? Como bien dices, yo tampoco he recibido invitación a tal reunión. El de negro se queda pensativo mientras se arrasca la barbilla... - Conspirando contra su Duque... Lo que me faltaba por oir ya... Se quedó con cara de asombro, ni en mil años podría pensar que eso pasaría.

- En efecto, el pueblo sabe que estoy al pie de cañón, y si es cierto lo que me cuentas, creo que con más fuerza y ganas que nunca pese a la gripe francesa esa como la denominó el loco del de Lancrex. Longestic giró la cabeza y se dirigió al General, allí presente. General, ¿vos que pensaís de ésta situación? Se quedó mirando a Kossler esperando una respuesta.

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Kossler


Tras entrar en la taberna, y haber pedido una jarra de cerveza, entró el Duque. Mientras la señora de los cuervos le ponía al tanto de la situación, el General optó por dar buena cuenta del refrigerio. Pese a que la cerveza se aguaba para sacar un beneficio extra, conservaba un nivel alcohólico aceptable, y el sabor a malta predominaba con fuerza. Al sentir nombrar su cargo, se giró, perdiendo de vista la bebida, y miró al Duque.

Se pasó los dedos por el bigote, pensativo. Finalmente, apoyó los dedos de la mano derecha en la sien, mientras respondía.

-Pese a no haber combatido en la Guerra del Badil, pero habiendo leído sus crónicas, sumándole la experiencia en Cataluña... -Hizo una pausa, rememorando los distintos sucesos acaecidos. Dos bandos, ambos parcialmente legitimados... -Lo cierto es que opino que ésto es el preludio de una guerra civil. -Respondió finalmente el militar, con cierto pesar.

Aunque esperaba equivocarse, los signos eran claros. Se habían formado dos bandos, y ambos reclamaban su prevalencia sobre el otro. Habían empezado las riñas, con comunicados y contracomunicados, destituciones y discursos. Tras ello, siempre venía una guerra. Todo conducía a eso.

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Noega


La daLúa pegó un saltito sobre el banco al escuchar las palabras del "usurpador-veloz"... estos militares siempre pensando en lo único en sus vidas que les proporciona paz interior. Torció el gesto. Si bien para la actividad económica de una mente despierta, una guerra era sinónimo de beneficios, lo último que le apetecía en esos instantes era liarse a palos en su propia tierra.

- Veamos, señores, ¿No puede esto deberse a una serie de reacciones no muy acertadas por su parte? - suspiró - Realmente os digo que todos tenemos muchas mejores cosas que hacer que malgastar el tiempo, el físico y la categoría con este tipo de tesitura. A mí me encantaría oír decir de sus propias bocas que reniegan de vos, su duquesidad... comentó ya más tranquila - siendo así, todo caspolino sabe qué hacer si no está de acuerdo con algo, la democracia es dura, pero es la que es, no creéis?

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