[RP] El despacho ducal de Caspe

Noe se levantó aquella mañana inspirada. Caspe, su aire, sus gentes, su música, su cerveza y sus algas le llenaban de orgullo y satisfacción

Decidió abrir de nuevo el despacho ducal, para pasar sus tardes en compañía de todos los caspolinos. Cogió pluma, soporte y lacre y expresó sus primeras ideas:

Se le aportó copia del tratado que al pueblo de Urgel se le hacía para ganar su libertad. Ello le satisfacía. Así era como había de actuar, así es como ha de hacerse - sonrió mientras leía tranquilamente, no negociando mientras se blande la espada, no golpeando antes de preguntar como cientos de veces había ya visto.

Era de buena mañana y el café humeaba en su mesa.



Al finalizarlo ladeó la cabeza... tenía la extraña sensación de que el pueblo de Urgel lo rechazaría, aún debiendo ser en aquellos momentos su libro de cama la libertad de su pueblo, el rencor y el odio parecían ser sus guías.

Si se aceptaba sus queridos dragones volverían a casa, nada podría hacerle más feliz en esos momentos que dejar de sufrir en la lejanía. Si por el contrario los más oscuros presagios, que anidaban en su mente, se hacían realidad Urgel sería arrasado y nada quedaría ya de esa preciosa idea inicial de libertad.

Y el cuervo volvió a soltar la misiva que llevaba en su mochila, menudo peso se quitó de encima:

Tras el breve recalentamiento de cabeza sufrido tabernilmente Noega saltó sobre Janto y galopó hasta el Peñasco negro donde ya más tranquila cogió pluma tinta y un trozo de papel grueso para comunicarse con sus queridos casposos:

Aquel día quería estar tranquila en sus pensamientos y mandó a los guardias a casa cerrando la puerta tras de sí con doble vuelta de llave.

Reclinada en un negro diván de terciopelo italiano, rodeada de rollos, cordoncillos y lacres, cerró un momento los ojos para "meditar" mientras atusaba aquel extraño tejido, que tanto gustaba a los nobles de la época. Relamente que ni recordaba de donde procedía aquel agradecido mueble, porque nunca atendió a los regalos materiales, pero le hacía buen servicio en los momentos de meditación transcendental como aquel.

- POC POC - sonó el llamador de la puerta mientras la da Lúa pegaba un salto que casi se cuelga de la lámpara de forja - ¡¡POR TODOS LOS DIOSES!!! - Exclamó sujetándose el corazón con ambas manos. Las aves comenzaron a graznar y se levantó hacia la puerta. Miró por la mirilla y vió al de Lancrex que se movía arriba y abajo. Giró las dos vueltas de llave y tiró del portón quedando detrás y abriendo paso al susodicho.

La de los cuervos levantó una ceja al ver al jefe del huerto en su puerta nervioso, probablemente pensando en el nivel al que podrían llegar sus hasta ahora chanchullos al límite de la ley, o eso quería creer. Sabía perfectamente cada actividad realizada por el mismo ya que muchos de los artesanos que mantenían las propiedades del de Lancrex habían sido requeridos para la reparación de su peñasco de las afueras y a ella le encantaba dialogar con ellos trepada a alguno de sus manzanos mientras veía el nivel de habilidad de cada uno.


- Lancrex, pase y cierre tras de sí - dijo con voz cansada mientras volvía a su diván.
- Veo que mi mensajero de confianza de repente se ha vuelto lento e incompetente - lo mandaré azotar - sonrió irónica a sabiendas de que el hombre mentía como un bellaco - Y bien, decíais pues que aceptáis el cargo...muy bien, no esperaba lo contrario, supongo que los deberes también los conocéis. En concreto tengo en mente una re-estructuración del consejo y vos formáis parte de mi plan - sonrió mientras cruzaba las manos en posición "maquinar" - Voy a dar a conocer a todos los casposos quienes forman parte de su consejo ducal, porqué y en qué áreas se encuentran especializados cada uno, por lo que vos seréis mi consejero naval y portuario. Me consta que daréis la talla - miró inquisitiva al Jefe de Puerto de Caspe.

Noega se miró a sí misma, tan inocente como estúpida por un segundo, buscando qué era lo que atraía la atención del Jefe de Puerto y chasqueó los dedos al volver al mundo real mientras cambiaba su semblante.

Se acercó pausadamente al de Lancrex mirándolo fíjamente hasta llegar a casi su altura, lo que parecía no esperar dado que incluso dió un paso atrás - Lo tendré muy en cuenta señor de Lancrex - dijo mientras clavaba la punta del tacón de su bota en la mitad del pié del Jefe del huerto girando sobre sus pies y casi metiéndole el moño en el ojo pensando - Si lo hubiera querido lo hubiera cogido yo misma....con qué tipo de mujeres está acostumbrado a tratar este Lancrex.. - sonrió a la pared aguantando la risa,oyendo un grito ahogado - No aprecio a entender qué es lo que habéis oído de mí, aunque estaría encantada de escucharlo - dijo ya volviendo a sentarse algo tirada en el diván - Tome asiento, soy toda oídos.- no iba a desperdiciar una ocasión como aquella para enterarse de chismes y rumorología respecto a su persona, aunque suponía de por donde iba a ir la temática, si es que aquel Lancrex era capaz de ser la mitad de directo que ella.

- Ohhh Lancrex, me decepcionáis, yo también escuché de vos, no creáis, y el mito del "caspinglover" se me hunde en el lodazal norte del lago - rió levantándose a por una botella de orujo - ¿doma de la yegua? - no podía dejar de reir por dentro y los ojos le lloraban - No puedo negarlo ¿véis? me habéis emocionado a la par. Realmente no se si lo que necesitáis es algo de educación en esos menesteres o no habéis pensado muy bien en la situación en la que os íbais a encontrar - dijo sentándose y acercando un vaso lleno al Jefe del Huerto - Siendo cualquiera puede que lo mandara dar una azotaina mientras almuerzo, sería realmente humillante, pero quedaría entre usted y yo y ya podría "contar" que tenemos "algo" entre los dos - suspiró -...ains... pero me habéis caído en gracia, me encanta la gente con el extraño arte de parecer franca.

Correspondiendo a la sonrisa de satisfacción del nuevo consejero, la de Caspe hizo una de lo mismo y, evitando la confusión que aquel compendio de palabrerío leaportaba, puso una mano sobre la rodilla del de Lancrex - querido, desconocía vuestras inclinaciones religiosas, no es de mi incumbencia pero os diré que ya tengo suficiente con el "general diácono" intentando evangelizar mi perdida persona. Ni ningún perdido se pierde ni me hallaréis mientras así no lo predisponga - sonrió irónica al notar el saltito del jefe de puerto, no muy convencida de si lo hacía por el contacto o por el ser alado que apareció en su hombro, graznando alegremente.

- Y decidme, esa extraordinaria aptitud para el discurso y la manipulación, es de nacimiento u os dedicáis a entrenarla en vuestra actividad diaria? - dijo mirándolo fijamente mientras se apartaba la melena de la cara y la recogía con una varilla metálica en la parte alta de la cabeza - no me malinterpretéis, para mí es una capacidad altamente deseable para quien se encuentra cerca de mi persona, puesto que tengo el terrible defecto de ser absolutamente directa, una cualidad ciertamente molesta para muchos...

- Y otra cuestión más, cuyo condicionamiento derivará directamente del énfasis que le presteis a ciertos aspectos - ¿Os veríais capacitado para formar parte de la Guardia personal de la Duquesa de Caspe? He de deciros que es realmente tozuda, algo caprichosa y ciertamente impredecible, no os llevéis a engaño... también se le oyen otra serie de apelativos, incluidos parece ser, los equinos, pero esos mismos vos diréis....
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Mi señora, me sorprendeis gratamente, veo que no conseguiré manipular vuestra voluntad. Sabeis cuando las buenas palabras van separadas de las buenas intenciones.. No me imaginaba que tuvieseis tal habilidad... sin ánimo de ofender... - La de Caspe rió a carcajadas con la cara de falso asombro del Jefe de puerto - Creo que todo se resumiría en que "fuí cocinero antes que fraile" - dijo bebiendose el vaso de transparente líquido que le había llenado su ya nuevo "guardia personal" - Sepáis que nuestro general seguramente os haga una inspección, ocular, cuando menos, creo que no le gusta demasiado que vaya con determinados hombres, adore a las piedras, deje barquitos de papel en el agua bendita y mucho menos que confraternice con enemigos...pero en fin, querido, no tengo ninguna intención de cambiar, estoy agusto conmigo por ahora - rió nuevamente.

En cuanto a los apelativos... os dejais algunos mas, pero ya os los iré comentando ... en cualquier caso acepto, acepto sin dudar - Perfecto, esto será un contrato verbal entre vos y yo, no se hable más, bueno sí, comentadme alguno de esos apelativos, que la curiosidad me mata - sonrió y levantó la vista recordando - Encargué hace semanas una indumentaria para vos algo diferente, levemente, a la de Dragón que acabáis de recibir en la Academia. En breve os la mostraré, pues.

Parecía que la espirituosa comenzaba a hacerle efecto, así que se levantó y se dirigió a la puerta antes de avanzar más en ese estado y poder llegar a hacer alguna de sus ya famosas, estupideces, no por nada se rumoreaba de su nuevo guardia, era muy ducho en llevar jovencitas al puerto, y ella ni pretendía tal cosa ni se consideraba jovencita en su ya cumplido cuarto de siglo.....aunque bien pensado esas mismas bocas que rumoreaban, asimilaban a su persona con un equino de doma... en esos pensamientos estaba cuando llegó al portón de madera - Lancrex, tenga usted la amabil¡gdá, ejem amabilidad quería decir *hips* de abrirme esta puerta, no para de moverse, la muy.....

Noega esa mañana preparó los nombramientos de la nobleza de Caspe que le restaban para sustituir a los hermanos caídos.

Esperaba la aceptación de los mismos una vez que los agraciados fueran informados al igual que esperaba una gran participación de esta sangre renovada tanto en la vida politica como en la social dentro de este reducto de paz caspense.

Contenta a la par que ilusionada, selló las misivas con lacre amarillo.

Por fín parecía que iba a darle uso a aquel sillón desvencijado que había mandado tapizar con telas caspenses. Lo colocó en una esquina...- no, no es un sillón de lectura - lo colocó frente a la mesa....-no no tampoco me gusta aquí- y finalmente lo puso detrás de la mesa en contraluz con el ventanal gótico de la sala.

Dando saltitos sobre el mismo se hallaba probando su resistencia, cuando llamaron a la puerta, dió el "pase pase que estoy visible" y apareció el Señor de negro, oscurísimamente atuendado a la par que acelerado - Buenos días tenga por la mañana Excelencia, me ha llegado este mensaje de vos y he venido lo más deprisa posible. ¿Ha ocurrido algo Excelencia? - La duquesa rió como no podía ser de otra forma - Querida, Ilustrísima...más no habéis tenido tiempo de leer mi mensaje completo? - La de Caspe se acercó a Longestic, el hombre echó un pié atrás, le tomó el papel curvado de las manos con cuidado, lo puso de canto cerca de sus labios y sopló separando los dos trozos de papel - Son dos, no uno - sonrió mientras se quedaba con el mensaje, aportaba el Nombramiento al Señor de Negro y con un ademán de la mano hacía que se sentara.

- Querida, Ilustrísima...más no habéis tenido tiempo de leer mi mensaje completo? le hizo un gesto con la mano para que tomase asiento, a la par que el se dejaba caer en otra silla y se disculpó ante Noega por no leer el documento entero. - Mis disculpas Duquesa, pero no me vuelva a mandar un mensajero tan elegante porque sino parece que se trata de algo de suma importancia y a uno le comienzan a comer los nervios.

Se acercó un guardia a la mesa, Noega le dió un pergamino para que lo publicase en el tablón de anuncios. - Y bien, qué me decía usted Señor del Chipirón?

- No se preocupe Duquesa. El caspolino cogió una bocanada de aire - Es un placer para Nos aceptar vuestra petición y un honor saber lo que vale vuestra confianza, pues asi lo demostrais al otorgarnos un señorio. El de Linares volvió a quedarse en silencio, aguardando a la Señora de los Cuervos.[/b]

- Es un placer para Nos aceptar vuestra petición y un honor saber lo que vale vuestra confianza, pues asi lo demostrais al otorgarnos un señorio - dijo el Señor de Negro mucho más tranquilo. La de Caspe sonrió mientras se levantaba del asiento y rodeaba la mesa y se acercaba al nuevo Señor de Chiprana - Es un honor contar con vos, no os quepa duda que contáis con toda la confianza que mi persona pueda tener hacia un hombre, e incluso algo más. No hay muchos como vos, mi señor de negro. - rió poniéndole la mano sobre el hombro.

Algo de estruendo se oyó en el camino de acceso al peñasco y ambos se sobresaltaron - Hoy será un día largo - Pensaba la de los cuervos mientras unos golpes secos en la puerta le hacían entrever la llegada de un emisario. Suspiró.

Desde su posición junto al Señor de negro, la de Caspe alzó la voz - Adelante!

Un guardia accedió - Mi señora, un mensajero, no se identifica, mas trae orden de veros personalmente - Hacedlo pasar y quedaos - Sentenció pensando en que no quería otra bronca del "encargado" de su seguridad al recibir desconocidos a solas

La de Caspe abrió mucho los ojos al ver al anciano ¿pudiera ser que le recordara vagamente en el fondo de su memoria? - Tome usted asiento, por todos los dioses, señor Sancho - dijo haciendo una señal con la mano al guardia que había permanecido en la sala del despacho, para que acercara una silla y saliera de la estancia.

- Grato me es el recibir noticias de vuestro señor, y os estoy tremendamente agradecida por haberlas portado con diligencia y esmero...tiempo hace ya que no me prodigo por las salas heráldicas y no ha habido forma de hacerlo faltar, ni temporalmente, a sus deberes - Sonrió queda. El hombre asintió mientras tomaba asiento. - Os quedaréis por lo menos hasta que de respuesta a la misiva? Os ofrezcemos toda la hospitalidad que podamos aportaros. Observaréis la rudeza de este todo que os rodea, mas os puedo asegurar que no os faltará de nada - sonrió la de los cuervos mientras abría el lacre con una pluma de ave que "habitaba" en su mesa.

Su Excelencia me honra con su hospitalidad y buen hacer. Y carraspeó ligeramente. Tengo el presentimiento de que hasta nueva orden de mi señor, deberé permanecer en Caspe. Pero no debemos adelantar acontecimientos, mi señora. En vuestras manos tendréis la respuesta de mi presencia ante vos.

El de Lobera sonrió ante la amabilidad de la joven duquesa. En verdad que su señor le había hablado maravillas de la misma y agradeció comprobarlo en persona. Mi gratitud, Su Excelencia. Si vuaced necesita de mis servicios estoy a su entera disposición.

El viaje había sido duro y necesitaba descansar un poco. Se levantó de la silla y reverenció de nuevo a la duquesa. Si me disculpáis tendréis asuntos más urgentes que atender y no deseo comprometeros por más tiempo. Uno ya no es tan joven y mis pobres huesos necesitan un descanso. Con vuestro permiso, Su Excelencia.

El de negro quedó ausente en pensamiento por el despacho mientras la Duquesa recibía a Sancho. Trás la retirada del secretario personal del de Gormaz, vió a la Duquesa pensativa y se dirigió a ella - Mi Excelencia, la veo pensativa. ¿Por dónde ibamos? - ...se me ha ido el santo al cielo, un poco más y no me acuerdo ni a que vine... dijo para sus adentros murmurando y sonriendo a la Señora de los Cuervos mientras se acercaba a ella manteniendole la mirada fijada en su rostro.

El hombre de negro escuchaba las palabras de la Duquesa con cierta atención, que menos, se la veía preocupada por ciertos asuntos. - Algo he oído mi Excelencia. Le dijo con voz firme - Como vereís mi Excelencia, me han llegado rumores de lo mismo que me habeís contado. Todavía guardo contactos de cuando fui Teniente y me informan de ciertas cosas, y precisamente lo que os dijo no eran olivas, se lo garantizo de antemano. - Mientras hablaba hacía ademanes levantando la mano izquierda mientras la mano derecha la permanecía en el bolsillo. - Y os puedo garantizar que la información es cierta, debería implantar algún sistema de registros para ver que tejemanejes se trae este Jefe del Puerto y unos impuestos para regular la importación y la exportación. - Seguía gesticulando con la mano. - ¿Qué le parece implantar unos aranceles portuarios, mi Excelencia?

-Señor Juli Señor Juli!!

Un chiquillo desconocido llegaba a la carrera jadeando.

-Señor Juli Señor Juli!! me envía Jaime, dice que vayais corriendo que la Duquesa está teniendo una reunión clandestina y dice que hablaban de usted!

El de Lancrex asimiló todo aquello, que le sentó como una patada en sus reales y salió corriendo hacía el edificio donde se encontraba el despacho, empujando y tirando al suelo a todo aquel que se interponía entre él y aquel despacho. Algunos juran que le salía espuma por la boca y otros que una cornamenta de fuego salió de su cabellera, tal era la ira que sentía el jefe de puerto.

Tenía que saber que se estaba tramando e impedir cualquier atentado contra su comercio, pero que demonios pasaba allí? es que ya no se reconocía ni se protegía a la figura del humilde comerciante? Sería necesario desenfundar el acero y acabar con cuanto se pusiera delante, noble o campesino, inocente o culpable. Y con esos pensamientos llegaba Juli al edificio, ciego de una ira homicida, duquesida y chipironida.

Se acerco a toda velocidad a la primera puerta del pasillo y la tiró abajo de una patada.

-PERO QUE DEMONIOS ESTA PASAN...

Una joven criada, que apunto estaba de sentarse en la letrina chilló

-AHHHHHHHH

El de Lancrex quedó paralizado hasta que recibió una bofetada.
Y otra, y otra mas. Y al cabo de cuatro o cinco, consiguió reaccionar, murmurando una disculpa y saliendo de la estancia, con la cabeza gacha y sonrojado cerró la puerta.

-Maldito seas... es la SEGUNDA PUERTA -se dijo en voz alta propinandose una bofetada a si mismo.

Y tal cual se dirigió a esta, que abrió de un violento golpe y gritó

-QUE DEMONIOS ESYA PASANDO AQUI

Efectivamente... la Duquesa y el señor de Chiprana se encontraban allí conspirando...
El jefe de puerto se cruzo de brazos y allí, con una mejilla roja como el fuego, quedó a la espera de respuesta.

Varios gritos se oyeron en el pasillo. Vió como el Señor de negro echaba mano a su empuñadura y ella misma hizo lo propio con la daga que siempre le acompañaba en la bota.

Ambos quedaron inmóviles y espectantes observando la puerta cerrada.

Un estruendo casi la tira abajo. Entre el polvo... no podía ser otro... el maldito jefe de puerto, guardia personal, traficante y donjuan por doquier....lancrex, nadie más en todo Caspe tendría el poco aprecio a su vida como para irrumpir así en el Despacho Ducal y esperar salir con todos sus miembros pegados al cuerpo.

-QUE DEMONIOS ESYA PASANDO AQUI - gritó quedándose en jarras con un carrillo rojo fuego.

El calor comenzó a subírsele a las mejillas a la de Caspe mientras apretaba los puños aún sentada en la mesa. El Señor de Chiprana dió un paso al frente en dirección a ella, sin diferenciar si para parar un posible ataque o la represalia hacia aquel incauto.

- ¿qué demonios?....casi susurró para sí mientras comenzaba a crecer el volumen de sus palabras ¿QUÉ DEMONIOS????? ¿QUÉ DEMONIOS DECÍS!!!!!?????? TOOOOODOS LOS DEMONIOS!! Gritó a Lancrex poniendo los dos pies en el suelo de un salto con la daga pegada al brazo meditando si cortarle media oreja o darle un patada en sus mismísimos. Miró al de negro un instante y eso le tranquilizó un ápice. Respiró, cerró los ojos y volvió a respirar.

Se acercó despacio al susodicho y le puso lentamente el filo en la garganta. Lancrex no se movió - Quedáis destituído como jefe de puerto - sonrió - Como mi guardia obviamente, para guardarme de esta guisa me tengo a mí misma, gracias Lancrex, podeís retiraos - dijo mientras giraba sobre sí, arrancaba la insignia portuaria de su pecho y se la soltaba en una parábola perfecta al de Linares. Más antes de darle la espalda con todo el impulso que fué capaz de adquirir con su mano izquierda le soltó una bofetada que retumbó en toda la sala como ciertamente lo más sonoro de la época - Simetría, Lancrex, ante todo simetría, dijo dándole la espalda.

Cuando iba a dar un alarido para que algún guardia se llevara al susodicho apareció el Consejero de la Barca, acompañado. Sus voces se oyeron a su espalda. Suspiró de nuevo.

-Excelencia, Ilustrísima, que el altísimo os bendiga, primo; ¿Qué ocurre aquí? Por preocupantes motivos me hallo aquí pues el revuelo llega hasta el puerto, me he visto obligado a desatender mis negocios.

- Volved a ellos querido, hemos terminado este diálogo esta mañana. Y sed consciente de que si los perros se quedan en los exteriores de mi Peñasco, vuestra "compañía" también, tenedlo en cuenta para sucesivas ocasiones y adentráos a mi audiencia vos, más no vuestros animales.- espetó meditando qué tipo de guardia tenía o qué tipo de trapicheos tenían los dos primos entre los guardianes del peñasco negro.

Parecía que el Consejero Asdrubal de la Barca no había asimilado sus palabras. No había tenido bastante con la absurda intromisión de su primo con que ahora estaba intentando influir sobre su pensamiento con ese gran volúmen de palabrería vana.

No creía parecer que estuviera el horno para bollos, como para ese tipo de intentonas. Rodeó su mesa, apartó levemente el sillón con la punta de la bota y se sentó mirando de frente la puerta y la estampa.

- Asdrubal, primeramente mandad salir a vuestra compañía de mi despacho ipsofacto o haré que los cuelguen de un manzano a palmo y medio del suelo sujetos por los meñiques, durante un tiempo indeterminado. Seguido y una vez retomada la paz en este, el despacho Ducal de Caspe, que por si no os habéis dado cuenta, eso es lo que es, no un circo..... - ironizó con la ceja el alto y clavando un abrecartas en plena mesa aguantando la ira - valoraré vuestra propuesta, una vez escuchada la opinión del actual jefe de puerto - asintió mirando al de Linares y vislumbrado cierta incomodidad en el semblante de los primos Lancrex-Barca.

Rezumaba ira por todos los poros de su piel, larga era la sombra del recientemente ennoblecido de Linares, pero el brazo del de la Barca aun era largo, lo suficiente como para no aguantar las amenazas de la Duquesa sobre sus hombres, su voz sonó fría y cortante, se le había acabado la paciencia;

-Decida lo que decida el Señor de Chiprana, me lo habréis de mandar a mi casa o en su defecto a mis negocios en el puerto, pues yo me retiro de este lugar, prevenios de amenazar a mis hombres, los tengo atados en corto... Pero les otorgo mi protección, no aceptaré que se les insulte en mi presencia.

Observó como el de Lancrex clavaba el puñal en la mesa, justo en frente del de Linares, hacía bien, no lo había señalado como una ofensa hacia la duquesa sino un ataque personal hacia el de Chiprana;

-Suscribo las palabras de mi primo, ya pagamos la contribuciones necesarias a la Cancillería del Ducado, no aceptaremos más aranceles auspiciados por un arribista.

Tras acabar de decir esto, salió siguiendo a su primo, sus hombres cerraban el paso, con la mano diestra apoyada en el pomo de sus espadas, se abrieron paso hacia la salida del palacio que se erigía en el Peñón.

Parece que os ha quedado claro a todos. Y ahora salid de aquí y dejadme con mis meditaciones, ¡¡¡¡por todos los dioses del averno!!!!

Presta acudió al despacho ducal, allí le darían soluciones seguro, se entendería mejor de noble a noble sin duda, la Duquesa la escucharía y ayudaría.

Cuando llegó la condujeron hasta el despacho, y allí golpeo timidamente la puerta, como se esperaba de una dama de alta alcurnia como ella. Al no obtener respuesta inmediata y al no estar acostumbrada a que la hicieran esperar, elevó ligeramente la voz

-¿Duquesa?

- No estoy habituada a recibir señoritas sin nombre...- dijo la Duquesa con una sonrisa

La d'hyeres acomodó sus ropajes con las manos y observó atentamente a la duquesa.

-Pues no parece muy noble la verdad...-pensó

-Disculpadme excelencia, mi nombre es Charlotte Valerious, Condesa d'Hyeres, esposa de uno de sus honorables consejeros ducales si no me equivoco.

Esperó unos segundos, y ante la expresión de interrogación que tomaba la Duquesa, añadió

-Esposa de Juli de Lancrex. Como bien sabrá... huyó ilegitimamente de sus deberes y se estableció aquí, tomando a cuanta furcia se cruzó en su camino. Como comprendereis como buena aristotelica que sin duda sois... Christos no nos enseñó a abandonar los sagrados votos del matrimonio, es por ello que os pido ayuda para hacerlo retornar a mi lado.

Siresku sabia que la duquesa aun no había llegado al despacho, así que fue hacia allí con su paquete debajo del brazo. Saludó a los guardias y sabiendo que tenia el paso libre llegó al despacho, estaba todavía en penumbra, así que corrió los pesados cortinajes que cubrían las grandes ventanas, haciendo que la luz del sol mañanero entrara a raudales. Con cuidado limpió la mesa de los pocos papeles que en ella había y cogiendo papel y pluma empezó a escribir....



Cuando hubo terminado, metió la carta en un sobre y lo cerró, dejándolo encima de la mesa y con el paquete al lado paquete. Sabia que aún no era el día de los enamorados, pero él ya no podía esperar más. Después salió del despacho cerrando la puerta. Se le notaba que estaba feliz, había dado un paso de gigante, que podría salirle mal, pero sabia que lo había hecho lo había hecho con el corazón y él se encontraba como desahogado, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Poco le importaba ya si los demás lo supieran o no, él estaba decidido a no callar mas a su pobre corazón, llevaba mucho tiempo en silencio y le pedia a gritos poder expresarse.

Saludo a los guardias y se marchó hacia el lago para dar un paseo mientras ordenaba sus pensamientos.

Valjala entro en el despacho y dejo una carta sobre la mesa

Los últimos meses habían supuesto la decadencia de Juli. Había perdido mucha influencia y una serie de cargos que le conferían cierto poder para llevar a cabo sus fechorías. Pero como siempre, el Altísimo favorece a los ricos y una nueva oportunidad llegaba a sus manos. La Duquesa había vuelto a nombrarlo su guardia personal (el de Lancrex sabía que era cuestión de tiempo, sus habilidades eran inigualables).

Gracias a esto comenzaba a recuperar posiciones en el juego de poderes del Ducado, pues muchas puertas se le volvían a abrir en ese cargo, es por ello que el humilde comerciante estaba dispuesto a hacer bien su trabajo desde el primer día (si, han oído bien, por mucho que fastidiara a Juli trabajar, y mas aun, trabajar bien, estaba dispuesto a tal sacrificio por sacar tajada).

Todos los dias se despertaba temprano y tras retozar brevemente con su amada, se colocaba la cota de malla, tomaba su espada y se vestía con el tabardo en el que estaba dibujado el escudo de armas de la Duquesa. Caminaba hasta el peñasco y allí la esperaba para escoltarla hasta su despacho, donde se plantaba en la puerta impidiendo la entrada a cualquier sucio campesino o pretendiente. Se había acabado el meterle fichas a su Duquesa.

El de Lancrex, sobrio y serio, montaba siempre guardia en la puerta del despacho de la Duquesa, y nadie podía entrar en él sin el consentimiento del guardia.

Juli se acercó furtivamente al despacho ducal, y allí hizo entrega de un documento a uno de los guardias.

-Llevaselo a la Duquesa y rápido, te juegas tu vida -El de Lancrex no estaba de humor.



En cuanto vió que el guardia se adentraba en el edificio, se cubrió con la capucha y regresó por donde había venido.

El pueblo de Caspe, con una participación asombrosa había hablado.

Ella, como mera actriz del recuento expresó sobre papel el sentir de todas aquellas personas. Posiblemente la indignación por el "desdiálogo", el bloqueo mercantil, y ese terrible sentimiento de haber sido engañados, no podría expresarse, pero las buenas intenciones y las posibilidades que quedaban abiertas, era lo único que le quedaba por expresar antes de despedirse de lo que habiá sido su modo de vida durante aquel pasado año.

Tomó pluma y tinta y casi por última vez estampó los sellos ducales en aquel papel que adoraba. Sus maravillosos arcángeles negros - paganos, porque negros y ardientes no podrían ser de otra forma - no volverían a flanquear sus escritos más allá de aquella mañana..... Aquel diván de púrpura aterciopelado...¡¡ay si aquel hablara!! - mediosonrió por un momento - hablaría de las innumerables noches enterrada entre papeles y pergaminos, si se enteraran las cuentabaldosas y visilleras del banco de la iglesia, seguramente le sacarían de sus chismes e historias para no dormir.

Sacudió la cabeza y terminó de cerrar el sobre que sin dilación iría hasta el Consejo de Catalunya, tomó copia y lo mandó exponer allí mismo, en el tablón ducal. Ya solo le quedaba por hacer una cosa.

Aquella mañana amaneció temprano y se sentó en su despacho, el cuál iba a ser de las últimas veces que iba a ir allí en cuanto terminase las obras de su nueva residencia en el señorio de Chiprana.

Se quedó mirando al frente sentado en su sillón y con la mirada perdida, al rato se acordó que tenía que redactar un par de documenos y se dispuso a ello y después a colgarlo en el tablón de anuncios de su despacho para que el resto de ciudadanos estuviese al corriente.

Estaba allí de pies, paseando por el habitáculo mientras pensaba y reflexionaba sobre asuntos que le rondaban por la mente, había casi un silencio absoluto pero de pronto tocaron la puerta ¡...TOC, TOC...! - Por todos los Dioses... ni un minuto para reflexionar me dejan... - Pensó al escuchar la puerta.

- ¡ADELANTE! - Grito el Duque en aquella sala para ser escuchado. Abrió la puerta el guardia - ¡Mi Señor! Tengo a las puertas al caballero Felcroman que pregunta si le podeís atender en estos momentos.

- ¿El caballero Felcroman no es el Conde de Urgel? - Le preguntó al soldado con cara de asombración.

- El mismo Mi Señor, es el Conde de Urgel, dice que viene en representación del Condado Libre de Urgel. - El soldado se quedó firme esperando una respuesta.

- Hacedle pasar entonces, gustosamente le recibiré. - Dijo mientras se dirigía a su asiento para recibir al Conde de Urgel.

A los dos minutos por aquella puerta entro el caballero Felcroman, al cual no conocía.

El de Linares observaba como entraba caminando en el despacho por aquel portón, el Conde miraba la decoración del lugar. Nada más entrar por la puerta el Duque de Caspe se levantó de su cómodo sillón para recibir al invitado.

- ¡Adelante, Su Ilustrísima! Es un verdadero placer teneros por estos lares, acercaos y tomad asiento por favor. - Le dijo saludandolo cortésmente.

- Buenos días, Su Excelencia. Soy Felcroman, de Urgel, y vengo a proponeros a Vos y Vuestra Ciudad un Tratado que es de mutuo interés. - Y seguidamente puso unas frutas encima de la mesa - Os ofrezco estas simples frutas en símbolo del beneficio que espero obtengáis negociando con Urgel. Probadlas sin temor; las hallaréis sabrosas.

Una vez sentados se pusieron a tratar los diversos temas que el señor Felcroman quería proponer.

- Estoy de acuerdo en adoptar un acuerdo para el bien común de nuestras ciudades. - Tomó una breve pausa y prosiguió. - Y bien, Su Ilustrísima, ¿que tratado venís a proponerme para el mútuo interés de nuestros pueblos?

Se quedó a la espera de la respuesta por parte del urgelino.

El de Linares cogió el pergamino que depositó el Señor Felcroman y se dispuso a leerlo con cara seria ya que se trataba de asuntos importantes tanto para el Ducado de Caspe como para la villa de Urgel.

El Duque de Caspe terminó de leer aquella carta, levantó la cabeza mirando al Conde de Urgel y añadió un par de tesituras.

- Me parece muy interesante lo redactado pero añadiría dos puntos a este tratado. - Tomó una pausa y continuó. - Pues bien, yo añadiría lo siguiente, que en cantidades importantes de género se avisará al alcalde de la ciudad con una carta para avisar de la llegada de mercaderes y el listado de productos, así se evitaría un posible colapso del mercado. Y la otra sería que en caso de que alguno de los mercaderes se viese implicado en algún asalto o mala acción hacia la ciudad en la que se encuentra se le juzgará y se le impondrá la sanción necesaria de acuerdo las dos ciudades. ¿Qué le parece?

- No quisiera pensar que vos quereís entrar en una guerra. Es normal y lógico que en caso de guerra deberían de caducar los permisos, todos sabemos las astucias de las guerras.

Tomó una pausa para coger también una pieza de fruta y darle un mordisco.

- ¡Sí señor! Buena fruta, tiene un buen sabor, y perdonadme pero se me ha olvidado por completo serviros algo de beber, ¿qué quereís tomar? Debeís estar sedientos. - Mientras esperaba una respuesta prosiguió hablando.

- Veo que estamos de acuerdo en que los puntos que planteé anteriormente son de vuestro agrado y si estaís de acuerdo pues se puede proceder a añadir al documento dichos puntos. En cuanto a reglamentar las cantidades puede que no lo vea necesario ya que el mercader, ya sea de uso particular o bien representando a la ciudad, tiene que enviar al Canciller la información detalla de lo que desea vender y el propio Alcalde le va a decir una cantidad, nose si me he explicado con claridad.

El señor de negro se quedó a la espera de las palabras del Conde de Urgel mientras seguía comiendo aquella preciada fruta.

El de Linares cogió la reforma del documento y se dispuso a leerla mientras escuchaba las palabras del Conde de Urgel.

Longestic cogió la copa de vino y brindó con Felcroman, - Con vuestro permiso, voy a corregir y cambiar un par de apreciaciones del documento. - Dejó la copa de vino encima la mesa, cogió un nuevo pergamino y su pluma y comenzó a escribir.

Se tomó un pequeño tiempo en cambiar la imagen del documento para que fuese mas visible y más fácil de entender y una vez finalizado lo puso en la mesa y se lo mostró para ver la opinión de Felcroman. - Aquí os muestro unos pequeños matices de presentación del tratado, espero que esté de vuestro gusto.

Observa como el Conde de Urgel sonríe y asiente con la cabeza mientras lee el tratado, terminó de leerlo y escuchó las palabras de conformismo que dictó el urgelino.

Felcroman le devolvió el pergamino y le pidió unas copias para llevar.

- Descuidad Conde, en un par de horas os llego llegar las copias donde os hospedaís. - Le respondío el Duque con voz firme. - Ahora ya podemos brindar por haber cerrado el tratado Conde. - El de Linares cogió su copa de vino y la alzó al aire esperando a que chocara la copa el señor Felcroman.

El Duque de Caspe se levanta de la silla a la misma vez que el Conde de Urgel y se van despidiendo.

Después de despedirse, el de Linares se dispone a acompañar al urgelino hasta la puerta del despacho. - Ha sido un placer conoceros y teneros por nuestras queridas tierras de Caspe, y en nombre de mi pueblo es toda una satisfacción poder haber cerrado este tratado comercial entre nuestros territorios, seguiremos en contacto para seguir tratando asuntos e ir avanzando por el buen camino. - tomó una leve pausa - Y que tengaís un buen viaje de regreso aunque espero veros antes por las tabernas e invitaros alguna ronda.

Se despedió cordialmente del urgelino y se dispuso a coger el pergamino para ir a encargar las copias precisas.

El Duque de Caspe se dirigió a su despacho y cogió papel y pluma para sacar a relucir un comunicado de conocimiento público, le habían llegado a sus oídos demasiadas barbaridades pronunciadas por ciertas personas. Por esa razón tuvo que aclarar la situación del Ducado para que los ciudadanos del pueblo caspolino así como el resto de gente que estaba en la villa supiera la situación.

Su exesposo le acababa de enviar una carta para que se la hiciera llegar al Duque. Considerando que ya lo había hecho sufrir suficiente en esta vida, accedió a llevarla.

Pausadamente llegó el viejo soldado al Despacho Ducal y al ver que no había guardias ni edecanes ni tan solo un mozalbete que atendiera a los recién llegados dejó encima de una amplia mesa el sobre que había traído .

Se dio media vuelta y salió por donde había entrado manteniendo su paso cansino.

Aquella mañana fue muy dura levantarse de su lecho para ir a hacer sus tareas habituales, pero tenía que hacerlo como cada mañana.
Se preparó y se puso sus ropajes para ir al despacho ducal, estaba demasiado cansado esa mañana y hacía un poco de fresco, así que sin dudarlo mandó preparar a su caballo.

Llegó al despacho ducal, los guardias ya estaban allí, como no podía ser de otra manera sino pobrecitos ellos... los saludó y se fue directo a su sala, la puerta estaba medio abierta - ...que raro, siempre dejo la puerta cerrada... El de Linares cogió el pomo de la puerta y la abrió lentamente mientras la otra mano la tenía en la empuñadura de su espada a medio desvainar.

Entró y vió a una tipeja de negro sentada en el diván y además con una copa llena de vino. El señor de negro se fijó mejor en quién era aquella dama y vió que era su querida amiga la señora de los cuervos, entonces envainó su espada aunque dejó la mano agarrando la empuñadura sin soltarla. - Tu como en tu casa ehh, que no te sientas incomoda. Le dijo saludándola con una sonrisa en la cara. - Veo que habeís salido corriendo de vuestro cascarón para pisar tierra firme. Dijo mirando por la ventana. - Bueno, y ¿que tal os ha ido por los 7 mares? - El de negro cogió una copa y la lleno de la misma botella que había usado Noega y se sentó a su vera.

- ¡Veo que no habeís perdido vuestro sentido del humor querida! - Exclamó el de negro tras las frases pijolis de Noega. - Pues espero que no os quedeís mucho tiempo en vuestra cueva, sino terminariaís mas mal de lo que ya os encontraís. - Le dijo echando unas pequeñas sonrisas mientras poseeía la copa en la mano.

El Duque tenía muchos papeles que escribir y resolver aquella mañana, así que aprovechó ya que tenía visita - Y bueno, contadme, ¿a que se debe vuestra apreciada visita? - rió con cierta picardia - ¿O habeís venido a hacer de secretaria para vuestro querido y amado Duque? - El de negro se estaba aguantando la risa mientras posaba cara de decirlo en serio, mientras tanto seguía dándole sorbos a la copa hasta encontrar el fondo de la misma.

El hijarano, fiel cumplidor de los deseos de su señor, se acercó al palacio ducal y solicitó a los custodios que guardaban la entrada entregar un mensaje al duque de Caspe.

Buenas noches, señores. ¿Seríais tan amables de entregar a Su Excelencia esta misiva de parte del duque de Híjar? Y les entregó el mensaje lacrado mientras le aseguraban de que lo llevarían enseguida a su destinatario.

Aquella mañana el Duque de Caspe se dirigió a su despacho como cada día, durante varios días estuvo dándole vueltas a un tema demasiado importante para el Ducado. Tras meditar todos aquellos días y ser asesorado por su consejo decidió hacer varios cambios, así se dispuso a coger un pergamino en blanco de su cajón y mojando la pluma en el tintero, comenzó a redactar dicha publicación.

El de Linares estuvo pensando en quién podía hacerse cargo de un par de tierras y tenía pensado en un par de candidatos que llevarían por un buen camino ambos señorios. Se dispuso a coger papel y mojó su pluma en aquel tintero.



El de negro ordenó a un soldado que colgase ese pergamino en el tablón de anuncios para que los caspolinos se enterasen.

Trás terminar de sellar con cera aquellos pergaminos, el Duque de Caspe ordenó entrar a un soldado a su despacho y le entrego en mano los dos pergaminos. - Entregad este a Juli de Lancrex y este otro a Noega da Lúa y transmitirle textualmente que vengan a verme lo más urgente posible. Se los entregó y el soldado salió a entregar aquellos mensajes.

El de Lancrex alternaba la vista entre el papel que acababa de recibir y el guardia que se lo había traído. No se lo acababa de creer, algo fallaba.

-¿Tu no serás un cachondo no? -lo interrogaba Juli por décima vez.

-No mi Señor.. me lo ha dado su Excelencia y me ha pedido que os lleve con el lo mas rápido posible...

El caspolino chasqueó la lengua, seguía sin cuadrarle. ¿Quién en su sano juicio le daría algo de autoridad a un Lancrex?

Pero sus dudas pronto comenzaron a irse y el poder se le fue subiendo a la cabeza. De pie donde estaba, con la mirada perdida en el cielo comenzó a reirse con una de esas risas que hacen llorar a los bebes Imaginándose ya, las cosas que haría con semejante influencia y poder. Al fin los Lancrex volvía a primera línea en la batalla por el poder que tenía lugar en el mundo y su apellido sería recordado y temido por todos en los siglos venideros.

Juli se sabía perfecto ahora, casi perfecto y mientras acompañaba al guardia hasta la puerta del despacho ducal, fue planteándose diversos asuntos como el de cometer incesto para no perder la fuerza de la raza Lancrex.

La daLúa abrió mucho los ojos - ¿Pero en qué habláis, "Excelencia"? - sonrió con ritintín ante el ritmo coloquial de la parrafada del duquesísimo.

- ¿Cómo es eso de que no hacéis propuestas? - dijo haciendo de más de ruido con el taco de madera que usaba de pisapapeles cuando abría la ventana.

- Biensabéis que a mi mismedad no le suele venir bien todo aquello que no satisfaga sus caprichos - sonrió ceja en alto

- ....y como podéis intuir, el hacerme cargo de una zona rural lleva su "petición" y consentimiento por mis partes, aunque ya sabéis que poseéis mi afecto eterno, creo que he de juraros lealtad y esas cosas que se esperan de una... eso llevaría el consiguiente conflicto de intereses... aunque normalmente lso vuestros y los míos suelen ir en el mismo sentido bla bla blá, blá blá.... blá - no podía evitar que imágenes pesadillosas rurales le vinieran a la mente. Prácticamente le ahogaban... hasta que alguna que otra se le presentó que le hizo cambiar de idea a una postura tan neutral que la sola palabra del de Linares seguramente podría convencerle... o quizá no.

La puerta sonó - Haced pasar a tal individuo - ordenó agobiado.

El Mensajero ingresó al Palacio Ducal y comunicó a los custodios que guardaban la entrada que debía entregar un mensaje en propias manos al Duque de Caspe, Longestic de Linares.

Buenas noches, señores. ¿Seríais tan amables de anunciar a Su Excelencia que le traigo una misiva de parte de los Consejeros Ducales para entregar en propia mano?

Luego aguardo pacientemente la presencia del Duque para entregarle el mensaje lacrado que portaba.

Mientras esperaba al soldado que envió a ver de quien se trataba se puso a redactar el expediente del General. Tras varios días pensando y pensando, se decidió a tomar una solución al problema.

Así pues cogió su pluma y un pergamino en blaco y comenzó a redactarlo.



Al terminar dió una voz para que uno de los soldados que estaban custodiando la puerta, entrara. - Quiero que le entregueís este pergamino al General Kossler y de paso decidle al guardia que salió antes que sea quien sea que se retire, no voy a recibir a nadie, mi tiempo es oro y no lo voy a malgastar.
El soldado cogió el pergamino y fue a entregar el mensaje como le había ordenado el Duque.