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[RP] "De futuros y diademas"

Ederne_bp


Desde que su madre había enfermado, mermando su actividad física, no había vuelto a hablar con ella, tampoco le había visitado en sus aposentos, ni la había topado en los pasillos de palacio.
Si bien la infanta se mantenía realizando algunas de sus actividades y paseando de un lugar a otro, encargada de ciertos asuntos diplomáticos que podrían convertir al reino en aliado de grandes reinos fuera del área hispana, esta no podía sacarse por un solo instante las palabras de la reina dirigidas a ella.

“Os pido, dado mi estado de salud, desistáis por un tiempo de vuestros “rezos” – y os dediquéis a meditar que deseáis para vuestra vida futura. Cuando estéis seguras de la respuesta, buscadme y hablaremos. Por ahora pasad tiempo con vuestros hijos, nunca sabréis cuando se irán de vuestro lado o no podréis verle. Hombres siempre hay, escuchad mi consejo.”

Escuchaba en su cabeza una y otra vez aquellas palabras, repetitivamente, como si de un pregón se tratara… cual letanías de la tarde que se rezaban de memoria para que el altísimo se ocupara de los servicios más milagrosos y con fervor, así latía cada una de las palabras de la reina en la cabeza de la Berasategui.

Siempre le había criticado su comportamiento, aunque también le había aceptado la vida un poco ligera y licenciosa que llevaba desde que había aprendido a caminar. Mas esta vez, la Berasategui se sentía realmente consternada, su madre… ella le había dicho palabras fuertes que habían provocado un gran dolor en el corazón de la infanta.

Así, cuando el sol de otoño comenzaba a caer sobre los tejados, la Berasategui se había recluido en su habitación con una bandeja de plata llena de jugosos gajos de naranja. Llevaba sobre su cuerpo un ligero albornoz que cubría débilmente parte de su cuerpo, en otro momento, aquello habría significado dejar poca imaginación a aquel que hubiese tenido el descaro de querer despojarla de la fina prenda, mas sola en su habitación como se encontraba, la prenda no hacía más que cubrir sus nobles partes del frio que comenzaba a ceñirse sobre palacio.

Tendida sobre la cama, se llevaba las naranjas a la boca pensando una y otra vez en las palabras de su madre…
Su mente divagaba entre su pasado, las cosas que había deseado una y otra vez y las que había gozado plena y dichosa, mas su futuro cada vez más incierto, en cada plano de su vida, no la dejaba ver un futuro feliz.

El destino siempre nos juega una mala pasada…
- susurro mientras miraba cada gajo de naranja antes de echarlo a su boca.
La puerta se abrió bruscamente y la presencia la sorprendió e irrito.

¿Habéis perdido los modales antes de ingresar en la habitación de una dama? ¿Más aun cuando esta es vuestra princesa? – dijo en forma severa alejando la bandeja un poco hacia los pies de la cama.


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Nicolino


-Y no solamente sóis Princesa, Ederne. Pero creo que podemos obviar dichas solemnidades.-esbozó una media sonrisa, quizás matizada por un dejo de cansancio. Se sentía cansado para discutir sobre aquello, y sabía debía ahorrar sus fuerzas para doblegar la voluntad de la Infanta en temas más importantes. Su mirada se desvió por su vestido de seda, y supo que seguía siendo tan difícil apartarla de sus pensamientos como hacía años. Suspiró.

-Vos jamáis habéis sido tan amante de dichas formas, como para que ahora queráis que os trate de Alteza. Y no he de ver nada que ya no haya visto, y disfrutado...-continuó diciendo a la par, que con insolencia, se acercó a ella, sin la venia. Se sentó en el borde de su cama, elevó la mirada al dosel, y luego la perdió en la distancia del paisaje que se proyectaba a través de los ventanales. Si habría de nevar, seguramente lo haría pronto, y él se lamentaba de no poder gozar de la cercanía de quién fuera su esposa tan abiertamente como en los otros inviernos.

Y a pesar de que llevara los hábitos, distaba de ser un confesor, aunque intentara disimular la complejidad de sensaciones contradictorias en una actitud distante a la Corte. Las intrigas seguían siendo un entramado difícil de resolver si se quería preservar su posición, y cualquier recurso era útil.

-Sabéis de que os vengo a hablar...sabéis que ha llegado el momento...vuestra madre muere...-El Borgia bajó la mirada, casi con pesar. Pero no era por la Reina.-Hemos postergado esto mucho tiempo. ¿Recordáis cuando incluso creíais que me casé con vos, sólo en espera de este instante?

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Ederne_bp


Le miro con rabia, ante las últimas palabras - no cantéis victoria, Nicolás, de peores se ha repuesto mi madre y allí donde la veis y a sus años pueden pasar mil más por sus espaldas y seguir tan alta. - dijo acomodándose en la cama con cierta tímida insolencia - sin embargo, no sé qué es lo que queréis “tratar” conmigo, acaso ¿no deberíais de estar ganándoos el favor de vuestra reina?, es a ella a la que debéis convencer que os tenga en estima, si mi madre muere, y de mi depende, vos seréis el primer desterrado de estas tierras valencianas, no quiero saber de vos, bastante tengo con soportaros con esos hábitos – dijo estirando de forma despectiva su mano enseñándole aquella ropa holgada que cubría el cuerpo que tanto deseaba aun -

si pensáis que debemos tratar temas importantes, será mejor que os deis prisa en decirlos - se sentó en la cama y se acerco levemente al rostro del Borja, sin dejar de mirarle fijamente a los ojos - sin entretenerme demasiado, querido - agrego - no tengo ganas de estar acompañada esta noche ni de efectuar ninguna confesión - retiro su cuerpo de la cercanía de la del Borja y suspiro – ya sabéis que la reina no desea mantenga confesiones tan seguidas de mis tan amplios pecados, es mejor no hacerla enojar en su estado – dijo al fin, poniéndose de pie y acercándose a la ventana - vos diréis, que queréis decirme.

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Nicolino


Su rabia, su súbita timidez...¿Desde cuando ese pudor de su juventud había regresado a ella?. La siguió con la mirada, con el desgano de quién no tiene nada que perder, y quién ahora sabe tener una responsabilidad mayor sobre sus hombros. El no deseaba que el peso de una corona la convirtieran en una silueta de la sombra que era ahora la Reina...

Suspiró con desdén cuando señaló sus ropajes. Aquello era la obra de su esposa, consecuencia de los rumores extendidos sobre la paternidad de aquella bastarda, y era el destino que él había elegido, a pesar de llevar los atributos de la nobleza encima de sus hábitos de dominico.

Al verla junto a la ventana, bajó la cabeza, entrelazó las manos, y le pidió:


-Ederne...no juzguéis lo que bien sabéis que es parte de un plan mayor.

El mismo se puso de pie. Altivo, cerró los puños, pero mantuvo la calma. Su voz, fría, lejana, intentaba manipular la situación.

-Sé también que no sois capaz de cumplir vuestras amenazas. ¿Desterrarme a mí?. Aunque os duela admitirlo, me necesitáis. No daríais ni un paso sin mí. Y os falta seguridad para dar la orden. -midiendo sus palabras, no señaló de qué forma lo necesitaba.

Se acercó a ella, sus pasos, ahogado su sonido en la alfombra persa que tapizaba el suelo de la habitación, no se sintieron en el camino hacia su lado. Su mirada, antes perdida, se volvió a ella. Admiraba las redondeadas facciones de su rostro, que no le respondía, que él creía no encontraría el valor de confrontarlo. La desafiaba.


-Y fuera...conocéis bien, por más que os hayáis pasado la vida queriendo aparentar ser una niña inocente, la clase de lobos, esperando saltar a vuestra yugular para quedarse con lo que os corresponde por derecho, que son quienes están ahí fuera.

El debía asegurar su posición. Sabía estaría allí. Porque él era una pieza fundamental en el tablero de cualquiera. Pero era ambicioso...ella podía darle cosas que nadie jamás podía.

-Nuevos tiempos se acercan. Y os toca decidir si sois lo suficientemente valiente para reclamar vuestra herencia y cumplir con la misión que Dios os dio en esta tierra, incluso desde antes de nacer.

Tomó su mano sin pedir permiso...quizás así forzaba a que lo mirara. A veces se preguntaba si de verdad lo escuchaba. Si aquella mujer, cuando callaba, le oía, o de verdad pensaba una respuesta más trascendente que su pregunta, que al final reprimía por algo implícito en su naturaleza de mujer.

-Sois la nieta de Anzo. Y os corresponde reclamar lo que algún día pertenecerá a nuestros hijos.

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Ederne_bp


Se giro, para leer sus labios, en silencio, le dejo hablar, quería conocer sus planes, aunque de sobra siempre los había sabido, poder… ese era el fin de todas las motivaciones del Borja, poder, la había utilizado siempre, para beneficio propio, con aquella palabra la había seducido hacía muchos años, había logrado enceguecerla, volverla loca de éxtasis y jugar vilmente con todo aquello en lo que de muchacha creía.

Sabía que el siempre había aspirado a la corona, a lucir una idéntica a la que llevaba la reina ahora, quizás, y en eso pensaba mientras le escuchaba, ya habría enviado a fabricar la propia, para lucirla el día que ella, la infanta, asumiera y reclamara lo que el tanto ahínco ponía en sus palabras que era su deber.

Nicolás - hablo soltando su mano y alejándose de él - medíos con vuestra lengua, ya no puedo salvarla como antes - se sentó en el diván y estiro sus piernas, cruzándolas y poniendo un brazo a cada lado de la madera.

Servidme una copa, Nicolás, vuestras palabras me han secado la boca – puso su mano en posición para recibir la copa cuando este la hubiese servido.
Conozco perfectamente los lobos de los que me habláis, querido, espero estar a la altura de ellos, viví muchos años con uno y sobreviví – sonrió coqueta y cogió la copa que su ex marido le ofrecía - servíos, servíos – dijo luego y le invito a sentarse frente a ella.

He pensado mucho en las palabras de mi madre, y sé que se encuentra asustada por el desmayo, pero se repondrá, aun le queda mucha vida por delante.

¿Crees acaso que por ser la nieta del primer rey de valencia, tengo la obligación de tomar esta responsabilidad en mis manos? - suspiro y se acerco la copa a los labios, mojándolos levemente - espero no hayáis puesto cicuta en mi copa, querido - sonrió - no soportaría morir joven… y virgen… - susurro lo ultimo con sarcasmo y con coquetería, bebiendo nuevamente de la copa.

Que yo esté tan cerca de mi madre, no quiere decir que herede la corona, Nicolás, los tiempos son nuevos, si, pero revueltos, y más de alguien podría también reclamar la corona para sus jóvenes esposas – suspiro – mi madre y esa desagradable misión de parir - volvió a suspirar.

Hizo amago de volver a beber, pero detuvo su copa antes de hacerlo y hablo - ¿no habéis pensado que quizás mis hermanas quieran disputar el acceso al trono? , Jokin también podría pedirlo, aunque sea un vago bueno para nada y jamás haya hecho otra cosa que ser un vividor y pasar de taberna en taberna… y el resto de mis hermanos… son tantos - suspiro
Decidme, ¿quien podría exigir su derecho a la corona?

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Nicolino


-No pienso en la progie de vuestra madre.-pronunció. Aún no estaba acostumbrado a aquella gélida distancia que la autoproclamada Princesa había puesto entre ellos. Intentó romperla, pero al verla acomodada de tal forma en el sillón...debió relegarse a su posición de persona ocupada más bien por un negocio lucrativo, y sosteniendo la copa de cristal veneciano con su mano izquierda, dio otro sorbo. No entendía como había accedido a hacerle de copero. Era ofrecer servicio...

-¿De verdad creéis que el pródigo de Jokin, el falto de talento de Johan, o alguno de sus múltiples hijos podrían rivalizar con vos? No...incluso nos hemos ocupado de Luis. ¡Si no fuera porque seguramente algún barril o tablón lo ha llevado a la costa como náufrago, estaría en el fondo del mar!-hizo una pausa, y la miró. Hablaba con pasión al contemplar su obra de los descalificados en la sucesión- La única a quién verdaderamente admiro es a Juliane, espero le garanticéis el lugar que le pertenece. Esa muchacha merece ser feliz...me siento aún culpable por la desaparición de mi hermano antes de la boda...

Ciertamente, sentía algo de culpa por aquello. Pero se sobrepuso rápidamente a la melancolía. Aún guardaba con esperanzas que su hermano Kurt regresara, y el Maestre de Montesa trajera con él una increíble aventura que justificara su tiempo desaparecido. Mas el mundo era mucho más cruel, y la realidad, a la que siempre Ederne le hacía mirar, era que seguramente sus párpados llevarían un buen tiempo cerrados para la eternidad.

-Y puedo seguir...¿Creéis que a esa niña consentida de Isabel alguien la seguiría, más que nuestro hijo?¡Si no tuvieran el favor de la Reina, capaz de sobornar al mismo Papa por una bula, a fin de desesperarnos a nosotros y promover la retorcida endogamia, no serían capaces de nada!

Había fallado al morderse la lengua, pues no era el moralmente más apto para criticar aquello, y se detuvo al oír pasos fuera de la habitación. Contuvo la respiración. Una sombra se proyectó a traves de la puerta, porque aquel llevaría un candelabro. El caminante se detuvo, no escuchó sonido alguno, y prosiguió su marcha. Solo entonces, el Borgia vació su copa y reanudó sus acusaciones, tras mascullar: -¡Malditos! Si es que tú siempre tienes ideas tan brillantes...venir a la boca del lobo, cuando éramos tan felices en Gandía.

Siempre, siempre tenía que vivir con la certeza de ser observado, o poder estar siendo oído. Su habilidad para esconder sus turbias intenciones, era lo único que le salvaba, y su propia costumbre a aquel peligro constante.

-Pienso más bien en la que será vuestra nobleza, Princesa, que bien sabéis cuan aguerrida, ambiciosa y orgullosa que es. Quizás piensen que carecéis del carácter de vuestra madre, sólo porque sois más dada a la diplomacia y la sutileza. Quizás desconfíen al verme cercano, o al verme salir de vuestra alcoba...

Lo siguiente, en cambio, era más delicado...

-...y olvidáis los intereses que las condenadas cuatro barras de Aragón puedan tener sobre esto.

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Ederne_bp


Observaba al Borja con diversión, siempre le había llamado la atención lo atento que estaba a cada movimiento que se realizaba en palacio, en su condado, en su propia habitación, le conocía y le divertía saber que aun con habito conservaba las manías de joven.
Aquellas que le habían hecho perder la cabeza por él, sus palabras, sus ideas, todo... Todo le encantaba aun de ese hombre, se sentía embobada, como una adolescente…movió su cabeza, eliminando aquellos pensamientos, si, pecaba, pecaba con él, con la mente, aunque también con obra y porque no decirlo, también pecaba en la omisión.

En qué momento y en qué circunstancias había llegado a perder todo lo que tanto había amado. Porque había dejado de sentirse feliz para escuchar el conventillo de historias que, por bien o mal, siempre había sido un blanco difícil para la infanta.

No lo sabía, pero ahí estaba, con aquel hombre al que aun amaba, vestido de cura y en su habitación, hablando, no de amor, sino de estado… el estado... Recordó porque había llegado a ese critico estado de su vida, el, solo él era el culpable, pensando siempre en conspiraciones, en poder, en su miserable tablero de ajedrez, donde, todos eran piezas importantes que el Borja movía a su antojo y con precisión para ganar y jamás perder.

Se puso de pie, rápidamente y se acerco al Borja que maldecía en susurro tener que desconfiar hasta de sus propios pensamientos, bien sabido era que aquellos le traicionaban, mas seguido de lo que el mismo deseaba.

Se gano al lado del Borja y susurro a su oído - habláis de los demás como si fueran lobos, pero... ¿Sois vos acaso una excepción, querido? - rozo con su lengua la oreja del Borja y recordó cómo se erizaba la piel de este cuando le seducía, observo las tupidas canas que comenzaban a aflorar en su cabello y sintió acelerado el corazón. Aquello era un grave atrevimiento, el había venido no a seducirla ni a ser seducido, sino a hablar de la corona… aquella que, según él, correspondía llevara ella sobre su sien.

Se alejo entonces y volvió a la ventana, de espaldas al Borja y miro hacia afuera, donde las antorchas iluminaban los jardines reales.
No temo a mis hermanos - dijo entre suspiros - Jokin prefiere mantener la vida licenciosa que se le ha permitido y disfrutar de la fortuna que mis abuelos y mis padres lucharon para tener.
Sobre Luix...
– se cayó y miro el horizonte. Se pregunto si le habría recordado a ella o su madre durante tantos años de destierro voluntario - no tendría moral, aunque bien es sabido que mucho de lo que creemos como correcto o debido, no es más que una falacia cuando de poder se trata- movió la cabeza, cansada de recordar su niñez - sinceramente, aunque quisiera reclamar la corona, ¿quién podría apoyarle?, es un desconocido para los valencianos… no, moriría antes de siquiera llegar a las cortes, ya sabéis como son algunos con las tradiciones… - dijo volviéndose hacia el Borja.

Respecto a mis hermanas – suspiro sin seguir hablando – tenéis razón, no hay quien…

Y cuando habláis de mi carácter, Nicolás – dijo volviéndose hacia él y acercando el paso quedando a poca distancia y mirándole a los ojos – pensáis que la diferencia del carácter con mi madre, ¿me hace un bien o un mal?

Se alejo, aquello había rozado el placer al sentirle tan cercano una vez más, no le provocaría mas, debía ser cautelosa y mantener la compostura, aunque en aquello se le fuera la vida entera.

Sobre lo último, querido - dijo retomando su tono neutro en la conversación – ¿quién va a preferir a un extranjero en tierra valenciana?, hay que ser prácticos siempre, querido, el mundo cambia y somos inteligentes, nadie pasara por sobre nuestra soberanía, ¿no crees? Bien sabido es que ningún valenciano dejara de no defender su reino.

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Nicolino


-Un bien o un mal...-sopesó aquello unos instantes. La sutileza de aquella mujer le impedía concentrarse, la diversión con la que se veía manipulando la escena, le desconcertaba. ¿Así sería acaso su gobierno?¿Su aparente inocencia sería su mejor arma, sus miradas desarmarían a quién quisiera contradecirla?. Sentía celos de que solamente pudiera pensar en ejercer aquel arte contra otro, o que susurrara en oídos ajenos para disuadirlos de las razones por las que solicitaban audiencia.

-Ederne.-dijo finalmente, con firmeza, sentenciando. Por un momento había tomado la fuerza para liberarse e imponer su visión, desviando la mirada de todo cuanto pudiera tentarlo.-Sabéis que vuestra madre no os está dejando una tarea sencilla. Con ella se han edificado las bases de instituciones duraderas, y aunque aún hay mucho que hacer, debéis saber que no estaréis exenta de comparaciones, y el recuerdo de quién fue la única Reina por un reinado tan largo, seguirá vivo en esta generación. No vaya a ser que algún iluminado vea la gloria de tu madre en otro, y decida imponérnoslo.

-Estáis pues, obligada a superarla, porque sino, la estabilidad, mientras no estén muertos quienes la tengan en su memoria, penderá de un hilo. De igual forma si os ven más débil que aquellos monarcas extranjeros...las noticias son que han impuesto un Virrey en Aragón. -se detuvo en esto último. Si la nobleza con la que habitualmente conspiraba se enterara de las cartas y los lacres de quién tenía esos días en su mesa, seguramente estarían buscando ya la forma de darle muerte.- Tendremos que pactar.

-Y tendremos muchos frentes. Pero todo dependerá de qué tan ambiciosamente querramos demostrar tu grandeza. Vuestra madre ha dejado mucho pendiente. El Ejército. Los puertos. La maldita deuda, que bien sabéis existe desde que fuisteis Baile vos misma. ¿Recordáis?

Aquello le traía gratos recuerdos, dónde su memoria se entrecruzaba también con la añoranza de su hija menor, la inteligencia demostrada por su hija Luterna, que aún tan joven, lograba vencer dónde otros habían sido derrotados. Pero se disipó súbitamente en su mente. Si no lograban aquello, todo eso se desvanecería. Y lo último que deseaba ver, era el gobierno del Reino usurpado a la Casa de Berasategui.

-Así pues, con esas premisas hemos de ir a Cortes. Hemos de movilizar a la nobleza y sacudir el polvo a los antiguos Fueros y Estatutos de los estamentos. Hemos de forjar, en vuestro mérito, un reinado digno de hacer olvidar a todos los reyes anteriores a vos. Aunque no sea Rey el apelativo con el que os designen. No podemos claudicar, ni permitir que la gloria de vuestra Casa termine con vuestra madre...


Hizo una pausa...y buscó sus ojos, para continuar. Un extraño brillo se vio en su azul, casi apagado, su rostro mostraba su sinceridad, los cada vez más numerosos hilos de plata en su cabello de color ocre, su experiencia. La oscuridad los rodeaba, y aquellas palabras esperaba hicieran historia, y marcaran el futuro de muchos.

-Es el momento de vuestra ascensión al trono. Ahora, o nunca. Es el momento de reivindicar todo aquello que es destino se de a éste Reino de vuestra mano. Y es mi voluntad, conquistaros un trono.

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Ederne_bp


Ederne levantó su mano, la movió en círculos en forma cansada, como si con aquello quisiera detener la voz del Borja que se emocionaba ante cada idea que lanzaba, aquella charla le aburría. Siempre era lo mismo con Nicolás: No quedaba nada más interesante en ese hombre que los destinos del Reino.

-Ya, Nicolás, que me mareáis. ¿No tenéis nada más importante que decirle a vuestra princesa?-se mordió la lengua, demostrado quedaba que aquella conversación era lo único interesante que quedaba entre ambos.

Mientras le había escuchado hablar, su mente había volado a una ciudad lejana, fuera del Reino de Valencia, allí donde la esperaba el fruto de su pecado, por lo que cada día oraba y pedía perdón en su confesión. No era la misma confesión que tenía con el Borja, a él jamás podría haberle dicho cuál era su mayor pecado ni mucho menos confesarle que era parte importante de ello. Divagaba recordando aquellos ojos que le habían mirado profundamente, como si supiera jamás podría olvidarlos, como si hubiese querido se mantuvieran vivos en su memoria por siempre. Sus rubios cabellos tan iguales en aquel momento como los de él y se preguntaba si seguirían igual, o habrían tomado el tono de los de ella.

-Creo que todo aquello que mencionáis, Nicolás, no es algo que deba preocuparme aún. Os recuerdo que mi madre todavia sigue viva, y vos me habláis como si ya pesara sobre mi cabeza la corona. Me encanta ser princesa y pretendo seguir siéndolo por mucho tiempo más.
Dejó la copa sobre la mesa junto a la cama, y se acercó hacia la chimenea, atizó el fuego que amenazaba con apagarse.

-Servidme más vino, Nicolás, creo que es la única forma de calentar el cuerpo esta noche- suspiró, y mientras atizaba tomó una decisión, quizás la más importante. Se giró sobre sus pies y le miró a los ojos
-Necesito que os retiréis de mi habitación. Debo descansar ya que mañana emprenderé un viaje. Disponed de todo para poder salir al alba.-Se detuvo un instante y agregó coquetamente: -Supongo que como Chanciller aún podéis cumplir mis deseos y hacer lo que os pida.

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Nicolino


Si avivar las llamas en todo fuera igual de fácil que atizar el fuego...pero no tenían aquella suerte.

El Borgia frunció el ceño ante el desdén con que era tratado.-"Al menos la Reina no me ignoraba tan deliberadamente"-pensó para sus adentros, sintiendo algo de resentimiento por el atrevido rechazo que le imponía aquella mujer. Que simplemente dijeran que sus consejos le aburrían, era un desaire.

-Ederne, no sé si entendéis lo que está en juego en todo esto.
-pronunció, enrojeciéndose sutilmente su rostro...-Vos sois suficientemente responsable para ignorar o no mis consejos, pero aceptad luego las consecuencias.

-Sigo sin entender cómo, quizás a punto de perder vuestra herencia, el legado de vuestra familia, y quizás vuestra cabeza si nuestro adversario es suficientemente listo, vos pensáis en que os caliente, o en viajar lejos para llenar vuestros pulmones con aires de los montes.-definitivamente se sentía frustrado. Cada vez conocía menos a esa mujer, que en el momento en que más se la necesitaba, decidía huír y evadir responsabilidades. Su mente era un misterio, y no entendia que pasaba por ella. ¿Y desde cuando eran las mujeres las que pedían calor tan descaradamente, y ellos quienes se negaban?.

Resopló. Siquiera la tomaba de las muñecas, ni dirigía miradas fulminantes. Ya sabía aquello no resultaba.


-Os prohibo que viajéis a ningún lado. Debéis quedaros aquí. Debéis cumplir con vuestras obligaciones. Y yo no soy ningún sirviente, no sirvo vino más que en mi copa, ni volveré a arrodillarme ante vos. No os debo lealtad aún.-dijo cortantemente, y puso su mano en la aldaba de bronce de la puerta, negándose a ser un juguete con el cual la Infanta se divirtiera- Cuando volváis a necesitarme, y os juro lo haréis, seréis vos quién me llame, y estoy seguro de que volveréis a mi rogándome en mi poco tiempo.

Dejó su orgullo patente, y abrió la puerta, pero grande fue su sorpresa al chocar con quién bloqueaba su paso...

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Ederne_bp


Me pro… - las palabras se cortaron al ver en el marco de la puerta de su alcoba a Rodrigo el secretario de la reina, con la mirada perpleja y una pequeña e improvisada reverencia del de Estívela.

Disculpad que os interrumpa, Alteza - dijo el hombre bajando su mirada que reparaba en alguna imperfección del suelo, o las botas lustradas del Borja – vuestra madre desea os presentéis mañana en el gran salón y os envía esta misiva.

La Berasategui se acerco mientras el Borja, lleno de curiosidad se quedaba ahí, con la mano aun en la aldaba, tomo la misiva y se giro a leerla, eran unas cortas palabras.

Gracias Rodrigo - dijo desde el interior de la habitación y aun de espalda a ambos - podéis retiraros.
Supuso el hombre había inclinado su cuerpo y girado sobre sus pies, solo sintió la puerta cerrarse tras de sí.

-Supongo la curiosidad es más fuerte que vuestro orgullo y seguís ahí, pegado a la puerta – la infanta sonrió, conocía demasiado bien al que había sido su esposo por tantos años.
No será vuestra absurda prohibición la que me retendrá en valencia - suspiro al decir aquello y dejo sobre la mesa la nota que había enviado su madre. – a saber que se le puede haber ocurrido ahora.

Quiso jugar un poco mas con aquel hombre y se tendió en la cama, cogiendo de nuevo un gajo de naranja que había dejado relegado ante la conversación del Borja.
¿De verdad pensáis que requeriré de vuestra ayuda en algún momento, Nicolás? – le observo y pudo ver en sus ojos la chispa que se encendía a la pasión que alguna vez ambos tuvieron - algo me dice que bajo esa sotana puritana seguís necesitándome, quizás quien se incline necesitado seáis vos, quizás… deberíais pensar mejor vuestras palabras antes que pequéis en la falacia que sale por vuestra boca.

Suspiro y se acomodo la seda que le cubría tapando un poco las piernas que habían dejado mucho que ver - lástima que ahora llevéis ese crucifijo en el pecho y os golpeéis con látigos ensangrentados cada noche en vuestra alcoba - rio bajito y se mordió el labio. Estaba siendo sarcástica, y podría conseguir que la odiara aun mas, porque en el fondo, el amor y el odio eran solo dos estados por los cuales se podía perder la razón y la Berasategui quería enloquecerlo, por amor, o por odio… o por lo que fuera que aquel sintiera.

Os ibais de mi alcoba, Borja. Si así es, iros de una vez y os advierto, nunca más volváis a prohibirme nada, que vos ya no tenéis ni un ápice de poder sobre mí.
Y rogad, para que no sea el destino quien me ponga por sobre vos
- se medio sentó en la cama y agrego - juro que os despojare hasta de vuestra alma si os quedáis muy cerca mío.

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Nicolino


Odiaba aquello. Odiaba cuando lo chantajeaba de aquella forma, odiaba que lo conociera tanto, que fuera tan condenadamente sutil y tan condenadamente explícita justo en el momento en que era necesario. Odiaba que quisiera imponer su voluntad, y más aún, que lo lograra. No gustaba ver su orgullo doblegado ante sus más bajos instintos, ante lo que sólo podía provocar una mujer, y en él, sólo una mujer como ella.

Una mujer...que podría hacerle cuestionarse incluso si el Sol sale por el Este o el Oeste, o hacerle jurar por Averroes, mientras sus ojos se perdían en ella de la forma menos inocente que pudiera imaginarse. No entendía como luego de tanto tiempo, y cuatro hijos, conservaba su candor, en aquellas caderas de quién había sido madre. Ambos habían cambiado, pero su piel tersa...y su cuerpo...¿Quién lo vería acaso?¿Prefería que fuera él, y obtener ambos el tan ansiado alivio, o...?

No podía luchar contra algo mayor que él. No podía no desear su piel, y negar la sugerente proposición que eran sus curvas, y la forma en que las ofrecía...a él...a su tentación y ansias...


-No. Esta noche no pienso irme.

Se dio cuenta, que en ese instante, había dejado de ser él quien decidía.

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Ederne_bp


Había pasado tiempo, y tanto había ocurrido desde aquella última noche en su alcoba, quizás solo días, pero a la Infanta le parecían siglos, siglos sin posar su cuerpo en aquel colchón.
Sintió como sus músculos se iban relajando, y su mente comenzaba a divagar en los últimos acontecimientos, su madre había muerto, y antes le había dejado una enorme responsabilidad.

Ahora regentaba el reino de valencia, además, debía ocuparse de su nuevo feudo, de su hogar, sabía que debía viajar a Benicarló, tenia tantos recuerdos que deseaba reencontrar. Había sido tan feliz allí, y tan triste a la vez, la vida era injusta, daba y quitaba a su antojo. Y había que ser muy hábil para aprovechar cada instante y de una u otra forma tomar alguna lección de vida. Ella había aprendido de eso, había tenido tanto y a la vez… había perdido todo, así se sentía la heredera. Perdida en aquella habitación y aquel castillo donde su vida se había desarrollado para bien o mal.

Ahora resonaban las palabras del Borja que habían sido como un presagio de lo venidero. Ciertamente, presagiaba el destino cuando le hablaba de coronas, mas ella no había querido escuchar y ahora aquellas palabras no la dejaban siquiera relajarse. Cerró los ojos intentando dormir, siendo esta una misión realmente imposible, no podía dormir, ni relajarse, ni olvidar, ni perdonar, ni … volvía a su mente el rostro del Borja.

Agito su cabeza con fuerza sobre los cojines en los que reposaba y decidió pensar en algo más hermoso, así fue como a su mente se vino el rostro de Montserrat. La pequeña le sacaba sonrisas, cuando todo era tristeza, al menos, y era algo que la reconfortaba, ya no debía esconderla como si fuese una criminal, y aunque aún no habían llegado las preguntas, sabia tendría que dar muchas respuestas.

Tenía cuatro hijos por los que preocuparse, cierto era que había dedicado la mayor parte de su vida a otras cosas, no a sus hijos, y quien más la culpaba y con razón, además de sus hijos, era el Borja.

Se sentía culpable por ello, reconocía que era verdad, aunque aquel reconocimiento jamás lo hiciera en público, solo por llevarle la contra al de Gandía, aun a costa de saberse perdida.

Ahora, no quería cometer los mismos errores, quería ser madre, aunque fuese tarde, y de la pequeña Montserrat, quería serlo aun más, había cometido muchos errores, muchísimos, sobre todo con ella que había tenido negado todo, no solo su presencia, sino también su cariño, quería enmendarlos y no sabía por dónde partir.

Mantuvo los ojos cerrados, aunque aquello no le ayudo a relajar los músculos y por fin dormir.

Dejo de reposar en la cama y se acerco a la ventana, en la habitación contigua, dormía la pequeña, quizás debía ir a verla, velarle el sueño, estar con ella, o mejor podría acomodarla en su propio cuarto. No cada una de esas cosas no debía hacerla, no quería asustarla, quería la amara, la reconociera como su madre y se acostumbrara a ella y ella… por fin quería acostumbrarse a tener una hija a quien proteger y cuidar…

Proteger,¿ cómo pensaba hacerlo desde la corte? Donde los lobos estaban al acecho para devorar y si no sabias como defenderte, lo harían, con seguridad. La noticia de su hija bastarda ya debería ser la causa de revuelo de la corte y quizás el chisme mas allá de las fronteras valencianas, ¿había sido acaso un error traerla a la corte?, no lo sabía, eran tantas preguntas, no sabía a quién preguntárselas, ni quién podía responderlas….

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Nicolino


Invierno. Los ánimos del Palau enrarecidos, la corte distante, la nobleza, dispersa, su propia Casa, sumida en una extraña confusión. Así veía el Borja aquellos días, prólogo de algo nuevo, pero desconocido. El viento agitaba con vehemencia los árboles de la Plaza Real frente al palacio sede de las instituciones del Reino, y la brisa glacial, fruto de un Mediterráneo embravecido, que castigaba las olas con un intenso oleaje, invadía los salones otrora tan llenos de vida.

Incluso él dudaba, y, tras las votaciones de los Síndicos de las Cortes, veía por primera vez dejar el destino del Reino librado a la decisión de otras manos. El Marqués de Gandía, pues, observaba. No eran falta de fuerzas para volver a querer moldear el mundo a la imagen que aceptaba como ideal, sino algo más. Algo, a lo que aún no daba nombre.

Y mientras tanto, sus manos se entrelazaban, cubierto por una negra capa de marta cibelina, que hubiera usado varios inviernos atrás, y todavía le servía para mantener el calor de su cuerpo.

-A veces odio esta maldita cautela con la que me han condenado los años...-murmuró, vaho blanco, deshaciéndose en el gélido aire del inmenso salón. Aquello era la sala de la audiencia, ahora vacía.

En los días de ausencia de la Berasategui, el Borgia simplemente se había dispuesto a velar por su hacienda materal. Los movimientos justos para incrementar su patrimonio, revitalizado por el comercio, sus viajes y sus empréstitos, más que por sus rentas nobiliarias, que se autoconsumían en el mantenimiento de su posición en Gandía.

Suspiró, y se puso de pie. Por los ventanales, pudo ver un carruaje, caballos, movimiento propio a quién regresa de un viaje. Esperó. Pasos. Las escaleras de mármol...la puerta cerrándose, y el cuerpo de una mujer, desplomándose en una cama de su alcoba, abrazándola con cansancio.

Pudo distinguir claramente quién era. Y él mismo pronto recorrería el mismo camino, hacia la habitación. No llamaría a la puerta, y diría:

-Princesa...¿Al fin habéis regresado, Ederne?

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Ederne_bp


Princesa...¿Al fin habéis regresado, Ederne? - aquella inconfundible voz, la había sorprendido, sentía el corazón agitado al oírlo quizás debido a la sorpresa de apenas unos minutos tenerlo ya a su lado, o quizás porque se materializaba quien haría las preguntas a tantas respuestas que se debía.

Si le había llamado acaso ¿con el pensamiento? El estaba ahí, no podía negar que era lo que necesitaba, siempre le necesitaría, siempre… pero.. ¿Cómo se lo diría? Como diría que aquel encuentro hacia unos años atrás, había traído consecuencias y que estas dormían ahora en la habitación contigua?, no sabía, no podía decirlo, no luego de todo el torbellino que había significado su separación, no luego que el había tomado los votos eclesiásticos y ahora, era un hombre que vestía ropajes de clérigo, no, su destino era negar, negar hasta el final, siempre la estirpe de la menor, no solo por ella misma, sino, también por el, por las consecuencias de aquellos actos..

Se giro despacio y adopto la postura de siempre, el mismo tono neutro y elevo el mentón. - Borja - dijo a modo de saludo - me esperabas? O ha sido mera casualidad? - camino hacia el, desinhibida - algo me dice necesito un baño - se detuvo y le miro - me seguís como las abejas a la miel.

Sonrió y suspiro a la vez, le gustaba la idea de tenerle allí, aunque suponía debía descansar, se sentía agotada y agobiada.
Que os trae a mis aposentos, Nicolás - dijo luego tomando una copa y vertiendo en el un poco de vino - supongo no venís a saber cómo me encuentro, sino que traeréis problemas, lo único que he oído de ti desde que os conozco, problemas y conspiraciones - suspiro

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