Ederne_bp
Desde que su madre había enfermado, mermando su actividad física, no había vuelto a hablar con ella, tampoco le había visitado en sus aposentos, ni la había topado en los pasillos de palacio.
Si bien la infanta se mantenía realizando algunas de sus actividades y paseando de un lugar a otro, encargada de ciertos asuntos diplomáticos que podrían convertir al reino en aliado de grandes reinos fuera del área hispana, esta no podía sacarse por un solo instante las palabras de la reina dirigidas a ella.
Os pido, dado mi estado de salud, desistáis por un tiempo de vuestros rezos y os dediquéis a meditar que deseáis para vuestra vida futura. Cuando estéis seguras de la respuesta, buscadme y hablaremos. Por ahora pasad tiempo con vuestros hijos, nunca sabréis cuando se irán de vuestro lado o no podréis verle. Hombres siempre hay, escuchad mi consejo.
Escuchaba en su cabeza una y otra vez aquellas palabras, repetitivamente, como si de un pregón se tratara cual letanías de la tarde que se rezaban de memoria para que el altísimo se ocupara de los servicios más milagrosos y con fervor, así latía cada una de las palabras de la reina en la cabeza de la Berasategui.
Siempre le había criticado su comportamiento, aunque también le había aceptado la vida un poco ligera y licenciosa que llevaba desde que había aprendido a caminar. Mas esta vez, la Berasategui se sentía realmente consternada, su madre ella le había dicho palabras fuertes que habían provocado un gran dolor en el corazón de la infanta.
Así, cuando el sol de otoño comenzaba a caer sobre los tejados, la Berasategui se había recluido en su habitación con una bandeja de plata llena de jugosos gajos de naranja. Llevaba sobre su cuerpo un ligero albornoz que cubría débilmente parte de su cuerpo, en otro momento, aquello habría significado dejar poca imaginación a aquel que hubiese tenido el descaro de querer despojarla de la fina prenda, mas sola en su habitación como se encontraba, la prenda no hacía más que cubrir sus nobles partes del frio que comenzaba a ceñirse sobre palacio.
Tendida sobre la cama, se llevaba las naranjas a la boca pensando una y otra vez en las palabras de su madre
Su mente divagaba entre su pasado, las cosas que había deseado una y otra vez y las que había gozado plena y dichosa, mas su futuro cada vez más incierto, en cada plano de su vida, no la dejaba ver un futuro feliz.
El destino siempre nos juega una mala pasada - susurro mientras miraba cada gajo de naranja antes de echarlo a su boca.
La puerta se abrió bruscamente y la presencia la sorprendió e irrito.
¿Habéis perdido los modales antes de ingresar en la habitación de una dama? ¿Más aun cuando esta es vuestra princesa? dijo en forma severa alejando la bandeja un poco hacia los pies de la cama.
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