Se detuvo a observar uno de los pergaminos que entregaría a cada uno de los citados aquel día. Lo observo con detenimiento, quería que cada letra impresa en ellos se entendiere, aquel seria el trabajo más importante que daría a cada uno. Confiaba en que desempeñarían bien su función, sobre todo porque era consciente que el Reino se dormía en laureles, los nobles se habían vuelto seres ponzoñosos, cansados de trabajar, pues si lo habían hecho en su momento de la historia valenciana, muchos habían defendido la tierra y su independencia, y ella, la regente, sabía bien que volverían a defender Valencia con su vida si hubiese una amenaza real.
Pero no era el caso, por primera vez, Valencia se sentía segura, la paz se había instaurado en varias zonas aledañas y la única preocupación se basaba en dos puntos que a la misma Infanta preocupaban: las arcas reales y las cortes valencianas.
Fue así que, en este pensamiento, el sonido de golpes en la puerta la saco de su ensimismamiento.
Dejo el pergamino sobre su mesita, junto a los otros y hablo -
pasad - atavió su vestido y tomo su capa en sus manos. Sabía que el único autorizado a interrumpirla era Enrique y si él estaba ahí, llamando a su presencia, era porque aquellos valencianos que ella misma había decidido llamar a su presencia, ya se encontraban en aquel salón.
Ciertamente, aquellos nombres no habían sido elegidos al azar, eran personas que llevaban tiempo trabajando incansablemente por valencia. Mientras la mitad de valencia dormía en sus camas sin preocuparse por el porvenir, estos valencianos se desvelaban participando, comunicando y dando todo de si para que valencia despertara con nuevas ideas y nuevos sueños de un mejor reino. También sabia que habían muchos mas nombres, pero citarlos a todos a la vez habría terminado siendo una reunión demasiado larga, iría paso a paso, poco a poco. Enrique necesitaba trabajar mas, y para ello debería tener otra reunión como esta y las anteriores, sino, ya no necesitaría un Secretario y no podía darse el lujo de no contar con su presencia en palacio.
Debo suponer que ya están todos dijo con voz melodiosa. Se sentía contenta aquel día. Pasó la capa de color blanco con ribetes de oro, a Enrique y se giró para que este pusiera sobre sus hombros dicha indumentaria.
Tomad mi espada, Enrique, y llamad un ujier que me ayude con estos pergaminos cargados de trabajo para todos mis invitados. - sonrió y una vez ajustada la capa, salió de su habitación, con Enrique siguiéndole a su lado, sabía que la curiosidad del Secretario no descansaría hasta saber que se traía la Regente entre manos aquel día.
Ciertamente, Ederne había tomado decisiones por si misma esta vez, pues ni su Secretario Real, ni nadie, sabía a ciencia cierta cuál era aquel trabajo que encomendaría la Regente a aquellos invitados. Diversidad de personalidades habría allí, pero nadie podría negar que cada uno de ellos era un ejemplo a seguir, un modelo a imitar, un trabajador insaciable.
Llegaron (Ujier, Secretario y Regenta) hasta las puertas del salón dispuesto y la Infanta dio las ultimas indicaciones a los alabarderos que estaban apostados en las puertas -
dejad salir al ujier que me acompaña y cerrad estas puertas, que nadie interrumpa esta reunión hasta que yo misma os pida abrir las puertas - sonrió sin desviar la vista de la espada que Enrique llevaba en su mano y que depositaba sobre una de las mesas laterales cercana a los pergaminos que le ujier depositaba en el mismo lugar. -
si alguno de los presentes intenta salir, impedídselo.Se acercó por el pasillo central del salón, observando a cada uno de los invitados, las mesas, llenas con banquetes sabrosos esperaban a ambos costados del salón, dispuestos para lo que sería la cena.
La Infanta llego hasta el sillón dispuesto para ella en el trono y vio como las puertas se cerraban tras el ujier.
Bien - dijo entonces, sin tomar asiento aun -
me alegra veros a todos, mis queridos y respetados amigos - estaba nerviosa, había ensayado aquello durante dos noches, para ella era una reunión importante.
Se que os ha llamado la atención que os cite a vosotros aquí, ninguno de vosotros sabéis bien para que habéis sido llamados y vuestros trabajos son totalmente distintos uno de otro. - los miro y luego se sentó en su silla -
os he citado a todos vosotros pues el reino necesita de vosotros y aunque conozco vuestro trabajo, aunque no haya compartido con vosotros y a muchos sea primera vez que os veo aquí, se todo lo que hacéis y habéis hecho por valencia. - suspiro y sonrió. Miro su mano derecha, ida por un momento en el ejercicio de recordar la prestancia y las palabras que su madre, su padre o su abuelo utilizarían en una ocasión similar -
no pretendo homenajearos, mucho menos alabaros, pues no necesitáis que sea yo quien lo haga, vosotros por vuestros actos sois reconocidos en todo el reino y muchos de vosotros también lo sois fuera de las fronteras valencianas. Así pues - se puso de pie, se acercó hasta la mesita y tomo su espada en las manos.
comencemos