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[RP]Otra historia en tierras hispanas... una más que más da

Tiberius_alejandro


¿Estúpido huérfano? – me giré y de un solo golpe le derribe y solo pude verle caer y escupir dos de sus dientes. Con 14 años, esa era la primera vez que golpeaba a alguien con verdadera ira; las preguntas vendrían después. Dejé el campo y volví a casa para preguntarle a Elric porqué era que aquél niño mayor que yo me llamaba así.

Elric es mi padre, o más bien lo era hasta aquella tarde, pues después de tantas preguntas terminaría de contarme una historia en la que me confesaría que yo no era su hijo, historia que abría un interminable pasillo con cientos de puertas para ser descubiertas… Sin embargo, después de que culminara su historia, agité mi cabeza y con un suspiro le abracé fuerte y le dije – Gracias por todo, Elric… - por alguna extraña razón, a pesar de que le quería como a un padre, ya no podía seguir llamándole así, y él lo comprendió.

Elric procuró ser cuidadoso en la historia que me contaba, pero él pensaba que si a la verdad le arrancabas las espinas que pudiera tener, entonces la verdad ya no era verdad, por eso no me ocultó los detalles necesarios para decirme quien era yo y como crecí bajo su tutela.

En resumen, nací en secreto, a pesar de que mis padres me engendraron con amor, mi llegada antes de preparar su matrimonio causó un alboroto de entredichos familiares que hicieron que mi madre pensara que no era oportuno que se supiera de mí existencia, pues la sociedad no tenía piedad si tenías un hijo fuera del matrimonio, y más si la posición de tu familia era notable.

Así, nadie supo de mi nacimiento además de mis padres y la partera, y antes de que cumpliera mi primer mes de vida mi padre moriría asesinado. Tras la muerte de mi padre, mi madre en su dolor consideró que mi niñez sería traumática si yo estaba a su lado, pues siempre sería comidilla y crecería con el castigo de una sociedad incomprensible, entonces, mi madre me encargó al cuidado de Elric y su mujer. Elric era un acaudalado comerciante, un hombre de edad madura casado con Elena, quien no tenía el don de engendrar, y que este pequeño niño les sería como un regalo del cielo para su soledad.

Aunque mi madre siempre estuvo pendiente de cómo iba creciendo, pidió a Elric que nunca revelara quienes eran mis padres, pues no quería que creciera con resentimientos. Pero ahora, mi madre también había muerto hace poco, y con ello la promesa de Elric de ocultarme quienes me trajeron a este mundo.

Después de que Elric me contara aquella historia, nada cambió, Elric y Elena continuaron criándome como a un hijo y yo amándoles como tal, y poco antes de que yo cumpliera quince años una fuerte fiebre dejaría a Elric viudo… si, lo sé, era como si la desgracia fuera parte de mi vida.

Antes de la muerte de Elena, Elric era un ejemplo de hombre correcto, pero tras la muerte de su amada mujer, la vida para él dejó de ser lo que era… y aunque yo no era ya un niño, jamas se descuidó de mí, pero su vida tomó un rumbo nuevo, su pensamiento dejó de lado la moralidad, su compasión había desaparecido, su corazón estaba endurecido, y así tendría que yo conocer la vida, pues Elric me enseñaría todas las artimañas con las que sacar ventaja de una situación, me enseñó a no dar tregua cuando usara una espada, me enseñó a no perdonar deudas y a hacer nuestros deudores a no olvidar las suyas, aprendí que la vida era ruda y si tu no lo eres entonces la vida te da una paliza...

Eran tiempos en que la nobleza ya no era lo que en antaño, podías tener los títulos más ostentoso, pero sin dinero valían lo mismo que el pergamino en el que se escribían. Elric tenía el dinero, y aunque sin un título de nobleza que lo respaldara, jamás se privó de los lujos que cualquier señor, barón, o incluso un conde quisiera darse… aquello me hizo crecer sin privaciones, sin preocupaciones de vestir ni de comer, cosa que, sumado al hecho de que era el engreído hijo único de Elric, sirvió para malcriar más mi adolescencia y juventud.

Cuando cumplí 16 años, Elric se encargó de que por unas monedas una agraciada y joven mujer me enseñara los placeres que unas buenas caderas podían darle a los hombres… y después nos embriagaríamos juntos hasta el amanecer en nuestra villa, que más que una simple villa era ahora casi un castillo, pues mi padre había juntado más enemigos que amigos a medida que su fortuna aumentaba, y no podía escatimar en gastos de seguridad y guardias; el comercio pagaba bien, y más si tenías las habilidades de Elric, que para aquellos años ya tenía cubierto gran parte de los mercados de la península ibérica.

En fin, así terminé de crecer, entre muchos viajes, sin carencia de vino, cerveza o mujeres… muchos excesos, una vida ruda y libertina.

Ahora, casi con 20 años, heme aquí, a pesar de haber disfrutado de todo, me queda esa sensación de buscar algo más. Aprendí de la vida lo bueno y lo malo, no soy un pan de Dios, pero tampoco podría decir que soy realmente el demonio… supongo que soy capaz de sentir algo de piedad si es necesario, pero no me temblará la mano si he menester de atravesar a alguien con mi espada si algo no me parece… ¿esperar a la justicia? no, la vida no es justa.

Es tiempo de conocer nuevos horizontes… es tiempo de aventurarse al mundo y de hacer ciertas visitas para saldar algunas cuentas ya muy vencidas…

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Tiberius_alejandro


Calatayud, Reino de Aragón.

Amanecía en aquella habitación de hospedaje después de una calurosa noche - Si fuera que no he de dejar estas tierras, tal vez seguiríamos divirtiéndonos otro buen rato – decía mientras se colocaba su camisa aún recostado en la cama junto a aquella mujer que de muy buena gana le había brindado sus favores carnales. Tomó una bolsa de monedas del cajón del velador junto a la cama, sacó una moneda y con ella comenzó a acariciar por los bordes la bien formada cadera de su acompañante – de todas las frutas, eres tú una de las más deliciosas que me gusta repetir – dejó la moneda en las manos de la mujer y luego le entregó la bolsa con el resto - ¿así nada más?, vaya, debía esperarlo de ti... ni siquiera un “te recordaré”- le dijo la mujer, sin enojo, pero con un sutil tono de reclamo – ¿y que esperabas? ¿Qué nos enamoráramos?... – rió ligeramente el jovenzuelo – ni tu ni yo estamos para eso, mujer… además, no nos soportaríamos, tarde o temprano terminarías por irte con un mejor postor o yo hurgando en otras faldas – ambos rieron a carcajadas – jajaja… es cierto, Tiberius, después de todo solo eres un hombre más… aunque ya te lo digo, extrañaré más a tu dinero a que a ti, así que no te hagas ilusiones de que al volver aun te recordaré - entre risas aún, él mordió suavemente la oreja de la mujer y le dijo – más vale que no me extrañes, porque yo procuraré así lo mismo contigo… aunque para ser sinceros, me será algo difícil olvidarte, a ti y a tus caderas - besó su cuello y luego se levantó de la cama para terminar de vestir sus pantalones – que te sea buena la vida, encanto. Sé que te divertiras con otros, por lo menos hasta que vuelva – tomó su chaleco de cuero y dispuso a retirarse de la habitación, y antes de que lo hiciera la mujer le llamó – espera – tomó la bolsa de monedas que le entregó y se la arrojó sin mal humor – esta vez yo invito, tómalo como una cortesía de despedida – ambos rieron – que sepas que estas monedas han de convertirse en cervezas a tu salud… adiós, guapa! – dejó la habitación y tras cerrar la puerta salió sin más demora del lugar.

Llegó hasta la plaza de la ciudad - bien, es tiempo de partir a cobrar algunas deudas - dijo para si mismo, se desperezó los huesos estirando los brazos y girando de lado a lado el cuello observó a todos lados buscando a quienes se supone allí se encontrarían con él…

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--Filipo_bocanegra


Quédate quieta, mujer. Te he dicho que esta noche no. Sino cesas, te pondré en tu sitio - con esas palabras y una mirada que no demostraba absolutamente nada, María dejaba quieta sus manos, segura de que aquella noche conseguiría a un buen cliente y se libraría de trabajar la noche siguiente.

Pero Filipo no era fácil de convencer. Por la ciudad se le conocía poco y de los pocos que sabían de él, no decían más que había que cuidarse de no meterse en su camino. Su historia no tenía importancia alguna, mucho menos su aspecto. Pero su gusto por la cerveza y las mujeres, conseguía se le viera de vez en cuando por las tabernas.

Pero aquella madrugada tenía un trabajo. La noche anterior, un hombre acaudalado le había pagado la no menor suma de mil escudos por asesinar al que en ese instante, salía de la taberna del brazo de la más famosa mujerzuela de la ciudad. A él no le importaba si era bueno o malo, si merecía morir o no, la cuestión era cumplir el trabajo como lo haría cualquier panadero o carnicero. Su profesión era la de asesino y no tendría tantos trabajos sino fuera un alguien renombrado en el bajo mundo, uno que nunca fallaba en sus encargos.

Y aquella mañana, su presa salía de aquella casa de mala muerte con una sonrisa en los labios, parecía relajado y feliz, ¿quién no?, ya visitaría a la que había sido la compañera ideal de aquel muchacho con la paga que recibiría por la muerte del mismo - Al menos lo habrá disfrutado - y empujando a la que se hallaba a su lado, siguió al condenado aquel por las calles, en silencio, como la sombra que era.

Una vez llegó a la plaza, la sorpresa era la fiel compañera del asesino. El velo de la muerte se escondía en el brillo de la daga que ya había desenfundado, avanzando a paso ligero. Sería rápido, él era fuerte a pesar de su apariencia delgada, lo tomaría del cuello y acertaría ahí el puñal. O quizás iría directo al corazón, daba igual, tenía que ser rápido.

Como gato callejero saltó sobre su victima, le sujetó, pero le habían mentido y eso no era bueno en su profesión. Cuando el Bocanegra aceptaba un trabajo, gustaba aprender de sus víctimas. Si éstos eran fuertes, lo lógico era una espada o un mazo, sino era así o eran mujeres, el puñal era lo más acertado. Y le habían dicho que éste era un jovencito que había ofendido a quién no debía y que su padre había cobrado deudas de una forma muy poco convencional. Y ahora el problema era suyo.

Forcejearon, el mocoso sacó desde su bota una daga y ambos se batieron en duelo. Mala idea, debía terminar pronto, amanecería y no era bueno se le viera y pronto aparecería la milicia en sus rondas. O acababa con él o huía, pero ninguna de las dos cosas estaba resultando, el joven era muy hábil.

Esta vez la suerte no le favoreció, o quizás sus años en contra, pues terminó con la daga clavada en el hombro mientra su puño se hundía en la boca del estómago de su contrincante. Este retrocedió sin aire, él no pudo moverse pues el cuchillo había traspasado la carne y clavado en la madera de aquella pared.

- Que suerte tienes, mocoso. Pero haces demasiados enemigos, lo que hoy yo no conseguí, mañana lo conseguirá otro. Termina ya este asunto o déjame ir. Elige, ya amanece y a ninguno nos conviene seguir aquí.- -
Tiberius_alejandro


Vaya que le había tomado por sorpresa, sin embargo, ahora el cazador era la presa. Una bofetada al malviviente después de oír sus palabras y luego retirar el cuchillo de su hombro, tomó por la camisa al tipo y de una patada lo arrojó hasta un pequeño callejón junto a la plaza – vivirás… no es una herida grave – observó con cuidado de no soltar el cuchillo y volver a clavarlo si era necesario – levántate y mueve el brazo – el herido se levantó del suelo e intentó mover su hombro, y aunque con dificultad al principio, luego no le costó mucho – eres rápido, un engendro rápido y además sucio… pero te has metido con el equivocado – limpió la sangre del cuchillo en la sucia camisa del delincuente - ¿Quién te manda? Tienes una oportunidad antes de que este cuchillo atraviese tu garganta, piensa bien tus palabras, pues como veras, no hay quien vea, y la verdad es que matarte no me costará remordimiento – espero que la respuesta del hombre le arrojara por lo menos un nombre que valga la pena el rato.

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--Filipo_bocanegra


-Para Bocazas, otro - se limpió con la manga de la camisa la boca, se miró la herida más que con dolor, con desdén - que te has pensado ¿que temo a la muerte? es algo que se asume, pero - lo miró - tampoco es que me importa y supongo hasta el momento me has perdonado la vida. Te lo diré, no he asumido lealtad con quién me contrató, no hay palabra empeñada, solo un contrato roto. Su nombre es Fernando de Alcázar, creo que su hija te recuerda con una sonrisa en el rostro o algo así.

Se apoyó contra la muralla fría de aquel callejón moviendo el brazo, la sangre iba manchándole la camisa - sino tienes alguna otra idea, déjame ir o acaba ya. Tengo que arreglar esta cosa, ya sabes, hay que cuidar la herramienta de trabajo - le enseñó el brazo - por cierto ¿quién te enseñó? eres bueno.
Tiberius_alejandro


Alcázar? – pensó y repensó Tiberius intentando recordar – la verdad es que ni me suena… - dijo y tomó posición mas relajada – en fin, si me ha intentado matar, seguro volverá a intentarlo – observó al rufián de pies a cabeza, pensó en que el tipejo parecía habilidoso, aunque no era un experto, Tiberius pensaba que el tipo no había tenido un amo quien lo instruyera en los “correcto” – tus habilidades son buenas, pero no tanto. Necesito a alguien como tú, pero sin más rey ni señor que yo mismo, a cambio te puedo ofrecer la oportunidad de tener un buen amo, una paga mensual y generosas recompensas según los trabajos que puedas ir haciendo para mi… eso si, comida y dinero cuando necesites mujeres no te faltará, en cuanto a la cerveza, prefiero que te mantengas sobrio, por lo menos para cuando se te requiera – enfundó su cuchillo en el cinturón – es un trabajo estable – se rio – pero créeme, si me traicionas no sería nada compasivo contigo, y tu agonía sería larga, tanto como para que pienses mucho el haberme traicionado – se acercó a él – ¿entonces, lo tomas o lo dejas?.

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--Filipo_bocanegra


¿Y quién soy yo para negar tus palabras? – se inclinó como pudo ya que la herida lo estaba retorciendo de dolor – Tampoco te contradeciré si dices no son buenas mis habilidades, pues seguro estoy de que la suerte ha jugado a tu favor – tomó una pausa – y sino recuerdas al hombre que me envió a matarte, simplemente no lo recuerdas, pero créeme, él no cesará en su intento.

El bocanegra se quedó en silencio ¿un amo, un señor? Nunca lo necesitó de verdad. Sus artes las aprendió del abandono, matando primero para comer, luego por rivalidad y con el tiempo, como profesión. Nunca había fallado, jamás se había arrepentido y por sobre todo se sentía orgulloso de ser un sobreviviente en aquel mundo mezquino y oscuro. Ahora bien, quizás ya era tiempo de un cambio, el joven demostraba seguridad y si se equivocaba, sino lograba convertirse en el desgraciado poderoso que el Bocanegra imaginaba podría llegar a ser, le abandonaría, al fin y al cabo las lealtades se ganan. Por ahora se había ganado al menos que tuviera el interés o la intención de servir a su causa, fuera a razón de probar cosas nuevas o curiosidad de saber hasta dónde podía llegar.

Lo tomo, claro que sí. Pero no es por cuanto ofreces, mis lealtades no se pagan con dinero. Hasta ahora he vivido bien sin necesitar de un señor, mis razones son más bien otras, pero ahora no vienen al caso. – guardó el puñal que había perdido en medio de la trifulca en una de sus botas – te serviré. Mis habilidades y cuanto se ahora te pertenecen, ordena y se hará, señor – inclinó su cabeza pero esta vez en medio de un quejido – y te serviré mejor si me dejas curar esta herida.
Tiberius_alejandro


Bien, cura tu herida – le dijo y se acomodó sus ropas – y el que me sirvas, está por verse. Te esperaré … - le susurró el nombre de una taberna en una ciudad lejana – estaré allí en dos semanas exactamente, y debes llegar con el anillo del tal Alcázar ese que te mandó conmigo – se alejó de él unos pasos y continuó hablándole – y dile que el que me tomara a su hija no ha cubierto el total de la deuda que tiene con mi padre, pero que en mi grandiosa misericordia le condono el resto de la deuda… y que se sienta con suerte de seguir con vida después de lo que ha pretendido hacer – limpiaba su rostro y acomodaba su cabello mientras hablaba – ah… y que la próxima vez que le anuncie una visita, me espere con lo mejor de su vino, o no quedará nada del viñedo que con mi dinero sembró – el nuevo siervo del joven escuchaba atentamente, parecía como si tomara nota mental de cada palabra que este le iba indicando, entonces Tiberius terminó de hablarle – como habrás comprendido – le miró como haciéndole una redundancia – quiero que me traigas el anillo del viejo aún puesto en su dedo – movió su cuello de lado a lado y se sintió el crujir de sus huesos acomodándose – no harás más ni menos de lo que te pido, o no te gustará no verme feliz – rió ligeramente, y antes de retirarse añadió – por cierto, ¿Cuál es tu nombre?...

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--Filipo_bocanegra


Mi nombre es Filipo BocaNegra, señor. Te veré en el lugar y fecha que has ordenado. - Y sin indicar más que un saludo, giró sobre su posición y se perdió por una calle oscura con su mano sosteniendo el hombro herido.

Horas más tarde, ya en otro lugar....

¡Ten cuidado, que quede bien! ¿entiendes? - agarró la jarra de cerveza y bebió hasta saciarse. Miró a la mujer que le atendía son ansia, no era la más hermosa, pero sin duda sabía de heridas y tenía otros atributos que entre la ausencia ya de dolor junto al licor, se exaltaban ante sus ojos. - ¿terminaste ya? - se levantó dejando la jarra y moviendo el brazo - perfecto, ahora, a lo nuestro. - la tomó del brazo y apagó con los dedos el fuego de la vela que poco les alumbraba.

Por la mañana ya provisto de una bolso y las ropas adecuadas, se encaminó hacia la ciudad dónde había contactado a Alcázar. Que ironía para aquel desdichado, seguramente le esperaba con la ilusión de ver su venganza llevada a cabo y rescatar algo de orgullo como cualquier hombre común. Pero no, lo que venía ni él lo sabía y el BocaNegra no estaba dispuesto a fallar.
Tiberius_alejandro


Se alejó de aquel lugar dejando atrás al tipejo que había conocido, y sabe Dios si lo ha de volver a ver, tal vez si, tal vez no, eso solo lo diría el tiempo. En realidad, pocos minutos después de haber salido de aquel callejón su mente se ocupó en asuntos más importantes.

Volvió al centro de la plaza a buscar con quienes debía encontrarse, sin embargo no volvió a tener suerte y esperó solo un instante más, que pronto se cansaría– no esperaré otro minuto – dijo para si mismo después de haber esperado por un cuarto de hora. El camino que debía emprender no era tan corto, y aunque no le convenía viajar solo, simplemente lo haría.

Así, se dirigió hasta las afueras de la ciudad a buscar a aquel criador de caballos que hace unos días le había ofrecido uno, los establos eran de un muladí conocido por el comercio de animales al que se dedicaba, Calatayud no era su principal centro de operaciones, pero este tenía criaderos y establos en las afueras de las principales ciudades del Este de la península iberica, desde la sureña Granada hasta las montañas de los Pirenèus, el muladí había hecho bastantes negocios con el padre de Tiberius, y dada la casualidad de que su caravana había llegado a las afueras de Calatayud, no podía dejar de aprovechar la ocasión.

Sīdī Tiberius! As-Salâmu ‘Alaikum! (mi señor Tiberius, la paz sea contigo) – saludó el muladí – wa`alaykum as salam ( la paz sea contigo) – respondió Tiberius extendiendo la mano al hombre – Ashraf, pero que gusto mas grande verte, hombre – le sonrió – ohh… Sīdī , para mi es un gran honor cruzar nuestros caminos – sonrieron ambos mientras estrechaban un abrazo, entendiéndose los años y confianza que llevaban de conocerse – Amigo mío, he venido hasta ti para pedir uno de los gloriosos caballos que las buenas tierras del sur cría – dijo y el muladí respondió – tengo lo que buscas, la suerte te acompaña hijo de Elric, en mi caravana llevo a los caballos de la mejor yeguada granadina de este siglo – sonrió mostrándose orgulloso de sus ejemplares – ven conmigo – le pidió y ambos se adentraron en el establo, lugar donde podían verse al menos cincuenta caballos a quien nadie podría discutirles su buen linaje – este es Shabdiz, el mejor caballo que un hombre podría tener, digno de un príncipe, rey o emperador… - le mostró un hermoso caballo de capa negra, tan negra como la misma noche sin estrellas, Tiberius se acercó al semental y acercó su mano para acariciar al noble animal, y aunque al principio este se mostraba reacio, luego se dejó – es tuyo, sadiq (amigo), un regalo – le dijo el muladí, Tiberius giró y observó ciertamente sorprendido al comerciante, no era que no le creyera, era más bien que este tipo de regalos siempre tenían un compromiso de por medio, pero después de treinta segundos el joven quitó su sorpresa y asintió la cabeza aceptando el regalo, después de todo ¿Cómo podía despreciar tamaño obsequio? – que la vida ni nadie jamás ponga en duda la amistad que a ti me unen, Ashraf – tal vez había algún interés de por medio, que era lo más probable, pero este tipo de regalos no se cuestionan.

El muladí invitó al joven Tiberius a compartir algo de vino y de comer mientras conversarían de otros asuntos, y después de un par de horas Tiberius estaba listo para marcharse. Ensilló a Shabdiz y se dispuso a marchar - Ma´as salama (adiós), amigo mío. Que la vida te sea buena, gracias por todo – se despidió del muladí y montando a su nuevo caballo se fue alejando camino al sur…

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Bocanegra


Pobre Desgraciado. ¿Qué haría un infeliz mutilado? Extraño pensamiento para el asesino que era la causa y consecuencia que provocó aquella desgracia.

El de Alcázar no tenía idea de lo que había sucedido, acudió donde le había citado, a aquella taberna de mala vida ubicada entre el camino de Calatayud y Zaragoza. Estaba seguro que pocos sabían de ella, lo que ahí ocurría ahí se quedaba. El viejo estaba esperándole con vino y una buena cena, el gordo Alcázar, pobre Infeliz.

Preguntó si había sufrido, si había rogado por su muerte. Asintió en silencio mientras comía, más no bebió, pues recordó las palabras de su ahora señor – que manía esa de que no beba – pensó.

Sin ningún sentimiento reflejado en su rostro, le habló sobre cómo había sido aquello. El hombre rió feliz, bebió e invitó cervezas a todos en aquel sitio – ven conmigo, tengo una sorpresa para ti, un trofeo - habló piniéndose de pie – pero ven solo, la escena es algo grotesca.

No debió decir más, era evidente el deseo en los ojos de Alcázar de ver algo del sufrimiento que había imaginado sufrió aquel muchacho, eso lo llevó a ser imprudente y era lo que justamente él necesitaba. Lo sacó de la taberna y lo llevó por entre la espesa arboleda que rodeaba a la taberna, ahí, en un árbol, dónde ni un alma podía socorrerlo, el BocaNegra puso su trampa. – Mira, está en aquella bolsa – el incauto se acercó riendo - ¡Me la has pagado, desgraciado! – vociferó, pero para su sorpresa, la bolsa estaba vacía.

¿Dar la espalda a un asesino? Que risa – fue el momento que aprovechó para tomarlo del cuello y someterlo hasta dejarle inconsciente. Para cuando el de Alcázar despertó, estaba atado a un árbol -¡Qué haces! – el BocaNegra desenfundó su cuchillo – Un acuerdo conveniente – y tal como le habían pedido, arrancó el dedo del hombre que llevaba el anillo en medio de sus gritos – No chilles demasiado o te debilitarás rápido, mi señor Tiberius dice que aún le debes y que esto es una advertencia a tus malas ideas. A la próxima que intentes algo, perderás más que el dedo – limpió el puñal y guardó cuidadosamente envuelto el encargo – ¿Me dejarás atado? ¡Moriré! – ya había dado varios pasos cuando el de Alcázar se quejaba de su posible muerte. Sin girarse a verle le respondió con cierta ironía - ¿sabes? Nadie me ordenó dejarte atado tras mutilarte, pero ahora que gritas tanto, me parece divertido que averigües quién llegará primero, la ayuda o algún animal hambriento. En cualquier caso, tu vida no vale mucho, al menos para mí.

Filipo reía mientras se alejaba y claro, para él, en su profesión, no había nada más peligroso y divertido que la dama fortuna jugando a su favor.

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¡Un pájaro me robó la firma!
Tiberius_alejandro


El viaje era relativamente largo, tendría que viajar durante todo el día, buscar un lugar para dormir y retomar su viaje para llegar a su destino antes de la noche del día siguiente.

El camino era tranquilo, sin embargo, era especialidad de los bandidos hacer que los caminos lo parecieran, por lo que no podía dejar de estar atento a cualquier movimiento. De todas formas, lo que llevaba en monedas no era demasiado, así que de asaltarle sería solo un mal rato… así pensaba mientras avanzaba a paso sencillo con su caballo y aprovechaba para planear lo que pretendía hacer.

No se había dado cuenta y ya había cabalgado poco más de tres horas, y después de pasar algunos pueblos, entre cerros se divisaba la amurallada ciudad de Daroca, pensó en pasar a descansar allí, sin embargo era recién medio día y reflexionó en que no podía quedarse allí el resto de la tarde. Decidió desmontar a Shabdiz para pasar caminando por las afueras de la ciudad, sintió tentación de entrar en la ciudad y refrescar la garganta con una cerveza, pero debía avanzar, entonces pensó en la sed de su caballo – pero que desconsiderado he sido – dijo hablándole a su caballo – mira que ni te he preguntado si tienes sed… eah… vamos pues – tiró las riendas hacia la izquierda para acercarse a una acequia que estaba cercana, tomó la bota con agua que le había dado Ashraf y dejó que el caballo bebiera y pastara un poco – venga, compañero, a descansar un momento - se sentó a la sombra de un árbol y mojó su cabeza.

Unos veinte minutos de descanso le bastaron y entonces retomó su camino, cabalgó por varias horas y pasó varios pueblos hasta que cuando el sol ya se había puesto, los caminos eran aun visibles, pero decidió que era tiempo de buscar refugio. Sabía que estaba cerca de la ciudad de Teruel; treinta minutos después estaba allí, buscó hospedaje y allí se quedó.

A la mañana del día siguiente, muy temprano, partió sin demora, unas seis horas después, al medio día, ya estaba cerca de su primer destino. Entonces llegó hasta “El Muladar”, una conocida y recomendada taberna para quienes querían privacidad, cerca del rio Palancia, en la mitad del camino entre Jerica y Segorbe. Desmontó y le pasó el caballo a un muchacho que estaba sentado fuera de la taberna – cuida a mi caballo, encárgate de que beba y coma, te busco en un par de horas – sacó unas monedas suficientes y se las entregó – y no pretendas escapar o robar mi caballo, créeme, no te gustaría saber lo que puede pasarte – el muchacho no dijo palabras y solo asintió tomando las riendas del caballo – yo te buscaré, mantente cerca.

Ingresó al lugar, el ambiente peculiar y común de taberna le era grato, había cereza y unas cuantas mujeres con las que juguetear si se le antojaba, entonces sonrió y buscó una mesa discreta, esa que estaba bajo las escaleras y cerca de una ventana era ideal. Tomó asiento y pidió algo de beber – Tabernero! Una cerveza! -

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Bocanegra


El camino de regreso hasta Calatayud lo hizo a pie, llamaba menos la atención y además lo haría lejos del camino convencional. Si el de Alcázar moría o era liberado seguro le buscarían, o quizás no ya que la amenaza había sido clara, sin embargo era mejor prevenir.

Una vez que estuvo en la ciudad, tomó el caballo de un desprevenido ya que el viaje hasta el lugar de encuentro era largo, a pie tardaría mucho y no llegaría a tiempo, además el pedazo de Alcázar que llevaba con él no duraría demasiado, peor en verano. Decidió reposar unas horas en algún escondite libre de guardias de la ciudad y al anochecer emprendió la marcha.

Solo una vez había visitado aquellas tierras, había sido de joven y con un grupo de asaltantes. Aquella vez no consiguieron su objetivo y solo se libraron uno de los bandidos y él del filo de la espada del ejército. Quisieron robar a una dama importante, pero obviaron el hecho que un noble siempre se protege la espalda, el que no lo hace, siempre termina muerto. Cosas de quienes ostentan el poder, de lo cual él se alegraba pues siempre le dio trabajo.

Demasiado silencio en el camino, fueron más de tres días y en el último nudo antes de llegar a la ciudad de destino, en medio de una pequeña fogata y bajo el amparo del cielo nocturno, el Bocanegra pensó en sí mismo y en su vida. Tenía cerca de los treinta años, jamás se había hecho amigo de ninguna religión, solo creía en sí mismo y en vivir de la mejor manera que se podía. Sí, muchas veces había tenido la oportunidad de dejar esa vida, pero le gustaba su profesión detestable, era la única familia que tendría en lo que le durara la suerte o la vida. Ahora, el servir a un señor no se lo había imaginado, pero ¿qué más daba? Si con ese hombre podría hacer lo que mejor sabía y además beneficiarse de ello, estaba bien para él.

Cerró los ojos y se recostó sobre la hierba en medio del camino. Cualquier otra alma temería de dormir así de confiado, pero no él.

Cerca del medio día llegó a la ciudad, preguntó por aquella taberna, la gente era considerablemente amable. No le conocían, estaba claro. Una vez la halló, ingresó a su ambiente perfumado del dulce aroma de la cerveza, se lamentó con un bufido y le buscó con la mirada. Ahí, en el lugar más alejado de la taberna le halló rodeado de un par de mujeres. – Váyanse – ordenó él al verlo, se inclinó en su presencia y tras el permiso tomó asiento frente a él – he cumplido, mi señor. Traigo lo que me has pedido – sacó de su bolsa el encargo y lo puso sobre la mesa – tú dirás cual será nuestro destino desde ahora - dijo, esperando su respuesta. De él dependería si se convertiría en su señor.

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¡Un pájaro me robó la firma!
Tiberius_alejandro


Vio con sorpresa la llegada del Bocanegra, despejó la mesa y le invitó a sentarse – hablemos de trabajo – le dijo mientras este se sentaba y le contaba detalladamente paso a paso de lo que había hecho, y antes de que llegara a la mitad de su relato, Tiberius le interrumpió – no quiero detalles… no tengo el tiempo ni las ganas para perder en ello, ¿hiciste mi encargo como te lo pedí? – Bocanegra asintió con la cabeza y sacó de su bolso el dedo del viejo Alcazar, Tiberius lo observo, tomó un paño para tomar el dedo con la sangre ya seca, observó que el anillo correspondiera a quien debiera y con una sonrisa lo retiro del arrancado dedo de su enemigo, abrió la ventana y arrojó el dedo a unos perros que andaban por fuera de la taberna – bien hecho - se limpió las manos y tiro a un lado el paño, sonrió – creo que podrás servirme para algunas cosas más – tomó unas monedas de las que llevaba consigo y se las entregó – será suficiente para un par de semanas – el Bocanegra recibió la generosa paga y la guardó rápidamente – bien, ahora escúchame con cuidado… - apoyó sus codos en la mesa acercándose más a él y hablando en tono discreto – mi viaje hasta estas tierras tienen un motivo, y tú me ayudaras a cometerlo. Necesito que te metas en los asuntos de… - le susurró unos tres nombres – de más está decirte que debes ser discreto, tanto como para ser invisible… - tomó un poco de cerveza mientras el Bocanegra lo observaba y se notaba como él también tenía sed, pero no le dijo nada – sobre el primer nombre que te di, es el más importante, así que primero iremos con él. En dos cuatro días nos habremos de juntar en… - pensó algún lugar apropiado, y después de hacer un balance rápido le dijo – aquí mismo, y me dirás como te fue – pensó en darle una tarea puntual, no lo conocía bien y no podía arriesgarse en darle encargos que terminen por marearlo, o peor aún, haciendo que sea necesario matarlo para que no diga nada – veras, este tipo tiene un castillo, aunque he oído que por estos días se encuentra fuera de él. Deberás tener cuidado con sus guardias, es un noble de alto rango, uno de esos nobles venidos de la nada, lo que juega a nuestro favor, pues debe haber crecido en el campo y tal vez no tenga ni idea de lo que es manejar un castillo o administrar una tropa – tomó otro poco de cerveza – bien, tu misión será estudiar los movimientos de esta gente, donde come, donde anda, con quienes anda, su itinerario diario… te diré que haremos cuando nos juntemos en cuatro días días – se apoyó sobre el espaldar de su silla y cruzó los brazos – en tanto, relájate hoy hombre, que tu oficio no es el de sepulturero, bebe, acuéstate con alguna mujer y olvídate del mundo… – rió – una cosa más… - sacó unas monedas más y se las arrojó solo para notar si los reflejos de este hacían que las atrapara, y cuando este así lo hizo lo observó aprobatoriamente – cómprate algo de ropa, si te vas a reunir conmigo no tienes por qué parecer un delincuente. Recuerda que ahora tienes un amo a quien servir, ya no eres más un perro de la calle… - le estrechó la mano y le dijo – gánate mi total confianza y comerás carne en vez de huesos; Traicióname y tu agonía será muy lenta – terminó de hablarle y se levantó de la mesa para marcharse del lugar.

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Bocanegra


Como digas, señor – es lo que respondió tras la extensa charla que tuvo con él. Todo el tiempo puso mucha atención a los detalles y en especial al nombre del que sería ahora su misión.

…. Dos días después, ciudad de Valencia…

¿Dices que hay una guerra? – Observaba a la mujer que tenía entre sus brazos – sí, los nobles y sus problemas. Como si el mundo girara en torno a ellos– dijo ella jugueteando con sus dedos sobre su piel – las cosas están un poco tensas, es lo que se rumorea en el Palacio. No podrás pasar hacia Játiva si es lo que buscas – se levantó rápidamente apartándola de su lado – lo que busque no es asunto tuyo – se vistió pensativo - ¿no te quedarás? El trabajar en el Palacio será aburrido sino vuelvo a verte – cuando terminó de ajustar su cinturón y camisa le respondió – suficiente mujer, has tenido lo que buscabas y yo también. No hay necesidad de nada más – guardó su puñal en la bota y la miró – más puede que vuelva a verte, siempre y cuando tengas algo más que contar. Yo te buscaré – la besó sin sentimiento alguno, tampoco deseo, pero si interés. A él le gustaba saber más cuando tenía una misión, un blanco y había decido averiguar por su cuenta algunas cosas pues no quería llevarse más sorpresas. Por ello, la había seguido, sabía que trabajaba como sirvienta en el Palacio y que todo lo que deseara saber, ella podría decírselo. Ahí le había llevado todo indicio. Y la mujer habló con la verdad, los caminos estaban cerrados, aquel problema había llenado de soldados los caminos entre Játiva y Valencia, dónde él se encontraba. Tratar de pasar aún con sus habilidades sería complicado y utilizar los caminos alternativos le haría tardar.

En todo ello pensaba cuando vio a un par de soldados, uno de ellos bastante ebrio. Y no fue difícil matarlo y lanzarlo a un pozo cuando estuvo solo. Se hizo de sus ropas y gracias a ello no le fue difícil pasar por los caminos y llegar a su destino en Játiva. Ahí reconoció sus tierras, se infiltró en un grupo de mercaderes, pasó por viñas y pequeñas ciudades que resguardaban el castillo. Muchos clérigos, pocos soldados. Con el poco esfuerzo que había hecho, había conseguido meterse a las mismísimas cocinas del castillo – Nobles que se duermen en tiempos de paz, son futuros muertos – pensó y solo le bastó unas horas para darse cuenta que sería fácil. Así, con toda esa información se encaminó de regreso a Segorbe donde debía encontrar a su señor. Un par de días después y aunque llegó tarde ahí le encontró.

Lamento haber tardado, fue difícil pero no imposible – esperó a que él le autorizara a sentarse - Tardé en llegar a sus tierras, debí improvisar, hay una especie de disputa entre nobles y eso ha complicado mi camino hacia Játiva, como sea, sus tierras están con la mínima vigilancia, pude entrar en pleno día y sin problema. La debilidad del castillo son las murallas al este, si quieres entrar ese es el lugar. Podremos llegar en cuatro días si así lo dispones. – y siguió relatando todo cuanto había averiguado y sabido, aunque suponía que su hábil señor algo de ello ya sabría.

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¡Un pájaro me robó la firma!
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