¿Estúpido huérfano? me giré y de un solo golpe le derribe y solo pude verle caer y escupir dos de sus dientes. Con 14 años, esa era la primera vez que golpeaba a alguien con verdadera ira; las preguntas vendrían después. Dejé el campo y volví a casa para preguntarle a Elric porqué era que aquél niño mayor que yo me llamaba así.
Elric es mi padre, o más bien lo era hasta aquella tarde, pues después de tantas preguntas terminaría de contarme una historia en la que me confesaría que yo no era su hijo, historia que abría un interminable pasillo con cientos de puertas para ser descubiertas
Sin embargo, después de que culminara su historia, agité mi cabeza y con un suspiro le abracé fuerte y le dije
Gracias por todo, Elric
- por alguna extraña razón, a pesar de que le quería como a un padre, ya no podía seguir llamándole así, y él lo comprendió.
Elric procuró ser cuidadoso en la historia que me contaba, pero él pensaba que si a la verdad le arrancabas las espinas que pudiera tener, entonces la verdad ya no era verdad, por eso no me ocultó los detalles necesarios para decirme quien era yo y como crecí bajo su tutela.
En resumen, nací en secreto, a pesar de que mis padres me engendraron con amor, mi llegada antes de preparar su matrimonio causó un alboroto de entredichos familiares que hicieron que mi madre pensara que no era oportuno que se supiera de mí existencia, pues la sociedad no tenía piedad si tenías un hijo fuera del matrimonio, y más si la posición de tu familia era notable.
Así, nadie supo de mi nacimiento además de mis padres y la partera, y antes de que cumpliera mi primer mes de vida mi padre moriría asesinado. Tras la muerte de mi padre, mi madre en su dolor consideró que mi niñez sería traumática si yo estaba a su lado, pues siempre sería comidilla y crecería con el castigo de una sociedad incomprensible, entonces, mi madre me encargó al cuidado de Elric y su mujer. Elric era un acaudalado comerciante, un hombre de edad madura casado con Elena, quien no tenía el don de engendrar, y que este pequeño niño les sería como un regalo del cielo para su soledad.
Aunque mi madre siempre estuvo pendiente de cómo iba creciendo, pidió a Elric que nunca revelara quienes eran mis padres, pues no quería que creciera con resentimientos. Pero ahora, mi madre también había muerto hace poco, y con ello la promesa de Elric de ocultarme quienes me trajeron a este mundo.
Después de que Elric me contara aquella historia, nada cambió, Elric y Elena continuaron criándome como a un hijo y yo amándoles como tal, y poco antes de que yo cumpliera quince años una fuerte fiebre dejaría a Elric viudo
si, lo sé, era como si la desgracia fuera parte de mi vida.
Antes de la muerte de Elena, Elric era un ejemplo de hombre correcto, pero tras la muerte de su amada mujer, la vida para él dejó de ser lo que era
y aunque yo no era ya un niño, jamas se descuidó de mí, pero su vida tomó un rumbo nuevo, su pensamiento dejó de lado la moralidad, su compasión había desaparecido, su corazón estaba endurecido, y así tendría que yo conocer la vida, pues Elric me enseñaría todas las artimañas con las que sacar ventaja de una situación, me enseñó a no dar tregua cuando usara una espada, me enseñó a no perdonar deudas y a hacer nuestros deudores a no olvidar las suyas, aprendí que la vida era ruda y si tu no lo eres entonces la vida te da una paliza...
Eran tiempos en que la nobleza ya no era lo que en antaño, podías tener los títulos más ostentoso, pero sin dinero valían lo mismo que el pergamino en el que se escribían. Elric tenía el dinero, y aunque sin un título de nobleza que lo respaldara, jamás se privó de los lujos que cualquier señor, barón, o incluso un conde quisiera darse
aquello me hizo crecer sin privaciones, sin preocupaciones de vestir ni de comer, cosa que, sumado al hecho de que era el engreído hijo único de Elric, sirvió para malcriar más mi adolescencia y juventud.
Cuando cumplí 16 años, Elric se encargó de que por unas monedas una agraciada y joven mujer me enseñara los placeres que unas buenas caderas podían darle a los hombres
y después nos embriagaríamos juntos hasta el amanecer en nuestra villa, que más que una simple villa era ahora casi un castillo, pues mi padre había juntado más enemigos que amigos a medida que su fortuna aumentaba, y no podía escatimar en gastos de seguridad y guardias; el comercio pagaba bien, y más si tenías las habilidades de Elric, que para aquellos años ya tenía cubierto gran parte de los mercados de la península ibérica.
En fin, así terminé de crecer, entre muchos viajes, sin carencia de vino, cerveza o mujeres
muchos excesos, una vida ruda y libertina.
Ahora, casi con 20 años, heme aquí, a pesar de haber disfrutado de todo, me queda esa sensación de buscar algo más. Aprendí de la vida lo bueno y lo malo, no soy un pan de Dios, pero tampoco podría decir que soy realmente el demonio
supongo que soy capaz de sentir algo de piedad si es necesario, pero no me temblará la mano si he menester de atravesar a alguien con mi espada si algo no me parece
¿esperar a la justicia? no, la vida no es justa.
Es tiempo de conocer nuevos horizontes
es tiempo de aventurarse al mundo y de hacer ciertas visitas para saldar algunas cuentas ya muy vencidas