Las respuestas que el Condestable Real daba no eran en absoluto de su gusto. Y no había nada que le irritase más que alguien reacio a cumplir sus exigencias; no ya sus deseos, sino efectivamente, exigencias. Porque ella exigía servicio, en honor a la autoridad que le confería su cargo, y respeto, en correspondencia a los títulos nobiliarios que acreditaban su buen nombre. De un carácter deleznable, aún estaba dispuesta a arremeter contra el Castelldú.
Porque si algo consideraba peor que incumplir sus órdenes, era el no mantener las formas, y aunque ella las perdiese, el resto tenía la obligación de conservarlas.
« Vos, maldito insensato, ¿aún excusáis la traición, escudándola en travesura? ¿Qué es el alboroto de dos nobles en la Corte sino traición? ¡Durante la coronación del Rey! Sacrebleu ! Porque también podría abrirse auto de Fe, si no fuesen herejes paganos
»Se detuvo a pensar. Efectivamente, así lo consideraba la Condesa, quien, como muchos, creía que el ungimiento de un rey era un acto solemne bendecido por Dios, y en su opinión también por los Tres. ¿Pero qué opciones había para agravar aquel asunto aún más si cabía? Acusarlos de traidores era pan comido para ella, quien se veía capaz de comprar cuantas voluntades dispusiera, pero no así si les acusaba de sacrílegos. El Fuero Real de Castilla amparaba a la Iglesia Aristotélica Romana pero también comprometía a la Corona a respetar otros cultos; tampoco podía hacer uso del Concordato, el cual también disponía el respeto de la variedad de religiones en Castilla. Si no fuera así, Ivanne hubiese sido la primera en arder.
Además, quemar a dos nobles en la hoguera no produciría más que rebeliones entre la nobleza, que se levantaría sin dudarlo en contra de su rey. La dirección de las naciones podía variar con tan poco
Debía ser cauta y controlar mejor sus pensamientos, dirigirlos hacia una clara intención: el presidio de Vibora y Hernando, por el momento. Más adelante se consideraría la mejor pena para ellos, sin promover disturbios entre nobleza y plebe. Porque oh, sí, por supuesto que sí, el Duque de Alcalá y el Señor de Osuna iban a ser condenados; Ivanne ya lo había decidido.
Siendo tan caprichosa
« Un juicio, sí. ¿Militar? Oh no no
No es necesario; tampoco se ajusta la ley ordinaria a ellos, un juicio de nobles y excelentes bastará. Y yo os he elegido a vos como portavoz del Tribunal que presidiréis, por lo muy excelente que sois. Le miró como sólo los tigres miran a su presa, con una sed de sangre implacable. Astuta, entendió qué era lo que Kossler quería como honorarios por su servicio a la verdad; sonrió, con una cruel dulzura que sólo ella era capaz de plasmar en un mismo tiempo, y subiendo las escaleras hacia el trono, volvió a coger entre sus brazos al caniche que, por fin, había cesado de ladrar. Se sentó entonces, sin remilgo alguno, y como si ella misma presidiera la sala con dignidad real, acomodó sus posaderas todo lo más que pudo. Que viera Kossler lo cómodo que era aquel trozo de madera adornado.-
Creo entender qué es lo que ansiáis, ¿entendéis vos lo que quiero yo? »Traidores, por todas partes traidores. En absoluto iba a ofrecer un trono que ora amparaba a la Josselinière, más bien al contrario, lo defendería a sangre y fuego si hacía falta. Ya lo hizo con Tafalla en su día (aunque con ayuda), lo volvería a hacer por Astaroth, que tantos beneficios y prebendas le confería.
« Querer más de lo que se puede también puede considerarse traición. De las más altas, incluso. ¡GUARDIAS! » -¿Con qué derecho amenazaba ahora a Kossler? Ninguno, simplemente era una demostración de poder que, normalmente, surtía efecto. La bandada de guardias reales apostados a los flancos de la sala del trono se aproximó al Marqués de Alcañíz, rodeándolo. Ninguno tuvo el valor de posar un solo dedo sobre el noble, algo de lo que Ivanne era consciente, pero no dejó entrever las dudas de aquellos hombres, reaccionando con presteza.-
« Una sola palabra mía bastaría para reducir al más influyente de estas tierras. No penséis que por vuestra condición no sospecharían de un extranjero como vos; la fama nos precede, pero la mía está amparada, a diferencia de la vuestra. Vuelvo a repetíroslo, ¿entendéis qué es lo que quiero yo? »Las declaraciones de intenciones eran peligrosas, más aún si cabía cuando quien las hacía era conocido como el Usurpador. ¿Cómo la conocerían a ella?, se preguntó. La perra francesa seguramente, porque la cantidad de enemigos que estaba haciendo aquel día era insuperable.
Pese a las circunstancias, los guardias, muy quietos, permitieron el avance de un lacayo que se aproximó hasta ella con paso acelerado; entre sus manos llevaba una carta, que Ivanne sustituyó por el mimado caniche. Entre ladridos y mordiscos de desaprobación, fue transportado entre las manos reacias del sirviente; mientras tanto, la Secretaria desplegó la misiva con intenciones de revelar su contenido. Era una carta dirigida expresamente al Rey, pero ella ya se había tomado demasiadas consideraciones por que no fuese turbado el horario del monarca, y del mismo modo que había abusado de su poder e influencia para apresar al Duque y al Señor, se dispuso a leer con detenimiento.
Sí, una sola palabra de la Condesa de Tafalla bastaría para que media Castilla comenzase a arder, pero aún así la Casa-Palacio de Santillana se mantendría en pie sobre sus cimientos, imponente, leal y victoriosa. Arrugó la carta entre sus manos, de nuevo algo se torcía.
Se levantó airada de nuevo y con un gesto de la mano ordenó que los guardias volvieran a sus puestos; la diferencia entre advertencia y amenaza reside en el tiempo que esta dure y en las condiciones en que se haga, y ahora que Urania de Winter tomaba cartas en el asunto, y siendo consciente que lidiar contra ella era pisar terreno fangoso, mejor sería conciliarse con el Marqués.
« Mi muy loable señor, obviad lo aquí ocurrido y considerad que sólo soy una humilde servidora de Su Majestad, como vos. Sé que me habéis entendido, y sé que nos complaceréis. » -Ofreció su mano a Kossler. En una ocasión se la rechazó, esperaba que no volviera a hacerlo.-
« No os supondrá carga alguna, porque ya he hecho llamar al Capitán de la Guardia Real para que os acompañe en esta ardua tarea. El Conde de Tafalla también será advertido. Mientras tanto, y en lo que llegan los prisioneros, dispondremos de un asiento para vos, junto al Rey, para que escuchéis bien lo que los traidores tengan que decir. Como convendréis conmigo, quizás así os hagáis a la idea de lo tedioso que resulta sentarse en el estrado. »Dicho aquello, llamó a uno de los pajes. Como el resto, temblaba al aproximarse a ella, pero ello no fue impedimento para que escuchase atentamente el mensaje para su esposo.
« Mi querido y adorado Conde, esposo mío, vuestra mujer os busca y requiere en la sala del Trono; entendedlo como una orden de vuestro Rey, y una súplica de vuestra esposa. »
Y otro para la Duquesa del Infantado y Marquesa de Santillana, para que fuese transcrito al papel,
« Señora Duquesa, yo misma atenderé vuestras quejas si la urgencia os apremia, de lo contrario habréis de esperar a que Su Majestad el Rey finalice con una de sus muchas cacerías programadas con personalidades de todo el continente. Habréis de entender que la faceta diplomática de un monarca no puede posponerse. Mis más sinceros respetos, la Secretaria. »
Y otra tarea adicional. Habrían de buscar en los mejores tugurios de la villa a una muchacha que entretuviera al Rey, en lo que Ivanne disponía la peor de las artimañas en contra de Vibora y Hernando; las directrices eran sencillas: ésta sería un regalo de Tafalla, pagado por las propias arcas de la Condesa y vestida con uno de sus propios vestidos, el más lujoso. Pero ante todo, debía ser rubia.