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[RP] La coronación de Astaroth I, Rex Erminevs

Narrador, roleplayed by Ferrante





Los rayos del sol penetraban a través de los coloridos vidrios de las ventanas, arrojando multitud de tonalidades sobre los suelos y paredes del Salón del Trono. Parecía casi una imagen regalo de la providencia, de no ser por los apresurados y nerviosos pasos de los criados, que iban y venían de un lado a otro cargados con enseres y recados como un enjambre de afanadas y revoltosas abejas. A pesar de ese aparente caos, en el Alcázar de Toledo había disciplina, pues todos tenían en aquel día que cumplir con una misión, y cada uno se esforzaba al extremo, desde los lacayos vestidos con las libreas de gala, cocineros, soldados, hasta los funcionarios que debían echar a andar todo aquel engranaje.

El Salón del Trono estaba engalanado con múltiples guirnaldas de flores níveas y carmesís, el suelo lo cubrían numerosas alfombras, mullidas y coloridas que amortiguaban el sonido de los pasos; de las paredes colgaban tapices con imágenes de reyes antiguos, y toda la estancia estaba inundada por un suave olor a incienso. Uno de los ayudantes del Maestro de Ceremonias, contemplaba los trabajos henchido de orgullo de ver que todo se hacía con premura y diligencia. Hasta él se acercó el Mayordomo de Palacio, anunciando que todos los preparativos estaban terminados y pidiendo la retirada del servicio.

El Mayordomo golpeó por tres veces en el suelo con el largo bastón, haciendo que retumbase el sonido en las cuatro esquinas de la estancia. - Es hora de abrir las puertas para que puedan entrar los invitados.- Cuatro guardias tiraron de las aldabas de bronce bruñido y las hojas de pesado roble se abrieron en silencio, hasta llegar al final del recorrido, donde golpearon una vez en un estruendo seco.
Athan


De un lado para otro sin parar, el jefe de diplomacia de la corona tenía un día atareado, guardia real y parte del consejo de su majestad, ¿Qué hacer? Era la pregunta, como no sabía donde se habían metido Miku y Maruca, decidió dejar sus armaduras de guardia real en una cámara de palacio junto a su despacho. Con bellas prendas granadinas se dirigió a la Sala del Trono, donde se encontraba su primo, al cual le guiño un ojo y saludó.

Por suerte aun no habían llegado los invitados, lo que tranquilizó al moro, aprovechó la coyuntura y fue a las cocinas a picar un poco antes de tener que soportar tal pomposa ceremonia, además de los invitados, que en esta ocasión iban a ser más que en otras ceremonias.

Ignorad mi estancia aquí dijo a todos los cocineros y demás empleadosTraedme un buen queso, y si alguien pregunta, no he estado aquí hoy– decia a la par que con un cuchillo empezaba a cortar unas rodajas de queso.

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Colombina


En Castilla no había manera de echarse una buena siesta reparadora. O los animales o sus dueños voceaban sin parar a lo largo del día como si no hubiera un mañana. La italiana aún no se había acostumbrado a ese rumiar de ida y vuelta, aunque por lo menos ya lo toleraba.

Las coronaciones le aburrían sobremanera, y el haber llegado antes de tiempo le hizo dibujar una mueca de desagrado que pareciera se había comido un limón. El joven Maestro de Armas atisbando aún los últimos detalles y una sombra que se había escabullido entre unos cortinajes, era todo el público que se hallaba presente a la llegada de la rosa corvina.

"Odin verdaderamente me tiene manía." Pensó para si la joven que a cada paso que daba lo recortaba más, como queriendo escapar del evento.

Silenciosa y resignada, se apoyó en una de las paredes iluminada aún con la luz del sol, y se dejó caer en ella desidiosa.

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Maruca__


Había viajado la jornada anterior desde Golmayo a Toledo. Prefería estar fresquita en la Coronación pues, si bien ese día comenzaba el otoño, las temperaturas en tierras castellanas aún provocaban esos calores que hacían sudar, arruinando el peinado y todo eso. Además había sido invitada como Par de la Corona y entraría con la Corte, justito detrás de Su Majestad, como venían ensayando las semanas previas. Así que olvídense de verla con el vestido-armadura que usó para la Coronación de su difunta amiga, la Reina Froda. Gracias al Altísimo o vaya a saber a quién, hoy estaría mucho más cómoda y digamos.... femenina (?).

Retomando el relato, Maruca se acostó bien temprano, para dormir como un lirón y fue despertada por la doncella, que la atendía desde hacía más de un año en Palacio, con el desayuno. Mucha fruta, queso, pan y una infusión de manzanilla, que ella misma traía desde sus terruños en Golmayo, para sosegar su implacable espíritu.

A continuación la muchacha le preparó la tina como a ella le gustaba, agua tibia regada con pétalos de rosas, robadas de los propios jardines del Alcázar. Se sumergió en ella por largo rato soñando con conocer algún noble extranjero en el ágape que se daría luego de la Ceremonia. Fue despertada por la criada al grito de - ¡Mi Señora! ¡Se hace tarde! - Voy! Voy! respondió al tiempo que se ponía de pie, como si un resorte tuviera en el trasero.

La ropa estaba lista e impecable sobre la cama. La criada la ayudó a cambiarse, sobre todo a ajustarle el corsé y a peinarla. Una vez que estuvo lista se encaminó hacia el saloncito donde se reuniría con sus Pares, a esperar la orden de hacer su aparición en escena.

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Lugarteniente de la Guardia Real, Jefa de Milicias de Soria... algo más?
Cyliam


La de Compostela se habia puesto guapa para la coronacion, bueno en realidad no, en verdad solo queria poder meter en la coronacion sus croquetas arrojadizas y para ello habia chantajeado de la manera mas sujerente a su esposo.

Sobre la ropa de su esposo dejo una notita: -Mi querido rubito, no te preocupes por las croquetas, seguro que a ti no te registran a la entrada, asi que metelas discretamente. Prometo compensarte mucho esta noche, ya me entiendes, guiño, guiño- Asi decia la nota y la pelirroja estaba mas contenta que unas pascuas, observo la bolsita del cinturon bastante abultada pero no le dio importancia.

- Veamos, vestido, hecho, ardillas... Dijo tocandose la cabeza. - Hecho, peinado, hecho, zapatos... Miro el suelo de la habitacion sin encontrar ni un solo zapato. - Que sean unas botas pues. ¡Bragas! a una coronacion hay que llevarlas aunque haga calor, una no sabe que puede pasar, hecho. Despues de revistar dos veces su lista de pendientes, la pelirroja salio dando saltitos mas feliz que una perdiz, se subio al carruaje e indico al cochero donde ir.

- Odio estos malditos eventos, si no fuera porque pienso estamparle a alguien una croqueta en toda la jeta me haria la enferma para no ir, pero bueno ya esta hecho. Comento en el carruaje mientras notaba como una de las inquietas ardillas no dejaba de moverse sobre su cabeza. - Eh, las de arriba, dejar de moverse que me ha costado demasiado tiempo arreglarme el pelo.

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Ruysandez


Habían llegado a Toledo la tarde anterior, y la comitiva llegada desde Deza, no había pasado desapercibida para los habitantes de la ciudad cortesana, por lo variopinto de su composición. De nada le había servido a Ruy protestar por la numerosa compañía y por lo abultado de la carga, pero su esposa, no cedió ni un ápice. Se alojaron todos en una casona, sita cerca del Alcázar, donde se establecerían los siguientes días.

Ruy despertó el día de la Coronación con los arrullos de su pequeña Aurora. Se incorporó y sentó al lado de la cuna para observarla. En aquel mismo instante se percató que estaba a solas con su niña en la habitación y además que está estaba vestida con un faldón de lino blanco con puntitas de bolillos y un gorrete a juego. Ruy sonrió a la pequeña y esta le devolvió una sonora risa, que hizo a Ruy estremecer. Cogió un pequeño muñeco de trapo que había en el cesto y empezó a jugar con el ante el alborozo de la pequeña. En ese mismo instante entró Thiara, sobresaltando al de Sandez que tiró el muñeco disimuladamente.


¡Vamos perezoso! Deja de remolonear con la pequeña, tenemos que ponernos en marcha, pronto abrirán las puertas de Palacio.

Ruy se giró y se deslumbró con la belleza de su esposa. Vestía la turca un rojo kafkan brocado en oro, y complementado con una tiara al modo oriental del cual se desprendía un largo velo de seda roja. A Ruy le tembló la voz.

Aaaaammmmmor….

No pongas escusas y vístete, que se nos hace tarde – increpó la turca a Ruy.

Este se incorporó rápidamente y se vistió con sus ropajes de gala, que le habían dispuesto sobre un tocador. Cuando hubo terminado se envolvió en su capa roja y se dispuso a salir por la puerta.

Un momento soldado…- le dijo Thiara – Olvidas algo. – Y sacó tras de sí, la Cadena de la Orden de la Escama.

¿Pero? No no amor...es un incordió llevarla.

Ni peros ni nada. Debes llevarla – y se la colocó. – ¡Ah! por cierto, también debes llevar a tu hija Aurora. Ya es hora que esta jovencita se codee con la Alta sociedad castellana.

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Lluvia


El alba de aquel joven otoño despuntaba tímidamente como contrapartida al piar de los pájaros, que comenzaba a dejarse oír cada vez con más vehemencia entre las ramas de los árboles. El armónico sonido de la naturaleza junto con los rayos del sol colándose a través de los ventanales, lograron despertar a Lluvia quien se desperezó somnolienta y con pocas, muy pocas ganas, entreabrió los ojos. Al principio no tenía idea de dónde estaba, pronto recordó que desde el día anterior se encontraba junto con su marido en Toledo, con motivo de la coronación del Rey Astaroth I. Se giró hacia la derecha y observó con ternura a Alarkian que aún estaba profundamente dormido. Se acercó a él, muy suavemente apoyó una mano sobre su hombro y le dio un dulce beso en la frente.

- Despierta mi amor, no podemos llegar tarde. - Le susurró cariñosamente al oído.

Desde que se había enterado de la fecha de la coronación, sentimientos encontrados habían robado sosiego a la habitual tranquilidad de Lluvia. Inicialmente pensó que tendría que asistir en calidad de esposa del Rector de la USAL, posteriormente logró hacer prevalecer su nombramiento como Embajadora Apostólica y fue invitada por ella misma. En ese momento tenía ansias de presenciar la coronación y sintió satisfacción al no necesitar depender de las funciones de su esposo, pero una vez llegado el día ya no estaba tan segura de querer asistir a la ceremonia. Eran muchos los motivos que la impelían a no acudir, sin embargo sabía que debía hacerlo o más temprano que tarde, se arrepentiría. Sumida en sus contradictorios pensamientos fue abriendo los ojos, poco a poco, junto a su amado.

Despiertos ya y dispuestos, se obsequiaron con un romántico baño juntos y desayunaron ligeramente. Con toda la tranquilidad del mundo vistieron sus mejores galas, observándose y aconsejándose uno al otro para que no quedase detalle sin perfeccionar, y finalmente se dispusieron a subir al coche que ya los estaba esperando con cierta impaciencia en la puerta del palacio donde se encontraban temporalmente hospedados.

Llegaron por fin al Salón del Trono, lugar donde se efectuaría la coronación; como aún era temprano se dedicaron a observar el recinto, se deleitaron con las flores que embellecían cada rincón y se asombraron ante los suntuosos tapices que colgaban orgullosamente de las paredes.

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Kossler


Se hallaba en una de las habitaciones del Alcázar de Toledo, sentado en una silla, con la mirada perdida. La armadura de cuero que utilizaría para la ceremonia yacía encima del catre. Había llegado allí la noche anterior, de atardecida, tras haber recibido permiso de su Majestad para pernoctar allí, con el fin de evitar el llegar cansado a la ceremonia. Era importante que tuviera todos los sentidos puestos en los invitados aquél día. Sí él sería capaz de colar una espada en el Salón del Trono, dónde estaban estrictamente prohibidas, cualquiera podría ocultar una daga... o varias. Aunque la seguridad del Rey fuera cometido de la Guardia Real, no estaría de más que una espada más y otro par de ojos le guardaran, aunque el hombre que lo hiciera no le tuviera en demasiada alta estima.

El lacayo que había mandado llamar entró en la estancia sin llamar. Otro seguramente le hubiera reprendido de inmediato, pero Kossler gustaba de la franqueza y la efectividad en éstos ámbitos, así que obvió la falta de decoro del lacayo. Levantó la cabeza, con la frente arrugada, el pelo serpenteado de vetas grisáceas y blancas y el bigote salpicado de líneas del mismo color, que pendían de él asemejándose a carámbanos.

-Ayudadme a colocarme la armadura. -Le ordenó escuetamente el Marqués, que iba vestido apenas con unos calzones y una camisa fina.

Cuando el muchacho comenzó a vestirle, notó algo de torpeza en sus movimientos. Colocó el peto, la hombrera, los espaldares y los brazales. Apretó las cinchas y sujecciones. Algo lento, pero el caso era que lo hacía. Luego prosiguió con las protecciones de las piernas, y terminó calzándole unas botas. El de Castelldú hizó un gesto con la mano, indicándole que podía retirarse. Segundos después, el hombre salía por la puerta.

Nada más irse, Kossler se dirigió a la cama y tomó la capa negra ribeteada en hilos de plata. Se la colocó oportunamente sobre los hombros y la ató al cuello mediante una cadena de plata. Le dió vuelo y luego se dirigió a una de las cómodas. Se pasó la mano por el pelo y luego cogio un par de guantes de cuero y se los puso.

Por último cogió un par de dagas y colocó una en la bota y una justo detrás de la espalda. Cogió a Tenebrosa y la ató al cinto. Luego se colocó bien la capa, ocultando perfectamente el bulto de la espada. El de Castelldú era conocido por llevar comúnmente capas, así que no creía que se fijaran.

-Bien. -Se dijo, dirigiéndose hacia la salida de la estancia. -Creo que es hora de irse.

Abrió la puerta, cerró tras de sí y encaminó sus pasos hasta el Salón del Trono, dónde ya empezaban a llegar los invitados.

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Haridian


Hari recibió la invitación para la coronación de Su Majestad en la alcaldía, desde que la leyó se había convertido en un manojo de nervios. La joven tenía muchísimas dudas y no sabía cómo resolverlas mientras atosigaba a su esposo a preguntas:

-Dime Filiphe como debemos actuar? Tu sabes más de estas cosas, qué debo hacer? Cómo tengo que hacer la reverencia? Cómo debo dirigirme al rey? Tenemos que ir vestidos adecuadamente… ay por el Altisimo!!!

Filiphe la miraba y sonreía al verla tan atacada:
-Cariño todo saldrá bien, no debes de preocuparte.- le decía mientras le acariciaba el pelo para tranquilizarla.

Filiphe se encargó de contratar el carruaje que les llevase hasta Toledo donde se celebraría la ceremonia. Los trajes de Hari y de Filiphe los encargaron a su sastre de confianza, el cual les supo aconsejar sobre qué llevar.

El gran día había llegado. Haridian despertó gracias a las caricias de su esposo, el cual la despertó temprano para que le diera tiempo a arreglarse. Después de darse los buenos días como era su costumbre desde que eran esposos, Filiphe salió de la casa para hacer los últimos preparativos para emprender el viaje y Hari llamó a su dama de confianza para que la ayudara a prepararse. Empezó con el maquillaje, apenas le pintó un poco los ojos y los labios, su tez no necesitaba blanquearla. El pelo lo peino con alguna onda y puso alguna flor adornando su melena rubia,

.-Vas a ser la más bella de la fiesta.- dijo Filiphe a su esposa al verla.

.- Déjame que te ponga este colgante en tu escote. Apartó el pelo con delicadeza para abrochar la cadena.

Filiphe iba muy elegante, el traje era perfeco, le quedaba muy bien.

El mosquetero haciendo gala de su caballerosidad ayudó a su joven esposa a subir al carruaje y emprendieron el camino a la ceremonia .

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Nabi


Tanto el alcalde soriano como la bruja estaban ya listos para salir. Habían llegado el día anterior y habían reservado una habitación en una posada de la ciudad, por lo que pudieron dormir algo más.

Ambos habían guardado la ropa que llevarían a la coronación y fueron con ropas sencillas. La joven se echó un último vistazo al espejo. Vio que se había enganchado un trozo de la manga en el corpiño del vestido.
- Malditas mangas- farfulló.
Estuvo luchando un buen rato con ellas hasta que se dio por vencida.
- Koal, necesito ayuda- dijo mostrándole el pequeño incidente.
Cuando ya se hubo solucionado, le dio un beso en la mejilla.
- Muchas gracias- sonrió-. Yo ya estoy, así que cuando quieras nos ponemos en camino. Podemos ir andando ya que no está muy lejos.
Le tomó del brazo y fueron paseando hacia el palacio. Hacía buen días, aunque caluroso, por lo que su idea no era del todo mala. Fueron conversando de varios temas, por lo que el camino se les hizo ameno.

Una vez allí, tuvieron que enseñar las invitaciones a la coronación. Pasaron al salón del trono sin incidentes y saludaron a los presentes.

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Filiphe


Los días anteriores a la coronación fueron de mucho nerviosismo para la pareja, preparando el carruaje para la llegada, la ropa y sobre todo el vestido para su esposa. El gran día llegó y Filiphe madrugó más de lo normal para que diese tiempo a todo. El joven despertó y miró a su esposa aún dormida. Era temprano aún, la dejó un rato más en la cama mientras salía del cuarto para darse un baño y asearse antes de arreglarse.

El joven caminó hasta la tina mientras se desvestía, entró en ella y comenzó a darle vueltas a todo lo planeado mientras se aseaba. Tras un rato en remojo comenzó a vestirse, se colocó el traje a medida que le hizo el sastre y se colgó su espada en el cinturón. -Bien, creo que estoy listo, es temprano, voy a llamar a Hari y a arreglar el carruaje y los caballos- Pensó mientras andaba hacia la habitación. Hari estaba dormida tal y como la dejó el joven.

Filiphe se acercó y le acaricia la cara y el cabello mientras le susurraba:

-Despierta cariño, tienes que arreglarte para irnos.

Tras besarse, dejo a su esposa para que se arreglase tranquila y bajó a preparar los caballos y el carruaje junto a su discípulo Ambrosio.
Todo estaba listo para partir, los caballos cepillados y arreglados, y el carruaje listo. De pronto se abrió la puerta de la casa y de ella salió Haridian, más hermosa que nunca, reluciendo su hermoso vestido y su peinado.

- Vas a ser la más bella de la fiesta.- dijo Filiphe al verla. - Deja que te ponga este colgante en tu escote - Apartó el pelo con delicadeza para abrochar la cadena.

Ambos iban muy elegantes con sus trajes . El mosquetero tomó la mano de su esposa y la ayudó a subir al carruaje con el que partieron hacia la sala del trono donde sería la ceremonia de coronación. El viaje se hizo ameno, fueron contemplando el paisaje mientras Filiphe le explicaba a su esposa qué era cada cosa que veían. Cuando llegaron al palacio, el mosquetero ayudó a su esposa a bajar del carruaje y con ella de la mano, se acercaron a los guardias mostrando las invitaciones para que los dejara pasar.

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Virginia


Hace unos pocos días estaba trabajando en el ayuntamiento de Aranda de Duero, llego un mensajero que portaba un sobre con un sello Real, en la mano . Le di unas monedas al muchacho y abrí el sobre, era la invitación para presenciar la Real Coronación de SM . El sobre contenía dos invitaciones, me puse en contacto con mi amigo Talmoy, para que me acompañara .

El día había llegado, me levanté muy temprano, casi no pude dormir ansiosa ante el gran evento .
Me di un buen baño de inmersión para relajarme un poco, tiempo había de sobra, me vestí con lo mejor que tenía,tome un café bebido y salí a buscar a Tal .

- Buen día querido amigo, veo que ya tienes todo preparado - le dije a Talmoy

- Buen día Virginia, ya tengo el carruaje listo, si quieres ya podemos ir .

Me ayudó a subir al carruaje y partimos . No queríamos llegar tarde .

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Mikumiku


- ¿Croquetas? ¿Pero qué?

El capitán de la guardia real había visto la nota aquella mañana, pero al no encontrar ningún rastro de sospecha adicional de cualquier trastada de su esposa continuó con sus deberes pertinentes. Concentrado en los asuntos de la coronación, Miku no llegó a darse cuenta de que le habían pegado el cambiazo. La pequeña bolsa de cuero donde solía llevar el dinero y el pedernal ahora contenía un surtido de aquellas croquetas fosilizadas más cercanas a los perdigones que a la comida. Por desgracia la pareja no se encontraría hasta después así que respiró hondo extrañando un poco de contacto físico.

De cualquier modo, lo primero era lo primero y la guardia era impresionante después de las exhaustivas últimas semanas de maniobra. Todos estaban en sus puestos, estratégicamente situados para dominar las zonas de mayor influencia, entradas y salidas. Incluso había adoctrinado a los suyos en el uso de aquellos pasillos discretos y oscuros que tan poca gente conocía bien. Vestían el impoluto uniforme y la brillante coraza como la élite que tenían que ser, alabardas plantadas y hojas ceñidas. Él mismo se encargaría de mantener un ojo en el panorama global y de mantenerse cerca del Rey cuando decidiese hacer aparición. Sabía que algunos guardias estarían manteniendo otro tipo de funciones en la ceremonia ajenas a la protección, pero no era algo que les dejara en inferioridad ni mucho menos.

- Señor condestable. – Se dirigió al de Castelldú, pues alguien ya había decidido saltarse el protocolo nada más comenzar. Además él, que tanto desprecio había suscitado ya en la institución con tan solo un par de minutos de charla. Mientras le salía al paso hizo un gesto a uno de los sirvientes para que se acercara a ambos. – Es obligación que requise vuestras armas en la Corte, como a cualquier otro individuo que no pertenezca a la guardia real. Imagino que no estabais al tanto, así que extended la espada al encargado y se asegurará de que la recuperéis a la salida. Disculpad.

No iba a dedicarle más tiempo del necesario, todos tenían un trabajo que hacer. En la lejanía otro viejo conocido, Filiphe, estaba incumpliendo la misma norma. Con señas silenciosas indicó a un compañero que se encargara del asunto también.

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Kossler


En su paseo por el Salón del Trono se topó de bruces con el Capitán de la Guardia Real. Vaya, que casualidad. Justo a la persona a la que intentaba evitar por todos los medios habidos y por haber. Desde la cercanía el jefe de la guardia real, vestido con una brillante coraza pareció ver el arma que el militar llevaba oculta bajo la capa. Miró de reojo el bulto, y se sorprendió de que no lo hubieran detectado antes. La punta de la espada se veía salir por el bajel de la capa, pese a que ésta era larga. De seguro al caminar se había movido, porque al ponérsela era completamente indetectable.

Suspiró. Saludó cortésmente al Capitán de la Guardia Real.

-Sin ánimo de ofenderos aquí hay mucha gente, Capitán. -Le susurró apenas el Marqués, con una voz que mostraba un profundo desacuerdo y mirando de reojo hacia los lados. -Si alguien intenta atentar en la ceremonia necesitaréis mi espada más que todas las de vuestros jóvenes guardias reales. -Le increpó. -Lo más adecuado sería que excepcionárais el hecho de que no pueda portar armas. Cuatro ojos ven más que dos y dos espadas cierran una reyerta antes que una. Sé de qué hablo. -Terminó, casi musitando.

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Mikumiku


No podía ser tan fácil, claro que no. Discutir con hombres mayores nunca lo era. Podían empeñarse en que en plena pared habría una puerta, y darse cabezazos contra ella hasta caer inconscientes. No le faltaba experiencia en aquello.

- No hay excepciones a las reglas. No si depende de mí. – Contestó tajante el capitán. Una ley de más de 10 palabras era totalmente inútil a sus ojos. Si su objetivo es que las cumpliese todo el mundo, cualquier ciudadano las debía entender a la primera y no ser discutibles ni opinables en su redacción. – No molestemos al público más de lo necesario, y veréis como librarse de ese peso os hará el evento mucho más cómodo. Yo mismo tendré un ojo puesto en ella si es que no os fiáis del servicio.

En cuanto a una emergencia, podéis confiar en nosotros perfectamente. Si necesito a vuestra persona os lo haré saber. Y si os sabe mal podéis reflexionar sobre la importancia de la lucha a mano vacía, tanto en la vida civil como en la militar. – Sonrió al extranjero para controlar el nivel de tensión en el ambiente. Empezaba a caerle tan bien como una patada en el hígado, pero al menos creía suponerle lo suficientemente inteligente para no montar una escena que acabara en los reales calabozos. – Y disfrutad de la mañana, Condestable.

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