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[RP] La coronación de Astaroth I, Rex Erminevs

Asdrubal1


Los rayos del Sol amanecer bañaban con su luz las estrellas calles de Toledo, que se mostraba al orbe engalanada con sus mejores prendas, pendones y estandartes orgullosos cubrian los balcones de las principales calles anunciando a quien lo ingnorare que la villa estaba de celebración. El de la Barca disfrutaba de las vistas que se desplegaban a través de la ventana. Había escogido aquel lugar por ser cercano al Alcazar, lugar donde se celebraría la Coronación del monarca.

Le tomó su tiempo ataviarse con el uniforme de la Guardia Real, no le costó desdeñar desde el principio la alabarda, por lo que dispuso la espada en su funda. No fue la única licencia que se tomare en el uniforme, pues en lugar de yelmo era su particular sombrero negro con pluma el que cubría su cabeza, además bajo la coraza portaba un jubón negro decorado con trazados rojos, y las calzas eran de igual color. Completaba el conjunto con un colgante que terminaba en la cruz de la Reforma, hasta ese entonces había procurado no mostrarse como reformado desde el asalto a la Colegiata, pero en aquel dia se iba a mostrar como tal.

Miró a Adela que ya se había vestido con los ropajes que la hubiere comprado el dia anterior;
-No se coronan reyes todos los dias-Dijo sardónico-La flor y nata de la Corona desplegada en singular paraje

Había decidido dejar a sus retoños en Burgos, no podía atender a su comportamiento mientras evitaba que asesinaran al rey, sin embargo aquella decisión no había dejado indiferente a la blonda en su momento.

Una vez dispuestos llegaron al Alcazar, al Salón del Trono, donde divisó al capitán de la guardia que compartía conversación con el Condestable;

-Excelencia, Capitán, los Tres os bendigan en este día-Dijo mientras pensaba, conociendo al marqués habrá intentado entrar armado, esbozó su clásica sonrisa con ese deje en el gesto que la desmentía-Esperemos que no haya ningún incidente que haga empalidecer la felicidad que embarga en este dia a la Corona

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Kossler


-Soy un militar, no un hombre de leyes. -Gruñó por última vez, antes de desabrochar a Tenebrosa del cinto y tenderla no sin desgana al sirviente que acompañaba al capitán de la Guardia Real.

Dió un paso atrás, volviendo a cerrar la capa y mostrando una amplia sonrisa.

-Espero que no tengáis que llamarme. -Le dijo, con un tono algo irónico. -Eso significaria que algo se os ha ido de las manos.

Fué sincero, pero sólo en parte. Era cierto que esperaba no tener que ser requerido durante la ceremonia, porque ello implicaria que la situación sería de extrema gravedad. Por otro lado, era consciente de que aquél hombre necesitaba aprender a confiar en la gente y a saber escuchar a aquellos que contaban más experiencia y habían vivido más que él. El Condestable sabía que de darse un atentado rápidamente se ganaría esa confianza que requería. Por ello deseaba que sucediera algo, siempre y cuando no pasara nada.

-Lo meditaré, sin duda. -Mintió el antañó General, teniendo bien presentes el par de dagas que llevaba ocultas en la bota y tras la espalda.

Aunque era más diestro con la espada y pese a que las armas cortas no eran su fuerte, se sentía más seguro llevándolas que yendo completamiente desarmado. Además, en aquél salón, abarrotado de invitados, probablemente las armas grandes cómo las pesadas y lentas alabardas que llevaban los guardias reales, serían más que ineficaces.

En ésos instantes apareció su antiguo oficial, uniformado cómo Guardia Real. Le miró de arriba a abajo y vió que iba armado. Soltó un soplido.

-Oh. Mi antaño oficial descarriado. No tenéis sentido de la moda. Ni de la practicidad. Yo ya me iba. -Le dijo, sin más. Seguramente la conversación con el capitán le había puesto de mal humor.

Sonrió forzadamente por última vez, antes de hacer una inclinación de cabeza final y despedirse de Asdrubal y del capitán.

-Confío en que nada le suceda a Tenebrosa. Tened un buen y espero, apacible día.

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Batsheva


Por fin había vuelto a su querida Toledo, ciudad que habría dejado muchos años atrás y en circunstancias poco favorables. Ahora volvía de la mano de su marido, esperando su primer hijo, y rodeada de todos los lujos que una mujer pudiera desear. La mañana de la coronación todo parecía brillar de forma diferente, y se sentía plena y feliz.

-Querido, es hora de abandonar el lecho y empezar con los preparativos -riñó a Quimet mientras este se revolvía entre las sábanas. Jamás hubiera imaginado tanta dicha a su lado.

La doncella entró y ayudó a la rubia a prepararse. Había tenido que elegir con tiento su vestuario, pues dado el avanzado estado del embarazo, corría el riesgo de que la confundieran con una hogaza gigante. O con un lechón. Quimet, algo desmejorado aún, la observaba con impaciencia, ya vestido. Aún no se habría recuperado del todo, pero ese hombre conseguía hacerle temblar con sólo una mirada.

-Ya, ya estoy lista, tranquilo. -respondió airosa.

Salieron con prisa, el carruaje esperaba y los caballos pifiaban impacientes. Se subió no sin cierta dificultad y emprendieron el camino.

-No toques nada, no hables con nadie y no amenaces. Te quiero lo suficiente para no alegrarme de tu muerte. -sonrió mirándole a los ojos.

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Lordkoal


Hacía ya días que el alcalde soriano había recibido la misiva con la invitación a la coronación, la misma que había recibido Nabi. Por uno u otro, tenían que asistir ambos. Partieron desde Soria hacia Toledo con el tiempo justo. Apenas llegaron la noche anterior y tras dejar los caballos, se dirigieron hacia una posada donde cenaron y se fueron directamente a dormir. Esto les permitió levantarse con bastante tiempo para prepararse e ir hasta la ceremonia de coronación.

- Nunca me acostumbraré a las camas de las posadas ¡¡nunca!! - se quejó el soriano al tiempo que se levantaba de la misma - Donde esté la de casa que se quiten las demás - seguía con sus quejas, dolorido del cuello por dormir en mala posición esa noche.
Mientras se aseaba, le llegó de fondo el olor del desayuno de la posada. Bajó rápidamente, tomó unos bollos recién hechos y subió de nuevo para vestirse. A pesar de ir como alcalde soriano, no se olvidó de llevar algún símbolo de sus queridos dragones sorianos como un pequeño emblema de los mismos bordados en su chaqueta. - Me habría gustado poder portar al menos un daga ceremonial de la compañía - pensó. Pero sabía de sobra que le sería requisada a la entrada. Cuando estuvo listo se dirigió donde Nabi, la cual se peleaba con el vestido.
- Koal, necesito ayuda
Observó el desaguisado y vió que tenía fácil arreglo.
- Dejame que lo solucione.....¡Ya está!
- Muchas gracias. Yo ya estoy, así que cuando quieras nos ponemos en camino. Podemos ir andando ya que no está muy lejos.
- Vamos entonces señorita - le extendió el brazo.

Caminaron hasta el Alcázar de Toledo tranquilamente por entre las callejuelas de la ciudad, el día invitaba a ello. A las puertas del mismo, multitud de carruajes e invitados esperaban pacientemente el permiso para entrar. A algunos el soriano los conocía de otras ceremonias y recepciones, a otros no tanto. En ese momento se echó una mano al pecho, palpando. Buscaba las invitaciones, la prueba de quiénes eran para que les dejaran pasar. Por suerte no se le habían olvidado, cosa bastante normal en él.

Cuando les tocó, mostraron las invitaciones y tras comprobar unos hombres que no portaban armas, un mayordomo anunció su entrada a la sala donde comenzaron a saludar a los presentes, sobre todo a los más conocidos primeramente. De ese modo hacían tiempo hasta que comenzara la ceremonia y se sirvieran los aperitivos, esos que tanto le encantaban al soriano en este tipo de actos.

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Quimet


Toledo, capital del antiguo reino Hispanogodo. La Tolerante, la Ciudad de las Tres Culturas, hogar de grandes pensadores y eruditos castellanos, musa de brillantes poetas y cuna de auténticos artistas.

Y a Toledo arribaron los todavía Señores de Miravet y Marqueses de Ibiza. Ella lucía esplendida y elegante, aunque en sus movimientos se mostraba algo torpe debido al avanzado estado de gestación. Agarrada al brazo de su esposo, avanzaron juntos hasta las puertas del Alcázar Real, donde mostraron la invitación a sendos guardias que custodiaban la entrada al recinto.

Batsheva de Melamed, Consejera del Reino y Joaquim Oriol. Señores de Miravet y Marqueses d'Eivissa. - La voz del otrora pirata catalán aunque igual de imponente, sonó cansada y débil.

Los guardias se miraron entre sí. A la mujer la conocían sobradamente. Y a él también, pero no gozaba de tan buena reputación como su esposa. Aún siendo aquella su primera aparicion en público después del hundimiento del Despietat, su mala fama no había hecho más que aumenta desde entonces, llegando a ser reconocido en aguas extranjeras como un criminal, ofreciendo precio por su cabeza.

No va armado, y tiene que estar atento a mis cuidados. - Batsheva mostró una sonrisa forzada acariciándose el vientre. - Seguro que se comportará como alguien civilizado, de la talla de un hombre de su relevancia. - Continuó con la misma sonrisa, apretando la diestra del catalán con cariño. - Yo respondo por él.

Ante estas palabras los guardias no tuvieron más opción que permitirles el paso.

Demasiada gente. Demasiados falsos amigos. ¿Cuántos habrán celebrado mi caída? - Una ira glauca brillaba en los ojos mortecinos del catalán a medida que reconocía a varios invitados de la ceremonia. - Malditos sean todos...

Pero sintió de nuevo el roce de su esposa en su mano, y eso era lo único que lograba aplacarle.

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I raise my flags, dye my clothes. It's a revolution, I suppose. We're painted red to fit right in...
Natassha


-Arriba Naty vamos que luego se te hace tarde, ya la tina está lista con la esencia que te gusta, ya pedí que te trajeran un te y el desayuno.

La rubiales se desperezó en la cama y retiró la manta que la cobijaba, saltó y se dirigió a darse una ducha, no sin antes darle un beso en la frente a Consuelo. -Buenos días nana.tenía tiempo pues Consuelo solía despertarla muy temprano cuando de estos eventos se trataba. Al regresar envuelta en una blanca bata la esperaba el desayuno sobre la mesita y en la cama estaba dispuesto el traje que usaría en esta ocasión. Dio un sorbo a su té, luego comió un pedazo de queso y pan.

-Nana ya Mardoqueo se reportó?

-Si mi niña ya desayunó y te espera con el coche listo.


Natassha dejó a un lado el resto de desayuno y se tomó el te, se levantó y fue a vestirse el traje que había elegido para la coronación una sencilla túnica verde esmeralda, que hacía juego con sus ojos, ricamente bordada en el borde inferior con hilos de plata y oro engarzados con ricas piedras, el dibujo del bordado eran unos hermosos arabescos que subían hasta casi las rodillas donde se esfumaban caprichosamente, las largas y holgadas mangas terminaban en unos grandes picos por la parte baja cuyos bordes estaban igualmente bordados, el escote… profundo como le gustaba a la de Moguer pero sin bordados. Calzó unas sandalias forradas en la misma tela de la túnica. Peinó su rubia cabellera suelta y libre al viento adornándolo con una delicada peineta engarzada con finas piedras que hacían juego con la gargantilla, pulsera y aretes. Tomó el pequeño bolsito que hacía juego con las sandalias dentro del cual ya estaba el fino pañuelito bordado con sus iniciales, también colocó dentro de éste el rubor labial. Se giró hacia Consuelo quien la miró de arriba abajo con una aprobadora sonrisa.

-Estás hermosa mi niña, como siempre quien diría que dentro de esa imagen tan fina y delicada se esconde una verdadera guerrera. le empujó suavemente hacia la puerta -Anda, anda que te espera Mardoqueo para llevarte a la coronación.

Mardoqueo la ayudó solícito a subir al coche y partieron rumbo al Alcazar. A los pocos minutos el coche se detuvo Mardoqueo bajó el pescante y la ayudó a bajar. La de Moguer se dirigió a la entrada donde mostró la invitación; fue conducida por uno de los lacayos embutido en su librea de gala hasta el salón del trono.

Pocas personas se encontraban ya en el salón, la de Moguer saludó con una ligera inclinación de cabeza a los conocidos y a los no conocidos también. Sonrió a Cyliam, a Haridian y a Filiphe, acercóse hasta ellos y les saludó más cordialmente, luego de cruzar algunas palabras notó que la prima de su esposo, Nabi, también se encontraba ya en el salón del trono, y se dirigió hasta dónde ella estaba, luego de un cordial saludo comenzaron a conversar mientras esperaban el comienzo la ceremonia.

-Hola Nabi cómo estás?...


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Talmoy


La alcadesa de Aranda en persona se dignó, en contra de las habituales costumbres a recogerme en mi domicilio. Hubiera sido más correcto que fuera yo a recogerla mas no soy de contradecir a las damas y así lo había decidido ella. Yo esperabala vestido con mis mejores galas sabiendo que llegaría antes de la hora acordada con el fin de ir a la coronación real.

Eliel había preparado el carruaje con todo tipo de adornos y lujos. Desde que Virginia habíame pedido acompañarla no cesaba de preguntarme, el pobre muchacho, cómo un rico comerciante, exconsejero y ex viceprefecto no había sido merecedor de una invitación a tal evento por medios propios.

La paciencia es una gran virtud y tuve que tener usar una gran cantidad de ella en explicarle como funcionaba la burocracia real y el porque de las decisiones de la corona. El pobre muchacho no comprendía porque no podía él aclamar al nuevo rey y desearle larga vida tal y como había hecho con su predecesora y todos mis intentos por convencerlo de que las cosas tenían su razón de ser fueron inútiles.

Ayude a la dama Virginia a subir al carruaje y partimos rumbo a Toledo. Por el camino estuvimos relatandonos las novedades que habían acaecido en nuestras vidas pues poco, por no decir nada, habíamos tenido la oportunidad de hablar en los últimos meses y queríamos dejar de lado la política local y del reino.

Eliel nos condujo magistralmente a nuestro destino al que llegamos sin contratiempos dignos de reseñar, exceptuando una rotura en una rueda del carruaje que reparó con prontitud y eficacia mi joven escudero.

Entramos, tras ser debidamente anunciados, y admiramos la belleza del salón y el buen gusto que habían tenido los diseñadores reales y, copa de vino en mano, empezamos a saludar a los asistentes conocidos. No eran muy de mi agrado tales actos sociales aunque comportabame debidamente besando la mano de la dama correspondiente e inclinando la cabeza ante el noble de rigor.

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Athan


Rato había pasado, con el estomago lleno ordenó a un joven mozo que empaquetase un par de quesos para llevarse después de la coronación. Disculpa, ¿Como se te llamas? le dijo al mozo, este se acercó al moro y contestóSeñor, me llamo Fredericotomó su delantal para cocinar y se limpió las manos llenas de grasa en este, propiciandole una palmadita en el trasero lo que hizo que el joven se ruborizase.

Encantado de conocerle, acompañadme hasta la sala de la coronación, no me quiero aburrir por el camino –le ordenó el de Saiid que, le apetecía disfrutar del joven muchacho antes de mezclarse con todo el mundo en la sala.

Paseando hacia la cámara divisó por una ventana un gran tumulto de gente, se paró para observar un momento y algo le extrañó, todos tenían carruajes, artesanos, mercaderes, simples burgueses, miró a su compañero y frunció el ceño.


¿Cómo será posible? ¿Te has dado cuenta que toda esa gentecilla viene en carruajes? ¿Cómo es posible?hizo una pausa y reflexionó¿Será que han abierto un servicio de alquiler de carruajes? ¡No lo entiendo! ¡Miradme! Cinco legislaturas como Gobernador, otras muchas más como consejero en diversos cargos, vice rector, parte del consejo de S.M el Rey, rico, he administrado un Condado durante muchos meses, casi un año… Y no tengo carruaje, se supone que solo la alta nobleza y, ya es difícil ¿eh? Y el Rey pueden permitirse este lujo, los burgueses ya podemos ser ricos, que jamás podríamos permitirnos tal lujo… ¡Esto no es posible! gruñó malhumorado.

Despidió al mozo, eso sí, antes le volvió a dar una palmadita en su hermoso trasero. Entró en la sala de la coronación e intentando evadir a todo el mundo, el jefe de diplomacia buscó un sitió discreto donde pasar desapercibido hasta que empezase la coronación.

Plebeyo, pero rico además de privilegios por su actual cargo y ex-cargos, más que otros burgueses el joven Athan se cruzó de brazos y se sumió en sus pensamientos, indignado.

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Nabi


Todos esperaban a que la ceremonia diera comienzo. La de Caracena, para hacer la espera más amena, se bebió una copa de vino. Conversaba con su amado sobre algunos asuntos de la villa, hasta que escuchó una voz familiar a su espalda que la nombraba. Rápidamente se giró y allí se encontró con la esposa de su primo.
- ¡Natassha, cuánto tiempo!- dijo dándole un abrazo.

Echó un vistazo rápido a la sala.
- No me digas que mi primo se quedó vagueando en la cama. ¿Cómo se le ocurre dejarte venir sola?- puso los brazos en jarras-. Ya le daré un tirón de orejas cuando le vea por hacer tal cosa- no pudo evitar soltar una risilla-. Le das un beso de mi parte.

El día iba avanzando y, con él, el calor aumentaba. La bruja agradeció internamente que algunos sirvientes abrieran los ventanales. El aire que entró hizo que se sintiera refrescada. Sin haberse dado cuenta, la sala estaba ya muy llena para el acontecimiento.
- Tengo ganas de que esto acabe. Me gustaría dar una vuelta por Toledo, que las veces que he venido aquí ha sido para estar directamente en palacio y, de ahí, vuelta para Soria.- susurró al alcalde de Soria.

Posó la copa en la bandeja de uno de los sirvientes y tuvo que contenerse para no coger otra. Desde luego, la espera se le estaba haciendo eterna. Echó otro vistazo a la sala. Muchas caras las conocía en mayor o menor medida, pero también había algunas que eran desconocidas.

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Don_diego_alatriste


Acampó Diego a las afueras de la ciudad la noche anterior con los treinta alguaciles que había hecho llamar para reforzar la seguridad de tal evento. Nada más amanecer se vistió con las ropas de la boda de su hermana, se puso su capa y su sombrero de ala ancha, ató su ropera a la bandolera, y se dirigió a buscar al alguacil de guardia.

-"Toque diana, en diez minutos quiero a veinte aguaciles en formación de a dos, listos para encaminarnos al Alcázar, el resto se quedarán montando guardia" - Le ordenó el Prefecto al turuta.

Procedió el del cuerno, y fueron apareciendo los alguaciles rápidamente de sus tiendas formando en dos columnas, les pasó revista Alatriste mirándolos de arriba a abajo a todos, y les comenzó a hablar: " Bien, no sois soldados, lo sé, pero hoy os quiero con la más estricta marcialidad ¡Enseñemos a las gentes de Toledo de qué pasta están hechos los alguaciles del resto del reino! ¡En marcha!"

Cruzaron el Tajo y comenzaron a ascender por las empinadas calles de la vieja Toletvm, ya nada organizadas como antaño, debido a la poca organización mora en ámbitos de urbanísmo, hasta que, al fin, llegaron a la puerta del Alcázar, dió el alto a sus alguaciles y se dirigió a uno de los guardias reales que había en la puerta: "Soy Diego Alatriste, Prefecto de los Mariscales, haced llamar al Capitán de la guardia real, he de hablar con él"...

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Talmoy


Y resultó que la fiesta estaba siendo más agradable de lo que esperaba. El vino era de exquisita calidad, sin duda de las bodegas burgalesas, tan suave al paladar como los que había podido catar en la famosas bodegas de Deza, lugar en el que había aficionado a dichos caldos.

Conversaba con mi preciosa acompañante cuando ví de reojo a un árabe, que me resultó vagamente familiar, seguido de un ruborizado jovenzuelo cargado con unos paquetes que bien parecían quesos que sin poder entender nos dónde había podido obtenerlos pues no se observaban tales manjares por las cercanías.

Lo primero que se me vino a la cabeza es lo mal que debería estar la economía en ciertas casas burguesas. En estos tiempos cualquiera podía ser burgues. Solo tenías que hablar y decir a todo el que quisiera oírte la lista de posesiones y los cargos que habías ostentado llevando mucho cuidado, eso sí, en no contar como habías adquirido dichos bienes. Olvidando en muchos casos que la mayoría, o al menos muchos de ellos, disponían de fortunas superiores a la nobleza y aunque su clase social fuera de inferior rango estaban muy bien considerados por éstos.

Iba a comentarle todo eso a la señora alcaldesa mas mis intentos de comunicarme con ella poco éxito tuvieron pues ya se sabe lo difícil que es interrumpir a una dama cuando habla de moda o de decoración con alguna amiga y carezco yo, todo he decirlo, del tacto suficiente para ello. El tema de conversación entre las señoras se centraba en los carruajes que iban llegando a la recepción y en los trajes que lucían las damas y los caballeros. Así pues mis pensamientos se ahogaron en la copa de vino que degustaba.

En ese instante llegaron los alguaciles, a las ordenes del Prefecto de Mariscales D. Diego de Alatriste, y fuime a ver su entrada triunfal.

Editado para corregir falta de ortografía

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Dernière édition par Talmoy le 22 Sep 2014 16:31; édité 2 fois
Clarisa


No le costó encontrar el Alcázar de Toledo, a pesar de no haber visitado nunca la ciudad, la magnificencia de la construcción sobresalía desde cualquier punto de vista.

No así de fácil había sido llegar hasta allí arrastrando aquellos ropajes que aún le quedaban algo sueltos, por muy apretadas que llevara las lazadas. Aquel pomposo traje de ceremonias de color azul, tan oscuro como la noche y que había heredado de doña Ana, su madre, desentonaba entre las gentes que compartían carretas con ella durante todo el camino como una onza de oro en manos de cualquier mendigo. El corpiño bajo la almexia no ajustaba a la perfección, pero el pesado manto y la capa hacían que apenas se notase tal imperfección. Así todo, se sentía molesta bajo tanta rígida tela a la que no estaba acostumbrada, pero la ocasión bien lo merecía.

Alisóse las faldas y atusóse un poco el polvo de la tela al llegar a la entrada, percatándose que aquello ya no tendría arreglo alguno con un resoplo.

Dejó caer la capa de su cabeza y observó con extrañeza las dos filas de soldados bien formada que cerraban el acceso al lugar. Estiró el cuello con curiosidad pensando que ya había vuelto a hacer gala de su impuntualidad al llegar tarde… Soy Diego Alatriste, Prefecto de los Mariscales, haced llamar al Capitán de la guardia real, he de hablar con él, escuchó al principio de la comitiva. Por dios bendito! Estaba en todas partes ese hombre…, pensó para sí. Alzó la mirada al cielo entornando los ojos…Vas a seguir con la broma por lo que veo, ¿eh?, murmuró hablándole al de arriba.

Se deslizó entre los guardias por un lateral arrastrando de nuevo aquellas telas concentrando la mirada en el siguiente paso que iban a dar sus pies sin alzar la vista hasta llegar a la altura de la puerta. Hizo una leve inclinación de cabeza al Prefecto manteniendo a raya aquel rubor que siempre amenazaba a su rostro cuando se sentía observada por él y deseando que no la hubiera reconocido.

Una vez mostrada la invitación que le habían hecho llegar y que con tanta incertidumbre había guardado todo el trayecto, se adentró hasta el Salón del Trono admirando a cada paso la riqueza y el lujo que sus ojos captaban a cada vistazo.

Miró alrededor buscando algún rostro conocido entre tanta pompa y tanta seda llena de ego, comenzando a arrepentirse de haber asistido.

Por un lado, el nerviosismo y la expectación la habían llevado en esos días a prepararse a conciencia para tal evento. Era la primera vez que acudía a una Coronación Real…y se decía que las primeras veces, eran memorables e inolvidables, desde luego, el camino hasta allí ya lo había sido, aunque aún había de decidir si de manera positiva o negativa.

Por otro, a cada ojeada que echaba, más fuera de lugar se sentía…haberla invitado por ser Consejera del Reino no hacía que se sintiese precisamente en su salsa entre tanto alarde de suntuosidad.

Decidió pasearse entre los asistentes mientras esperaba el inicio de la Coronación, admirando los colgantes tapices y las alfombras que vestían el Salón….

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Marta296


Yo no llego tarde, que esta vez soy la Gobernadora y tengo asiento reservado. Reprendió a Secre, que la iba azuzando para que se apresurase. Además, ya llevo todo. Llevo el vestido de las coronaciones, llevo los zapatos más incómodos que tengo, llevo el pelo recogido... y unos cuantos escudos por si se alarga la cosa y nos hacen pagar las copas. ¿Acaso necesito más?

Secre se rindió, mientras iba tras ella y le ponía la piel de lobo sobre los hombros.

Por si refresca.

Está bien. Dio un sonoro beso en la frente al pequeño Daniel. Cuida de él en mi ausencia, que no será mucha.

Señora, las invitaciones.

Ah, sí, claro.


No recordaba la conversación entera de la otra noche con su exmarido. Solo le quedaba claro que, en algún momento, este le había sugerido que llevara a Tiana de acompañante, mientras él haría lo propio con el pretendiente de la muchacha, Luix.
Muy bebido debía de estar, o mucho le habría rogado la niña para que Zebaz hubiese accedido a aquel encuentro.


Cochero, pasaremos por la casa del de Illueca.

Marta, por su parte, se alegraba. Así no acudiría sola a la coronación, lo cual era un alivio. Además, aquello era un gran paso hacia lo que sonaba a matrimonio. Que su hija no se iba a quedar soltera, vamos. Y mucho menos para cuidar a su padre hasta los restos. De eso se encargaría ella, y estaba dispuesta a cualquier cosa para ello.

Espero que Zebaz cumpla con su parte de lo acordado también, o Tiana se va a llevar un disgusto. Hablaba consigo misma mientras el carruaje paraba ante la casa, donde esperaba Tiana en la puerta. Hermosa, joven, imponente. Marta le hizo un gesto con la mano, apremiándola a acercarse y esta subió a sentarse frente a su madre. Le besó la frente.

Si bien la niña sabia disimular su emoción, Marta adivinaba en ella el entusiasmo. Partieron al Alcazar.

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Mikumiku


Saludó a Asdrubal, medio a regañadientes. Viejo amigo y ahora compañero en la real institución estaba sacando a la luz un carácter militaresco bastante prometedor, pero esas libertades que se había tomado respecto al uniforme eran prácticamente una falta de respeto a los colores de la corona. Más tarde le cosería a collejas si era necesario, pero por el momento había demasiado trajín en la corte para despistarse más.

A la fiesta se unía el pirata, escoria aragonesa de la peor calaña y bien conocida además. Se preguntó qué habría llevado a su Majestad a invitar a aquel cobarde forastero, por títulos que tuviera ahora. Sus tropas en el conflicto de Navarra les habían abandonado en oscuras condiciones poco antes de la ruptura final del asedio a Tafalla, y pese a haber conocido a su mujer seguía sin tener motivos para confiar en el criminal. Bien se había celebrado su hundimiento, y lo sabía.

Por otro lado alguien ya le requería en el otro extremo de la sala. Tras indicarle al de la Barca que cubriera su puesto esquivó las corrientes de público para acercarse al nuevo problema, destacando como un faro en la lontananza. Veía caras conocidas entre los asistentes pero lamentablemente pocas cabelleras pelirrojas con las que arreglar cuentas pendientes. Hasta la entrada del Alcázar tuvo que caminar para mediar palabra con su nuevo interlocutor, un tal Diego Alatriste. No le conocía, pero si de verdad era Prefecto de los Mariscales tendría que escucharle.

- ¿Me buscabais? Mi nombre es Miku Espinosa. – Saludó el caballero, clavando en él unos ojos vivos que no se perdían nada y omitiendo títulos y cargos. – Debo advertiros antes que nada de que las armas están prohibidas en el interior, y que en presencia de su Majestad deberéis descubrir vuestras cabezas si pretendéis asistir al evento.

Estaba listo para cualquier locura que pudiese ocurrir. Debía celebrarse aquel día el festejo anual de lunáticos obsesionados con las armas. Sin embargo, un pequeño inconveniente era desarmar a un noble despistado. Esa clase de regimiento miliciano ante sus puertas podía ser un problema de verdad.

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Filiphe


Filiphe se disponía a entrar a la sala de la coronación cuando de repente un joven de la guardia real lo paró.

- Alto caballero, lo lamento pero por orden del capitan de la guardia, Mikumiku, está prohibido el paso a cualquier persona armada, con lo cual debe entregarme su espada si quiere pasar.

Filiphe apretó la mano de su esposa y le susurro:
Tranquila cariño, no te asustes que es solo por la seguridad del rey, aunque ello suponga desarmar a uno de los que mejor se maneja en el reino y que mas seguridad daría. Le daré la espada a Ambrosio para que me la guarde fuera hasta que salgamos, nos protegera la guardia.

Filiphe dirigió la mirada hacia el soldado real y le respondió:

Me parece bien caballero, pero si me permite, me gustaría entregar mejor la espada a mi ayudante Ambrosio, él no entrará a la ceremonia, nos esperará fuera con lo cual no hay peligro por que me guarde el arma verdad? - dijo el mosquetero mientras señalaba a su ayudante que se encontraba fuera de la cancela.

El mosquetero tomó el silencio del guardia como una aprobación y se dirigió hacia su ayudante dandole la espada y susurrandole: - Si algo pasara, Christos no quiera, entra como sea y búscame, me traes el arco junto a la espada. Esperemos que no haga falta.. Tras dejarle el arma, el joven dio media vuelta y volvió junto a su esposa tomandola del brazo para continuar hacia dentro, no sin antes asentir saludando al guardia.

- Vamos cariño, continuemos hacia dentro dijo a su esposa mientras caminaban agarrados del brazo.

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