- - Si no podéis aceptar los términos ahí tenéis la puerta, no hace falta que entréis.- Miku casi escupió las palabras, con la cara carmesí, notandósele el tremendo esfuerzo que estaba haciendo para no soltar una brusquedad excesiva.
Pero, a estas alturas, el de Alcalá no podía recular. La alta nobleza no da un paso atrás ni para tomar impulso, así que no pudo menos que continuar con el rentoy.
Miró a su alrededor intentando adivinar los apoyos con lo que podía contar.
El de Osuna estaba claramente a su favor, pues también había sido insultado y se le reflejaba claramente la contrariedad y las ganas de diversión.
La Lancaster de Bailén andaba a lo suyo, parecía haber descubierto las mirillas que daban al gran salón y estaba hablando con la pared. Posiblemente, se enterase de todo pasados unos días, así que mejor no contar con ella. Si se unía después, mejor.
La de Golmayo era una incógnita, algo debía tener contra el percebe da Lúa, pero montar una revuelta en plena coronación... igual era demasiado para su estreno como Par. Ya se sabe que las sorianas son muy comedidas y no están tan locas como los pucelanos.
La cuasi... uy, la cuasi... con el apoyo moral de la cuasi podía contar sin reparos. Pero de ahí al apoyo espada en mano... uhmmm... al menos, no se pondría en su contra, o lo haría sin mucha convicción.
La valkira, ésa seguro que se ponía de su lado o, mas bien, del lado de su hermano. Una revuelta, armas al aire y jaleo... se apuntaba de fijo al follón.
Y, por último, quedaban Adii y Erik. Ni qué decir que la pobre Adii, como siempre, se vería arrastrada a lo que surgiese, pero eso sí, estaría a su lado pasase lo que pasase. Los recriminaciones llegarían cuando todo terminase, en casa, pero incondicionalmente leal era hasta el infinito y más allá. Y Erik, pues... era un Guzmán-Astarribadebirra, llevaba el jaleo corriendo por las venas y seguro que llevaba el tirachinas o la honda escondida entre tanto pliegue y volante.
Tras esta rápida evaluación de la situación, contó que las armas, excepto la del capitán Miku, estaban todas de su lado. Y una luz en su cerebro iluminó una idea repentina que podría hasta salir bien...
- Señores Pares de Castilla...- empezó diciendo pomposamente, mientras desenvainaba el acero despacio, con parsimonia, como quien va a entregarlo, buscó la mirada del heraldo emplumado y encontró una amplia sonrisa, guiñó un ojo a Erik y continuó el discurso-
jamás he ofendido a ningún invitado a mi casa con la obligación de despojarse de sus armas. El que ha llegado como amigo ha sido tratado como hermano. Y, henos aquí, que en nuestra propia casa, se nos otorga tratamiento de criminales por órdenes de quien no es si no uno más entre nosotros...La situación era tensa, Adii se lo vio venir y soltó un "pfffffff" mientras comenzaba a arremangarse un poco el vestido, el de Osuna apretaba la cinturilla de las calzas para no quedar en paños menores y los demás estaban expectantes. Excepto Anelle, que estaba en la puerta convenciendo a un guardia para que dejase pasar a alguien diciendo algo de anillos y capas.
De pronto, el Guzmán empujó al capitán Mikumiku, haciéndolo retroceder y trastabillarse, aunque no llegó a caer y gritó:
- A LAS COCINAS, COMPADRE, HAGÁMONOS FUERTES EN LAS COCINASSalió corriendo al pasillo y giró hacia la primera puerta, que daba acceso directo a las cocinas, por las que debería salir el banquete posterior a la coronación.
Nada mas entrar, descubrió a El Estudiante roneando con una de las cocineras de palacio y se alegró de tenerlo junto a él.
- ¡A mí, la guardia de Alcalá!- exclamó el duque, a lo que El Estudiante respondió inmediatamente desenvainando su espada, agarrando la tapadera de una olla con la otra mano, a modo de escudo, y poniéndose frente a la puerta en posición defensiva.
El Guzmán se parapetó tras uno de los fogones y esperó a ver quienes le habían seguido en esta nueva locura. Adii y Erik fueron los primeros en atravesar el umbral y ponerse a su lado. Erik, efectivamente, ya llevaba el tirachinas en la mano y lo cargaba con garbanzos, mientras Adii se despojaba de la amplia falda que entorpecía sus movimientos y se armaba con un atizador en una mano y una gran sartén en la otra.
- Ésta me la pagas, un vestido tan bonito y que me hacía una figura preciosa tirado en una cocina. En casa me la pagas- dijo sin dejar de estar atenta a la puerta.
El siguiente que llegó fue el compadre, corriendo con las calzas a medio caer, para ponerse junto a él. Ahora faltaba ver quienes de los demás se le unían y quienes esperaban a que llegase la guardia real para hacer frente común del lado de éstos...
El Estudiante, listo como nadie, al ver que el frente de esa puerta ya estaba cubierta, corrió hacia la otra entrada de las cocinas, la cerró y atrancó bien. Otra cosa quizás no, pero víveres tendrían para resistir años ahí, y más dominando también el único acceso a las bodegas del palacio.