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[RP] La coronación de Astaroth I, Rex Erminevs

Mikumiku


- No me lo digáis dos veces, sabéis que una guerra me encantaría. – Rió. – Pero no. Viejos o jóvenes, pares o impares, no estáis por encima de nadie. No hay excepciones y no las habrá mientras recaiga sobre mí esta responsabilidad, porque no solamente es un motivo de seguridad sino una representación del hermanamiento que debería haber bajo este techo.

Estoy bastante seguro de que su majestad tiene vuestro valor en más estima que el de pasear un hierro en la casa de Castilla. Y no creo, personalmente, que fuera muy sabio jugarse tanto a un enfurruñamiento infantil.

Harto se quedaba corto. Le ardía la rabia en el pecho y si no se había degradado a retorcerle el pescuezo era porque debía tener más autocontrol que un monje cisterciense. Tanto provoque iba a pasarle factura y más tarde tendría que tomar cartas en el asunto. Pero no podía perder la cabeza.

- Si no podéis aceptar los términos ahí tenéis la puerta, no hace falta que entréis.

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Ruysandez


Algo huele mal en palacio – pensó Ruy mientras el Capitán de la Guardia se alejaba. Ruy que había cogido una copa de vino, presintió que le miraban y giro su cabeza. Al ver los ojos de su esposa clavarse en los suyos, acudió presto a ella.

¿Ocurre algo cara?, parece que la espera se prolonga en demasía…

Se prolonga, se prolonga… - contestó ella, poniendo abruptamente en los brazos del sorprendido padre, el cúmulo de puntillas y sedas en el que estaba envuelta su hija. -Mi señor, lucero de mis noches, luz de mis mañanas. -Le dijo zalamera.- Si fueras tan amable de llevar a Aurora con la polaca… Debe limpiar sus gasas y darle de comer con urgencia.

Vaya…-musitó Ruy contrariado. – Si que huele, sí. Iré a buscar a Mariskaya, espero encontrarla rápido, pero…¿le tiene que dar de comer ella? La niña ya está grande, podría comer o chupar unas crocretas ¿no? – La turca miró severamente al de Sandez y este no se atrevió rechistar de nuevo ante la princesa- ¡Volveré enseguida!- dijo dándose la vuelta y dirigiéndose hacia la puerta principal. Aurora estaba irritada y berreaba, y a Ruy le entraron los sudores, sorteando a los invitados del evento con la niña cogida en vilo por las axilas, el tufillo era notorio y la cara del soldado comenzó a tornarse color carmesí.

Una vez en el Patio de Armas, Ruy respiró aliviado. Ahora debía encontrar a la nodriza, que se supone estaría en un cuarto adyacente al cuerpo de guardia, donde la habían dejado al llegar al Alcazar- Definitivamente fue buena idea traer a Mariskaya – pensó el italiano. Entró al modesto espacio donde criados, escuderos, palafreneros y postillones aguardaban. La nodriza era una de las pocas mujeres que había allí, y de las más jóvenes. Además de eso, sus abundantes pechos llamaban demasiado la atención, y todo aquél que se considerase hombre no podría resistirse a sentir deseo por aquella muchacha. Y allí estaba la polaca, rodeada de sendos guardias reales –Estos mamones se la quieren beneficiar - dijo para sus adentros el soldado.

Vaya vaya…¿no tenéis otra cosa que vigilar soldados? – dijo Ruy mientras los soldados se apartaron y volvieron a sus puestos. – Si se enterará de esto el Capitán Espinosa no dudaría en reprenderos ni un solo momento…- se giró y miró a la polaca – ¿Y tú? ¿No sabes decir que no a nadie? Pssss…

Puso a Aurora en brazos de Mariskaya – Como notarás necesita ser cambiada y de paso darle un poco de leche…pero no aquí, vamos a otro lugar, que como te vean dando de mamar a la niña...- Ruy se fijó en un joven que resultaba familiar- ¡Eliel!- el joven escudero de su ahijado político le miró incrédulo. Aunque se conocían de varias veces nunca se había dirigido a él- Chaval, hazme un favor y te daré unas monedas como recompensa.- Se inclinó y susurró a su oído un instante.

Al cabo de un buen rato, con Aurora ya limpia y satisfecha, y sin preocupación por la virtud de la nodriza, volvió a entrar al Salón del Trono en busca de Thiara y con Aurora en brazos. Mientras buscaba a su esposa, se topó con el joven Talmoy de frente, que estaba contemplando las musarañas o eso pensaba Ruy – ¿Que hay ahijado?, que sorpresa verte aquí. – Paró en seco a un mayordomo que pasaba a su lado y cogió una copa de vino. – Toma, ¡acompañame!- dijo sirviendo la copa al rico molinero - ¿No habrás visto a tu madrina, verdad?

Pues no - contestó Talmoy antes de darse un buen lingotazo de vino

Ehhhhh tranquilo muchacho, que aquí el vino no escasea

A este ritmo, se acabarán hasta las palomitas de maíz - dijo con indolencia Talmoy

El de Sandez quedó mirando al joven, pensativo -Algo huele mal en Palacio...y esta vez no es mi hija

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Eliel


El pobre Eliel escuchó las palabras del Capitán como el que va a misa sin ser creyente, es decir, que las oyes pero no te enteras ni un cuarto. De bien es sabido que el j0ven era hábil y fiel pero un poco corto de "entenderas" y no muy capaz de asimilar dos cosas a la vez.

Justo es decir que esta vez sí hacía dos cosas; pues con el ojo derecho miraba el pecho izquierdo de la polaca y con el izquierdo miraba el derecho lo cual para él era todo un logro. Tan atento estaba en la tarea que se auto había encomendado que tardó un buen rato en comprender las intenciones del capitán. Puso la mano por acto reflejo para apoderarse de las monedas y los siguió dócilmente sin terminar de comprender muy bien aún que se pretendía que hiciese.

Mariskaya, Aurora en brazos berreando, se introdujo en el cuarto que le indicaba Ruy y pusose a adecentar y limpiar a la niña cambiando sus malolientes ropas por otras limpias y, acto seguido, se abrió el corsé y con toda la naturalidad del mundo se dispuso a dar de comer a la primogenita de los Sandez ante la mirada de Eliel.

Este, haciendo guardia en la puerta y sin apartar ojo de pecho ajeno, pusose rojo después verde y nuevamente rojo al notar un aumento perceptible de cierto miembro residente en la entrepierna. Intentó disimular tal incremento en el volumen de su anatomía mas le fue imposible y más que cuando alzó la mirada se encontró con la de la polaca la cual le sonreía sin dejar de alimentar a la pequeña
Ignius


El sacerdote seguía sentado en su sitio.

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Brukita


Lo que le quedaba por ver, un tuerto que tiempo atrás conoció por coquetear con una prima suya, ahora rey de su amada Castilla. Bruk cada vez estaba más segura que la vida en aquella época era como un cuento con bastantes partes cómicas. La pucelana, que llevaba meses de alcaldesa en la catalana Puigcerdà, pero que se resistía a mudarse allí, iba con su pareja, el rubio Presidente de la Generalitat.

Hacía días que habían salido de tierras catalanas y el viaje se le estaba haciendo eterno. Se seguía cansando más de la cuenta y no se acababa de encontrar bien. Esperaba que el regreso a su tierra hiciese que su salud mejorara. Después de hacer noche en una posada donde había más pulgas y garrapatas que inquilinos, habían proseguido el viaje bien temprano en aquel burro al que tanto cariño le tenía. Se le hacía rara la pose en la que iba en él, el vestido que llevaba la hacía ir montada de lado, a lo que ella llamaba “pose señoritinga”, pero no se quejaba, le servía para, de vez en cuando, apoyarse contra su chico y descansar.

Cuando por fin llegaron, no les dejaban pasar. Veía como Hairt no paraba de indignarse mientras ella le susurraba “amor meu, no creus que seria més senzill si intentem entrar sense el ruquet? Que jo crec que no ens deixen passar per si aquest aixeca la cua…”*. Coincidencia fue que cuando bajaron del animal, las puertas se abrieron para ellos.
Por fin entraron y se dirigieron a la sala del trono, donde la joven se quedó embelesada viendo lo que desde allí podía, alfombras y tapices que eran auténticos tesoros. Cuando oyó la retaila de títulos que su acompañante decía al mayordomo que debía anunciar, le entró flojera, entre la de cosas a decir y la compañía de Shiro, que si bien ella sabía lo bien educada que estaba, dudaba que el resto lo tuviesen tan claro, se veía otra vez esperando horas a que les diesen paso y ya empezaba a ver caras conocidas por la sala a las que quería saludar…


* “ amor mío, no crees que sería más sencillo si intentamos entrar sin el burrito? Que yo creo que no nos dejan pasar por si éste levanta la cola…”
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Vibora


- - Si no podéis aceptar los términos ahí tenéis la puerta, no hace falta que entréis.- Miku casi escupió las palabras, con la cara carmesí, notandósele el tremendo esfuerzo que estaba haciendo para no soltar una brusquedad excesiva.

Pero, a estas alturas, el de Alcalá no podía recular. La alta nobleza no da un paso atrás ni para tomar impulso, así que no pudo menos que continuar con el rentoy.

Miró a su alrededor intentando adivinar los apoyos con lo que podía contar.

El de Osuna estaba claramente a su favor, pues también había sido insultado y se le reflejaba claramente la contrariedad y las ganas de diversión.

La Lancaster de Bailén andaba a lo suyo, parecía haber descubierto las mirillas que daban al gran salón y estaba hablando con la pared. Posiblemente, se enterase de todo pasados unos días, así que mejor no contar con ella. Si se unía después, mejor.

La de Golmayo era una incógnita, algo debía tener contra el percebe da Lúa, pero montar una revuelta en plena coronación... igual era demasiado para su estreno como Par. Ya se sabe que las sorianas son muy comedidas y no están tan locas como los pucelanos.

La cuasi... uy, la cuasi... con el apoyo moral de la cuasi podía contar sin reparos. Pero de ahí al apoyo espada en mano... uhmmm... al menos, no se pondría en su contra, o lo haría sin mucha convicción.

La valkira, ésa seguro que se ponía de su lado o, mas bien, del lado de su hermano. Una revuelta, armas al aire y jaleo... se apuntaba de fijo al follón.

Y, por último, quedaban Adii y Erik. Ni qué decir que la pobre Adii, como siempre, se vería arrastrada a lo que surgiese, pero eso sí, estaría a su lado pasase lo que pasase. Los recriminaciones llegarían cuando todo terminase, en casa, pero incondicionalmente leal era hasta el infinito y más allá. Y Erik, pues... era un Guzmán-Astarribadebirra, llevaba el jaleo corriendo por las venas y seguro que llevaba el tirachinas o la honda escondida entre tanto pliegue y volante.

Tras esta rápida evaluación de la situación, contó que las armas, excepto la del capitán Miku, estaban todas de su lado. Y una luz en su cerebro iluminó una idea repentina que podría hasta salir bien...

- Señores Pares de Castilla...- empezó diciendo pomposamente, mientras desenvainaba el acero despacio, con parsimonia, como quien va a entregarlo, buscó la mirada del heraldo emplumado y encontró una amplia sonrisa, guiñó un ojo a Erik y continuó el discurso- jamás he ofendido a ningún invitado a mi casa con la obligación de despojarse de sus armas. El que ha llegado como amigo ha sido tratado como hermano. Y, henos aquí, que en nuestra propia casa, se nos otorga tratamiento de criminales por órdenes de quien no es si no uno más entre nosotros...

La situación era tensa, Adii se lo vio venir y soltó un "pfffffff" mientras comenzaba a arremangarse un poco el vestido, el de Osuna apretaba la cinturilla de las calzas para no quedar en paños menores y los demás estaban expectantes. Excepto Anelle, que estaba en la puerta convenciendo a un guardia para que dejase pasar a alguien diciendo algo de anillos y capas.

De pronto, el Guzmán empujó al capitán Mikumiku, haciéndolo retroceder y trastabillarse, aunque no llegó a caer y gritó:

- A LAS COCINAS, COMPADRE, HAGÁMONOS FUERTES EN LAS COCINAS

Salió corriendo al pasillo y giró hacia la primera puerta, que daba acceso directo a las cocinas, por las que debería salir el banquete posterior a la coronación.

Nada mas entrar, descubrió a El Estudiante roneando con una de las cocineras de palacio y se alegró de tenerlo junto a él.

- ¡A mí, la guardia de Alcalá!- exclamó el duque, a lo que El Estudiante respondió inmediatamente desenvainando su espada, agarrando la tapadera de una olla con la otra mano, a modo de escudo, y poniéndose frente a la puerta en posición defensiva.

El Guzmán se parapetó tras uno de los fogones y esperó a ver quienes le habían seguido en esta nueva locura. Adii y Erik fueron los primeros en atravesar el umbral y ponerse a su lado. Erik, efectivamente, ya llevaba el tirachinas en la mano y lo cargaba con garbanzos, mientras Adii se despojaba de la amplia falda que entorpecía sus movimientos y se armaba con un atizador en una mano y una gran sartén en la otra.

- Ésta me la pagas, un vestido tan bonito y que me hacía una figura preciosa tirado en una cocina. En casa me la pagas- dijo sin dejar de estar atenta a la puerta.

El siguiente que llegó fue el compadre, corriendo con las calzas a medio caer, para ponerse junto a él. Ahora faltaba ver quienes de los demás se le unían y quienes esperaban a que llegase la guardia real para hacer frente común del lado de éstos...

El Estudiante, listo como nadie, al ver que el frente de esa puerta ya estaba cubierta, corrió hacia la otra entrada de las cocinas, la cerró y atrancó bien. Otra cosa quizás no, pero víveres tendrían para resistir años ahí, y más dominando también el único acceso a las bodegas del palacio.

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Anelle




Anelle estaba allí porque tenía que haber de todo. Tan embelesada estaba intentando colar a la gitana en el cuarto de pares, que no se había dado cuenta de lo que pasaba a su alrededor.

- ¡Mira Syn, que ya empieza! -decía la mora al empezar a ver desfilar al resto fuera del camarín. - ¿Pero qué pasa? ¿No se supone que teníamos que esperar al Rey?

Con cierta cara de confusión se fijó en las caras de los guardias. No, no tenían cara de que hubiese empezado ya el segundo acto de la coronación, sino que se estaban poniendo todos del mismo color que la cara de Miku. La muchacha miró al sillón en el que había dejado apoyado su manto, se lo echó sobre los hombros arrastrándolo, y salió corriendo por la puerta como una loca siguiendo la estela de los que se había largado. No tenía demasiado claro adonde iban, ni por qué, pero la misma curiosidad que la había llevado a asomarse por los cuadros, la llevó a seguirles.

- ¡CORRE! - gritó a la gitana mientras que giraba la cabeza para hablar con ella y casi se choca con un guardia. No miró más hacía atrás para evitar darse de bruces contra algo, pero confió en que su amiga había captado el mensaje y se uniría a lo que fuera que iba a pasar.

La Lancaster no sabía ya que era mejor, si haberse quedado en el camarín o haberse largado, pero todo aquello pintaba fatal. Siguiendo los pasos de la familia Guzmán y el de Osuna, llegó hasta la cocina donde se estaban amotinando e imitó a sus compañeros.

- ¡A mi las armas! - gritó de nuevo mientras se quitaba una babucha y la sujetaba con la mano y con la otra cogía una sartén bien grande. - ¡Superpar al rescateeeeeee!

Se puso junto a la Duquesa de Alcalá y la miró con una sonrisilla, sin tener muy claro por qué les perseguía la guardia y preguntándose por qué habían terminado en la cocina y armados.

- Me parece a mí que los esfuerzos de las doncellas por peinarme esta mañana se van a ir al traste...


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... Rama eres cuando andas, gacela eres cuando miras, fuego eres cuando bailas...
Khanigalbat



- A LAS COCINAS, COMPADRE, HAGÁMONOS FUERTES EN LAS COCINAS

Era la señal convenida. El rubio, que se había quedado sin espada, se quitó el sombrero y corrió junto al de Alcalá y a la de Baeza (que iba ya babucha en mano) dispuesto a abrise paso a gorrazo limpio si fuera preciso.

- ¡A mí Osuna! ¡A mí Osuna! - gritaba mientras corría por los pasillos apartando a empujones a todo el mundo.

Los ursaonenses se le unieron justo cuando entraban en las cocinas, tomando rápidamente posiciones. Mientras los de Alcalá atrancaban la puerta Oeste, los de Osuna hacían lo propio con la puerta Norte, poniendo una lanza de través sobre los picaportes y atándolos con un paño de lino que encontraron sobre un fogón.

- De aquí no sale ni una croqueta, los haremos rendir por hambre... - sentenció el rubio.

Tan pronto como la situación pareció estar bajo control, impartió las primeras órdenes:

- Vosotros seguid con lo vuestro - dijo a los asustados cocineros - Diego, Juan, registradlo todo. Lope, Chicuelo, bajad a las bodegas y saqueadla. Traed todas las botellas de albariño que encontréis, pero que sean de las que tienen polvo, no las que la comadreja suele ofrecer a los invitados. ¡Y traedme una cuerda o algo con que sujetarme las calzas, así no voy a ninguna parte!

Sus hombres cumplieron diligentemente las órdenes. Al poco, Diego, el jefe de su guardia se aproximó a él.

- Señor, señor, venid - dijo apremiándole Hemos encontrado unos compatriotas del Rey hábilmente ocultos tras una alacena.

- Ajaaaaaaaá, ya sabía yo que la comadreja los tenía a buen recaudo para cuando se fuera todo el mundo, lo sabía, lo sabía - dijo satisfecho - Bien, pues vengaremos la afrenta en ellos con exquisitos refinamientos de crueldad: poned una marmita a hervir con agua y sal y metedlos dentro unos 30-35 minutos y cuando hayan hervido bien y tengan ya colorcillo, metedlos en otra marmita con agua fría y cubridlas con un paño húmedo. En cuanto lleguen las botellas de albariño, acabaremos con todos ellos.

Se sentó en un taburete y puso el sombrero a su lado, sobre una mesa.

- Diego, venid. Salid ahí fuera con la debida discreción y traedme a Colombina. Con lo buena que es ella pelando gambas, sería una pena que se lo perdiera...

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Cyliam


- A LAS COCINAS, COMPADRE, HAGÁMONOS FUERTES EN LAS COCINAS

La pelirroja salio de su propio pensamiento, de su pensamiento de robar aquel tapiz tan colorido, miro a su al rededor, gritos, carreras, fiesta.
Y no la habian invitado, malditos sean todos. Se recogio la falda y observo con una sonrisa traviesa las botas relucientes. - Si ya lo decia yo, ponte botas vas a triunfar. Y tanto que triunfar, echo a correr tras los liantes.

- Lo siento rubito, pero el hambre aprieta. Dijo al pasar a su lado lanzandole un beso con la mano. - ¡¡Esperadme liantes!! Grito a los de delante alzando por sorpresa una alpargata. - ¡¡Geronimooooo!! a ver quien se atreve a detenerme que se traga la alpargata.

Al llegar a las cocinas freno en seco, justo a milimetros de comerse la puerta y vale que tuviera hambre, pero no tanta. Se adentro en la cocina, menuda tenian alli liada, guardo la alpargata de nuevo bajo la manga y con cara de medio loca y mas hambre que el perro de un ciego pregunto. - ¿¿Donde estan, donde estan las croquetas??

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Kossler


En esas que miraba todo aquello que sucedía en la ceremonía, divisó, en la lejanía, a un anciado sentado. Por la incipiente barriga que le era propia, la espalda encorbada y el báculo con el que se acompañaba, sólo podía ser una persona. Le había escrito unas letras algunas semanas atrás, cuando supo de su repentina dimisión de todo cargo que fuera relevante. Había sido un hombre importante, y ahora se le veía bien poca cosa. Se hallaba sólo, allí sentado, sin nada que hacer ni que decir. Sintió pena por él, y se encaminó hacia su posición.

A medio camino, oyó algo de jolgorio, cómo si hubiera alguna especie de reyerta, pero al girarse, sólo vió gente, y no pudo divisar nada de cómo de lleno estaba el Salón del Trono. Se encongió de hombros y prosiguió su camino, sin prestar mucha atención a aquello. Esperaba con ansas que si había sucedido algo se le hubiera ido de las manos al Capitán de la Guardia Real. Así podría decir la frase más regocijante que un hombre podía decirle a otro: Te lo dije.

-Parece que Altísimo os hubiera abandonado. -Murmuró el caspolino, atrayendo la atención al Señor de Ávila y antaño Cardenal. -Entráis agazapado, cómo un animal huraño y desconfiado y luego os sentáis aquí, sólo. ¿Porqué?

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Ferrante




El de Toledo estaba visiblemente muy enfadado. ¿A qué venía tanta riña justo en ese día tan importante? No estaba dispuesto a permitir que los atrincherados en las cocinas, con sus estúpidas reclamaciones, ensombrecieran la coronación lo más mínimo, y menos delante de dignatarios extranjeros. No mientras él estuviera al cargo... al él, ¡A ÉL! Estaba impaciente, dando golpecitos nerviosos con la punta de la bota sobre el entarimado del camarín, esperando a que el rey estuviera listo. Dado que el monarca y la secretaria real seguían encerrados en el vestidor, se armó de valor para entrar.

La puerta se abrió con un suave crujido, y allí estaban; el rey vestido con sobriedad de prendas azabaches, y la de Tafalla con una pesada capa de gules ribeteada de armiños. - Majestad; los invitados esperan y vuestros vasallos comienzan a conspirar ya en los pasillos; no debemos demorarnos más. Todo está listo.-

Salió del vestidor dejando la puerta abierta, regresando a la cámara contigua donde ya esperaban algunos pares y funcionarios reales. - Excelencia.- dijo dirigiéndose a Kossler - Vos tenéis el honor de llevar el orbe.- Se giró señalando la mesa donde descansaban las joyas sobre un cojín de terciopelo morado - Primo, a vos os corresponde la gracia de llevar el cetro.- sonrió a Athan que hasta el momento había sido capaz de comportarse - Yo llevo la corona, y su excelencia Josselinière nos encabeza con el Pendón Real; detrás de nosotros camina el rey, y cerrando la marcha el resto de heraldos. Vamos pues.-

La ausencia de la condesa de Bailén no pasó desapercibida para Ferrante, así que decidió tomar el pergamino de la jura del fuero en el interior de su tabardo. Hizo un gesto a un lacayo para que abriera la puerta del camarín que daba acceso directo a la sala del trono. En ese instante, unos trompeteros tocaron una breve fanfarria con su brillante y estridente sonido, anunciando a todos en la sala que el rey iba a hacer entrada.

- ¡TA TARARATÍIIII TARAAAA!-

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Mikumiku


Eran solo niños pequeños, sin sentido y ningún conocimiento del mundo. Había dos opciones: o bien no hacer nada y reírse francamente de lo estúpido de la situación (probablemente en un rato se cansaran de la gracieta), o bien mover ficha y rodearlos, que descubriría que no haría falta.

- Kossler. – Le respondió al pasar por delante del condestable y verle con ese aire de “te lo dije”. – Os presento la famosa locura castellana. Aún no están borrachos, pero les falta un hervor y además viven felices con ello. ¿Creéis que tiene cura?

De algún modo, su ira se disipó tan rápido como había venido. Ahora ya no estaba en una coronación sino en un teatrillo de comedias de media tarde y barrio medio. La mitad de los pares se habían dejado en evidencia delante de la mejor selección de la corona y un buen surtido de representantes extranjeros, y seguro que algún estudiado de la rima haría que la gesta se cantara entre risas en cada esquina de los ocho reinos.

- Capitán, se han encerrado en las cocinas. – Le hizo saber un subordinado.

- Pues trabajo que nos ahorran. Apuntalad las puertas por nuestro lado también y vigilad que no salga nadie al menos hasta que acabe la ceremonia. De hambre no morirán, eso seguro.

Con eso debería ser suficiente por ahora, encerrados y lejos no molestarían. Si luego hacía falta desalojarles siempre se les podía ahumar, como toda la vida se había hecho con las ratas. Le supo mal por la pelirroja, que había pasado volando frente a él, pero lo hecho hecho estaba. De todos modos, la procesión empezaba y con suerte los murmullos tomarían otro rumbo. Intercambió una mirada de circunstancias con el maestro de armas, esperando respaldarse en opinión ajena, y esperó firme en su lugar para estar unos discretos metros detrás del rey cuando hiciera aparición tras los tesoros de la corona.

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Tiana



Estaba nerviosa por muchos motivos. Aquél era un acontecimiento harto importante y no sabía si tendría alguna repercusión sobre ella, una drástica o peligrosa. Recordaba como si fuera ayer los días pasados en reclusión en casa del da Lúa. Los términos de aquél acuerdo no precisamente beneficioso. Aquello quedaba atrás, muy atrás.
Pero ahora que el tuerto poseía la corona de la tía Elena, ¿saldría de nuevo todo? ¿Volvería a temer las consecuencias del pasado? ¿Las usaría para manipularle de algún modo?
Intentó evitar aquellos pensamientos. Aquél día habría muchas personalidades y el monarca no recaería ya no en su presencia, sino en su existencia.

Se sobresaltó al ver que el carruaje no se detenía y ordenó parar al cochero.
-¡Madre! Hemos de recoger a don Luix. Hace días le solicitó permiso a padre para escoltarme y este le autorizó. Dijo las últimas palabras con una mezcla de sorpresa e incredulidad que vio se reflejaban en los ojos de su madre.

Esta vez no se sonrojó al verle. Hacía tiempo que había conseguido dominarse desde su regreso de tierras catalanas y el fatídico naufragio. Pero sí sonrió con más alegría.

A pesar de que madre estaba nerviosa y preocupada por no llegar tarde, pues estaría bastante feo que la Gobernadora, Marta Muntadas i Poblet, no llegara a tiempo para la coronación, al final resultó que no había motivos. Todos los invitados estaban aún en los pasillos esperando a que se diera acceso. Así que allí esperaron su madre y ella, con la mejor escolta que hubiera podido pedir acompañándolas, don Luix de Berasategui.


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Syn


Ver el cuadro con los ojos verdes respingones, que se abriera una portezuela y que la morabella casi le arrancará un brazo para meterla a ese cuartucho, fue todo a una, como en Fuenteovejuna.
"Correeeeeeeee" gritaba la Mora y la gitana sólo maldecía para si mientras se dejaba llevar por la corriente humana como si no hubiera un mañana.

"¡Mardita curiosidad que mató al gato, pos no estabas tu bien ni na con las monjitas a comer gachas y migas y dulces, pero no, querías croquetas y tuviste que venir, mardisión gitana pa ti"

Llegaron a las cocinas y los gritos disminuyeron, y todos miraban a todas partes para encontrar un sitio donde hacerse fuerte. Que suerte que tenía ella que era más bien bajita y cabía en casi cualquier hueco, como aquel armario bajo que lucía enorme una vez habían sacado las ollas para el convite.

"Si ya desía yo, que el tuertojo no traería más que calamidades". Le espetó a Anelle como si ella supiera algo del destino. "Anda niña, toma un poco de romero y espantalo, espanta, espanta" [p]
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Maruca__


Llevaba ocho meses como Par en aquella extraña (ahora) Corona y, realmente, el novato parecía el de Guzmán cuando, desenvainando la espada, pronunció - Señores Pares de Castilla... jamás he ofendido a ningún invitado a mi casa con la obligación de despojarse de sus armas. El que ha llegado como amigo ha sido tratado como hermano. Y, henos aquí, que en nuestra propia casa, se nos otorga tratamiento de criminales por órdenes de quien no es si no uno más entre nosotros...

Juas! Ni que fuera el Rey! Pero que ignorante Dios mio! pensó. Y claro, no lo había visto por la Corte en esos ocho meses, quizás se le había olvidado el protocolo... Pero la de Golmayo, que era, además, la Lugarteniente de la Guardia Real, lo tenía bien clarito y no iba a correr detrás de él. Rió para sus adentros cuando vio a los pocos que lo siguieron cual niños jugando a la mancha o al poliladron, vaya a saber.

A los pocos minutos se oyeron las trompetas anunciando la entrada de Astaroth, Maru se acomodó la corona de Par y unos rulos que andaban por ahí traviesos en su frente. La capa la dejó en su recámara, con el calor que hacía ni loca se la pondría. Así que quedó a la espera de su entrada en escena junto a los Pares que aún seguían en aquel saloncito.


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Lugarteniente de la Guardia Real, Jefa de Milicias de Soria... algo más?
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