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[RP] La coronación de Astaroth I, Rex Erminevs

Erik_guzman_garcia


El asalto a las cocinas había resultado fácil, demasiado fácil, pues al otro lado de la puerta no se oían los esperados ruidos de armas de los soldados preparando el asalto.

Eso, y el correr del vino, hacía que el ambiente se fuese relajando.

El pequeño Erik, tras haber acumulado un buen montón de munición para su tirachinas con garbanzos y alubias, de las que había encontrado unas bien grandes y duras que alguien había llamado "fabes", se dedicó a probar de las bandejas que iban preparando.

- ¿Y cómo decías que se llamaban estas cosas tan feas?- preguntó a una joven aprendiz de cocinera.

- Percebes- contestó ella contenta de poder mostrar su sabiduría a un chico tan importante y con esos ojazos.- El rey los ha hecho traer de su tierra como un manjar exquisito.

- Pues no están mal
- dijo dando cuenta de un puñado de ellos- no son como los langostinos de mi señorío de Sanlúcar, pero se comen bien. ¿Y esas almejas grandotas?

- Uy, eso son vieiras y hay una bandeja en el horno a punto de salir. Yo las he probado y están riquísimas... en cuanto estén listas te traigo una para que las pruebes. ¿Sabes? Yo he sido la encargada de espolvorearles por encima un poco de queso rallado
- presumió la cocinerita con coquetería.

- Ah, si las han hecho esas manitas tuyas, que sean más de dos, que no todos los días se prueban los manjares hechos por ángeles- respondió galante el pequeño vikingo.

- Pffffffff- resopló Adii, que había oído el tonteo que se traía su hijo con la cocinera- este niño es otro zalamero sin remedio como su padre, su padrino y mi cuasi... claro, con esa escuela ¿cómo iba a salir el niño?. ¡Pfffff!

Ivanne


Algo pasaba (porque está claro que ALGO PASA) que, nada más abrir las puertas del camarín, no había ni un alma. Ivanne estaba convencida de que momentos antes había escuchado algún que otro vocerío de locos, un dime y direte entre pares (supuso) y la Guardia Real (dedujo, por oírse el tintineo de espadas). En su momento no prestó atención a lo que ora extrañaba, la presencia -o más bien la falta- de los pares se hacía notar.
En algún momento dado incluso la Josselinière había llegado a exasperarse y jurar en francés por lo bajo, pero ahora se hallaba realmente perpleja por la fría soledad que habitaba en la sala contigua a las dependencias reales.

« No entiendo nada. » -fue todo cuanto dijo, y con síntomas en aumento de enfado, se volvió hacia uno de los guardias que guardaban la cámara con recelo, testigos de lo sucedido, preguntándoles qué demonios había pasado. Comprendió aún menos.

Los Duques y su hijo, Osuna mediante, y una mora vestida de rosa. Sublevación contra la autoridad del Capitán. Cocinas.

Como un jeroglífico, fue tratando de descifrar lo ocurrido (a todo esto, con el Rey presente), y en lo que los donceles que le acompañaban le vestían con el manto de armiño y disponían sobre su testa la corona de Condesa, comenzó a comprender que algo grave había pasado. Si no hubiera sido porque se trataba de un acontecimiento importante, vive Dios que habría pedido mayores explicaciones, y que habría revuelto Roma con Santiago por descubrir a los artífices de aquella poco premeditada conjura.

Aquellos pares, se dijo, eran una amenaza en toda regla.


A excepción de Maruca, se recordó al verla, que se había mantenido leal.

« Mi Señora » -se acercó a ella, hablándole en un susurro, proponiéndose distraer al Rey para que no tuviera constancia de lo sucedido hasta después de la ceremonia- « estos necios me dicen que los Pares se han atrincherado en las cocinas de Palacio. Me complace saber que Golmayo se ha mantenido leal a la Corona, porque esto es un acto de traición en toda regla... Demuestra ser reprobada lealtad la vuestra, tanto como noble y par, pero sobretodo como miembro de la Guardia Real. No os pediré explicaciones a vos de lo ocurrido, mi Señora, porque entiendo que no estáis de servicio, pero sí os pediré que estéis presente cuando el Capitán de la Guardia me informe acerca lo sucedido. Valga mencionar que seréis recompensada por vuestra lealtad. »

Cierto era que a de la Huerta no podía pedir testimonio, no estaba en la obligación como guardia del Rey, pero sí al menos su confirmación ante lo acaecido. Para Ivanne, de hecho, era bien importante que así fuese, y con delicadeza, hizo un gesto con la cabeza pidiendo su apoyo en aquel momento. Poder demostrar que aquellos nobles habían faltado a su palabra como comitiva real durante la Coronación, bien valdría para la francesa el regocijo esperado. Como la caricia del amo al buen perro guardián.

« Majestad, mucho hemos hecho esperar a la multitud. Es hora de comenzar. ¡Pajes, anunciadnos! » -aquella fue la señal, dicha en alto, y tomando de sus manos el Pendón Real, se posicionó tras Astaroth, que aún parecía ajeno a todo mientras se colocaba debidamente los corchetes de oro del jubón.



Comenzaron a sonar trompetas para acallar a la aclamación (porque somos muy divos y celebrities), además del consagrado "parapapá papá" (tradición donde las hubiese, observó, siendo un veterano paje quien lo hacía con la boca); la Coronación había empezado (oficialmente).

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· CONDESA DE TAFALLA · CONDESA DE ALBARRACÍN · SECRETARIA REAL DE CASTILLA Y LEÓN · VULNERANT OMNES, ULTIMA NECAT ·
Maruca__


Con una sonrisa de "al fin va a empezar la cosa", Maru recibió a Ivanne cuando la vio ingresar al saloncito. Mas nunca imaginó las palabras susurradas de la Secre Real, a las que respondió de la misma manera, casi al oído - Es así Condesa, un grupo de nobles salieron corriendo hacia las cocinas... lo que ocurrió después lo ignoro, pues, fiel al Rey y a las indicaciones de Maese Ferrante, me quedé aquí a esperar la orden de entrada al Salón del Trono. Cuente conmigo, pero nada de recompensas, juré lealtad a la Corona y sólo cumplo con mi deber.

Luego trató de mantenerse lejos del pendón, no vaya a ser cosa que en esta coronación le cayera encima a ella...

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Lugarteniente de la Guardia Real, Jefa de Milicias de Soria... algo más?
Athan


La coronación había empezado. Ivanne hizo acto de presencia y, tras de ella iba el moro, con el cetro real bien acomodado en un cojín de terciopelo morado. Con serenidad y sosiego seguía a la secretaria real, mostrando una faceta poco habitual en él, serio y disciplinado, mostrando así su compromiso con la ceremonia.



Mientras miraba a los presentes de reojo, poco a poco se se fue acercando al estrado, sabía que en sus manos estaba uno de los simbolos de poder de la corona, un simbolo que muy pocos pueden sostener y, los que lo sostienen no duran mucho tiempo... Dicen que el peso de la corona acaba con ellos rápidamente, aun así, el de Saiid se sentía privilegiado al poder portal tal simbolo entre sus manos.
Aquel día todo el reino tenía en su mente el legado del anterior monarca, SM Froda, muchos esperaban un reino como el suyo, la verdad que él mismo se sorprendio de su reinado, desde su inicio dudo sobre el tema religioso y asi se lo hizo saber a la reina, quien mantuvo su palabra respecto al tema de confesiones en Castilla. Ahora, una nueva época de incertidumbre se cernía sobre Castilla, los primeros meses serian clave para descifrar la política del nuevo monarca.

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Vinagre


Desde el momento que supo que actuaría en la coronación Vinagre estaba enfermo, aterrorizado, nauseabundamente nervioso. El músico llegó al Alcázar a pie, como le correspondía y entró al edificio por la puerta de servicio, como le correspondía, y la puerta de servicio daba a las cocinas, como correspondía. Las muchachas del servicio iban y venían muy atareadas, como les correspondía y Vinagre se distrajo... como le correspondía. Así fue que acabó donde no le correspondía. - Me ca... ahahaha... chis en la mar saladiiiita. - dijo el héroe de este post al contemplar las interminables montañas de croquetas que se acumulaban en la fresquera. Tras unos minutos atónito, le entró el reconcome este del que cree que va a llegar tarde a algún sitio y comenzó a buscar la forma de salir de allí.

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Astaroth_14


Algo estaba sucediendo. Lo sabía, pero simplemente pretendía no saberlo. ¿Para qué, en definitiva? Su sobrio estilo nunca había encajado del todo con la falta de protocolo de la Corte castellana, pero había renunciado a cambiar aquello hacía años ya. Desde su sombría atalaya, allá en su añorada Capilla Heráldica, había observado la Corona con ojos, y más tarde ojo vigilante, atento. Viviendo entre aquel ambiente, pero sin terminar de mezclarse. Hacía demasiado que sabía que era mejor callar, mirar al frente y seguir. Aquello no era Borgoña, en definitiva.

Sin mirar a los asistentes, a fin de no descubrir ausencias dolorosas, unas más que otras, caminó con paso firme a lo largo del salón hasta llegar hasta el trono. Al fin. Tras el largo y difícil camino, allí estaba. Contuvo su sonrisa de triunfo y compuso una expresión adecuada mientras se sentaba. Miró a quienes habían de imponerle los símbolos de la Corona y asintió.

Comenzad, si os place.

Y el resto se le daba un ardite.

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/Tengo una vida fuera del juego. No tiene por qué ser siempre más interesante, pero desde luego, sí es siempre más importante. Gracias por la paciencia./
Ferrante


El de Toledo acompasó su paso al de su prometida, la Secretaria Real, que con esa altanería y nobleza de sangre que la distinguía, portaba altiva el Pendón de Castilla. También el resto de la comitiva les seguía, como su primo Athan que llevaba en sus manos el cetro. Ferrante por su parte, llevaba sobre otro cojín la corona. Esta no era de sólido oro, ni estaba cuajada de piedras como las de otros monarcas, que creían que su poder se medía conforme a la ostentosidad de sus alajas... ¡necios! Castilla era austera, y sólo la fuerza de sus brazos correspondía a su poder. Lo que tenía en sus manos era la corona de campaña de Alfonso X, conocido como El Sabio, destacado monarca que siempre sería recordado por su inteligente política y amor por las letras.



La comitiva alcanzó el estrado donde se erigía el trono, de profusas formas y sólida madera. Una vez allí, se hicieron todos a un lado para permitir que Ermineus se sentara en su regia cátedra.

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Puigaubert
El viaje desde París había sido largo, tedioso y afortunadamente sin incidentes. Atravesar una decena larga entre Condados, Ducados, Principados y Reinos de ambos lados de los Pirineos tomaba su tiempo a pesar de que el ritmo del viaje había sido elevado y los tiempos de descanso los imprscindibles. Para acabarlo de adobar el otoño implicaba encontrarse los caminos encharcados y embarrados, cosa que dificultaba más, si cabe, el deplazamiento.

El carruaje del Embajador del Rey de Francia se detuvo delante de la puerta principal del Alcázar , escoltado por un puñado de soldados a caballo. Era bien sabido que Roland prefería su propia montura y no gustaba de tales sibaritismos, pero en ocasiones como la actual debía presentarse en un medio de transporte digno de su rango. Aún así echaba de menos su apreciado Al·lot, un caballo negro azabache como todos los de raza menorquina, regalo de su hermano que en paz descanse

El rubio normando descendió del carruaje y aprovechó un instantes para observar el edificio y los movimientos a su alrededor. Como tenía por costumbre desde sus inicios en el ejercito normando donde se enroló como mercenario durante la Guerra de Poniente, observó discretamente la disposición de las defensas y características del Castillo. Había llovido mucho desde su llegada al Ducado y se había conseguido hacerse un lugar no solo en el Ducado sino en el propio Reino.

A pesar de ser otoño, el sol de la tierras sur de los Pirineos ya brillaba desde buena mañana en el firmamento y hacía que la temperatura fuese mucho más alta de lo qu acostumbraba a ser en sus verdes y lluviosas tierras cercanas a la desembocadura del Sena, en el Canal de la Mancha, y Puig pensó que tal vez no se había vestido con las mejores ropas para las tierras de la meseta ibérica. Empezaba a sentir calor.

Algunos pasos más allá un capitán castellano daba instrucciones a sus hombres. Puigaubert despidió a su guardia, que había descendido de los caballos y los sujetaban riendas en mano, con un asentimiento de cabeza, y se dirigió al oficial ujier de la puerta del Alcázar, en tono de quien está acostumbrado a dar órdenes y de que estas sean obedecidas de inmediato,


- Roland Puigaubert, Embajador Real de Francia ...

Después, siguiendo las indicaciones, entró en el edifico y se dirigió al Salón del Trono , buscando discretamente la zona destinados a las autoridades extranjeras. La nave estaba llenaba de nobles, representantes diplómaticos y eclesiasticos, miembros de la corte y algunos ciudadanos de la plebe en la parte posterior, y también de oficiales reales encargados de la seguridad real.

La Ceremonia acababa de iniciarse y a pesar de intentar no llamar la atención, el sonido de las botas al caminar con paso firme resonaba sobre el mármol del suelo y se mezclaba con las conversaciones en voz más o menos bajas de los asistentes.

El francés, se unió a la Ceremonia restando en un educado silencio mientras aprovechaba para observar la arquitectura y decoración del Salón Real. La luz del día que atravesaba los ventanales del Salón le daba un aspecto magnífico que se eincrementaba por la bella y lujosa obra arquitectónica que era la propia nave con sus decorados pictóricos y escultóricos.

Sin perder detalle de la Ceremonia que se empezaba a desarrollar, también aprovechó para recorrer la estancia con la vista deteniendose en aquellas caras que le pudiesen ser conocidas.

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Kossler


Se hallaba medio dormido cuando vió que los altos funcionarios reales se movían. Abrió los ojos cómo platos, asustado por el repentino moviento, y trató de disimular luego, de forma relativamente torpe el hecho de que se había dormido esperando. Cogió el cojín con el orbe y lo colocó sobre las palmas de las manos. Lo malo era que aquello parecía un balancín y el dichoso artefacto iba moviéndose peligrosamente de lado a lado.



Siguió a la comitiva en desfile mientras cavilaba. Era capaz de entender todos los demás atributos de la corona. El cetro, la propia corona... ¿Pero el orbe? ¿Y eso para que servía? El cetro se usaba para hacerse el importante, para dar bastonazos y, en los reyes más ancianos, incluso para apoyarse. La corona... bueno, la corona tenía cómo función avisar a gritos a la gente "¡Eh tú, arrodíllate, soy el Rey!". Pero el orbe... Aquello sólo podía servir para una cosa. Para amenazar. La cruz podía ser un buen asidero, cómo la empuñadura de una espada para así poder usar la bola esa de oro (que por cierto, pesaba un quintal) para golpear a aquellos pares que se habían portado mal en la coronación, o para apalear a los súbditos que no se prosternaban debidamente. A malas podían quitarle esa cruz tan fea y jugar un partido de soule o de football, un endiablado deporte inglés de nombre casi impronunciable.

A regañadientes, llevaba aquello siguiendo a los demás funcionarios, pero visiblemente molesto. Aparte de que llevar una bola no era nada prestigioso, era peligroso que Athan llevara algo similar a un palo. No quería ni imaginarse lo que podía pasar si la perversión le podía y se volvía loco cómo los pares...

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Asdrubal1


Al fin comenzaba todo aquello, el de la Barca había sido uno de los primeros en acceder al Camarín y desde este había ido escuchando los rumores cortesanos de atrincheramientos en las cocinas, secuestro de croquetas, inquietándole más lo último que lo primero, no habré yo de haber venido a aqueste Reino se dijo, para otra cosa que probar las famosas croquetas, voto a bríos que no saldré de esta coronación sin echar el guante a alguna que otra bandeja por los Tres.

Habían ido llegando el condestable real, la Secretaria del Rey, el Maestro de Armas y el antiguo Conde de Frias, a los que finalmente se unió el propio Astaroth, los tres tomaron los símbolos de la Corona, y Asdrubal se detuvo un momento en admirarlos, la austeridad castellana no evitaba la gran belleza y hábil manufactura del cetro, el orbe y la corona.

Una vez comenzada la comitiva a andar se unió el de la Barca a ellos, avanzando todos ellos en paso solemne por el pasillo central. Hasta llegar al trono, sobre el cual se sentaría el Rey dispuesto a tomar los símbolos que por linaje y cargo le eran merecidos.

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Maruca__


Repasó mentalmente las indicaciones dadas por Maese Ferrante. Se dio cuenta que entre las personas que intervendrían en la Coronación faltaba Anelle ¡Que el Altísimo nos pille confesados! pensó la de Golmayo al tiempo que se persignaba. Sin más remedio, se echó a andar con la frente bien alta y a paso lento detrás de la comitiva real hasta colocarse a un lado para no molestar. Eso sí, bien lejitos del pendón.

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Lugarteniente de la Guardia Real, Jefa de Milicias de Soria... algo más?
El_estudiante


El barullo que se oía al otro lado de la puerta parecía haber disminuido drásticamente.

- Excelencia- advirtió Estu al señor duque- hay menos ruido ahí fuera ¿se estarán preparando para asaltar?

- No creo
- contestó con tranquilidad el señor duque- será que al fin habrá terminado el rey de elegir el parche de lujo y estará comenzando la ceremonia.

- Entonces tendremos un rato de tranquilidad.

- ¡L'oncontré, mona mil!*
- dijo divertido don Víbora- ahora es nuestro momento de atacar.

- ¿Atacar? ¿pero vamos a salir de aquí a pelear contra toda la guardia real?

- No, no, no, Estu, tenemos... jejeje... otras "armas"-
la palabra "armas" la pronunció el señor duque en un tono jocoso y divertido. A saber qué es lo que se le habría ocurrido ahora- tráeme al jefe de cocineros.

Cuando don Víbora tenía esa sonrisa, es que alguien iba a sufrir y él iba a reír. Así que llamó al jefe de cocineros de un par de voces y éste se presentó nervioso y asustado.

- Señor jefe de cocineros reales- comenzó con aire de pomposidad el de Alcalá- doy por hecho que tienen ustedes provisión de croquetas, en cantidad suficiente para el número de invitados esperados y más, pues la comadreja no se priva de tirar con pólvora del rey, y nunca mejor dicho.- el jefe de cocinas asentía con la cabeza- Pues bien, quiero que a la voz de ya tengan los peroles con el aceite bien caliente y me echan ustedes a freír todas las croquetas a la vez.

- ¿Todas, excelencia?
- preguntó extrañado el jefe de cocinas.

- To-das- remarcó el señor duque- y, atento, me colocas los fuegos lo más cerca posible de aquellos ventanucos. ¿Entendido?.

Sin esperar respuesta, don Víbora se giró hacia el Estudiante

- Y tú ve poniendo a los pinches y ayudantes de cocina a buscar cualquier cosa que se puede usar como abanico, ya sean papeles, telas, pieles, tapaderas,... lo que se te ocurra y me los haces formar en la pared junto a la puerta.

Mientras daba cumplimiento a las órdenes del señor duque, la cara de satisfación de éste le hacía adivinar que ya se estaba regodeando con el éxito de su estratagema.


Es la interpretación, a su estilo, que don Víbora hace del francés "Au contraire, mon amí", que significa "al contrario, amigo mío".
Anelle




Y entonces sonó el Tiririritararará, la trompetilla que anunciaba que daba comienzo la coronación, mientras que la Suprema del Tribunal de Apelaciones comía gambas y percebes en las cocinas del Alcazar. Con el sonido de la música la mora volvió a la realidad, soltó la copa de albariño que tenía en la mano y la apoyó sobre una encimera. Agarró al Estudiante del brazo y le llevó hasta la puerta.

- ¡Abrelaaaaa! ¡Abremela que me tengo que iiiiir! ¡Vamos, abrela o te comes la babucha! - gritaba la muchacha junto a la puerta. - ¡Venga, que de esta me acusan de alta traición, y no quiero mandar que corten mi propia cabeza! ¡El juramentoooooo!

Empujaba y azuzaba al hombre con todas sus fuerzas, y cuando logró que abrieran la puerta, salió corriendo en dirección a la sala del trono. Aquello ya estaba lleno de gente y tuvo que abrirse paso entre "Perdón", "Disculpe", "Es que me necesitan por allí delante...". Los que estaban demasiado adelante se negaban a ceder su sitio y al final tuvo algún que otro encontronazo, pero llegar llegó. Carraspeó al llegar junto a Ferrante y poniendo una cara de ángel que de seguro traía ensayada de su casa y ojitos de niña de buena, le pidió el fuero con disimulo.

Fue entonces cuando se puso frente al Rey. Intentó vislumbrar algún tipo de enfado en su rostro debido a su ausencia, pero Astaroth era experto en no manifestar más de lo deseado, siendo para la de Bailén un libro cerrado. Se detuvo unos instantes a observar el atuendo del rey, cargado de una sobriedad y elegancia no muy distintos al de los ropajes que había vestido en la ultima coronación a la que ambos habían asistido. Una sonrisa sarcástica se dibujó en la cara de la Condesa ante algún recuerdo y tras apartar los pensamientos de su mente, lo llamó.

- Astaroth da Lúa, Marqués de Gondomar y las Islas, Conde de Palacio, Barón de Donges, Señor de Valdecorneja - dijo la mora en voz alta y clara ante el silencio del gran salón. Repasó la formula que había escuchado recitar a Hernando de Osuna en otras coronaciones en ausencia de jueces en el Supremo y la recitó. - Habéis sido elegido por el pueblo de la Corona de Castilla y León y sus gobernantes para elevaros a la dignidad real, pues quien preside a todos debe ser elegido por todos. ¿Aceptáis la responsabilidad que hemos puesto en vuestras manos? Si es así: Jurad y Otorgad.

Le mostró el Fuero Real que llevaba en sus manos y lo puso sobre un atril, donde aguardaban pluma, tintero y todo lo necesario para que el nuevo Rey estampase su firma y su sello.

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... Rama eres cuando andas, gacela eres cuando miras, fuego eres cuando bailas...
Violant


Sus obligaciones como condesa la habían retrasado . El viaje des de Puigcerdà, que hubiera tenido que hacer en companyia del Presidente en tanto que embajadora del Principat ante el Reino de Castilla, había sido una pesadilla. Parecía que todos los elementos se hubieran conjurado para retrasar la comitiva. Más de una vez maldijo la decisión de ir en carruaje en lugar de montar a Boira, lo que le hubiera dado una libertad de movimientos y la ligereza suficiente para poder compensar el tiempo perdido. La guinda del pastel, el atraco cerca de Osma, que la había tenido postrada durante 3 días hasta que la herida en el muslo , segun la opinión del galeno, no presentaba peligro de hemorràgia. Por suerte los atracadores no habían conseguido el botin

Abillada con las galas acordes a la celebración llegaba tarde. La cerimonia había comenzado y no habia nadie que la pudiera anunciar. Entró discretamente y se dirigió hacia el lugar desde dónde el President y Brukita seguían el evento. Le costó mucho llegar hasta ellos, puesto que para mitigar el dolor, había ingerido una cantidad más que considerable de láudano y sus sentidos se encontraban algo embotados.

- Hola, quan fa que ha començat ? - dijo con voz pastosa y un poco demasiado alta teniendo en cuenta el silencio reinante.


*Hola, hace mucho que ha empezado?
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Kossler


Seguía sosteniendo el pesado orbe. Notaba ya calambres en los brazos, pero cada vez iría sintiendo menos. El cansancio surtía efecto, y poco a poco se le iban durmiendo los brazos y las palmas de las manos. ¿A quién se le había ocurrido darle a él algo tan pesado? Seguro que querían martirizarle. Era la novatada por ser castellano nuevo.

A duras penas sostenía aquella pesada bola maciza. En el momento menos pensado, los brazos flaquearían y caería al suelo. Sólo esperaba que su pie no estuviera justo debajo en aquél intante.

Hizo una mueca. No le quedaba otra que esperar, y eso hizo.

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