Afficher le menu
Information and comments (0)
<<   <   1, 2, 3, 4, 5, 6, 7   >   >>

[RP]Susurros en la noche

Carrie.


Lo intentó, por todos los medios, con todas sus ganas pero... no lo consiguió. Cada dos por tres había algo que le hacía pensar en Galbart, o en lo que habían hecho juntos un día u otro, las historias que le contaba, sus ojos, su pelo... Por mucho que lo intentaba evitar el escocés se había apoderado de su mente, y aunque ella no quería reconocerlo también de sus sentimientos.

En cuanto se descuidaba una sonrisa se dibujaba en sus labios. Estaba segura que su cara la delataba, así que para no sonreir delante de sus soldados tenía que estar mordiendose la lengua pero nada.. no podía dejar de pensar en él. Hasta un niño de tres años le sabría decir qué lo que le pasaba, algo tan simple como que se había enamorado, pero ella tozuda como era no quería reconocerlo porque temía que eso pusiera su vida del revés y terminase sufriendo cuando Galbart volviera a Escocia como había dicho alguna vez que era su intención.

Parecía que el destino de Galbart era poner siempre desconcertarla y hacer temblar los cimientos de la vida que iba construyendo, sonrió de nuevo con cara de boba simulando estar atenta a lo que le decía... ¿quien era esa mujer? Le decía algo de... un barco? ¿qué...? Suspiró y prestó atención. Pero justo antes decidió que sí, que iría a la taberna esa noche para intentar verle de nuevo.
Galbart


El quería ser como los guerreros de las historias de su abuelo. Quería salir al combate gritando y destruyendo todo lo que se le pusiera delante. Era una actitud envidiable y heroica. Los había que los llamaban estúpidos, no directamente, claro, pero sí cuando escuchaban las historias. El de Caithness no veía rastro de estupidez por ninguna parte. Luchaban con fiereza por su gente, defendían a sus Dioses tanto como lo hacían otros y lo mejor de todo es que la muerte en combate era un honor, el Valhalla les esperaba. En verdad nunca se había parado a pensar en que le depararía una muerte en combate, suponía que los Dioses se lo llevarían a las verdes praderas de Irlanda, que era de dónde se asentaron los primeros hombres. Sin embargo el Valhalla le atraía con una fuerza increíble. Era algo a considerar. En su interior corría sangre de los invasores de la Gran Bretaña. Era una razón de peso para reconsiderar muchas de sus creencias. ¿Acaso no había palabras que provenían de ellos? "Hell" sin ir más lejos. Y allí acabaría según los aristotélicos de aquella zona. No quería quedarse allí, en el Reino de Valencia, quién sabe cómo podía acabar allí en el que la mayoría de las conversaciones no se enteraba de nada, necesitaba un punto de concentración para captar por dónde iba la conversación y aquello, aún con seis meses escasos de vida en Valencia le resultaba agotador. Por eso daba la impresión de que era un hombre de pocas palabras.

Levantó el brazo y pidió más de aquella bebida que tan bien le sabía. Si bien es cierto que allí en Valencia la hacían de tal manera que le sabía mejor que nunca. De hecho, desde que estaba en la península, la cerveza que había probado sabía mucho mejor que la que bebía en Escocia. La noche estaba animada, había un grupo de gente cantando y el calor que había en aquella estancia hacía olvidar que estaban en invierno. A todo ello le sumabas la cerveza y se creaba, como por arte de magia, el bien denominado, buen ambiente. Estefanía se encargó de dejar sus quehaceres y servirle una jarra de cerveza. Antes de que pudiera marcharse, Galbart le cogió del brazo.

Tu madre está ya bien, ¿no? Ella dijo que sí y le sonrió, mientras formuló la pregunta le soltó el brazo. Algún día me tienes que contar cómo te fue llevando el negocio sola. Se sonrieron y ella se dedicó a sus quehaceres. Era verdad. El escocés había desaparecido durante unos días y no se le había vuelto a ver, sin embargo para las dueñas, Amalia y Estefanía, no suponía nada nuevo, estaban acostumbradas y sabían que volvería porque sus cosas seguían en la posada. Incluso a su regreso le hacían bromas del estilo, "¿De aventura, no?" A las que contestaba con una sonrisa. En verdad sí que eran aventuras, porque era un territorio desconocido, pero la finalidad era distinta. Poner orden en los dominios del Inquisidor era una tarea muy dura. Estefanía se alejaba y Galbart, aún con la sonrisa en los labios, se fijó en la figura de la puerta. La conocía y levantó ligeramente el brazo para llamar su atención, aunque los cánticos le daban mil vueltas a su forma de llamar la atención. Era la primera vez que, desde el solsticio que se iban a ver. Al menos, directamente.

El escocés siempre la vigilaba.
Carrie.


Se paró delante de la puerta y sin darse cuenta se estaba colocando bien la ropa y el pelo. En cuanto fue consciente de que intentaba estar guapa para el de Caitness sonrió medio avergonzada por su actitud infantil, respiró hondo y abrió la puerta con contundencia. Giró la cabeza levemente oteando la taberna. Nunca había estado ahí y quería situarse y ver qué tipo de gente se movía por ahí. Recordó la primera vez que llegó a Valencia y tuvo que decidirse por una taberrna, vió algunas que parecían un poco "conflictivas".

Rápidamente le vió, él le hizo una señal y ella se acercó directamente hacia donde estaba sentado. Dejó su capa y lo que llevaba en una silla cercana, se sentó a su lado y le miró con una sonrisa, indecisa sobre como debía saludarle en público, no se atrevió a besarle, ni tan solo darle un beso en la mejilla, le sonrió y le dió un empujón hombro con hombro a la vez que acercó su cara al de él para susurrarle un simple hola.

Levantó la mano y se giró para pedir una cerveza a la joven tabernera, pero en el mismo instante ya tenía la jarra en la mesa. Ella musitó un gracias mientras observaba una mirada de complicidad con Galbart y hasta una sonrisita. ¿Sería que era la primera vez que veían a Galbart con una mujer o por el contrario era una de tantas? Desechó la idea y le pegó un buen trago a la jarra.

-No sabía si te encontraría aquí, pero me alegra que estuvieras y no tener que esperarte sola.

Echó otra ojeada alrededor, no conocía a nadie de ahí, y aunque todo parecía bastante tranquilo quien sabe en una taberna cuando pueden cambiar las cosas, muchos hombres, mucha cerveza, un pequeño malentendido y... cualquier cosa podía pasar.

-No sé si te había dicho que nunca había estado aquí.- bebió de la jarra- ¿Qué tal fue tu día?
- ¿No habías estado nunca? Pues la posada la regentan Amalia y su hija Estefanía. La que te ha servido la cerveza a mi señal cuando entraste es la hija. Y puedes relajarte, no hace falta que mires tanto alrededor, es un lugar tranquilo, y si hace falta me ocupo yo para que siga siendo así. Es lo mínimo que puedo hacer para agradecer lo bien que me han tratado siempre.

Él le explicó un poco como había sido su llegada y que pronto se estableció en la posada, que si les traía leña, que alguna vez había tenido que coger a alguno del cuello para poner paz, pero que nunca la cosa había ido a mayores, parecía que la gente tenía claro que no quería tener problemas con el escocés y respetaban el lugar. Ella le escuchaba atenta y sonriente pero se daba cuenta de lo que estaba haciendo. Siempre hacía lo mismo, evadía cualquier pregunta relacionada con sus ocupaciones.

Hablaban, reían, pero el de Caithness era reservado en algunos temas y eso a Carrie... la inquietaba. Temía que sus sentimientos nublasen su razón, Galbart era especial para ella, confiaba en él, pero, ¿no estaba pecando de confiada? ¿No sería que estaba bajando demasiado la guardia? Había muchas cosas que no sabía de él.

Bebieron, bastante y la pelirroja pensó que quizás podría aprovechar aquel encuentro para saber algo más de Galbart. Algo que dice mucho de las personas es el lugar donde vive y también cómo lo hace. Quizás ver su habitación le daría alguna pista de quien era Galbart Donan, aunque sinceramente no confiaba mucho en ello, su intuición le decía que su aura misteriosa se mantendría.
- Hmmmm oye, ¿porque no me enseñas tu.. habitación?

Él no contestó a su pregunta, apuró la jarra y le dirigió una sonrisa pícara a la vez que se levantaba. Ella hizo lo mismo, cogió sus cosas y le siguió. Esperó un instante mientras se acercaba a Estefanía y le decía algo, y subieron.
-Pasa, no te quedes en la puerta

Ella sonrió y caminó tímida por la habitación. Buscando algo, algún detalle, cualquier cosa que le hablara de él, pero... como ya había supuesto no había nada, y nada es... nada. No había nada a la vista. La habitación era sencilla pero agradable, una cama, una mesilla y una cómoda sobre la que había una caja de madera tallada, seguramente pura decoración, ya que estaba segura que si la abría no habría nada ahí. Fue hacia la ventana y miró la calle desde arriba, una pareja muy acaramelada salía de la taberna esquivando un par de muchachos que entraban en el establecimiento pegando voces.

Se giró y vió a Galbart de pie, observándola entre curioso y divertido. Ella se acercó y le pasó el brazo por encima mientras le besaba con pasión. Se separó de él mirándole mientras sonreía y caminaba de espaldas. Se sentó en la cama, se dejó caer hacia atrás apoyando los codos y le preguntó- hmmmm ¿y que tal se duerme aquí?
Galbart


Se duerme bien, sí. Pero supongo que no querrás comprobarlo ahora mismo. Le sonrió y despojandose de la espada y de su ropa se abalanzó contra ella.

Un gallo cantó. La oscuridad de la noche aun estaba presente y el frio se metía por cualquier rendija. Daba gracias a Amalia por haberle dado la habitación más cercana a la salida de humos de la chimenea. Al menos, durante gran parte de la noche, la habitación permanecía caliente. El escocés se levantó y abrió la ventana, muy poco, lo justo para que entrara aire fresco y le desperezara. Sin embargo, se quedó mirando un punto en el infinito, con las manos apoyadas en el el alfeizar. Estaba desnudo sí, pero aquel bofetón de aire le sentó mejor que nunca y además, le hizo recordar que él mismo había vencido a unas fuertes fiebres como consecuencia de un largo invierno. Cuando empezó a temblar, cerró la ventana y caminó hacia la cómoda. Allí había un pequeño cofre que contenía ortigas. Una planta cuyas hojas acababan en punta y que según contaban, tenía una propiedad fundamenta, que era que mejoraba la circulación de la sangre. Cogió un puñado y se frotó con ellas por todo el cuerpo. A los pocos instantes se convirtió en un masa de sarpullidos rojos, no muy fuertes pero que hacía contraste con el color blanco de su piel. Dejó pasar un momemnto mientras movía los brazos, se agachahaba y se volvía a levantar, pero nunca se rascaba y eso que había zonas que era imposible evitar arrascarse. Aún con todo, el picor fue desapareciendo y fue cuando aprovechó para vestirse. El calor era reconfortante. Entonces y sólo entonces miró a Carrie que dormía placidamente. Era consciente de lo que intentaba aquella mujer, pero no lo conseguiría.

Como siempre, Galbart era el primero que se despertaba y era el que se encargaba de encender el fuego. Cuando empezaba a coger calor, volvió a su habitación. Carrie había dado una vuelta. La miró casi sin detenerse, iba a la cómoda al segundo cajón, a coger los tres rollos de papel que tenía enrollados. Eran pequeños, no llegarían al palmo. Allí había órdenes de lo que debía hacer. Y por supuesto había cumplido. Los cogió y antes de marcharse de alli se acercó a la cama y le dio un beso en el hombro. Al salir de allí, cerró la puerta y tiró los papeles al fuego. Cascó dos huevos y se los cocinó para comerselos con un ansia descontrolada. Los huevos fueron acompañados de pan, media hogaza que había puesto a tostar en el fuego. Amalia apareció por alli dandole los buenos días, como todos los demás. Era una mujer muy agradable. Pero debía salir y tenía que dejar instrucciones.

Amalia, tengo compañía en la habitación. Se fijó en que clareaba. Bueno, quiero que la trates como si fuera yo. Bueno, de hecho es noble. Tiene el título de Gentildama del Reino de Valencia. Su acento aún provocaba la risa de Amalia, Galbart sonreía y le restaba importancia, pero seguía hablando. Aun así, con lo del título nobiliario, Amalia parecía interesada en aquella chica. No todos los días se tenía a un miembro de la nobleza en una habitación. Sea como fuere, no le comentes nada de lo que me dedico... Bueno sí, puedes decirle que tengo emm, dinero invertido en un negocio. Nada más. Le sonrió. Ah sí. Fue a la habitación y le dejó la cantidad pactada, más un extra, de escudos. El pago por un servicio tan bueno y leal como era aquel que le daban aquellas dos mujeres. Y sin decir nada más, se marchó de allí.

Si ella quería, sabría a lo que se dedicaba el escocés, pero él no se lo iba a poner nada fácil. Aunque aún no sabía muy bien por qué no se lo decía. Misterios de la vida.

_________________
Carrie.


Sintió frío y se acurrucó bajo las mantas tapándose hasta la nariz. Estiró el brazo y se dió cuenta de que estaba sola en la cama. Al cabo de un rato entreabrió un poco los ojos y no vió a nadie. De repente una idea le vino a la mente y abrió los ojos como platos. Era su oportunidad.

Se puso en pie de un salto y voló hacia la caja. Había ortigas. ¿Ortigas? Sí, ortigas, era... curioso, ¿para qué tenía Galbart ortigas en el cofrecillo de su habitación? La cerró con cuidado para no tocarlas y fue al único mueble que había en la habitación, la cómoda. Cuatro cajones, el primero con algunas pocas prendas de ropa, en el segundo vió unos papeles, los miró rápido por encima y unos rollos de papel, iba a desenrollar el primero pero entonces oyó un ruido. De un salto se metió en la cama y escuchó atenta ¿sería Galbart que volvía? Por si acaso cerró los ojos y se hizo la dormida. Al oir la puerta se quedó muy atenta, oyó a Galbart pasearse por la habitación, abrir un cajón de la cómoda, pasos... y ahora se acercaba a la cama. Sintió sus labios en el hombro y esperó...

Al cabo de nada salió de la habitación. Ella se quedó aún un rato quieta hasta que oyó sus pasos alejarse. A saber hacia dónde se dirigía. Él seguía hermético y a ella no le hacía ninguna gracia tener una .. amistad.. relación o lo que fuera lo que tenían.. con alguien del que no sabía a qué se dedicaba. ¿De dónde sacaba el dinero para pagar la pensión y sus gastos? Suspiró y sonrió al recordar el beso que le dió antes de salir.

Se levantó de nuevo, caminó de puntillas y fue directa al segundo cajón. Los papeles ya no estaban ahí. No podía ser de otra manera, el misterio continuaba, ¿había algo importante en esos papeles? Seguramente no lo sabría jamás. Como aún era temprano y la cama cómoda decidió quedarse un poco más en la cama. No se sentía orgullosa de registrar su habitación pero... ¿qué podía hacer si él no quería hablar con ella, porqué no confiaba en ella?

Se quedó dormida otra vez y al abrir los ojos se vistió y bajó. Estaban madre e hija. Amalia la invitó a sentarse y la muchacha le sirvió un buen desayuno. Carrie le dió las gracias y aprovechó para preguntarle con aire inocente:
-Y entonces Galbart.. ya no volverá hasta la noche o acostumbra a comer aquí?

Fue apenas perceptible pero se dió cuenta de la mirada que compartieron madre e hija. Ella dió un bocado.

-Pues, no sé señora. Depende del día, con él no se sabe nunca.

No se la veía muy cómoda, pero Carrie quería saber más cosas.

-Hmmm y cuando... Bueno, no, nada, nada.

Pensó que no sacaría información de aquella jovencita y quizás la ponía en un aprieto, ya encontraría la manera de conseguir información. Además seguro que la chica correría a contar al escocés que la Gentildama con quien compartía cama iba haciendo preguntas sobre él. Tenía que ser más discreta.

Terminó de comer y al ir a pagar no le dejaron, diciendo que el sr. Donan les había encargado de que se encargasen de atenderla. Ella dejó un par de monedas a modo de agradecimiento, se envolvió en su capa y salió a cumplir con sus obligaciones...

De camino al regimiento se le ocurrió... ¿y si? Estaba indecisa.. ¿No sería mejor insistir hasta que él mismo se lo contase?
Galbart


Estaba en el alto de un acantilado. Al frente, el mar. A su espalda un pequeño bosque, no muy frondoso y en el que se podía ver el otro lado, sin necesidad de forzar la vista. El de Caithness estaba envuelto en su capa, negra y deshilachada y aunque Amalia se empeñaba en remendarla, esta tenía la costumbre de volver a romperse. La capucha le protegía del viento en la cara. Estaba sentado con las piernas recogidas y ante él, el sonido del mar, enfurecido y avivado por una tormenta que se dirigía desde el norte hacia ellos. Aquel sonido del romper de las olas con la roca unido al frio viento, le transportó a Wick, a Thurso, a las costas de los gélidos mares del norte. Lo echaba de menos, sin duda alguna, pero eso no lo sabía nadie… o eso creía él. El oleaje era fortísimo y muchas veces se imaginaba como sería ser arrastrado por una ola de tal tamaño y con aquella fuerza. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Deseó entonces que no hubiera pescadores faenando, o militares tanto amigos como enemigos en los mares. Sin duda alguna la muerte por ahogamiento tenía pinta de ser la peor de todas. Un trueno lo sacó de sus pensamientos. Y como si de un amigo fuera, sonrió, Aquí estás, pensó. La tormenta estaba llegando e impactaría con fuerza, tenía pinta de durar al menos un par de días. Unas gotas de lluvia cayeron en las pestañas del escocés y le devolvieron a su mundo, un mundo en el que la lluvia y el frio significaban hogar. Pensó también en Carrie, de hecho era por ella por lo que estaba allí, meditando. Las últimas preguntas, que le había hecho era, cuanto menos, poco discretas, o eso pensaba el de Caithness, que esperaba no tener que contárselo nunca. Sin embargo, evaluó las dos vías, contárselo y no contárselo. Pensó fríamente en ello y decidió, al fin, ir a contárselo aquella misma noche. No cabía duda de que la tormenta tenía algo que ver, quizá tuviera en ella el mismo efecto que él, tranquilidad, relajación y recuerdos del hogar, del frio norte de Escocia. El relincho de Beleno le devolvió al mundo de los vivos. Si relinchaba podían ser dos cosas, o había alguien… sí, ni siquiera pensó en la segunda. Había alguien. Se levantó y se dio la vuelta, y como si de un personaje de una leyenda se tratara, al desenvainar la espada el sonido del trueno le acompañó. Aquello, cuanto menos, dejaría sin palabras al más escéptico de los escépticos. Y si había alguien allí y lo había visto, podría haberle metido el miedo en el cuerpo. Avanzó con cuidado, fijándose en el suelo y en su entorno, hacia su caballo. No apreció huellas, ni tampoco alguna posible amenaza. Sin embargo decidió asegurarse y dar un par de vueltas por allí cerca. Cuando estuvo satisfecho, se volvió al caballo. Para entonces la lluvia ya llegaba con algo más de intensidad y de ahí a un rato… los Dioses sabrían. Antes de marcharse de allí, clavó la mirada en un punto que le llamó la atención. Detuvo a Beleno, pero cambió de idea y antes de enfermar, prefirió irse de allí.

Ya en la posada, y una vez se hubo cambiado de ropa, pidió una jarra de vino, la cual estaba un poco aguado y aquello le gustaba. Nunca había bebido vino y si lo hacía, prefería que estuviera rebajado con agua. Amalia y él se pusieron al día, Galbart le contó hasta la experiencia… “paranormal” que había tenido en el acantilado. Ella le restó importancia y le achacó aquello al cansancio o a algún animal salvaje. Y aunque Galbart no se lo creyó, alzó la jarra y bebió como gesto de aprobación. Por cierto Amalia, esta noche no estaré, ¿podrías encargarte de la ropa? Apuró la jarra mientras Amalia se quejaba. Pero, ¿lo harás? Preguntó. Galbart, ¿no me escuchas cuando hablo? Sí, lo haré. Rió. ¿No te has acostumbrado al idioma? El escocés sonrió y ladeó la cabeza, ella rompió a reír. Si algo había aprendido el de Caithness era que sonreir podía sacarle de muchos líos. Antes de marcharse cogió carne y pan de la cocina de la posada. No lo echarían en falta y si lo hacían… jé, ya se lo pagaría otro día.

Un perro dormía en la puerta de la casa de Carrie. Se puso de pie en cuanto vio al escocés acercarse y le ladró. Hey lad, calm down.* Llovía mucho, quería acabar con aquello antes de que se empapara. Se acuclilló y le ofreció su mano para que la olisqueara. El perro le olió y dio un par de vueltas al escocés, ladró y se sentó. El de Caithness le acarició y se metieron en casa, después de utilizar la llave. No perdió un segundo y se puso a avivar las llamas. Mientras hablaba en alto para que el perro se tranquilizara. Mientras el fuego cogía fuerza, echó la carne y migas de pan en una sartén y la puso en el hogar de la chimenea. Su plan consistía en darle una sorpresa y después contárselo todo, ¿qué podría pasar? Yaay, are you hungry boy?** El escocés se acomodó en una de las sillas frente al fuego y le tiró un generoso cacho de pan al perro que empezó a comer a sus pies. ¿Sería aquel el perro del que le habló Carrie? Le gustaban los perros. Se desacomodó para avivar el fuego. El perro, entonces, se levantó y se quedó sentado mirando a la puerta al tiempo que Galbart se sentaba. Escuchó lo justo para darse cuenta de que tenía razón, iba a ser un temporal muy duro. Hola señorita. Sonrió al fuego.

Menos mal que has llegado, si no la cena habría sido un desastre… dijo avergonzándose mientras se le escapaba la risa. Galbart casi no sabía cocinar y en aquella ocasión el “casi” no existió. Durante la cena hablaron de trivialidades mientras eran interrumpidos por truenos. Hablaron de todo, del día, de las cosechas que igual se perdían si el tiempo este duraba mucho… Una vez Maël me dijo que las tormentas hay que entenderlas como a las personas. Le echó los huesos al perro y se levantó a por un par de manzanas. Nunca entendía lo que quiso decir. Bueno, saqué un par de conclusiones pero no me gustaron, digamos que no di con la verdadera, bueno… verdadera en el sentido en el que yo entiendo qué es la verdad. Se acercó a la mesa y le posó una manzana a su lado a la vez que se sentaba. Pero no he venido a hablar de Maël. Verás, cuando nos separaron en la prisión, me llevaron ante el inquisidor. Supuse que sería un juicio, pero me equivocaba. Hablamos de los pueblos en general, de sus creencias, sus defectos y sus fortalezas. Y hablamos de mí. Le conté lo que soy, de dónde soy y cómo soy. También me preguntó por lo que hacía y si disfrutaba con ello… Y cuando le pido que me queme con mi espada, me dice, no te voy a quemar… trabajarás para mí. Le dio un mordisco a la manzana y masticó hasta tragar. Acepté. Le pegó otro mordisco. Nuestra seguridad a cambio de trabajos para la Santa Inquisicion Valenciana. Bueno, ahora Arzobispado. Sonrió con amargura. Se fijó en ella. Desde entonces me he dedicado a poner paz en el Reino de Valencia en nombre de Nicolás Borja y de la institución que representa. Puedes pensar que en tu cargo estás a salvo que no te pueden hacer daño, o incluso que tienes una espada y no sé que. Pero no es de ellos de los que te tienes que defender, sino de su poder. Su poder hizo que me salvara. Su poder es capaz de quemar reyes, no te olvides de eso. Defiendete de su poder. Dijo esto último casi susurrando.

Un susurro en la noche.


*Ey, amigo, tranquilo.
** Chico, ¿tienes hambre?

_________________
Carrie.


Había un par de barcos que habían amarrado en el puerto y ella fue para comprobar que todo fuera correcto y no tener ninguna sorpresa desagradable. De todas maneras no podría poner impedimentos al atraque puesto que la tormenta era espectacular y además iba en aumento. Si cualquier barco estuviera en el mar practicamente significaba una muerte segura en esos instantes, no era raro que se hubiesen apresurado a buscar puerto.

En cuanto terminó con el papeleo y ya estuvo todo en regla se fue a casa. Cada vez llovía más y estaba empapada, espoleó el caballo para llegar cuanto antes, tenía unas ganas enormes de quitarse la ropa mojada y ponerse delante del fuego. Cuando llegó a casa dejó al caballo en la cuadra, lo secó y le dejó comida y agua.
Miró hacia la chimenea de casa y vió como salía humo. Sabía lo que aquello significaba, Galbart la estaba esperando. Corrió hacia la puerta y cuando abrió tuvo una sorpresa del todo inesperada, no sólo Galbart la estaba esperando, sinó que además estaba... su perro!!!! Se le echó encima, la llenó de lametazos y no paraba de saltar, correr, volver a saltar a llenarla de babas... Ella reía y le abrazaba, le acariciaba e intentaba calmarlo pero no había manera. Galbart miraba la escena de reojo divertido.
-Has crecido mucho bribón, ¿dónde diantres te habías metido?

En cuanto pudo se alejó del perro que decidió seguir correteando por la casa dando coletazos por todas partes y ella se acercó a Galbart, le besó intensamente sin abrazarle para no mojarle y le susurró un hola que junto con el brillo de sus ojos significaba mucho más eso, era un que bien que estés aquí, me encanta encontrarte en casa y hasta un te quiero y quiero que te quedes.. Pero sólo fue capaz de susurrar un simple hola, lo de expresar sentimientos no era una habilidad que hubiese desarrollado mucho.

-Voy a quitarme esta ropa mojada y vengo rápidamente, esa carne... - él la miró con una sonrisa traviesa- no, no... esa carne-señaló la que había en el fuego- tiene buena pinta...-le miró ella ahora traviesa y añadió- aunque la tuya... también- le guinó un ojo y fue corriendo a la habitación.

Fué difícil cambiarse de ropa con el perro dando vueltas a su alrededor pero en cuanto terminó se fue junto a Galbart. Cenaron tranquilos, hablando de todo un poco mientras el perro comía en el suelo junto a ellos. Cogió la manzana que le dejó a su lado y le escuchaba hablar sobre las tormentas, sobre Maël. Pero su expresión cambió al decir Pero no he venido a hablar de Maël. Ella se quedó muy seria escuchándole.. así pues su visita tenía un motivo. Aquello la intranquilizó, aunque no supo muy bien porqué y le escuchó atenta, cuando nos separaron en la prisión él hablaba más lentamente, como si escogiera las palabras que iba a decir, se notaba que aquella conversación no le hacía sentir cómodo. … trabajarás para mí. Inconscientemente dejó de comer y le miraba detenidamente sin decir nada.. él mordió la manzana y continuó Acepté. El corazón le dió un vuelco, ahora sí entendía cómo le habían dejado salir tan rápido y no le gustaba nada lo que oía. Nuestra seguridad a cambio de trabajos para la Santa Inquisicion Valenciana. Bueno, ahora Arzobispado Él le sonrió amargamente y ella.. le miraba fijamenteDesde entonces me he dedicado a poner paz en el Reino de Valencia en nombre de Nicolás Borja....Defiendete de su poder. Apenas un susurro...

Sentía que el mundo se hundía a sus pies, él, él, estaba trabajando para el inquisidor Nicolás Borja. Le miró a los ojos con el semblante extremadamente serio, se sentía desolada y triste. Él no parecía nada contento tampoco con la situación y le intuía preocupado. Reaccionó ante todo eso como jamás lo hubiese imaginado, se dejó llevar por sus impulsos, le abrazó muy fuerte y ella también le susurró..

Te quiero...
Galbart


Ella hacía amagos de roncar. Estaba acurrucada en su pecho. "No tienes ni idea de lo que significaba eso", se decía una y otra vez. En verdad, ¿qué significaba que Carrie le quisiera? Estaba claro que el de Caithness no es un objeto que alguien quiera tener. No. Iba más allá. Metafísica pura. Ella hablaba del querer a otro ser por el simple hecho de ser. Bueno, quizá no llevado tan al extremo, pero algo parecido. Sin duda alguna habría alguna condición más para que se le hubiera declarado de aquella manera. Galbart pensó, incluso, en que podría tener un hijo suyo gestándose dentro de ella. Lo descartó y rápidamente pensó en multitud de escenarios posibles. Aunque, si realmente ella estaba enamorada de él, ¿por qué no se lo había dicho antes? ¿Sería la sinceridad un estimulante sexual? Ante tal idea el de Caithness no pudo evitar sonreir al techo. Y entre aquellas divagaciones, se revolvía en sueños aquella mujer. Galbart pensó en la primera vez que la vio en una taberna en Valencia. Era la mujer más guapa que había visto sin duda alguna.

Hola. Le interrumpió. Pero él, estaba dispuesto a pensar en alto. Sería Agosto. Llevaba un mes y medio de viaje. Había pasado una noche genial y la tarde siguiente, calurosa como el infierno, decidí pasarla bebiendo cerveza y vino en una posada de la ciudad. Pero entonces, ¡BLAM! apareciste tú. Me hiciste correr durante dos días e incluso después, me apuñalaste en la pierna. Ahora le apretaba contra él y alzaba la voz. Y después me puse al servicio de Nicolas Borja para mantenernos a salvo. Luego te conté cosas de tu padre, de Maël, al que todavía llamas "el Druida", sonrió, alivió la presión y bajó la voz, qué menos que quererme, ¿verdad? Soltó una estruendosa carcajada y le dio beso en la cabeza. Cuando se hubo calmado, siguió hablando, ignorando a Carrie, si es que había dicho algo. No esperes que lo diga con frecuencia. Palabras, palabras son, y se las lleva el viento. Escribir, te las escribiré, porque solo el fuego puede borrarlas. Y demostrarlo, te lo demostraré todos los días, porque de recuerdos si que vive una mente.

_________________
Carrie.


Se levantó de la cama y se fue a la cocina con la excusa de ir a buscar un vaso de agua. Él se había quedado en la cama, parecía contento y satisfecho de sí mismo, pero ella.... a ella le habían dado qué pensar sus palabras...

Empezaba a arrepentirse de haberle dicho que le quería, no podía evitar quererle y los sentimientos hacia él eran los que eran tanto si le gustaba como si no, aún queriendo evitarlos no lo había conseguido, pero...

Pensó en todo lo que habían pasado juntos, en lo que él le había revelado que para "mantenernos a salvo" había usado el plural, se había puesto al servicio de Nicolás Borgia... pero.. ¿no se habría puesto igualmente si tan sólo la vida de él hubiese dependido de ello?... claro que sí... no lo hacía por ella, lo hacía por él. Además.. había sido incapaz de corresponderle diciendole que él también la quería.. lo evitaba claramente, eso sólo podía querer decir una cosa... que no la quería.. acaso eso de demostrarlo cada día.. no era también palabras, las mismas que él decía que se las lleva el viento.. O quizás sí la quisiera pero era incapaz de decirselo... Suspiró con cara triste, pensando lo peor, como hacía siempre. Un .. "yo también" como respuesta tampoco era tan difícil de decir...

De nuevo se sentía confusa, la cabeza le decía una cosa y el corazón otra... Sentía que algo no funcionaba como debía funcionar, tenía miedo... pero no se veía con ánimos de hacer frente a la situación. Intentó convencerse de que no pasaba nada, pero no lo consiguió.. No esperes que lo diga con frecuencia. ..demostrarlo, te lo demostraré todos los días .. ¿El qué? si era incapaz de decirlo ni una sola vez... aquello parecía un acertijo más que una declaración o lo que pretendiera ser aquello.

Entró en la habitación, cogió la ropa, y mientras la recogía mirándole de soslayo le susurró algo parecido a: tengo que irme, ya nos veremos y eso... Salió corriendo, se vistió rápido en el salón esquivando al perro y salió.

Se quedó pegada a la puerta, pensando que seguro Galbart se habría quedado con cara de no entender nada, aquello era claramente una huída.. pero... eso era lo que mejor se le daba... huir de los problemas... Se despegó de la puerta cogiendo aire, se envolvió en la capa y corrió...

Galbart


Hasta luego, le gritó desde la cama. ¿Por qué ya no hablaba en su lengua natal? ¿Y por qué ella tampoco lo hacía? Era algo en lo que pensar muy seriamente. Él, sin embargo se quedaría dormido para más tarde despertar con el perro en la cama, a su lado.

So, boy, what's your name? Barking dog? Guardian dog? haha, who knows. * Pero no contestó. Claro que no va a contestar, idiota, es un perro no una persona.

No quiso levantarse de la cama y volvió a quedarse dormido con el pensamiento de que volvería. Es su casa, tiene que volver.


*Chico, ¿cuál es tu nombre? ¿Perro ladrador? ¿Perro guardián? Jaja, quién sabe.

_________________
Carrie.


Se paró en seco. No. Más huidas no. Ya se había pasado el tiempo de huir, se estaba portando como una niña y no como lo que era o debería ser, una mujer hecha y derecha y además... ¿acaso no era ella Maestre de Camps? ¿Qué diantes haces, Carrie?-Dijo en voz alta. Le pegó una patada a una piedra que tenía delante suyo y dió media vuelta y caminó enfurruñada, farfullando sin cesar, con paso rápido y decidido hasta que llegó a casa de nuevo.

Empujó la puerta con todas sus fuerzas y se dirigió directa a la habitación sin tan siquiera molestarse en cerrar la puerta. El perro salió juguetón a su encuentro pero un gruñido de ella, indicándole con el brazo extendido que se fuera y los ojos saltando chispas le hicieron entender claramente que era mejor salir calladito. Con la cabeza baja y la cola entre las piernas se dirigió fuera de la casa.

Ahora sí, se plantó en medio de la habitación mientras Galbart abria tímidamente los ojos y se desperezaba al verla de nuevo ahí.

-Túuuu...- hablaba casi gritando, parecía estar aún pensando qué iba a decirle, mientras intentaba ordenar las ideas en su cabeza.

- Tú!!....-Estaba furiosa consigo misma por su reacción y no sabía cómo empezar- Tú...Oh Dioses!! Que rabia!!!

Miró alrededor con ganas de romper algo, pero lo descartó, de nuevo miró a Galbart que se había incorporado en la cama y le miraba entre desconcertado y divertido.

-Tú!! Galbart Donan de Caithness... Te crees que puedes poner toda mi vida del revés como si nada... huyo de mi casa por ti... me paso años de un lado a otro... por ti. Llegas un buen día, me encuentras y me persigues para matarme.. me capturas, te hiero, pero te salvo-pone los ojos en blanco- me meten en la cárcel.. por ti otra vez... despapareces y cuando creo que ya no te veré más apareces en mi casa y me dices que vas a cuidar de mi, que me ofreces tu vida. Vienes y vas cómo y cuando te apetece con esa llave que nunca me pediste, me preparas el desayuno, me hablas de mi padre.. y a mi... -aprieta los puños con fuerza- a mi... va y no se me ocurre otra cosa que... enamorarme de ti ¡¡maldita sea!!.. He estado tiempo negándomelo.. no estaba dispuesta a aceptarlo.. porque no eras claro conmigo, me escondías cosas.. me preocupaba estar enamorada de alguien que no conocía lo suficiente...pero.. me cuidas, me vigilas, pasamos una noche del solsticio increible, ¡¡me regalaste una capa!! me hablas de hojas y viento.. me acompañaste a la ceremonia del juramento del vasallaje, hemos pasado muchos días y noches... pero aún así sigues siendo esquivo con mis preguntas...Luego vienes y sin más me cuentas a qué te dedicas y yo ...- siente como si le abandoran las fuerzas- yo.... te digo que te quiero.. me da igual si trabajas para Nicolino, si lo haces por ti, por mi, por los dos.. yo sólo sé que te quiero, y que no quiero que me hables de hojas y viento ni con acertijos, ni que me hagas promesas que no puedas cumplir, sólo hay una cosa que me importa y que quiero saber y quiero oirtelo decir porque lo necesito... . -Hizo una pausa, cogió aire y suspiró para hablar casi en un susurro- sólo quiero saber una cosa de ti Galbart Donan... Exhaló con fuerza ... quiero que me digas si me quieres Antes de que él pudiese decir nada continuó- Y.... y si es que sí, quiero que esa llave que me cogiste la utilizes cada día para venir aquí, conmigo cada noche y que te despiertes conmigo cada mañana...

Bajó los ojos al suelo y suspiró de nuevo. Levantó poco a poco la mirada y bajando aún más la voz dió un par de pasos acercándose a los pies de la cama.

-Pero si no es así, si no me quieres, o no eres capaz de decírmelo, prefiero que me lo digas tambien, aunque me duela, pero... necesito saberlo de una vez por todas y oírtelo decir. No quiero grandes promesas, sólo necesito saber... eso

Se sentó a los pies de cama, mirándole detenidamente. Esta vez no se iría sin tener la certeza, para bien, o para mal.
Galbart


¿Qué ostias...? Se desperezó lentamente mientras escuchaba unos pasos. Ella le gritó. Se incorporó en la cama y sonrió aunque no estaba seguro de si sonreía o hacía otra cosa. Sea como fuere escuchó atentamente las palabras que ella decía.

Creía que te lo había dejado lo suficientemente claro, pero veo que aún no me expreso con claridad. Hizo una pausa para echarle una mirada. Tienes la camisa del revés. Ella le fulminó con la mirada. Mira, te crees que me cuesta decirte que te quiero, pero no es así. Yo te quiero. Lo que pasa es que muchas veces, se incorporó y se arrastró hacia ella, las palabras no acompañan a las acciones. Son como las amenazas, ¿de qué sirve amenazar si luego no vas a cumplir? Además, ¿qué es eso de que yo no cumplo las promesas? Se levantó de la cama, aun desnudo, y tumbó a Carrie en la cama. No la tumbó, la empujó y acto seguido él se tumbó encima suyo. Los besos del escocés pronto impactaron en su cuello. Se alejó para mirarle a los ojos. El de Caithness hablaba en serio, Utilizaré esa llave para venir aquí. Y por si no te quedaba claro, te quiero. Le arrancó la camisa y pronto estuvieron los dos desnudos. El contacto con su cuerpo, el temprano olor a sexo de la habitación, estar con ella. Las caricias en todo el cuerpo, pronto se convirtieron en besos en los pechos, el cuello, sus cálidos labios... para posteriormente pasar al acto sexual. Las respiraciones acelaradas, los gemidos ahogados, el sentirse el uno al otro...

Ahora vengo, hacía media hora que había terminado y estaban los dos abrazados en la cama, como en los relatos amorosos que le contaban a sus hermanas cuando él era pequeño, pero el frio podía ser letal. Caminó deprisa a cerrar la puerta y vio al perro tumbado en la misma. Come on boy, go inside. Antes de cerrar una figura se quedó clavada a unos diez pasos de él. Le miraba de arriba a abajo. El escocés saludó y cerró la puerta. Cuando volvió a la cama, le contó lo sucedido a Carrie. Rió y el perro subió a la cama. ¿Cómo se llama este buen chico? Y le dedicó unas cuentas caricias.

_________________
Carrie.


Ahora vengo Dijo mientras se deshacía de sus brazos para ir a cerrar la puerta. Ella se quedó mirándole embobada como iba corriendo a cerrar la puerta y sonrió feliz y tranquila al fin recordando sus palabras, las que tanto había deseado oir de sus labios. No le quitaba los ojos de encima ¡Dioses que cuerpo tenía el de Caithness! Levantó las mantas para que se colocase rápido de nuevo dentro de la cama, seguro que estaba..... uahhhhh sí, lo estaba!!! congelado!!!. Le abrazó y le frotó los brazos y el cuerpo para que entrase rápido en calor de nuevo mientras él le contaba como hacía nuevas amistades con los vecinos. Ambos reían cuando el perro saltó encima de los dos buscando también su ración de mimos. Ella le acariciaba para resarcirle de su mirada de malhumor de antes.

¿Cómo se llama este buen chico?
-Pues no tiene nombre aún, se lo iba a poner, pero.. me tuve que ir, él desapareció y... pues que no tiene nombre el pobre, aún... ¿Cómo le podemos llamar?

Estuvieron un rato hablándolo y decidiéndolo, que si Odín, Perro, Boy... Galbart hacía bromas con el nombre, que si un nombre gaélico, Grad, que si le llamas tal te asesino... de pronto Galbart propuso Cusíz....

-¿Cusíz? ¿Signfica algo, Cusíz?
Pues claro que no, ¿qué va a significar? ¿Es que todo tiene que significar algo?
- No, no, claro que no- le dijo ella dándole un empujón cariñoso en el hombro. Se acercó a sus labios, le besó laaaargo... hasta que el perro se impuso separándoles poniendo el morro entre los dos y empujando reclamando atención.. Vale vaaaaaaaaale Dijo Carrie separándose de Galb.Parece que sepa que estamos hablando de él. Le cogió por la cabeza y le hizo tumbarse a los pies, pero el perro disimuladamente iba avanzando para acercarse a ellos otra vez.

Hmmmmm Cusíz... Cusíz.... a mi me gusta... ¿qué te parece?
- Qué más da, es un nombre para un perro, mientras tenga uno, Cusíz está bien, sí.
-¿Y a ti, Cusíz? ¿Te gustaría llamarte así, Cusíz? ¿Sí?

La respuesta fue que de un salto estuviera encima otra vez de los dos bañándoles a lengüetazos.

Cusiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiz paraaaaaaaaaaaa yaaaaaaaaaaaaaa Dijeron los dos al unísono.
Galbart


¿Quieres ir a buscar el palo? Cuisíz le miraba con la cabeza ligeramente ladeada, acababa con su paciencia, ¿cómo iba a atacar a alguien si ni siquiera sabía ir a por un palo? Galbart lo dejó para otro momento y volvió a casa, Cusíz iba tras él. Al fin y al cabo era buen perro, daba cuenta de la gente que venía a casa ya que levantaba la cabeza y se quedaba mirando la puerta. Además era leal y eso es lo más importante. Acarició al perro y este se lo agradeció con un par de lametazos en el pantalón.

Cuando aprendas a ir a por el palo te enseñaré a cazar. Empezaremos por unas gallinas, ¿qué te parece? Las del vecino tienen buena pinta, ¿eh? Su expresión era divertida mientras seguía acariciando al perro. ¿Qué me dices chico? ¿Quieres jugar? El perro se volvió y quedó mirando al de Caithness. Aquella palabra la entendía bien. Jugar. El escocés miró al frente y volvió a la trasera de casa.

Muy bien Cusíz, yo creo que debemos empezar por... ¡AQUÍ! y se abalanzó contra el perro y este, hábilmente, saltó hacia atrás. Se puso en posición de jugar, con el culo más levantado que el resto del cuerpo y movía el rabo, ese gesto lo interpretaba el escocés como un desafío, el perro le decía, "Vamos, cógeme". Tirando a lo práctico, el escocés entrenaba su agilidad. La primera vez que se le ocurrió el juego, se había dado cuenta de que era muy lento. Lo achacó a su tamaño, claro. El escocés entre medias, también se puso en posición de juego, se encogió sobre si mismo y avanzaba lentamente hacia Cusíz. Percibió que la figura de Carrie se acercaba por detrás del perro, también de manera sigilosa. Entonces el escocés cambió de táctica.

Cierto Cusíz, yo no seré capaz de atraparte nunca me rindo. Estoy a tu pi... a tus patas. Entonces se arrodilló. A su servicio, señor perro. Carrie tocó a Cusiz por detrás y este salio corriendo por todo el lugar como un loco.

Venga Galb, levanta, ponte allí a ver si lo cogemos. El escocés, diligentemente, obedeció. El perro seguía desatado corriendo entre ambos. En una de estas el escocés echó a correr detrás de él. La situación debía de ser de lo más cómica porque Carrie se estaba riendo. Fue entonces cuando el perro se tiró contra Carrie y empezó a darle lametazos por toda la cara. Ella seguía riendo y con el para, para que le gritaba a Cusíz. Fue entonces cuando el escocés, casi sin aire, echó a reir.

Buen chico Cusíz.

_________________
Carrie.


No paraba de lamerle la cara y no podía quitárselo de encima. Galbart miraba la escena divertido y se veía claramente que no iba a ayudarla. Alargó un brazó y cogió una piedra... ¡¡Cusiz!!! !!Busca!! ¡¡Buscaaa!!! La lanzó bien lejos y el perro.. curiosamente se fue a buscarla corriendo como loco.

Galbart se quedó con la boca abierta que casi le llegaba al suelo y Carrie se levantó del suelo con cara de suficiencia.

No le gustan los palos para jugar, le gustan las piedras.

Pronto Cusiz perdió interés en la piedra al ver algún animalillo corretear por ahí, parecía querer cazar algo, quizás una lagartija, quien sabe. Carrie se acercó a Galbart, le cogió de la mano y le sonrió.

¿Sabes? Llevo días pensando algo que creo ya es hora que haga. Quiero.. cambiarme el apellido por el de mi verdadero padre, por el de Mäel. El apellido Dingwall sólo me trae malos recuerdos y, además, tu.. juraste matar a todos los Dingwall-le guiñó un ojo- será más seguro dejar de serlo por si se te cruza otra vez esa idea por la cabeza- le dijo a la vez que le daba un codazo- Además ¿tu serías capaz de en...? No se atrevió a terminar la pregunta. ¿Cuál era su apellido? Cuéntame algo más de él, ¿sí? Se cogió de su brazo y le besó en el cuello con ternura invitándole a caminar en dirección a la casa.
See the RP information <<   <   1, 2, 3, 4, 5, 6, 7   >   >>
Copyright © JDWorks, Corbeaunoir & Elissa Ka | Update notes | Support us | 2008 - 2024
Special thanks to our amazing translators : Dunpeal (EN, PT), Eriti (IT), Azureus (FI)