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[RP] El éxodo

Ibelia.jordan



La comitiva con la de Sagunt al frente, cabalgó ligera hasta el puerto aquella madrugada cuando el sol ya asomaba por levante, sus rayos acariciaban débilmente sus rostros.
La suave brisa que llegaba del mar arrastrando los aromas de salitre y yodo movía las capas de los guardias y las damas a las que acompañaban.

Los aldeanos que ya andaban trajinando por el puerto, estaban acostumbrados a ver a la Marquesa y su guardia personal aunque todos alzaban el rostro para contemplarla a su paso, ella amable iba saludando a unos y otros ya que con muchos el trato era habitual. Conocía a casi todas las familias que bajo su protección poblaban el Feudo.

Durante el trayecto hasta los muelles, había estado cavilando en la posibilidad de dejar que el Pellicer las acompañara, sabía que lo iba a encontrar en el barco y que seguro utilizaría una estratagema o apelaría con todas sus artes para hacer cambiar a la dama de opinión. Siempre había conseguido sus propósitos y por muy enfermo que hubiera estado, Ibelia en aquella semana había vuelto a verlo como su esposo y no un desvalido cuerpo sin espíritu, al que cuidaba por el deber adquirido.

Simplemente debería variar un poco su hoja de ruta y tenerlo entretenido en las transacciones comerciales mientras se llevaba a cabo el encuentro con el Duque de Montagnan. Por el momento le parecía precipitado hacerle conocedor de tales asuntos privados, no fueran a preocuparle en demasía.

Al subir al barco buscó a Ysuran, mas parecía que se escondiera como polizón o quizá se había equivocado y todo lo imaginado no se cumpliera y marchara al Tierras de Languedoc sin saber que había sido de él.

Se encontraba en estos pensamientos cuando no pudo contener un profundo suspiro al oír la voz del marqués a su espalda. Un ligero temblor la sacudió antes volver su rostro hacia él.
-Me temo que es a mi a quien buscáis mi señora.
Sus palabras la derretían como la nieve bajo el sol, casi no escuchaba lo que decía, pues en esencia sabía lo que le iba a pedir.
Aguantó muy seria con cierto aire altivo, sabía que al marqués le gustaría. Después contestó con el tono mas ceremonioso que encontró en sus registros de cosas importantes.

-Mi amado esposo, tenía gran pesar por no poder despedirme de vos. Dolor por alejarme tan pronto de vuestro lado; pero este viaje estaba previsto desde antes de vuestra recuperación. Escucho vuestras palabras y
sabéis que nada podría negaros cuando me habláis de este modo.
Y ya que prometéis estar de buen humor sin protestas ni quejas, recobrar la salud y disfrutar de nuestra compañía contemplando el mar. No me quedará más que aceptaros como compañero de viaje.

Lo único que os pido para sellar nuestro pacto, es . . .
Dijo acercándose al caballero, despojándose de sus guantes, puso sus manos en el rostro del hombre con suave caricia y susurró . -. . . que me dejéis hacer, sin preguntar.
Si es así, disfrutad del viaje.


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Ysuran


Ysuran se dejó acariciar por su esposa, mucho había aprendido la mujer de sus armas femeninas durante este largo año, tanto sabía de ellas que había nuevamente conseguido distraer al Pellicer para que aceptara su condición sin poner él las suyas ni cuestionarla. Dejaría que ella dirijese cada movimiento de viaje y observaría todos y cada uno de los tratos que hiciese.

El barco entonces comenzó a hacer lo que debía, el punte se subió a bordo y comenzaron el desamarre, no tenía muy claro donde iban, pero sabía que partían, para comerciar en pos de Sagunt. Extendió entonces Ysuran a su esposa invitandose a caminar junto a ella y su hija hasta el timón donde esperaban a la marquesa para dar las ordenes del rumbo.

- Y bien esposa, ¿Qué bienes transportamos?¿Vino de Sagunt?¿Pieles, utensilios y herramientas?¿hierro o piedra? Preguntaba el marqués en una batería insesante de posibilidades, esperando saber todo de boca de su esposa.

Ya frente al timón soltó su mano para dejarla maniobrar y se situó junto a ella, a su derecha, sintiendo desde ahí como el viento acariciaba su rostro y despenaiba su cabello según aumentaba la velocidad del Bebita que parecía conocer cada palmo de la mar que recorría, cosa que no era dudable, pues bien conocidos eran varios viajes de la marquesa por las costas levantinas y sus incursiones río Ebro arriba.

Llegó un momento que incluso se sintió un poco mareado, mucho tiempo había pasado en una cama para ahora no notar el vaivén de la estructura de madera que había inventado el hombre tanto tiempo atrás para surcar el mar. Se apoyó entonces sobre la barandilla que había frente al puesto que ocupaba su esposa, esperando que se le pasase la malestía a lo que ayudaría mirar un punto fijo que lo encontraría en el mecanismo del ancla de estribor.

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Ibelia.jordan




La marquesa, quedó perpleja por la reacción de Ysuran, nada tranquila con la aparente sumisión, esperaba que su esposo debatiera con ella aquella decisión propuesta por la dama que pretendía relegarlo a un segundo plano.
-¿Es que va a aceptarlo sin luchar? ¿Si que le ha ambiado la enfermedad? Ya no comprendo las reglas del juego.
Se decía Ibelia. -Sin oponerse, sin templar la sangre en las venas y lanzar unos gritos que luego fueran sometidos a debate para al final llegar algún acuerdo común. ¿Que es lo que le ha pasado a mi caballero?
Más no fue así, el hombre la acompañó al timón sin más. Ella en su interior echaba de menos esa chispa que los hiciera explotar y volver a ser dos corazones y un mismo latido atronador capaz de conmover los cimientos de un reino.

-¿Te encuentras bien? No deberías fatigarte. Preguntó con preocupación al Pellicer al ver como demudaba su rostro al tiempo que se apoyaba en la baranda.
Indicó al segundo que tomase el timón y continuase rumbo Nordeste. Miró a su hija con alarma en el rostro al tiempo que recorría el pequeño espacio que les separaba. Acercándose al caballero le tomó las manos y sintió que estaba frío como el hielo, rozó su frente con sus labios con instintivo gesto maternal para comprobar su temperatura.

-Te necesito en plenas facultades, querido, ya que te empeñaste en acompañarme no pensarás que vas a estar sin trabajar.
Quería que sus palabras tuvieran un matiz jocoso para restar importancia a la leve indisposición de su esposo.
-Si lo deseas podemos ir a mi camarote y te informo de los detalles, Responderé complacida a tus preguntas delante de una copa de vino y diré que nos traigan algo de comer, hace horas que saliste de casa y seguro que lo hiciste en ayunas.

Ofreció su brazo como apoyo para facilitarle el recorrido sin que nadie se percatara de su estado. Mientras bajaban las estrechas escaleras de madera que llevaban a los camarotes Ibelia pensaba en la posibilidad de contarle todo el asunto que tenía entre manos con el duque francés, era un peso que quería quitar de su conciencia y ya no podía guardarlo más tiempo. Que fuera lo que el Altísimo quisiera. Intentaría elegir bien las palabras para que Ysuran no se enfadase demasiado, aunque visto como se tomaba todo era incluso probable que lo dejase impasible.

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Ysuran


El Pellicer aceptó de buen grado el brazo que le tendía la pelirroja, quizás está en el interior del barco le ayudaría a acostumbrarse al vaivén en un mar que por suerte estaba tranquilo. La escalera que bajaba al camarote principal se le antojó un reto, se sentía como un niño que da sus primeros pasos, pero poco fue adaptandose al movimiento y acompasando sus pasos, tanto que al llegar al final de la escalinata, de doce peldaños pino con borde más oscuro de abedúl, ya era capaz de caminar con normalidad.

El camarote que se presentó ante él le evocó recuerdos tristes, la última vez que estuvo allí fue en el viaje a Aragón con su esposa sin memoria y sobre todo fue la vez donde él se pasó un año en sin moverse de una cama. Sin embargo ver la pantalla de cristal ricamente decorada con las armas de Sagunt, que permitía ver el mar que iban dejando tras de sí, fue una experiencia que le daba tranquilidad y le permitiría concentrarse en las palabras de la marquesa quien ponía vino y algo de comer frente al caballero que lo aceptó de buen grado, dado que gracias a las palabras de Ibelia había caído en el hecho de que no había comido desde la noche anterior, lo que le hizo sentirse un poco estúpido, las prisas le habían aconsejado mal y no tomó ni una triste pieza de fruta en su huída nocturna hacia el barco.

Ahora más repuesto, hasta el color le había vuelto a mudar, ya parecía una persona viva y no un cadaver abrazado por la nieve, estaba dispuesto a escuchar atentamente a la dama, estaba deseando de saber los destinos fijados por la marquesa y los negocios que en ellos se plantearían.

- Bien ilustre Dijo Ysuran, clavando sus ojos grises en la mujer y haciendo gala de sobreactuado protocolo en aquella recurrente broma que gastaba a su esposa en la que la trataba por su nobleza. - ¿Cómo irá el viaje?¿Dónde vamos y qué negocios trataremos? Dijo ya un poco más serio, deseoso de saber todo ahora que podía pensar sin sentirse mareado por el barco al que se había acostumbrado.

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Ibelia.jordan




Tenía frente a si al padre de sus hijos, con el que tantas cosas compartiera en el pasado y tanto cariño profesaba, mas aquel momento se hizo algo tenso.
-¿Como le voy a explicar que vamos a Montpelier por un negocio que nos implica a toda la familia? Y lo que es peor que lo he mantenido al margen y tomado decisiones por mi propia cuenta. Pensaba
La dama dejó que comiese con apetito los quesos y el dulce de membrillo que les habían servido. Vertió el vino en las copas y dio unos sorbos esperando aclarar sus palabras y pensamientos.

-Bueno esposo, como me consta que os han informado de mis negocios ya vuestro espí . . . digo fiel sirviente, no voy a negar que el comercio se ha extendido hacia las tierras de Languedoc y que vamos cargados de uvas y olivas y miel, espero volver con productos de lujo que en el puerto de Montpellier arriban los barcos que vienen de Oriente.
Pero es mejor que te cuente desde el principio para comprender el compromiso que nos une en aquellos lugares lejanos.

La dama tomó un poco de vino, dejó su copa sobre la mesa y comenzó su relato.

-Como todos los inicios, abrirse camino en el extranjero y más con un producto que en aquellas tierras lo hay en abundancia, no ha sido un camino de rosas.

En un viaje perdimos buena parte del cargamento por un extraño ataque ya cerca de la costa; hubiéramos perecido a no ser por el duque de Montagnan que nos ayudó a remolcar el barco a puerto y nos acogió en su castillo.
Fue muy amable, un caballero, bien parecido, galante y distinguido, aunque soltero y con fama de conquistador.

Tomó un sorbo de vino haciendo memoria de aquellos días.

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Ysuran


La relación de hechos e ideas de la marquesa empezó tras un silencio en el que sin duda se destilaba que la mujer estaba organizando sus ideas o reuniendo valor para exponerselas al Pellicer, que esperaba ansioso beber cada una de las palabras de la pelirroja como el sediento espera agua en el desierto. Y finalmente la lluvia se hizo, la marquesa empezó su discurso, aunque la forma en que lo hizo casi atraganta al consorte, ella sabía de su manejo con Abelardo, se veía sorprendido en la oscuridad, la rabia se amontonó en su mirada, pero no contra ella sino contra sí mismo, haber esperado que semejante mentegato como era el mayordomo le hubiese servido bien era un insulto a la inteligencia propia y de su cónyugue.

Intentó replicar, pero no tuvo opción ni atrevimiento, se sabía derrotado de antemano, algo que no le gustaba, odiaba perder, su ambición y orgullo, comparables a su bondad, se veían ahora dañados y con la sola salida de digerir el trago amargo de haber sido descubierto. Dejó entonces seguir a la Jordan, simulando una tos por un mal trago del vino.

La ponencia de los hecho continuó, pero no mejoraban, justo después de la enumeración de mercancías vino la explicación de como funcionaba el comercio, hecho que disgustó a Ysuran, todo parecía depender de un duque que cuya descripción hizo explotar al de Sagunt.

- ¡Teneos esposa! No me gusta como se dan estos acontecimientos...¿A qué debemos tan buen negocio y generosidad de semejante botarate? !Más os vale que reduzcais detalle en vuestra charla y vayais directa al grano¡ - Gritó Ysuran enfurecido levantandose de la mesa con brusquedad, la sola idea de verse ultrajado por a quien tanto amaba era un veneno que no podía destilar en su interior y se veía abocado a escupirlo.

- ¡Voto a bríos! Que si ese malnacido ha deshonrado mi casa verá arder la suya y perderá toda parte de su cuerpo con que mancillare nuestro honor...¡¡Yo mismo me encargaré de ello!! Exclamó mirando desafiante a su esposa desde la superioridad que le daba estar de pie y ella sentada, la cual parecía mostrar cierta burla en el rostro, lo que hizo dudar a Ysuran, ella parecía divertida lejos de avergonzada... ¿Sería pues que él estaba equivocado y había interrumpido antes de tiempo?...

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Ibelia.jordan




La interrupción del Pellicer sobresaltó a la marquesa, que miraba con perplejidad a su esposo a medida que iba subiendo el tono hecho un basilisco. Ibelia no podía dejar de mirarlo con ironía porque aquella era la reacción del Ysuran de siempre; impaciente, impetuoso, vital y enérgico, aunque no hubiera razón para su enfado en aquel momento. -Parece que la sangre vuelve a mover su espíritu. Pensaba Ibelia.

-¡Teneos vos! Si no quereis ofender a vuestra esposa más de lo que se merece por guardaos ausencia tanto tiempo. Soltó la marquesa poniéndose a la altura de su esposo al levantarse de su silla.

-Solo deseo hablar del tiempo que afronté decisiones importantes en nuestra vida sin teneros a mi lado.
Ya de por si es duro sentir que es posible que haya errado en las decisiones adoptadas que también afrontar la pregunta de si debí ser más o menos discreta al acompañar a un caballero a una fiesta.


La sangre había enrojecido sus mejillas por la vehemencia de sus palabras, irradiaba calor sofocante que la dama notaba casi con asfixia, necesitaba tomar el vino de golpe para calmarse.
Volvió a sentarse sin mirar a su esposo que permanecía de pie frente a ella.

-Si quieres prosigo con mi relato omitiré detalles aunque creo que no tengo nada de lo que avergonzarme, a no ser el que siempre peco por pensar en el bien de mi familia, antes que mi propio bienestar, incluso cuando estuvieren ausentes. Miró inquisitiva al Pellicer esperando su reacción.


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