Kossler
Principios de setiembre. Aunque otras veces el tiempo propiciaba la maduración de la uva a mediados de agosto, en ésta ocasión, la vendimia había empezado en setiembre. Apenas un par de días antes, se habían empezado a recoger las uvas que tenía en los terrenos cercanos a Burgos. Debían llevar casi la mitad. Ahora, faltaba por recoger las que tenía en sus tierras de Toledo. Una misma clase de uva, pero sembrada en una tierra diferente y que, por tanto, daba lugar a vinos distintos, con matices variados.
Quería aprovechar la tarde para estar presente en la recolección, para poder ver la calidad de la uva, el estado de los viñedos y de paso, dar un paseo. Con el éxito que tenían sus vinos en territorios extranjeros, tendría que plantearse adquirir nuevas tierras y probar con distintos tipos de uva.
-Siempre llega tarde. -Le susurró al cochero, apoyado sobre el carruaje, flanqueado por soldados de la Guardia Real, montados a caballo.
Estaba esperando por su esposa. Cuando llegaran, subirían al carruaje, cruzarían la ciudad, abandonarían Toledo y recorrerían el camino real alrededor de una hora hasta llegar a sus tierras. Luego de dar el paseo, merendarían unas uvas con un poco de vino de la añada anterior y tras la puesta de sol, se verían obligados a regresar al Alcázar. Tomarse aquellas prebendas le separaban de los asuntos de estado y pese a ser el Rey y saber que su voluntad era ley, Kossler no quería despreocuparse de sus nueve reinos. Sentía la responsabilidad sobre sus hombros y quería dar a Castilla un legado que perdurara tras su muerte.
Se miró las uñas, limpias, mientras esperaba. Ya se ensuciarían durante el día, pensó. Cansado de la tardanza, apoyó la mano en el mentón, algo fastidiado por el dolor de la pierna derecha.
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