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Casa Pellicer i Jordan

Ysuran


Ysuran escuchó la respuesta de su hija y tras dar la orden a Nana flor para que se retirase continuó explicando como llevar al caballo, la siguiente y última lección del día sería girar al caballo.

- Bien Aliena, ya que sabes ir más rápido o más lento, lo siguiente es saber como girar, lo que debes hacer es tirar hacia tí del lado de la rienda a la que quieras ir, el caballo se dirigirá en esa dirección.

Tras hacerla practicar un poco con él de cerca le dijo:

- ¿Preparada? Ahora vas a ir sola.

Dio una palmada al caballo y se quedó mirando a la niña montar por el recinto, lo hacía bastante bien, cosa que alegró al Pellicer.

Cuando pasó un rato pidió a Aliena que se acercase hasta él, la ayudó a desmontar y juntos fueron al despacho de Ysuran para escribir la carta. El barón sacó un trozo de pergamino, la pluma y el lacre para firmar cuando hubiese terminado.

- Dime pequeña, ¿Qué quieres poner?

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Alienaa


Tras aprender las nociones básicas y en cuanto su padre vio que las controlaba, le dejó dar una vuelta sola. El animal respondía rápidamente a las órdenes de la niña y terminó la lección sin ningún mal acontecimiento.
Aliena estaba muy feliz, cuanto más aprendía, veía que el animal lo comprendía y era capaz de controlar la situación, más le entusiasmaba. Recién había bajado del caballo y ya deseaba volver a subir. Pero tanto el animal como ella debían descansar y además tenían una carta que rensponder.

Una vez en el despacho, su padre tomó asiento ante el escritorio y aupó a la niña sobre sus piernas. Cogió un bote de tinta y la pluma, además de preparar el lacre para posteriormente sellar la carta.


- Dime pequeña, ¿Qué quieres poner?


-¡Cuéntale acerca de las clases a caballo! - dijo aún alterada por la actividad.- Seguro que se pondrá muy contenta al saber que estoy aprendiendo y que lo hago tan bien.-Quedó pensativa y tras una breve pausa dijo con una vocecilla triste. -Y que le echamos de menos, le queremos muchísimo y tenemos muchas ganas de estar todos juntos.


Dicho esto se quedó contemplando como su padre iba escribiendo. Le encantaba la buena letra que tenían los adultos y deseaba de mayor tener una bonita caligrafía.
Ysuran


Ysuran asintió a las recomendaciones de la pequeña, tomó la pluma y comenzó a escribir la carta para su adorada pelirroja observado de cerca por la niña...

Cita:
Querida Ibelia,

Te escribimos la pequeña Aliena y yo, los demás están en el monasterio y en sus cosas. El clima aquí es mejor que en la capital, aunque aún no han llegado las calores que te hacen sentir que te derrites.

A nosotros también nos gustaría que estuvieses aquí, esperamos que sea pronto; cuando vuelvas podrás ver a la pequeña Aliena montar a caballo, hoy hemos tenido la primera clase y se ve claramente que es hija tuya, lo hace genial.

Te echamos de menos, este castillo no es lo mismo sin tu roja cabellera recorriendo sus pasillos.

Ysuran y Aliena; barón y baroncita de Sagunt.


Después lacró la carta y se la dio al mensajero para que la entregase...


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Alienaa


Se notaba la primavera sobre Segorbe, los días eran más largos y las noches no tan frías, llegando a ser algunas noches incluso cálidas.

Ahora que ya no era Tribuno, dedicaba mucho más tiempo a aprender. Su padre estaba siendo también su maestro y dedicaba a enseñarle matemáticas, a nivel más básico hasta que regresara su madre, y escritura. Y en sus ratos libres seguían las clases de montar a caballo, dedicando mayor tiempo los fines de semana, aunque aún no dejaba a la niña ir sola por el recinto.

Alienaa, sin quehaceres, decidió bajar a ver a su amigo al establo.
Le gustaba pasar las tardes hasta que anochecía con él, dándole heno, zanahorias que cultivaba ella misma en el huerto y cepillarle y limpiarle la cuadra mientras le contaba lo que había hecho durante el día, así como sus planes de futuro e ilusiones en la vida.

Después de terminar con el aseo del equino, le entraron muchas ganas de ensillarle y dar una última vuelta. Sabía que desobedecería a su padre, pero se veía capaz de hacerlo sola. Nunca le había pasado nada y ahora se encontraba en su oficina.

Ensilló al animal y con la ayuda de la valla de madera se aupó sobre su lomo. Le dio un golpecito para que se pusiera en marcha y salió al recinto.
Comenzó a paso lento, pero poco a poco fue ordenando al animal a aumentar su velocidad hasta ir a un rápido trote. Y así estuvieron hasta que la noche comenzó a dominar el cielo y decidió que era hora de volver a la cuadra.

Desmontó y liberó al animal de las correas. Y antes de volver a casa, se sentó en la valla para acariciarle y seguir contándole sus historias mientras observaba la luna alzarse sobre el cielo.
De repente observó que la luna desaparecía, poco a poco una sombra negra se la comía hasta hacerla desaparecer. Recordó entonces que un anciano, mientras paseaba en el mercado, le contó ese fenómeno. Pero ya le advirtieron que no debía confiar en los desconocidos y realmente no le creyó. Hasta ese momento.
Intentó hacer memoria de cómo le dijo el anciano que se llamaba, cuando le vino en mente.

-¡Eclipse!- Exclamó. Y miró al caballo. ¡Eclipse te llamarás. Si, me gusta! Eres tan veloz que haces sombra a la luna.

Y contenta del nombre que le había puesto a su caballo, volvió a la casa.
Ysuran


El trabajo cada día lo cansaba más y volvía a ocuparle más tiempo, la capilla heráldica continuaba a la espera de que los nobles acudiesen y el ejército era un sin parar de ordenes de unos y otros, pero todo confuso, además de las tareas típicas de la revista semanal entre otras, quizás era hora de dejarlo para que otros con más ganas ocupasen el cargo.

Era ya tarde cuando llegó a casa, el sol ya comenzaba a ocultarse, entró en el gran salón esperando encontrar a Azalea o a Aliena por allí, a Jousepe, ya había renunciado a verlo por casa, se pasaba el día en la catedral, sin duda era un gran siervo del altisimo, espereba que al menos, eso contará como puntos a favor a la hora de morir y ser juzgado en el más allá. Pero en el salón no había nadie, así que llamó a Abelardo que rápido estuvo allí, le había costado, pero iba aprendiendo.

- ¿Dónde están mis hijas?

Abelardo se rascó la barbilla mientras recordaba y respondió:

- Barón, su hija Aliena, está como es su costumbre, lustrando su caballo y su otra hija, la dama Azalea...creo que está en sus aposentos, descansando. ¿Necesita que la llame?

Ysuran negó con la cabeza, salió de la estancia, recorrió el pasillo, subió las escaleras y empujó suavemente la puerta de su hija Azalea, que allí ya dormía, era una chica muy linda que pronto volvería a traerle pretendientes a casa...se acercó a ella le dió un beso en la frente y la tapó porque parecía que tenía frio. Después se marchó, cerró la puerta tras él y bajó las escaleras para llegar a la puerta que daba a la parte trasera del castillo.

Caminó un rato y llegó a los establos, pero no había rastro ni de su hija ni del animal, marchó entonces hasta el recinto donde la había estado enseñando a montar y allí pudo encontrarla, la pequeña, desobedeciendo montaba el animal con gran experiencia, se le veía segura de si misma y controlaba perfectamente al equino. Ysuran sonrió, se dejó caer en la valla mientras pensaba que aquella niña había salido a su madre, aventurera que no aceptaba limites puestos por otros y que haría lo que considerase oportuno y fuerte, sin duda, se veía que era fuerte.

Tras esto se dio media vuelta, aún con la sonrisa en los labios y volvió al castillo, llamó a Abelardo nuevamente y le dijo:

- Asegurate de que la pequeña Aliena cena antes de irse a dormir y de que vuelve sana y salva de montar a caballo.

El mayordomo asintió e Ysuran se retiró a su habitación, la estancia era grande y le parecía fria sin su esposa, pero estaba demasiado cansado para pensar en eso, un nuevo día llegaría y pronto iría a Castellón.

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Alienaa


Aliena volvió contenta de su viaje a Castellón a pesar de que estuvieron menos tiempo del esperado, pero por fin había traspasado las fronteras de Segorbe por primera vez.
Lo que más le impresionó fue el mar y el fuerte olor a sal que desprendía, jamás lo había visto y quedó embobada al ver tal bello paisaje. Aquellas aguas infinitas le dieron mucho para pensar a la pequeña y más cuando un viejo capitán se paró a observar a la niña, que aprovechó el día para pescar, y le contó historias terribles de enormes monstruos que devoran a las personas que nadan hasta muy hondo o quienes bucean y no vuelven a la superficie, incluso habían llegado a hundir embarcaciones enteras. Historias para no dormir.

La niña había aprendido a hacer oídos sordos a ese tipo de gente, quienes muchos les tachaban de locos y sus padres ya le habían advertido también que no debía hacerles caso. Pero aún así había captado su atención y las historias cobraban vida de nuevo en la cabeza de la niña.

Por la noche se reencontró con su madre de nuevo después de tanto tiempo separadas y juntos los tres terminaron la velada en una taberna, aprovechando al máximo el tiempo para estar juntos antes de que un nuevo acontecimiento les separase. Pero por suerte, de nuevo toda la familia se encontraba en Segorbe.


Al día siguiente, como de costumbre, fue saludar a su fiel corcel.
Estaba limpiando las cuadras cuando detrás del pajar, entre baúles y polvo, encontró un viejo arco.
Lo sacudió para quitarle el polvo y observó que estaba agrietado y la cuerda poco tensa. No sería el ideal para tener en combate, pero era perfectamente útil para jugar.
Buscó por los alrededores palos finos que simularan ser flechas, creó muñecos de paja y junto a su caballo recreó una batalla.
A pesar de que no consiguió dar a ningún muñeco, la niña se lo pasó en grande y fue su nuevo juego favorito.

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Ricardo_rojatierra




Ricardo llegó a la Calle de las Rosas, en la parcela 111 se encontraba la Casa Pellicer i Jordan.

Le dejaron pasar tras identificarse, y cuando cruzaba cerca de las cuadras de la casa escuchó la voz de una niña. Se acercó, picado por la curiosidad y encontró allí a la joven Alienaa. Ella sóla, junto con un bonito corcel, simulaban defenderse de un temibles hombres de paja.

Le pareció que la niña era feliz jugando, e irradiaba una vivacidad y frescura que casi sólo es privilegio de los más jóvenes.

Cuando la joven damita paró un momento de jugar, Ricardo se acercó a ella, aplaudiendo, para que estas no se sobresaltara demasiado al verlo allí.

- Seréis una arquera tan magnífica como vuestra madre, joven - le dijo con soriéndole - No os asustéis, os lo ruego, creo que alguna vez me habréis visto junto a vuestro padre. Mi nombre es Ricardo.

El alferez se puso en cuclillas para situar su mirada a la altura de la joven.

Venía con intención de visitar a vuestro padre, pero se me ha hecho demasiado tarde. Y estaba pensando que quizás vos podáis hacerme un favor - le dijo al tiempo que le mostraba la dos botellas que acaba de comprar en el mercado - Quería entregarle en persona a vuestro padre, el Barón, una de estas botellas de vino ¿Serías tan amable de hacérsela llegar ?. La otra, decidle que es para nuestro querido menso. El sabrá a quien me refiero.

Ricardo le dejó las botellas en el suelo y se incorporó. Le acarició el pelo revorviéndoselo un poco y se marchó de nuevo, ahora sí, al cuartel del Regimiento.

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Alienaa


Aliena estaba absorta en su propia batalla.
Cuando paró a coger aire se dio cuenta de que un hombre le estaba observando y que ahora se acercaba a ella.

- Seréis una arquera tan magnífica como vuestra madre, joven - le dijo con soriéndole - No os asustéis, os lo ruego, creo que alguna vez me habréis visto junto a vuestro padre. Mi nombre es Ricardo.

Hizo memoria y recordó de verle en algunas ocasiones por la taberna e incluso de alguna visita anterior que hizo por casa.

Saludó al caballero cuando éste se puso en cuclillas.

-¡Buenos días Ricardo! Os recuerdo, sois amigo de mi padre y la familia. ¿Que necesitáis?

Venía con intención de visitar a vuestro padre, pero se me ha hecho demasiado tarde. Y estaba pensando que quizás vos podáis hacerme un favor - le dijo al tiempo que le mostraba la dos botellas que acaba de comprar en el mercado - Quería entregarle en persona a vuestro padre, el Barón, una de estas botellas de vino ¿Serías tan amable de hacérsela llegar ?. La otra, decidle que es para nuestro querido menso. El sabrá a quien me refiero.

-Mmm... Entergar botellas y una es para el menso.-Murmuraba para sí como recordatorio. -Bien, así se lo haré llegar.- le dijo sonriéndole.

Se despidió de ella revolviéndole el pelo y la niña le saludó con la mano.
Ató entonces el caballo en el poste de madera, se colgó el arco en el brazo y entró a casa para hacerle llegar el recado a su padre.

Tocó a la puerta y entró cuando le dieron permiso, su padre se encontraba descansando.

-Papá ha venido el señor Rojatierra y me ha pedido que te entregue estas botellas.- Le mostró las dos botellas alzando sus brazos. -Quiere que una de ellas sea para el menso, dijo que ya sabrías quién es.

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Azalea


Unos ojos curiosos se asomaron tras la puerta del dormitorio. Se desperezó de la siesta y tras unos minutos pensativa, se dio cuenta de que estaba aburrida... muuuuy aburrida.

Bajó las escaleras de tres en tres con intención de buscar a las cocineras con la intención de marearlas un poco con el desayuno del día siguiente o de encontrar "casualmente" a Lea y pedirle una lucha de espadas de madera.

Se mordió el labio sopesando cual seria la mejor de los dos, cuando vio la sonrisa angelical de su hermana y sus dos bracitos en alto. Los ojos de la rubia jugaron al ping pong entre una botella a otra y pensó que lo mismo si que se podrían entretener las dos, después de todo.

Se acercó ceremoniosamente hasta donde se encontraba Aliena y su padre.

¿Qué es eso Ali? ¿Lo has encontrado? ¿Es para nosotros? ¿Para comer? ¿Qué tiene? Preguntó con vocecita melosa
Andreu.


Lorgan saco un poco de su timpo para visitar a unos grandes amigos, que para el eran como su propia familia....monto en su caballo y se dirigio a la casa de Ysuran e Ibelia....hummm, espero ser bien recibido jejejje...penso mientras seguia galopando....
Alienaa


Su hermana llegó llena de preguntas.

-¿Qué es eso Ali? ¿Lo has encontrado? ¿Es para nosotros? ¿Para comer? ¿Qué tiene?-Preguntó con vocecita melosa.

-Hola hermanita, estas botellas las ha traído el señor Ricardo para nuestro padre y otro señor.- Le respondió enseñándoselas. -Son de vino, no sé que tal estará, pero tiene un color muy bonito y parece que está rico.

Abelardo irrumpió en la habitación avisando que el señor alcalde, Lorgan, se encontraba de visita por casa.
Ordenó entonces su padre que se retiraran y guardasen las botellas en la cocina y así obedeció acompañada de su hermana.

Por el camino hacia la cocina se cruzó con Lorgan a quién saludó alegremente.

¡Hola Lorgan! Que alegría verte por casa.- Sonrió.
Tengo que ir a dejar estas botellas a la cocina. Abelardo os acompañará a la sala y ahora ordenaré a las sirvientas que os traigan algo de beber y comer.- Se despidió y siguió su camino.

Cuando llegaron a la cocina pidió a las sirvientas que sirvieran al invitado y rápidamente quedaron las hermanas solas en la cocina.
Posó las botellas sobre el frío mármol y se dirigió a su hermana.

-¿Alguna vez lo has probado? He visto que a los adultos les gusta mucho... ¡hasta les hace reír!- Rió de forma malvada, como siempre que tramaba algo. -Malo no puede ser.

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Ysuran


Ysuran había estado descansando, cuando Aliena llegó con el obsequio del Rojatierra, el joven alferez no se tenía que haber molestado, pero agradecía el gesto de su amigo y le enviaría una nota a casa agradeciendolo y cuando volviese de su cruzada lo invitaría a comer.

Azalea también había llegado y ambas niñas charlaban, cuando Abelardo apareció para indicar que Lorgan había llegado, así que Ysuran pidió a sus maravillosas baronesitas que se marchasen a guardar las botellas e indicó a Abelardo que hiciera a Lorgan pasar.

Lorgan entró e Ysuran lo invitó a tomar asiento diciendo:

- Buenas tardes alcalde, que sopresa tenerte de visita, por favor toma asiento, enseguida traeran algo para que puedas tomar y comer.

Dedicó una sonrisa y se inclinó en su asiento un poco, para continuar diciendo:

- Pero mientras, dime, ¿Qué te trae por aquí?

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Ibelia.jordan



Ibelia galopaba hacia Sagunt, hacía días que no veía a su familia y los echaba de menos. Sus obligaciones en el ejército la mantenían alejada de ellos aunque siempre estaban en su pensamiento.

La mañana era fresca, el sol se alzaba sobre las tierras de Sagunt y el mar cercano propiciaba un olor característico en el ambiente.

Espoleó su caballo a la vista del Castillo y su corazón comenzó a latir más deprisa, bordeo la aldea por el camino de subida al castillo. No quería que ningún acontecimiento retrasase el reencuentro familiar.

Al llegar al Portón los guardias reconocieron su blasón de inmediato abrieron las puertas con un ligero saludo de bienvenida.

Siguió a caballo cruzando el patio de armas hasta la zona noble y hubiese seguido así, hasta la mismísima habitación de su esposo si uno de los caballerizos no la hubiese parado. -Baronesa, bienvenida es un placer tenerla de nuevo aquí.

La dama descabalgó rápida y con una ligera sonrisa dijo - Gracias, yo también estaba deseando volver. Espero que mi familia no haya salido. ¿Esta el barón en casa?
Preguntó algo impaciente.

La verdad que había llegado sin avisar para darles una sorpresa y esperaba que estuvieran todos en casa.

Ante la afirmación del hombre y sin que nadie se lo impidiera llegó hasta la puerta de entrada subiendo la escalinata de dos en dos peldaños, mientras se quitaba los guantes y la capa.

La puerta fué abierta por el mayordomo Abelardo.
-¡Buenas Abelardo! Parece increíble pero me alegro mucho de veros.

Le dijo entre risas mientras pasaba delante de él quitándose el Yelmo y dejando suelta su cabellera pelirroja.
-¿Donde esta mi familia?

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Azalea


-¿Alguna vez lo has probado? He visto que a los adultos les gusta mucho... ¡hasta les hace reír!

Azalea se quedó boquiabierta y luego empezó a reírse con ella. -¿Cómo puede caberte esa risa de maldad en ese cuerpecito?-

Con su cara de pilla habitual, miró a ambas puertas de la cocina, que empezaba a llenarse de nuevo tras haber llevado el aperitivo de la mañana al alcalde y a su padre.

Se plantó delante de la puerta obstruyendo el paso y volvió a colocar esa sonrisa angelical que tan bien le salía.

-Bueeenos días Rosalía- la cocinera, que ya la tenía calada, se la quedó mirando de arriba a abajo mientras buscaba la pieza hurtada de la cocina. La rubita aprovechó para guiñarle un ojo a su hermana, que ya estaba manos a la obra. -Hace un día preciosisimo, ¿no cree?-Miró de reojo a Ali y ahora si que afloró a sus labios una sonrisa sincera.
-Bueno pues... eh... ya no la entretengo más. ¡Hasta luego! Y salió disparada hacia la puerta trasera que daba al jardín.
Abelardo.



ABELARDO

Abelardo abrió la gran puerta, dejando pasar a la baronesa, iba con prisa aún así se paró a hablarle:

-¡Buenas Abelardo! Parece increíble pero me alegro mucho de veros...-¿Donde esta mi familia?

El mayordomo sonrió timidamente, no sabía si alegrarse o sentirse ofendido, pero bueno, demasiado que aún no lo habían despedido, así que respondió:

- Noble, su esposo se encuentra en el salón recibiendo al alcalde y sus hijas Azalea y Aliena corren por toda la casa, creo haberlas visto salir al jardín...¿Quiere que las busque?

Después miró de arriba a abajo a la baronesa, veía el cansancio que la mujer traía, así que preguntó:

- ¿O prefiere que pida a las sirvientas que le preparen un baño y la cama?


Se quedó esperando ver la reacción de la dama que al fin había vuelto a casa después de mucho tiempo, eso mejoraría el humor del Pellicer que estaba más duro de lo habitual.
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