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Casa Pellicer i Jordan

Leaford


Escuchó las palabras de Ysuran -Me tendréis que poner al día sobre los deberes que tendré que cumplir, más vale saberselos antes de que meta la pata. Buuuueno mientras eso pase dentro de bastantes años quizás me deje casar. Le contestaba mientras leía su partida de adopción y admiraba el blasón que ahora tendría que representar.

Nada más acababa de hablar con quién es su nuevo padre la pequeña de la familia se abalanzó sobre él dedicándole unas cariñosas palabras, la sentó bien en sus piernas para devolverle el abrazo [color=blue]-Me alegra oírte escuchar eso pequeña. Que consecuencias serán, que miedo me dais las dos.[/blue] Le dijo riéndose.

Su mirada se posó en Ibel cuando empezó a hablar y la escuchó atentamente. No tenía nada más que decir, así que levantó la copa y brindó con todos.
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Azalea


Acabó de brindar sonriente con el resto de la familia y aguardó a que sus padres acabaran de hablar para acercarse a su nuevo hermano.
-Felicidades Lea, ya era hora. Has pasado de ser mi caballo para llegar al palacio real a convertirte en mi hermano- Le dijo bromeando y lo estrechó en un abrazo fraternal a la vez que le susurró con cara de inocencia. - Pero has perdido la inmunidad. Ali y yo lo vamos a sentir muchiiisimo-

Y volvió a su sitio aguantándose la risa.
Ysuran


Ysuran observó entretenido como todos felicitaban al joven Leaford aunque lo que más le gustó fue la semi-amenaza de las niñas, que le daban a entender que ahora sufriría bromas...mientras no lo emborrachasen robando vino como ya habían hecho...no sería algo muy duro.

La celebración duró hasta altas horas de la noche pero al final tuvieron que tomar la decisión de ir a dormir. La vida seguía al día siguiente y todos tenían tareas que realizar así que Ysuran llamó a Abelardo para que acompañase a Crimea al cuarto que habían preparado para ella y a la nana para que llevase a las niñas al suyo. Él y su esposa se despidieron de Leaford que se dirigió a descansar también y fueron a la habitación principal.

La noche pasó y un nuevo día esperaría a la gran familia...

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Erzsebet_bp


La charla que tenía con Aleida era divertida. En el interior del carruaje no paraban de reír en esas charlas que son muy comunes entre un par de amigas, porque eso era Aleida para ella, su mejor amiga. Antso había decidido no ir con ambas en el carruaje sino a caballo, cuidando de ambas y acompañándolas.

Aquel día habían decido recorrer la ciudad de Segorbe antes de partir a Castellón, hasta que los hermosos parajes de los caminos que recorrían la hicieron desviar su vista por la ventanilla del carruaje - Mira Aleida, que bonitas tierras - asomó su cabeza llamando a uno de su escolta - dígame ¿dónde estamos precisamente? - a lo cual el escolta respondió - rodeamos la baronía de Sagunt, mi señora - ella agradeció y regresó su vista a Aleida - ¿y si les damos una visita? la Baronesa me invitó una vez y hasta ahora no pude cumplir con ir a visitarla ¿estás de acuerdo? - al aceptar ella con una sonrisa y preguntar a Antso quedaron todos de acuerdo en que era una gran idea. El joven Borja tras la decisión dio la orden de que fueran guiados hasta el mismísimo castillo.

Las tierras de la Baronía son fértiles y hermosas Aleida - le comentaba justo cuando el carruaje ingresaba al castillo, naturalmente tras ser anunciadas. Cuando el carruaje se detuvo, ambas descendieron con ayuda del hermano de Aleida - espero no interrumpir. No es muy correcto llegar sin aviso - miró a Aleida a la vez que paseaba la vista en las paredes del castillo esperando a ser recibidas - ya lo sabremos - dijo Aleida con una sonrisa al ver como un heraldo corría a los interiores del castillo para anunciar su llegada.
Leaford


Andaba Leaford intentando entrenar a Winter en la parte trasera del castillo cuando el lobo se puso tenso y empezó a mirar de lado a lado -Que pasa, ¿problemas?- le decía a su fiel compañero -vamos guíame te sigo-.

Con el mayor sigilo que podía seguía al lobo hasta que se paró el joven miró en la dirección que Winter parecía indicar y vio unas figuras, intentó agudizar la vista para reconocer a alguno de los invitados -Parece que toca presentarse Winter, sígueme-.

Se acercó por uno de los laterales hacia donde estaban situados los invitados hasta que llegó a su altura para hablar -Saludos, no me suenan vuestras caras, soy Leaford Pellicer i Jordan y este de aquí- decía señalando al gran lobo blanco -se llama Winter, encantado de conoceros- dijo haciendo una leve reverencia.

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Aleida


Las dos jovenes estaban esperando ser recibidas por alguien de la familia. Aleida por su parte, estaba algo emocionada. No conocía las tierras de la baronía de Sagunt y le hacía una ilusión increíble poder concretarlo. Sabía que sería estupendo pasar todo un día allí, con muchas cosas que explorar. El viaje no había sido largo, por lo que no estaban cansadas. Luego de una corta espera, alguien se hizo notar.

Era nada más y nada menos que uno de los hijos. La joven Aleida sonrió, pero inmediatamente la sonrisa se trasnformó en pánico al ver a un inmenso lobo a su lado.

Algo temerosa y al ver que Erze no emitía palabra ante la presentación del caballero y su lobo, ella hablo: Muy buenos días, caballero. Mi nombre es Aleida Borja Berasategui y la joven de mi lado es Erzeberet de Berasategui i Pern. Es un placer conocerlo a usted y a su...- se quedó callada y miro detenidamente al lobo. Olvidó el nombre pronunciado por él y solamente acotó: ¿Muerde? Me gustaría acariciarlo...- decía la joven mientras acercaba temerosa la mano.

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Ibelia.jordan



La baronesa se encontraba en los jardines del Castillo de Sagunt aquel día de finales del verano cuando los rigores de la estación habían desaparecido y los paseos bajo el sol del mediodía se hacían agradables a la dama que disfrutaba de un poco de tiempo para su familia.

Abelardo se acercó hasta ella le comunicó que habían llegado visitas al feudo. -La dama Aleida, la Infanta Isabel acompañadas por el caballero Antso Borja. Su hijo Leaford está con ellos en el patio.

-Condúcelos de inmediato al salón voy en un momento. Sírveles un refrigerio mientras. Le dijo al mayordomo. La dama se alegró mucho de recibir visitas y rápidamente fue hacia la amplia estancia.

-¡Qué alegría recibirlos en mi casa! Les dijo cuándo hicieron ingreso en el salón. –Veo que ya han conocido a mi hijo Leaford, y a su inseparable amigo Winter.
La dama abrazó primero a Isabel - ¿Cómo estáis Infanta? Parece que hay buenas noticias de su majestad. Como ya sabéis somos buenas amigas.

Luego abrazó a Aleida y extendió su mano para saludar al Joven Antso.
-Me alegra verlos en mi casa, ¿cómo se encuentras sus padres y hermanas? Espero que pronto nos encontrarnos celebrando el regreso de todos los cruzados. Aleida usted también viajó a Francia ¿no es cierto?

La baronesa les invitó a sentarse.

-Tomen asiento y podremos hablar tranquilamente mientras nos tomamos un zumo o vino o lo que deseéis.

Uno de los criados traía a la mesa algunos bocados dulces y salados, golosinas, vino y refrescos.

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Antso


Y Antso, desde el anonimato, en medio de los guardias, cocheros y demás servidumbre que acompañaba al trío en su viaje hasta Morella, iba de lo más entretenido guiando la dirección del grupo visualizando el panorama que tenían en frente, apreciando la vegetación, jugando con los ruidos que escuchaba.
No era la primera vez que viajaba, desde que había cumplido los 16, una edad en la que ya era considerado adulto, y donde también había superado sus crisis de salud, se había dado a la tarea de recorrer el reino de punta a punta por el simple placer de conocer, y disfrutar todos aquellos que de joven no pudo realizar debido a sus distintas enfermedades.

Absorto iba mirando la huella de un animal que desconocía por el sendero que cruzaban intentando descifrar a quién pertenecía cuando la voz de su hermana junto a la de su tía Isabel le arrebataron la concentración.

A Sagunt será.

Concluyó con simpleza alzando los hombros. Jamás tenía reparo en desviar su trayecto, en cada vuelta de esquina podía existir una aventura, y él, precisamente no era reacio a ellas.
Un giro inesperado, y la especie de "caravana" ladeó su camino hasta el sendero que llevaba a las puertas del Castillo, mas su avanzar fue de la nada detenido por un joven que se acercó a ellos con un animal enorme a su lado.
Antso desmontó de su caballo con la mirada fija en el animal, como quien muestra una rareza a un niño pequeño. Su curiosidad, aquella que en oportunidades le hacía parecer extraño, estaba ahí de nuevo, y tras escuchar las presentaciones por parte del Pellicer, el Borja alzó su barbilla y sonrió emocionado.

¡Antso Borja & Berasategui! El placer es todo nuestro.

Realizó una cortes reverencia, y animado como estaba sin tapujos se atrevió a preguntar de inmediato, antes de que le alejaran de sus deseos, o bien le interrumpieran.

Disculpa que os pregunte de la nada, pero... vuestro animal, err... Winter ¿es un lobo? ¿Un lobo de verdad? Miró a los ojos a Leaford para luego bajar la mirada hasta el lobo y hacerle señas similares a las que se realizan a un perro para captar su atención.

Chasqueó por lo bajo con los dedos su mala suerte, más pronto que tarde aparecieron criados del lugar para ofrecerles entrar, interrumpiendo así la lista de dudas que el joven Borja ya había elaborado para realizar al recién conocido.
Hizo señas al séquito para que les siguieran y atendieron las instrucciones que fuesen a darle, cuando el mensaje fue entregado, él mismo se dejó conducir por los extensos pasillos del jardín y más tarde del recinto hasta un salón donde la Baronesa les recibió.
Antso sonrió al ofrecimiento, acomodando sus ropajes, realizó una leve reverencia y besó la mano que le tendían.

Más alegres estamos nosotros baronesa de que nos recibáis en vuestro hogar. Lamentamos mucho no haber anunciado con tiempo, ésto ha salido como idea de la nada, idea concebida por Isabel, que hay que reconocer, nos sedujo a todos con ella.
íbamos rumbo a Castellón a buscar una amiga para llevarla a Játiva, y acompañando a la tía que se trasladará. Mis padres y hermanas se encuentran bien, muchas gracias. Espero que vuestro esposo e hijos estén de igual modo.

Antso codeó a su hermana Vos sois la enterada sobre las cruzadas y el regreso, hablad, hablad hermana mía. Insistió para que comenzara su diálogo, y tomó asiento como le indicaron.

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I'm back B**
Erzsebet_bp


Todo iba sumamente bien, Aleida y Antso estaban a su lado cuando un joven de negros cabellos acompañado de... ¿un lobo?, se presentaba frente a ellos. Mientras sus compañeros mostraban curiosidad por él animal del cuál solo había visto dibujos, ella se mantuvo lejos, temerosa y con mirada desconfiada sobre el animal. Saludó cortesmente al joven Leaford manteniendo siempre el brazo de Antso atado al de ella.

Tras ser invitados al salón principal dónde encontraron con la baronesa, la abrazó con fuerza y tomando todos asientos según les habían invitado. Antso se presentó y habló de inmediato Invitando a Aleida a que contara sobre las cruzadas - personalmente Baronesa, se que mi madre regresa, y con eso ya me doy por satisfecha - sonrió y dejó que Aleida siguiera charlando mientras ella, curiosa y por prevención, no cesaba de dar de vez en cuando una mirada al compañero del hijo de la Baronesa.
Leaford


Devolvió el saludo a la primera de las damas que se presentó -El placer es todo nuestro. Tranquila puede acariciarlo sin problema, de momento aún no mordido a nadie sin que yo se lo dijera, así que no creo que pase nada- contestó intentado tranquilizarla mientras acariciaba a Winter.

Esta vez le devolvió el saludo al joven que nada más presentarse preguntó por su compañero animal -Así es- le contestó -Aunque no es muy común ver un lobo blanco como este, al menos yo no vi más-.

La última en presentarse fue la hija de la reina a la que le devolvió su rápido saludo con una reverencia, se fijó es su cara y parecía temer al lobo -No le hará nada se lo asegura, hasta puede acariciarlo- no entendía como podía temer a tan bello animal.

Apareció Abelardo que los guió hasta el salón donde los esperaba su madre, allí se dispuso a escuchar a los presentes mientras cogía algún dulce que habían servido.

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Aleida


Los recibieron de una manera completamente acogedora. La joven agradecía cada gesto de bondad que de la familia mostraban hacia ellos. Después de un viaje, siempre era grato descansar y tener buena compañía. La conversación rápidamente se torno a los temas de intereses, para que todos se pongan al tanto de las nuevas novedades. La Borja sonreía ante cada palabra y cuando le tocó el turno de hablar, por haber sido apelada comenzó:

Por suerte sí, tuve el honor de participar en las Cruzadas. Algo que jamás olvidaré en mi vida. Estar ahí y pelear codo a codo con los hermanos valencianos. Fue de verdad un honor pelear por la Santa Iglesia. Las guerras nunca son buenas, eso lo tendré claro siempre. Pero, la victoria fue indiscutible. Fue preocupante que la Reina haya quedado herida. - la joven tomó un poco de vino y luego terminó diciendo-El regreso fue esperanzador, pero todos nos quedamos con un gesto de tristeza al ver que nuestra Reina tendría que quedarse más tiempo, recuperándose.

Después de hablar sonrío y comió un pequeño trozo de pan. Su apetito estaba abierto.

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Ibelia.jordan



Ibelia se encontraba muy contenta de recibir en su casa a tan ilustres invitados y tan jóvenes y llenos de vida. Le resultaba contagiosa su jovialidad en la manera de hablar y comportarse.
Con cierta nostalgia pensó en su época de juventud y en esa vitalidad que le parecía tan lejana ya en el tiempo.

-Es encomiable, Aleida, que además de su juventud, sus palabras sean tan sabias y reflexivas. Sin duda de Casta le vienen dadas. Me alegro mucho de contar con vuestra presencia en mi casa y espero que sean muchas veces las que tengamos oportunidad de hablar.
Le decía a la joven Borja.

A la pequeña Isabel con un gesto cariñoso le dijo.
-Nuestras plegarias han sido escuchadas por el Altísimo y nos trae a nuestra querida Reina de nuevo junto a nosotros.
Seguro que sana pronto con el cariño que le vamos a dar y el aire valenciano que no hay igual en el mundo entero.


Después de servirse una copa de buen vino saguntino prosiguió.

-Contestando al Joven Antso os rogaré que disculpéis a mi esposo que no anda bien de salud, y el Placer es mio de recibir en mi casa tan buenos amigos, pues así os considero; os agradezco sinceramente la visita que podéis repetir cuando gustéis.
Traéis un soplo de aire fresco a mi corazón que últimamente anda un poco adormilado
Y así han podido conocer a mi hijo Lea y su amigo.


Siguieron hablando comiendo y bebiendo en armonía hasta bien entrada la tarde que las visitas debían marcharse.
Ibelia se sintió cómoda y aunque su corazón andaba preocupado aquel día sirvió para olvidarse un poco de los problemas y amarguras.


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Graciela


Habían llegado a Segorbe cuando apenas despuntaba el alba.
El camino entre Valencia y la ciudad segorbina casi lo conocía al dedillo, reconocía cada curva, obstáculo, cada campo de trigo o maizal, cada bosque espeso y cada claro en el camino. Por ello en aquella ocasión lo había realizado de manera casi automática, como si en vez de ser ella la que condujera la comitiva fuese simplemente llevada por otra persona, sumida en pensamientos y reflexiones y tratando de tomar decisiones que presumía iban a ser de suma trascendencia para su vida en un futuro próximo. De aquella manera tan distraída, el camino se le había hecho corto y entretenido.
Cuando al fin traspasaron las murallas de la ciudad, fue cuando volvió en sí y apartando sus planes de la mente, en los cuales ya tendría tiempo para recrearse más tarde, se concentró en lo que venía a hacer a la ciudad. Acompañaba al caballero Balduino y le servía de escolta (quién le iba a decir a ella, convertida en Dama caballero de la noche a la mañana, cuando hasta hace poco era ella la dama indefensa que necesitaba compañía para que la protegieran por los caminos). Al llegar se dirigieron ambos a la posada municipal, donde tomaron en mutua compañía un desayuno frugal a base de leche y frutas, y tras ello se despidieron hasta la partida, dejando Graciela que el hombre descubriera los encantos de Segorbe por su propia mano y así ella poder realizar la visita que tenía pendiente.

Siempre era grato regresar a aquella ciudad que le traía recuerdos de buenos momentos pasados, pero el saber además que allí contaba con personas a las que podía llamar amigas, era más maravilloso si cabe y hacía de cada regreso a Segorbe algo que mereciera la pena.

En su paso anterior por la ciudad, camino al sur, unas semanas atrás, había recibido la amable invitación de una de esas personas entrañables, de su buena y querida amiga la Baronesa de Sagunt. En aquella ocasión en la que viajaba con prisa y no era ella la que imponía el ritmo del viaje no pudo aceptar por la premura con que debían partir, pero en esta vez, no iba a dejar pasar ese gran honor de poder conocer su feudo y de paso charlar un rato con Ibelia de manera tranquila y sin prisas.

- Disculpadme buen hombre, ¿hacia dónde debo dirigirme para llegar al Castillo de Sagunt? - preguntó a un hombre que debía ser labriego por las horas tan tempranas en que ya estaba de camino a su trabajo. Después de mirarla de arriba a abajo inspeccionando sus ropas y tratando de adivinar de quien se trataba y de dónde venía le indicó que debía tomar el camino hacia el sudeste.

Y hacia allí encaminó los pasos de su fiel Truhán, siempre acompañándola en cada periplo y en cada nueva andadura.

Cuando llegó, casi al mediodía, un guardia la guío hasta adentrarse en los dominios de los Barones y después, una vez ya dentro del castillo esperó hasta que pudieran recibirla, deseando que la Dama Ibelia se encontrase allí y no hubiese tenido que partir, ni que tampoco estuviera demasiado ocupada, pues moriría de vergüenza si sintiera que importunaba con su visita...

Abelardo.



ABELARDO

Barriendo, asi estaba Abelardo cuando la gran puerta sonó, al fin podría dejar un rato aquella tarea indigna impuesta por el Barón porque según él "el polvo hará más pesada la lengua que la tienes ligera"...Solo por contar cosas castigan a Abelardo, en realidad es una excusa seguro.

Refunfuñando por lo bajo soltó la escoba en la pared y se acercó a la dama que habían dejado pasar, la revisó para intentar averiguar quien era, no le sonaba pero desde luego no era una vendedora del mercado así que se puso ante ella y dijo:

- Buenos días dama, ¿Qué desea de Sagunt?

Y se quedó frente a ella esperando que respondiese, la verdad era eso mejor a estar paseando por el castillo con una dichosa escoba mientras el servicio lo señalaba y se reía de él.
Ibelia.jordan



Aquella mañana otoñal, muy temprano, Ibelia había asistido al rezo en la Capilla de Santa Hinchada; después de un paseo por sus tierras se encontraba en el salón principal enfrascada en la lectura de unos Pliegos que recién le llegaron para llevar a la Casa de la Cultura de Segorbe.

El Mayordomo Abelardo llegó hasta ella para informarle de la llegada de la dama Graciela.
-Abelardo, ¿que haces con una escoba en la mano? No puedes recibir así a las visitas hombre. Un poco de compostura.
Le dijo al mayordomo, extrañada de que el hombre se encargase de tal menester.

Ibelia se alegró mucho de recibir a Graciela en su hogar, estaba deseando felicitarla por su nombramiento.

-Dile que pase enseguida. Y que preparen refrescos y comida en la cocina; nos los traes después al jardín.

A La baronesa le encantaba recibir la visita de sus amigas y hacía tiempo que esperaba la de Graciela.

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