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Casa Pellicer i Jordan

Ibelia.jordan



Habían pasado ya varios días desde la visita de Val y otros tantos desde la fiesta de cumpleaños de sus hijos.

Toda la familia se ocupaba de sus cosas y la dama se encontraba un poco triste y melancólica. Estaba escribiendo sus memorias y todas las noches se servía una copa de vino rojo rubí que lentamente iba paladeando, mientras leía escritos que la llevaban a otras épocas felices.

Recordaba a los hijos que no estaban a su lado, aquel episodio del robo de Pepillo aquel niño que nació tan pequeño y débil, después del accidentado viaje a Italia. Ya sería un muchacho en edad de ser soldado, o dedicarse al estudio o quizá al comercio. Pensaba la dama dando vueltas al aspecto que podría tener el muchacho.

Recordaba aquel pequeño que apenas se andaba cuando desapareció, su poco pelo cuando nació, la marca de nacimiento en su pecho, en forma de rosa que muchos de sus hijos tenían y sus ojos color de miel.

Luego la caravana que pasó por las tierras de su finca en Segorbe. y sospecharon que se habían llevado al niño pero Ibel los siguió salió a buscarlo todos los días durante meses hasta el episodio de la cueva en el que vio en peligro la vida de su esposo y sus otros hijos.

Ibelia dio otro sorbo del líquido rubí, y se acurrucó en el sillón al lado de la chimenea mientras veía como las llamas subían y los troncos se consumían como si del tiempo se tratara.


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Ysuran


Ysuran cruzó la puerta de entrada, volvía a casa después de haber montado durante todo el día recorriendo aquellas tierras en las que de cierta forma se sentía prisionero, aquello que siempre anheló desde que lo tuvo se le antojaba un tormento aburrido, tanto así que aquellas horas que pasaba a caballo eran su único momento para alejar algunos pensamientos y acercar otros que lo hacían sentir mejor, muchos de ellos recuerdos y otros tantos eran planes que si se dijeran en voz alta acabaría entre rejas, tal vez no valencianas, pero si francesas o portuguesas.

Retirando todo lo que podía de su mente subió las escaleras directo al cuarto principal, por el camino se iba quitando los guantes de cuero negro que con cariño su esposa le había regalado tiempo atrás. Entró en la habitación y los tiró sobre la cama, también se deshizo de la capa que eficentemente lo había cubierto del frío del exterior y se paró en seco al notar el calor que provenía de la habitación contigua, la chimenea de la sala estaba encendida, así que se acercó, empujó la puerta y entró encontrandose a su esposa sentada en el sofá con mirada pensativa y una copa de vino frente a ella.

El Pellicer se sirvió una copa para sí y leugo se sentó junto a la dama dejandose caer como si fuese la primera vez que descansaba en años, tomó un trago y dijo a la pelirroja:

-¿Qué te ocurre Ibel? Te veo pensativa y algo triste

Después se quedó mirandola clavando sus ojos grises sobre los de la mujer esperando una respuesta y así poder de alguna forma animarla aunque no fuese el más indicado para ello.

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Ibelia.jordan


Escuchó como la puerta se abría a su espalda. De sobra sabía quien era el que llegaba hasta ella, sin necesidad de darse la vuelta.
Extrañamente notar su presencia la hacía sentirse segura y en casa. La sensación de hogar, la seguridad que le daba tranquilidad y sosiego.

Ysuran se sirvió una copa y sentó a su lado, dejándose caer como aliviado; parecía que adivinaba sus pensamientos.

La dama lo miró, quería compartir sus preocupaciones y comenzó a relatarle el acontecimiento que la había hecho pensar en el pasado y en su Hijo perdido.

-Buenas noches querido, andaba perdida pensando en el pasado, en nuestro hijo Pepillo, hacía tiempo que no pensaba en él pero pasó hace poco algo que me lo hizo recordar.


Vio el interés que provocaban sus palabras en la mirada de su esposo.

- ¿Recuerdas los feriantes que llegaron a Segorbe? Una caravana tan parecida a aquella . . . Dejó sus palabras en el aire.
-Había un muchacho que me llamó la atención tenia algo familiar en la mirada y me pareció ver algo más.

La Baronesa tomó un sorbo de su copa antes de seguir. -Quizá pienses que perdí el juicio y que mi obsesión por recuperar mis hijos perdidos raya en la locura.
Pero lo he pensado mucho y no puedo callar mas tiempo.

Me pareció ver su antojo, llevaba la camisa abierta y te juro que vi la rosa en su pecho.



Dejó que su esposo digiriera la noticia ayudado por el vino.

-¿Que podemos hacer? Los feriantes siguen en el pueblo.

La dama preguntaba angustiada con mil dudas rondando su cabeza.

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Ysuran


Ysuran escuchó atentamente a su esposa, le sorprendía que se acordase del chico tan amenudo cuando eso le hacía daño, tanto como a Ysuran mismo que sufrió con pena la perdida del pequeño, pero una de las cosas que le contó la dama captó su atención, había un chico en un circo con una marca similar y estos habían venido en una caravana como aquella que se lo llevaron.

El Pellicer meditó un rato y luego respondió:

- Pues no tardemos más Ibel, salgamos de dudas y vayamos a ver si ese joven es Pepillo o no y como lo sea van a tener que responder muchas preguntas sus acompañantes.

Ysuran se levantó del asiento y se dirigió a la habitación, para tomar nuevamente su capa y los guantes, seguido de su esposa con la que saldría a comprobarlo todo.

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Pepillo1


Pepillo estaba pensativo porque estaba en un pueblo llamado Segorbe, que le resultaba muy familiar.

Había visto a una mujer que le dejó sin palabras era como si la conociera.. el, que siempre estuvo buscando a su madre y nunca la encontró.. le dejó muy pensativo al ver a esa mujer que le hacia pensar que podria saber quien era su madre o si sería ella su madre..

Un dia Pepillo se fue a pasear y a pensar en su madre, que no tenia muchos recuerdos pero algunos si, como un blason con un águila y un león.


En aquel paseo vió un caballo cabalgando libre y el fue corriendo y lo consiguió atrapar gracias a su fisico y su habilidad que consiguió en el circo.

En el caballo vió el blason en la montura y le hizo pensar si seria casualidad o si seria de su familia.

El joven Pepillo lo llevó al castillo mas cercano, el castillo de Sagunt.


En aquel castillo precioso, se encontraba la mujer que le dejó sin palabras y el joven Pepillo se acercó y le dijo:

Señora me encontré el caballo por el campo y lo he traido para el castillo mas cercano que encontré que era este, a lo mejor es de usted.

Ella no paraba de mirar al joven y le dijo:

Pues si es mi caballo se me escapó cuando le estaba poniendo la montura, muchas gracias joven.

Entonces ella le empezó a hacer unas preguntas sobre él para conocerle más.

El joven Pepillo sospechó porque le hacia tantas preguntas ..
Pok


Pok estaba deviista x Serogbe, entonces decidio ir a visitar asus viejos amigos Ibnelia y UYsuran y su fmailia, ytas lelgar en uno de sus draognes, aterriza cerca del castillo, y usando sus mejores habilidades trepalapared y se escabulle entre losguardias, busca x cada habitavion, y en cada sala, hasta, uqe los ve, a Ibe con Ysu y un chico qu eo conoce, se acerca x detras delela sigilosamente sin tratando de noser visot, con una mano letapa lso ojos aIbelia, con otra pone algof en el cuello deIbe y dice:

Quien soy?, Touche, Ibe, y Ys,tiempo sin verlos ejej,.

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Ibelia.jordan



Los barones habían recibido al muchacho con alegría, después de la batería de preguntas a las que el Joven Pepillo respondió y viendo que se trataba de su hijo perdido le propusieron que se uniese de nuevo a la familia tendría todos los derechos y obligaciones de un Pellicer i Jordan.

- Ahora tendrás que conocer a tus hermanos y hermanas ya verás como te sentirás a gusto entre nosotros.
Trae tus cosas y te instalas en el castillo.
Le dijo con un abrazo.

Todavía se encontraban en la puerta cuando llegó un viejo conocido.
-Pok bienvenido, has llegado en un buen momento vamos a merendar.

Entraron todos en el castillo y pasaron una tarde poniéndose al día de todos los acontecimientos pasados.
Pepillo tenía mucho que contarles y ellos a él.

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Pok


Gracias .dime,comohan estado?, sifglossin verte4, y Su tiene prisioneros' je

Pasa al castillo, yientrasmiranota que hay variso integrantes nuevos

dede laultima vez que teiv.-.uqelso vi.. ha crcido lafmailia no? ej y a quen nos vamos a merenda,ra este chico? ok ej

alllegar alasala,agarra al chico quelosaocmpañaba a ellso ylpone en un plato

quien quere' jaja a,xcierto Ysu, a que tededicas ahora';.., tiene sprisioneors'

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Nana_flor


Nana Flor http://img855.imageshack.us/img855/4259/amadellaves.jpg[/img]


Tiempo pasó de aquellos acontecimientos que llenaron a los Pellicer i Jordan de sorpresa y luego alegría. El reencuentro con el hijo perdido permitió que muchos días se uniera la familia en torno a la misma mesa y compartieran momentos de gozo y dicha, sin pensar más que el disfrute que de sus bienes espirituales y terrenales que el Altísimo les dio.

Pero las fiestas y celebraciones dieron paso a las obligaciones que todos y cada uno de los miembros de la familia tenía y pronto, los hijos, dejaron de ser asiduos a las comidas y cenas familiares. Parando muy poco por el Castillo. Rara era a vez que se encontraban juntos y eso dolía a la señora, que, aunque sin queja ninguna, deambulaba por las habitaciones y las más de las ocasiones salía de casa y no regresaba en varios días.
El barón seguía ocupado con sus asuntos. Cada vez más misterioso y reservado con sus negocios en el extranjero.

El Ama de llaves siempre pendiente de todo observaba aunque nunca opinaba si no era preguntada.

Aquel diciembre algo cambió. . . . los señores se habían ausentado y llegó una misiva del palacio Real. La Baronesa había sido convocada por su majestad a una Audiencia.

Ella que no conocía el paradero de ninguno consultó con Abelardo que, por una vez en su vida, sabia que hacer como luego le contó lo acontecido.
El mayordomo llevó la carta hasta dónde los barones se encontraban, un lugar secreto y en las montañas.

Los barones de Sagunt habían decidido pasar unos días fuera del Castillo. Pasar desapercibidos en un lugar recóndito y apartado, salir a caballo y perderse en los bosques, cazar y calentarse al fuego de la chimenea, bebiendo vino especiado. Sin criados y sin responsabilidades. Un pabellón de caza de piedra y madera al Norte de la Baronía, rodeado de bosque, era el lugar elegido, como si de un encuentro furtivo se tratase.

Abelardo se puso en camino cuando llegó la carta al Castillo, era el único que conocía donde estaba la baronesa y su esposo. Y si no hubiese sido una carta del Secretario de su majestad, no hubiese molestado a la dama.

Al calor de la chimenea, asaban unas morcillas al fuego cuando fueron interrumpidos por unos golpes en la puerta.


[b]- ¿Quien es?
Gritó el barón al acercarse a la puerta con su espada desenvainada, mientras abría, su rostro cambió al ver al mayordomo que con mil disculpas entregó la carta a Ibel y se apartó discreto.

-Se me requiere en palacio, Esposo, es una audiencia real . No puedo entretenerme. Dijo la dama. -Además debo pasar por el castillo debo ponerme el uniforme de Gala de Guardia Real creo que será lo más adecuado para esta ocasión.
Ibelia iba de un lado a otro mientras hablaba con su esposo, lo vio inmóvil; se había sentado con el jarro de vino y la miraba fijamente.

-¿Ysuran Pellicer, ¿no vas a venir conmigo? Dijo Ibelia.
-Nadie me ha llamado y además prometiste que me dedicarías unos días, ahora te vas . . .
Dejó la frase en el aire y tomó un largo trago de su jarra.

-No pienso acompañarte esta vez. Tampoco te pido que te quedes. Tu sabrás cual es tu deber.


Ibelia no quiso continuar aquella conversación que ya sabía hacia donde derivaba; tomó su caballo y acompañada de Abelardo llegó a Sagunt, se vistió y tomó muy poco equipaje
Sin más demora eligió un par de guardias que la acompañasen y salió hacia el Palau.

Noticias habían llegado, aun antes de que ninguno de la casa les hubiera avisado, que la Baronía, iba a convertirse en Marquesado.

Un revuelo entre las buenas gentes del servicio, se formó, de cuchicheos y rumores. Pero pronto tendrían noticias de los marqueses.
Ibelia.jordan


La, hasta el momento, Baronesa de Sagunt, llegó temprano al Palau tras cabalgar casi toda la noche al lado de su guardia personal y protegida por su capa, de los rigores nocturnos de aquel diciembre valenciano.
Dejó a sus guardias con los caballos y ella hizo ingreso en el Palacio, recorriendo los lujosos pasillos hasta llegar a las puertas del salón del Trono. No era su primera vez , pero se sintió emocionada por conocer lo que allí se podría encontrar.
Se acomodó un poco el pelo y las ropas militares antes de hacer ingreso en la sala Dón de ya estaban reunidos los mas Grandes de Valencia. (Además de Gulf e Hijar)

Eran, los presentes, viejos conocidos en la Corte. Después de ser anunciada por el Secretario saludó a unos y otros con cortesía.
Ibelia había tomado posición hierática en la sala, metida en sus pensamientos después de los saludos cordiales, sintió que algo muy importante le faltaba, a su lado no estaba su esposo, lo echó de menos profundamente, pero el camino elegido por él en ese momento no estaba a su lado, la baronesa se sobrepuso como siempre ya que no era una mujer dada las estridencias.

Metida en sus pensamientos, pronto se sintió desplazada e incluso invisible; mientras unos y otros hacían su ingreso, tomó pequeños sorbos de la copa de vino que le ofrecieron a la llegada, podía ver como todos hablaban y comentaban sobre el asunto sobre el que, su majestad, les había convocado.

La Dama estaba preocupada, hacía días que los rumores y comentarios a los que había hecho oídos sordos, sobre el estado de salud de la Reina, le habían llegado, como sumergiéndola en un estado de desamparo. -¿Qué sería de ellos si Rose les dejaba? ¿Todo se desmoronaría como un castillo de naipes?

Sentía que su corazón iba mas allá de la lealtad hacia el reino, cuando sus esfuerzos y sus mayores o menores logros habían estado siempre al servicio de aquella mujer que hacía ingreso poderosa, por encima de todo, en la sala dejando a todos callados y expectantes.

La reina comenzó su discurso.
- Os llaman a algunos los grandes de Valencia.
Cada uno de vosotros sabréis si ese apelativo que os dan, os lo merecéis. Por mi parte, reconozco la labor de cada uno de vosotros de manera incansable, cada uno en áreas distintas; Ibelia Jordan e Hijar de Peñalver en al área militar del Reino, Gulf de Ostemberg en el área administrativa del reino, tanto como de la capital y sus funciones en la capilla heraldica de san Gabriel, Nicolás Borgia en el área de la diplomacia y doña Mafis en el área económica.
El resto de vosotros en diferentes temas y situaciones del reino donde se os ha necesitado.
Mantened el corazón tranquilo y la mente fría, que cuanto habéis obrado está a la vista y nada de cuanto recibáis por ello es equívoco.


Se la veía cansada, aunque su porte majestuoso no había sufrido ni un ápice, a pesar de los contratiempos que la vida le había reservado.

En su discurso, la Reina, reconocía los méritos de todos y cada uno de los presentes. y el reconocimiento iba a ser premiado.
Llamó a Hijar a su presencia y el gigante de Ares del Maestre se inclinó ante su majestad, recibiendo su título de Conde.

La siguiente era ella, escuchó su nombre de los labios de la monarca, miró alrededor echando de menos la mirada de su esposo Ysuran, ella jamás hubiese llegado allí sin su amor y apoyo, su incondicional lealtad. A pesar del tiempo y de las circunstancias. Cualquier honor que le concediesen era compartido.

Eso sentía en ese momento la dama que una vez más, se inclinó ante la reina, en señal de vasallaje, puso su rodilla en tierra y levantó la mirada para recibir lo que la reina hubiese de darle ya fuese premio o castigo, lo acataría con la misma devoción.

-Majestad, disponed. Siempre a vuestro servicio.


Ibelia emocionada escuchó a la Reina que tomó el pergamino de la mano de su secretario y la miró sonriente
-Que sea conocido por todos que yo, Rose de Pern i Berasategui, Reina de Valencia por la gracia del Altísimo y su pueblo, entrego a vos, Doña Ibelia Jordan de Pellicer , el título de Marquesa sobre su feudo de Sagunt, concediéndole con ello la administración de tierras y villas
Le hizo entrega del Documento con la ceremonia requerida.
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Se puso de pie; la reina volvió a sonreirle y le dijo. -Que condene el altísimo a quién ose dudar de que merecéis esto. La abrazó y luego besó en ambas mejillas.

Ibelia iba pensando mientras la ceremonia transcurría.
-¡El marquesado de Sagunt! Engrandecía su Feudo, La Casa Pellicer i Jordan, la herencia de sus hijos, su hogar. Era un gran honor, para la dama recibir aquel reconocimiento y así lo expresaban sus ojos.

Recibió el abrazo de la monarca y con sendos besos en cada mejilla afirmó con rotundidad su plena aceptación que aquella responsabilidad conllevaba.

-Juro que defenderé estas tierras llevando la prosperidad y justicia a todos los rincones de sus villas y poblaciones. ¡Por Valencia y por mi reina!

Con estas palabras y tras una larga ceremonia en la que muchos otros tuvieron el honor de ser ennoblecidos, la nueva Marquesa se encontró en sus aposentos muy sola, sin nadie con quien celebrar su alegría.

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Ysuran


Ysuran había vuelto a casa mientras la baronesa iba al Palacio Real, él allí no tenía mucho que hacer y más después de lo que iba a hacer. Fue a su despachó y sentó frente al escritorio, tomó un pergamino, pluma y tintero.

Comenzó dibujando el blasón, su viejo blasón, aquél que supuso un hito realmente importante para él, su unión con la pelirroja en matrimonio. Después continuó escribiendo la carta pública de renuncia a todos sus títulos y cargos, volvería a ser un hombre simple, sin preocupaciones, eso si, con una esposa pronto marquesa, pero bueno son detalles sin importancia, aunque por obligación tuviese que ser consorte no haría uso de esa condición para nada.

Tras finalizar el documento, sellarlo y firmarlo lo envió para que se hiciese público por todos los lares del Reino. Contento con sí mismo tomó una copita de vino de Anjou, recibido tiempo atrás por un conocido francés que no quería decirle de donde lo había sacado y el Pellicer tampoco le había exigido saber la procedencia. Ya se sabe...a caballo regalado no le mires el dentado...

Siguió allí recreandose en los planes que se le abrian ahora delante de sus ojos y que se mostraban alcanzables, cualquiera diría que no, pero ser noble estaba lleno de exigencias no escritas por las que no se podía actuar libremente solo por miedo a perder ese trozo de papel que te decía que podías pintar una corona en el blasón de tu carruaje o en sobre la puerta, porque pocos usos más tenía. Pero volviendo a la situación y dejando los pensamientos de Ysuran, se oyó fuera la llegada de un carruaje, era su esposa, a la que pudo ver por la ventana, venía contenta y triste a la vez, se veía que había recibido pues el titulo y que había visto el comunicado.

El Pellicer siguió escuchando atentamente, percibió los pasos subir por las escaleras y encerrarse en la habitación principal, así pues dejó el vino en el escritorio y marchó hacia donde los pasos habían finalizado su viaje. Golpeó la puerta y pasó al interior del cuarto, allí estaba la Marquesa a la que se acercó educadamente y como chance para romper el hielo dijo:

- Ilustre, aquí su fiel servidor, ¿se le desea algo?

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Ibelia.jordan


Ibelia decidió hacer la vuelta en el carruaje, sentía un abatimiento fruto de las últimas circunstancias acontecidas.
Regresaba de Valencia con extraño ánimo. Debería estar muy contenta, y lo estaba, por el Marquesado que traía para su feudo.

Ese era un gran honor y representaba para todos el reconocimiento a la labor desempeñada y el Trabajo realizado; en resumen. El servicio prestado al Reino de Valencia. Y a la Reina Rose I a la que siempre había servido fielmente, entregándose en cuerpo y alma. Pero la vida de su amiga y señora, se iba apagando como llama de un candil de aceite. Irremediablemente parecía que el Altísimo ya había hecho la llamada a su alma. A partir de ese momento la incertidumbre de un futuro inestable se cernía sobre Valencia.

Pero lo que también le dolía, acongojaba y convertía en amarga su dicha, Era que durante su estancia en la capital aparecieron en los tablones de anuncios la renuncia de su esposo a todos sus títulos y cargos. Al principio no podía creerlo pero comprobó su sello personal y el blasón de la familia, era él. Aquella era su decisión y debía respetarla. Pero la dama sentía un dolor en su corazón, porque no sabia disfrutar de las cosas sin compartirlas con hasta ese momento barón de Sagunt.

El carruaje entró al patio y rápidamente bajó sin ayuda de lacayos ni criados, no quería ser vista ni oída quería ir a su habitación, tenia ganas de encerrarse y llorar en soledad.

Subió las escaleras de dos en dos, mientras se quitaba la capa, los guantes y la espada y los dejaba sobre un arcón. No se encontró con ningún criado y parecía que a nadie de su familia le interesaba que estuviera de regreso
Entró a la habitación, se miró al espejo; se sintió mayor, el paso del tiempo había hecho mella en su alma. Se sentía igual de huérfana que en su juventud pero con más peso y responsabilidades sobre sus hombros.

Se oyeron golpes en la puerta y su esposo hizo ingreso con gesto burlón se dirigió a ella.
- Ilustre, aquí su fiel servidor, ¿se le desea algo?

Parecía liberado como si un gran peso se le hubiese quitado de encima; tenía buena cara y parecía animado.
Hacía mucho tiempo que no le veía así, esto sorprendió a la dama y casi le irritaba.

-Te veo de buen humor esposo, me alegro por ti se ve que te sienta bien ser plebeyo . . .
y ¿quê. . . también quieres renunciar a la familia?

Le espetó con ironía.

-Ya no se si celebrar contigo o no ¿sabes? no se si te alegras o rechazas que sea marquesa. . . . . me desconcierta y desorienta tu actitud.

Ibel no mostraba su tristeza, no se permitía que la viesen llorar, pero como un lobo herido que lanza dentelladas a quien se acerca, daba zarpazos al Pellicer que con paciencia escuchaba.

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Ysuran


Ysuran escuchó aquellas palabras, se veía venir la regañina de su esposa, pero una frase le llegó al alma y le golpeo fuertemente...renunciar a mi familia..., le molestó tanto que casi no prestó atención al resto de la reprimenda de la pelirroja, solo espero que ella terminase para tomar la palabra para dirigirsela en el mismo tono que ella había empleado:

- ¡Renunciar a mi familia! Verguenza debería daros si quiera pensar eso, yo jamás renunciaría a ti y los niños, así bajase el Altísimo a exigirmelo, porque desde ese momento podría dejar de contarme como uno de sus fieles.

Se acercó a la ventana y miró al exterior sin observar nada, luego volvió la vista a la pelirroja, se acercó a ella y le dijo:

- No sabeis si celebrar conmigo o no vuestro título de marquesa, pues haced lo que os venga en gana. Yo no te rechazo por la corona que te pongas en la cabeza, para mí siempre serás Ibelia Jordan, la muchacha de la que me enamoré en el bosque y si celebrase hoy contigo no sería vuestro más que merecido marquesado sino la alegría de estar vivos...

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Ibelia.jordan



Escuchaba a su esposo sin replicar y con cada golpe de voz ella sentía un golpe profundo en su interior; pero ni una sombra dejó que asomara a su rostro, le mantuvo la mirada retadora, observando los grises ojos de Ysuran, dispuesta a lanzarse a su punto débil a la menor ocasión.
-Lo que pienso es lo que más me duele . . . y si llegó a mi mente ese pensamiento, será que os veo cada vez más lejos y me tengo que enterar por los Tableros del Reino de vuestras intenciones. Le dijo sombríamente.

Había conseguido colmar la paciencia del Pellicer y nunca lo había visto tan enfadado con ella como en aquel momento.

-¿En realidad es esto lo que deseo? No quiero hacer daño a quien más quiero. Se dijo en un momento mientras veía acalorarse al hombre por instantes yendo de un lado a otro de la habitación.
Se acercó a ella y continuó con sus argumentos; la dama estaba a punto de estallar pero la ira y el llanto pugnaban en una guerra interior que Ibelia no tenía resuelta.

- ¡Basta ya! ¡Dejemos a parte los Títulos! solo necesito pautas para saber como actuar. Sois mi esposo y hasta ahora todo habíamos compartido, pero de un tiempo hasta ahora. . . . las cosas, han cambiado y solo os intento decir como me siento, pero una vez más equivoque las formas.
Disculpadme, lo cierto es que me faltan fuerzas y humor para celebraciones. Estoy triste y lo he pagado con vos. No se volverá a repetir


La mujer derrotada se dejó caer sobre el diván esperando que todo se calmase a su alrededor.



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Ysuran


Ahora volvió a tocarle escuchar a la pelirroja, desde que estaba con ella jamás había discutido, siempre habían estado de acuerdo en el mismo barco o habían tardado poco en ponerse en el mismo, pero ahora parecía que eso no iba a ocurrir, aunque lo del barco le había dado una idea.

Tras los argumentos de la mujer el Pellicer respondió a sus argumentos diciendo:

- Si te enteraste por los tablones es porque no quise decirtelo en persona, me habrías convencido de no hacerlo y no podría negarte nada, ya lo sabes...Pero tienes razón, olvidemos ya los títulos seamos nosotros dos como siempre, no necesitas pautas para actuar, sólo sé tú misma, yo siempre te apoyaré y lo sabes...

Ysuran observó a la dama dejarse caer en el diván lo que hizo que la idea que le rondaba la cabeza le estachase frente a la cara, tomó lo necesario y se acercó a la pelirroja, la tomó en brazos para colocarsela al hombro mientras decía:

- Señora Marquesa, dese por secuestrada, nos vamos con lo puesto, ya escribiré para explicarlo todo.

Después salió de la habitación y de la casa cargando a la mujer que pataleaba quizás sorprendida, quizas enfadada.

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