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Casa Pellicer i Jordan

Alienaa


Alienaa llegó, tras unos días de regreso, del viaje.
Dejó sus pertenencias sobre la mesa y se tumbó en el lecho, exhausta de tantos caminos y de la debilidad que le había dejado la enfermedad, no tardó en caer dormida.

Al anochecer despertó y se dirigió a las cocinas. El silencio que había en la casa era tan poco corriente que se sentía extrañada.
Tras llenar su estómago, se adecentó y partió hacia la taberna en busca de las gentes del pueblo, de saber qué había pasado durante ese tiempo que no había estado en Segorbe y conocer las novedades.

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Abelardo.



ABELARDO

Un mes ya, un mes viviendo en el castillo feliz, sin collejas ni regañinas...solo algunas de Flor, pero a esta no le hacía mucho caso, total de ella no dependían sus 70 escudos semanales ni la habitación donde vivía. Pero era así, un mes desde que se perdió de vista a la marquesa arrastrada por su esposo,lo que significaba que también él había desaparecid, lo último que le oyeron fue decir algo de un secuestro. Aunque lo mejor fue que también todos los hijos que aún vivían allí se fueron.

Otro día más había pasado sin hacer mucho más que ir al mercado a cotillear precios y tratar de conquistar alguna vendedora, que ya tenía la edad de necesitar probarse a él mismo que podía hacerlo, pero como todos los días solo había conseguido un par de tortazos y ser bañado en orina de burro.

Volvió al castillo a la tarde, se aseó y cambió sus ropas, después se fue a la cocina a comer algo. Pasaron las horas y volvió a su cuarto cuando oyó un ruido poco común...se aferró al primer atizador de leña que encontró y volvió sobre sus pasos a la cocina con el arma en alto, allí pudo ver una sombra que salía a la calle y en un arrebato de valentía la siguió, cuando la vista se le acostumbró a la oscuridad pudo ver que se trataba de Aliena, la pequeña de la marquesa y el plebeyo...

Volvió hacia atrás con su cabeza baja diciendo para sí:

- Y así se acabó lo bueno, mañana ya me mandarán...¡Qué poco dura lo bueno!

Volvió a su cuartito y se echó a dormir esperando que mañana pudiese esquivar a la marquesita y sus ordenes, porque si había heredado el carácter del padre, un día largo le esperaba.
Leaford


Agotador el primer día había sido muy agotador, demasiadas cosas con las que ponerse al día y eso lo había agotado, tampoco hacia tanto tiempo que se fue, se notaba que había mal acostumbrado muy rápido a no hacer nada y eso le estaba pasando factura.

Y después el camino hasta Sagunt, se hizo eterno, no pensaba olvidarse nunca mas a Sombra, con él los viajes son mucho mas fáciles. Cuando llegó ya sabía que no se encontraba nadie en casa salvo el servicio, y eso era una idea que a Leaford le atraía.

Entró por la puerta y Winter no aparecía, era muy extraño debería haberlo olido hace ya un buen rato y tendría que estar con él, seguro que le había echado de menos igual que él, al menos eso pensaba Leaford, pero muchas veces se le olvidaba que era un lobo y no un perro, como le parecía a veces.

Saludó a quien vio y también aprovechó para preguntar por su compañero de cuatro patas. Y en el cuarto de Leaford se encontraba -Aquí estás, deberías haberme saludo, pero haces lo que quieres como siempre- ante la indiferencia de Winter cambió la ropa que llevaba puesta por una mas cómoda y se miró a su lobo fijamete mientras este le devolvía la mirada -Perdón- dijo el joven -seguramente estés cabreado por no llevarte conmigo, últimamente no te hago caso y estarás cabreado por eso, te prometo que mañana vendrás conmigo todo día, pero hoy necesito descansar- se tumbó boca arriba y dejó la mano caer buscando a Winter y este se dejó acariciar hasta que Leaford se quedó dormido.

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Alienaa


Últimamente apenas paraba en su pueblo natal. Había cogido el gusto en los caminos y cuando una vez llegaba a casa y creía que ese había sido el final del viaje, algo ocurría que volvía a recoger sus pertenencias y salía incluso aquella misma noche tras aclarar su garganta en la taberna.

Aunque ahora, tras estar unos días ya en casa, sin más novedades que el retorno de su hermano Leaford, ya creía que definitivamente iba a ser el final... o el punto y aparte. Aunque la novedad del retorno de su hermano no le resultaba para nada irrelevante, ya que había traído más vida a la casa. Sobretodo Winter le estaba agradecido, a pesar del enfado que le había producido que su amo se fuera sin más, pero mientras él no estaba hasta había abandonado sus escapadas nocturnas y rechazaba ciertas golosinas que Aliena le ofrecía. Y eso es muy raro de Winter.
Así que su llegada había traído un ambiente más familiar en casa.


Como cada tarde, antes de cenar, Aliena sacaba de paseo a Eclipse hasta que éste se agotaba yendo a trote por la pradera. A pesar de la ausencia de la Pellicer y de estos paseos, el equino no había perdido su fuerza y vitalidad. Desde luego que los cuidados que le hacían eran esmerados. Pero no como Aliena, quien por la ausencia de montar a caballo estuvo con agujetas en el interior de los muslos hasta el tercer día.

Para terminar con la tarde, una vez guardado el caballo en la caballeriza, le cepillaba el pelo para quitarle el resto de polvo que levantaba y se le atrapaba.
A pesar de que no había perdido sus fuerzas, Eclipse contaba ya con 18 años y comenzaba a hacerse mayor. La joven lo tenía presente, sabía que le quedaban pocos años de esos trotes por la pradera, aunque no se podía imaginar el día en que... No, no podía. Tanto ella como el caballo estaban muy unidos, llevaban toda la vida juntos.
Cuando terminó con el cepillado le dio una zanahoria que la devoró en un abrir y cerrar de ojos y tras hacerle una carantoña, se dirigió a las cocinas a ver qué había preparado Nanaflor para cenar.

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Leaford


Otro día más que estaba llegando a su final para Leaford este se encontraba camino a Sagunt cuando se encontró con Winter en mitad de los caminos como si le estuviera esperando, resignado pensó que por mucho que lo intentará era muy complicado reeducarle a estas alturas.

Entró al castillo y se dirigió directamente a la cocina para pedir que le preparasen algo de carne y se la sirvieran en su cuarto, total que sentido tenía cenar en el comedor si llevaba días solo en Sagunt, cenaría en el cuarto y así aprovecharía para adelantar trabajo.

Cuando se acabó el pollo que le sirvieron bajó hasta la cocina para dejar el plato, no permitió que lo llevarán por él así aprovechaba para estirar un poco más las piernas antes de dormir.

Poco después se preparó para echarse en la cama e intentar conciliar el sueño, sentado en la cama entró Winter por la puerta y Leaford aprovechó para pensar en alto -¿No te apetecería hacer un viaje? Desde luego a mi si, pero tengo obligaciones- esto último lo dijo desganado, ya tumbado en la cama se dirigió a Winter que como siempre se encontraba debajo de su cama -Sabes menos mal que estás aquí, porque llevo días sintiéndome muy solo- tras decir esto acarició la cabeza de su compañero y intentó dormirse.

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Abelardo.



ABELARDO

Definitivamente esta familia se habían olvidado que tenían una casa allí, hacía meses que no aparecían, es más, incluso los jovenes se habían marchado a vete tu a saber donde...pensaba Abelardo con escoba en mano dando su paseo diario por el recinto limpiando lo poco que viese sucio, que en realidad era la mayoría, pero como nadie le decía nada, no hacía ni ganas de comer al mediodía.

Su vida, demasiado buena, consistía desde que no quedaba en casa ninguno de la familia en pasear por la mañana por el mercado, charlar con las jovenes y volver a la casa para hacer como que limpiaba, lo que le suponía más esfuerzo que limpiar realmente. Por la tarde salía al jardín con un zumo de naranja y pasaba allí la tarde sin más preocupación que la de apartarse la mosca de la oreja hasta la hora de domir.

- Esto si que es vida, que no regresen aún por favor.

Decía en voz alta entre sorbo y sorbo de zumo.
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Abelardo.



ABELARDO

Y seguía todo en calma, el marquesado cuidado por Abelardo y la nana a la espera de que se contratase algún día a un administrador marchaba bien. La marquesa y su esposo llevaban de viaje ya casi un año y habría que seguir esperando cosa que no le disgustaba al mayordomo pues se libraba de trabajar duramente, incluso se había tomado la libertad de ser él quien regañase al par de mozos que habían sido contratados para cuidar de los establos.

Sin embargo, a veces echaba de menos el jaleo que provocaba la familia en el castillo que ahora estaba tan silencioso...Pero bueno, solo quedaba esperar y seguir manteniendo el lugar.
Ibelia.jordan



La Marquesa de Sagunt, regresaba a la tierra que la vio nacer después de mucho tiempo ausente.
Los criados, días antes habían acondicionado las estancias nobles del castillo y el Palacete de Segorbe donde se alojaron nada más llegar.
Recorrieron mercados, plazas y tabernas saludando a vecinos y autoridades.
Al día siguiente muy temprano salieron de Segorbe.

Espoleó el caballo y volvió el rostro hacia su esposo sonriendo, cuando su vista alcanzó las tierras de Sagunt.
-Mira, Ysuran, estamos en casa.

El Castillo sobre la loma rodeado por la extensa muralla, el Palancia a sus pies y el mar al fondo; ante ella viñedos y olivares se extendían, recordando que la época de cosecha se iba acercando, todo esto asemejó a la marquesa, la vista mas bella que en su vida vieran sus ojos.

Puede que la felicidad de volver a casa de la mano del que la hacía dichosa y el incipiente fruto de su vientre, tuvieran que ver en su estado de ánimo, ya que aquella vista no era una novedad.

Después de descansar en el palacete de la Plaza del mercado de Segorbe del que nunca se desprendieran por muchos castillos o feudos que tuvieren, saludando a vecinos y amigos y visitando la catedral, habían salido temprano hacia Sagunt.
Los criados se adelantaron llevando los equipaje y las compras que habían hecho en el viaje.

-Esposo, ¿que te parece? ¿una carrera? antes de oír la respuesta ya estaba recorriendo el camino sur de subida al castillo, el mas escarpado y peligroso.



Si alguien quiere seguir la historia de la Casa Pellicer i Jordan en el feudo de Sagunt; abrid el foro2 y acudid a este enlace:
http://foro2.losreinos.com/viewtopic.php?p=17216638#17216638

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Ibelia.jordan



Ni una semana había pasado de la llegada de la Marquesa a su casa, cuando fue requerida por la Regente para un asunto de Estado. Previamente la Dama Caballero había enviado una misiva a su Alteza Real para avisarle de su llegada.
Un día antes de la fecha convenida la Marquesa partió hacia el Palau, quería resolver algunos asuntos en la Capital, que había dejado hacía tanto tiempo, volvería a ofrecer sus servicios como funcionario y quería reanudar sus clases en la Unival.

En Estos menesteres se encontraba, cuando la agitación inundó el Palau y la llamada a las Armas de la Regente contra el de Ayora fue la noticia que corrió como la pólvora a lo ancho y largo del reino.
Como era de esperar Ibelia fiel y leal al reino que la vio nacer, se unió en ese mismo momento a la Guardia real a la que pertenecía por ser Dama-caballero y haber hecho sus votos ante la Reina Rose I.

Antes de salir en la misión encomendada, escribió dos cartas la una para su adorado esposo y la otra para el Rudo capitán de su Hueste.

Cita:

        En Valencia el día décimo segundo del mes de Agosto del año del Señor de MCDLXXII

        A mi bien amado esposo Ysuran Pellicer,

      Se que perdonarás a esta que a ti se muestra como siempre fiel y amante esposa, al conocer el motivo de mi misiva.
      Parto por unos días a una guerra incierta contra el marqués de Ayora.
      No estaba en nuestros planes esta forzosa separación, pero sabéis que mi deber y lealtad hacia el Reino, hace imposible e impensable que pudiera ser de otro modo y manera.

      Guardadme lealtad como yo, a vos, la guardo y cuidad de lo mio que vuestro.

      Tuya siempre
      Tu esposa Ibel





Cita:


    Nos, Ilustre Ibelia Jordan Marquesa de Sagunt,Al Capitán de mi Hueste

          ORDENO DE INMEDIATO

      Se cumpla este mandato a la mayor celeridad posible.

      Debéis reunir todos los efectivos que sean, entre nuestros más valientes y leales soldados, para realizar una misión encomendada por el Reino de Valencia.

      Es de vital importancia que os personéis a no más tardar en el camino principal que une Valencia con el marquesado de Ayora.

      Para que conste firmo y sello. En Valencia al décimo segundo día del mes de Agosto del año del Señor de MCDLXXII



Marquesa de Sagunt y Dama-caballero del Reino de Valencia


Entregó al mensajero las dos cartas para que las llevara hasta Sagunt

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Ysuran


El esposo de la marquesa estaba tranquilamente en la biblioteca disfrutando de la lectura cuando un mensajero se personó ante él, traía mensajes de Ibelia pero solo uno de ellos iba dirigido a su persona.

Ysuran tomó aquellos mensajes y llamó a Abelardo, mientras venía leyó el que le iba dirigido y exclamó indignado:

- Ya empezamos, no hizo más que llegar y me la están secuestrando para guerras, estos valencianos...

Llegó entonces el mayordomo que recibió la segunda carta con una reprimenda por su tardanza, aunque esta vez la razón real del enfado del Pellicer no era la incompetencia del sirviente sino la carta que había recibido, en la que además se le encargaba cuidar todo lo suyo, lo que era lo mismo, hacer balances e inventarios además de las audiencias de Sagunt.

Con cierta molestia se dirigió a la ventana para divisar el patio de armas donde Abelard había entregado la segunda carta que serían sin duda órdenes de movilización. Aquello era Valencia, una vuelta a la rutina que en el fondo no se le hacía tan pesada ahora como antaño a pesar de que el Pellicer tratase de demostrar lo contrario, pues la idea del proyecto que iniciarian a la vuelta de la marquesa le llenaba de entusiasmo.

Tras ver alejarse a los oficiales y al capitán entrar en los barracones para prepararse, Ysuran volvió a su butaca, se dejó caer en ella y tomó nuevamente su libro para continuar leyendo "Las historias del mar y sus grandes batallas" con una copa de vino de Sagunt que había sustituido al de Anjou en los ratos de lectura, pero no en las cenas cuando si le gustaba disfrutar del sabor francés.

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Ibelia.jordan



Los ejércitos leales a la Regente habían acampado en las cercanías de las tierras del Marqués de Ayora. Alguna refriega previa a los combates ya había acontecido. Todas las huestes se concentraban en aquel punto; la incursión era inminente.

Ibelia había recibido las tropas de Sagunt al frente de su capitán y el estandarte del Feudo lucía al lado de los de los otros nobles leales.

En un momento en el que el descanso de sus múltiples tareas le permitió, escribió una misiva que entregó a uno de los correos para que hiciera por llevarla hasta su feudo sin demora.

-Que se entregue en persona a mi esposo y volved con su respuesta. Le dijo al muchacho que hacía de mensajero para la marquesa. El joven, a lomos de su corcel, ligero como el viento, recorrió los caminos hasta el castillo, donde entregó la carta.

Cita:

        En Valencia al décimo tercer día del mes de Agosto del año del Señor de MCDLXXII

        A mi bien amado esposo Ysuran Pellicer, salud i Gratia


      Deseo de corazón que al recibo de ésta, os encontréis bien en cuerpo y espíritu.

      Aquí, tu fiel y amante esposa, se encuentra bien, pues no ha sufrido ninguna herida en su cuerpo. Aunque su espíritu se inquieta, al no haber recibido respuesta a su misiva.

      Quizá, sea por los mensajeros o por causas ajenas a vos, pero desearía tener constancia de que mis disculpas ante la irremediable ausencia, llegaron y fueron aceptadas.

      En estos momentos previos al combate. Sabed que siempre estáis en mi corazón. Y este sentimiento es la fuerza que me impulsa a la lucha, con el firme deseo de tornar a vuestro lado.

      Espero impaciente vuestras noticias

      Tuya siempre
      Tu esposa Ibel




El correo esperó paciente la respuesta. Cuando entregó la carta al Pellicer.

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Ibelia.jordan



Habían pasado muchas lunas desde su última partida. Al llegar a casa solo los criados la esperaban. Toda la familia andaba en sus múltiples obligaciones y una inesperada enfermedad de su esposo lo había confinado al monasterio de Santa María del Puig como en otras ocasiones. Justo en el momento que la entrega de su nuevo barco Utopía, en el que tanta ilusión y trabajo habían puesto, había sido efectiva.

Todo esto coincidía con la llegada de su amiga Crimea en el Bebita I y el azaroso viaje hasta por fín poder amarrar en Castellón. La habían acompañado hasta Segorbe para luego proseguir su viaje a Castilla y todavía tenía el eco de sus risas en los oídos. Hasta que no se fueron no se dio cuenta de su soledad.

Las noches en Sagunt iban siendo cada vez más frías o quizá el frío que sentía estuviera en su interior; la dama se encontraba en sus aposentos en los que ya el fuego crepitaba en la chimenea. Sentada a la mesa que le servía de escritorio donde extendía su pergamino leía la carta, recién recibida, en la que le ponía al día de las andanzas de la querida familia Rubiá y que le había devuelto la sonrisa.

Se sirvió una copa de buen vino de la cosecha del año anterior. Ya los viñedos de Sagunt habían granado y los campesinos recogían los frutos carmesí de las vides de las tierras del feudo. Las llevarían a los nuevos lagares donde las convertirían, tras su prensado, y reposo en barrica de roble, en caldos suculentos con los que deleitar el paladar y su agitado espíritu.

Dejó la copa después de un largo trago reconfortante y poco después mojaba la pluma en su tintero de plata a la luz de los candiles que iluminaban tenuemente la estancia, escribiría una carta para su amiga Crimea.

Ibelia escribió:


        En Sagunt al trigésimo día del mes de Septiembre del año del Señor de MCDLXXII

        ¡Queridisima amiga Crimea! salud i Gratia


      Espero que al recibir esta te encuentres bien, tu viaje haya sido venturoso y hayas podido disfrutar de los cálidos días del final del Verano.

      Aquí en Sagunt ya es época de cosechar las ricas uvas que nos proporcionan los excelentes caldos que sin falta debéis probar en vuestra próxima visita a nuestra casa que es la vuestra.
      Mis múltiples tareas no me permiten sumirme en la melancolía de recuerdos que es lo que mi espíritu me pide y como hablamos la última vez solo quiero mirar al futuro e iniciar nuevos proyectos. Aunque en este momento esté algo perdida, se que debo seguir el camino que se ha trazado para mi.

      Me ha llenado de alegría recibir tus noticias y se que aunque mi familia esté ausente puedo contar con amigos que me acompañan día a día aunque estén lejos. Así que me siento afortunada.

      En Valencia se ha elegido como Reina a Victoria la hija de Gulf es una muchacha muy capaz que seguro lo hará muy bien y en Segorbe vuelvo a colaborar en el Consejo Municipal. Ya sabes que nunca he podido estar quieta y tranquila en casa, bordando o realizando las típicas tareas que se supone que una dama debería realizar como entretenimiento. Prefiero los largos paseos a caballo recorriendo todas las tierras del feudo o descargarme en el Patio de armas combatiendo contra los jóvenes miembros de mi guardia.

      Pero como verás, a pesar que intento llenar mi tiempo, me siento sola en una jaula de oro.
      Bueno, no prosigo que el tono de esta misiva va decayendo a medida que escribo y quería decirte que me alegro mucho que estés cada vez más cerca.

      Un abrazo muy fuerte para ti, Gine, Bea, Legvo e Ikerg y no se si me dejo a algún otro miembro de la familia espero Altísimo os bendiga y prodigue pronto con la bendición de hijos robustos, rubios y guapos.

      tu amiga Ibel




Cuando estuvo lista con su firma y sello llamó a uno de los correos para que hiciera el viaje hasta su destino.
Volvió a quedar sola en sus pensamientos y la firme decisión de salir de aquel letargo que hacía su existencia tan desgraciada.

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--Barrachina
Error
Nana_flor





Hacía algún tiempo que la Ilustre había partido a uno de sus, cada vez más frecuentes, viajes de negocios. Llegaba, paraba unos días, resolvía con el administrador, atendía los asuntos urgentes y algún compromiso social y volvía a partir. Era vista y no vista.

En el Castillo, para los demás, la vida transcurría con el lento paso de los días, inventando los quehaceres para ganarse el pan. El frío iba llegando muy poco a poco instalándose en todos los rincones.

Las partes nobles habían sido cerradas, pues los hijos estudiaban en diferentes monasterios repartidos por la Corona. Como una familia tan unida con lo mucho que se amaban estuviera ahora en tal circunstancia, la criada no se explicaba.
-El esposo enfermo, la dama ausente y los hijos lejanos, que triste está todo. Pensaba Flor con cierta nostalgia del alegre pasado que conocieron aquellos muros. -Hasta el holgazán de Abelardo echo de menos, que marchó a cuidar del señor.

Se echó el chal por los hombros y miró por el gran ventanal, luego se dedicó a la costura para llenar el hueco que dejaba aquellos a los que siempre había cuidado con lealtad.
Ibelia.jordan



La familia se iba reuniendo en el Castillo de Sagunt, desde que llegasen del último viaje la Marquesa había vuelto a sonreír, eventos sociales y noticias familiares mantenían su buen humor y alegría de otros tiempos.

Su esposo volvía del monasterio, aunque algo enfermo, casi no salía de sus habitaciones, dispuestas para que nadie lo molestase. Solo Abelardo como ayuda de cámara, había quedado con la única obligación de cuidar de su amo, entraba y salía de los aposentos del convaleciente. Ibelia pasaba muchas horas velando su sueño, solo para verlo despertar y saber que seguía mejorando muy poco a poco.

También su hijo Jousepe visitaba con frecuencia los salones de la Dama en Sagunt; tenía la oportunidad de compartir con el joven clérigo algunos desayunos que se alargaban hasta el medio día sin darse cuenta, entre conversaciones banales y otras con más transcendencia.

Ibelia se preparaba para ir a recibir a la Reina Victoria, habían organizado en su honor Fiestas en la Villa y no podía faltar era su deseo más que su obligación que se sintiese a gusto entre los Segorbinos.

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