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Casa Pellicer i Jordan

Ibelia.jordan



Ibelia miraba a través del empañado cristal, como las gotas de lluvia golpeaban en las piedras de la costa; desde aquel ventanal de sus aposentos del Castillo de Sagunt se divisaba el mar agitado por la tormenta que lo oscurecía todo. Sentía alejarse el frío de la mañana, como se iba caldeando la estancia por el fuego de la chimenea.

Hacía poco se habían mudado al Castillo como Barones de Sagunt y echaba de menos la cercanía a la ciudad, de su casa en Segorbe. Del bullicio de la plaza del Mercado y la taberna cercana. Aunque siempre que podía se acercaba a caballo y casi todos los días aparecía por la casa en la ciudad para supervisar al servicio o coger algo importante, como excusa para volver a recorrer las salas y encargarse personalmente de realizar alguna tarea en el acogedor invernadero del jardín.

Se había levantado muy temprano y esperaba a su esposo para charlar sobre los asuntos de la baronía, mientras desayunaba atendida por los criados del castillo; parecía que poco a poco se sentía mejor de su malestar. Aquella mañana seguiría con sus estudios a los que dedicaba en los últimos días todo el tiempo que podía.

Llevaba días sin apenas salir de sus aposentos. Una ligera, familiar y deseada indisposición la mantenían alejada de sus obligaciones. Ya notaba en su vientre como una nueva vida se gestaba en su interior. La noticia la llenaba de alegría aunque las preocupaciones la inquietaban, pensaba dedicar toda su atención a ese nuevo hijo para cuidarle y hacerlo crecer feliz.
Su esposo se había dado cuenta días antes de su estado y su respuesta era la esperada, se alegró al darle la buena nueva, la besó en la frente y acarició su barriga con cariño.

La puerta se abrió, una de las criadas le acercaba un mensaje
-Señora, una carta de Palacio.
La Dama tomó la carta. Llevaba el sello de la Casa Real. De inmediato quitó los lacres y la leyó; un sobresalto agitó su pecho y la tristeza que sintió se evidenció en su rostro.

-Gracias María, avise al señor que salimos de inmediato a Valencia.
El Rey ha muerto.
Sentía dolor como si de su familia se tratara pues el gran aprecio hacia la Reina, su esposo y sus hijos era muy importante en su vida.
-¡Qué triste día para Valencia! Pensó y sus dichas y desdichas le parecieron pequeñas ante tal acontecimiento.


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Alienaa


Alienaa crecía cálida en la barriga de Ibelia.
Con sus manitas descubría su rostro, así como comenzaba a percibir sonidos y a veces abría sus pequeños ojitos con la curiosidad de distinguir algo.

Pero lo que más le calmaba era escuchar la voz de sus padres susurrándole cariñosamente.

Aunque no todo era calma, con un profundo eco escuchó -Gracias María, avise al señor que salimos de inmediato a Valencia.
El Rey ha muerto.
- con su voz le transmitía sus nervios y sentía el disgusto de su madre por algo que no entendía, pero no podía ser bueno.

Asustada, se encogió haciendo un ovillo y permaneció quieta, esperando que se apaciguara el estado de su madre.
Ibelia.jordan




Ibelia notó un ligero movimiento en su interior, la noticia le había pillado de sorpresa y un ligero dolor le hizo llevar instintivamente su mano hasta su abdomen. El instinto de protección hacía que acariciara imaginariamente a su pequeño que crecía en su interior mientras le susurraba.
-Calma pequeño, no te preocupes de nada, yo te cuidaré. No permitiré que te pase nada malo, siempre te cuidaré, siempre te querré.

En ese momento entraba su esposo a la habitación y viendo a la dama en ese gesto, acudió hasta ella preocupado. Ibel se sintió sorprendida por el barón y un poco incómoda por mostrar una imagen de ternura que tenía guardada y pocas veces dejaba ver.

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Ysuran


Ysuran se había levantado temprano aquella mañana pero no quiso despertar a su esposa, la pelirroja dormía tan placidamente que no merecía la pena molestarle y más ahora que volvía a tener un pequeño o pequeña Pellicer i Jordan.

Salió de la habitación al gran pasillo del castillo, aún no se había acostumbrado y se perdía un poco, más aún en la oscuridad; avanzó por él y bajó hasta el piso de abajo buscando el salón, cuando lo encontró se sentó en una de las sillas junto a la mesa y pronto apareció Abelardo para traerle el desayuno.

Cuando el barón se lo terminó subió nuevamente a la habitación, en el pasillo se encontró con una de las sirvientas que parecía triste pero no le hizo caso y continuó hasta la habitación; entró en ella y se dirigió a su esposa que miraba por la ventana.

- Ya estás despierta, espero que hayas dormido bien.dijo acariciandole el vientre preocupado por la cara de la mujer continuó diciendo:

- ¿Te ocurre algo? Te veo un poco preocupada. acabó preguntando el Barón y esperando que la mujer respondiese.

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Alienaa


Son pocos meses para crear una nueva vida,tiene que quedar todo perfecto para cuando llegue el momento de que la madre rompa aguas, el bebé tiene que estar preparado para enfrentarse a la vida.

Alienaa crecía muy deprisa. La barriga se le empezaba a quedar pequeña y cuando no tenía sueño y estaba mas inquieta, sin querer le daba pataditas a su mamá.
También había comenzado a apreciar el gusto y ya abría la boca e intentaba meter los deditos dentro.
Ibelia.jordan




Ibelia sintió las manos de su esposo en su vientre y la reconfortaron en un momento. Se sentía querida en cada pequeño gesto, no imaginaba su vida sin el cariño de su familia.

Ante la pregunta del barón Ibel le contestó consternada.
-El Rey ha muerto. . . ¡Que terrible acontecimiento para la familia Real! Estarán destrozados. ¡Qué triste día para Valencia!
Debemos ir al lado de la reina y sus hijos.

Al poco estaban dando órdenes, preparando lo necesario para salir hacia Valencia a caballo.

Ibelia se olvidó de sus malestares y molestias parecía que su vástago comprendía a su madre y en esos momentos decidió no reclamar más su atención.


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--Abelardo.



ABELARDO

Habían pasado varios meses desde que murió el Duque de Benicarlò, la pena se notó en los barones que le tenían mucho afecto pero la vida continuaba y ahora ellos parecían ocupados en otro plan de futuro, estaban esperando a un nuevo miembro de la familia, un niño o niña que llenaría aquél castillo de risas y movimiento cosa que estaba ya haciendo y eso que no había nacido. Los futuros padres estaban siempre preparandolo todo para la llegada, ahora le tocaba el turno a la habitación que sería destinada al pequeño.

A la baronesa ya se le notaba el embarazo muy avanzado, la curva de su barriga se percibía sin esforzarse en verla y el barón, siempre ocupado había comenzado a pasar más tiempo en casa dejando delegado sus trabajo en sus subordinados para poder estar cerca de su familia por si llegaba el pequeño, seguramente quería estar presente en ese momento tan especial.

Abelardo por su parte parecía que se iba haciendo a trabajar para ellos en el castillo, había pasado ya tiempo desde que se perdió por el castillo acabando dentro de la habitación de las sirvientas pensando que iba en dirección a la cocina y desde que se confundió de camino, para ir a llevar el comunicado de la donación de un nuevo paso hacia Aragón por parte de los barones al Reino, dirigiendose a Segorbe en vez de a Valencia.

Esas cosas y otras más le hacían ganarse regañinas bastante a menudo pero poco a poco iba aprendiendo y apuntando todo en su pliego de pergamino para n0 olvidarlo, porque si volvía a repetir los errores posiblemente acabaría despedido cosa que le extrañaba que no hubiese sucedido ya, pero los barones seguían dandole oportunidades algo de agradecer...
Ibelia.jordan



Ibelia iba y venía, daba vueltas y parecía medir cada muro y cada baldosa de la sala destinada a ser la habitación de su pequeño recién nacido. Pronto se cumpliría el tiempo en el que su hijo llegaría a este mundo y no quería que nada fallara.

Deseaba que esta vez el Altísimo permitiera disfrutar de la criatura más que con alguno de sus pequeños que murieron al poco de su nacimiento o se perdieron entre los muros de algún monasterio para nunca regresar.

En aquel nuevo hijo había puesto sus esperanzas y sus temores, deseaba que todo fuese perfecto.

La habitación, del recién nacido se encontraba al lado de su alcoba, los cortinajes en tonos pastel tapaban los muros, hacia el este se situaba un ventanal por donde entraba la luz del amanecer haciendo cálida la estancia.

Una chimenea caldearía los primeros meses del bebe que serían los que permaneciera al lado de su madre. Ibel quería alimentar personalmente a su hijo y encargarse de su cuidado. No se iba a separar del recién nacido; lo había pensado muy seriamente, debería prescindir de sus trabajos y sus responsabilidades y dedicarse a ser madre. Quizá fuera lo que falló en otras ocasiones. Solo su hijo mayor su querido Jou al que tanto cariño había dado, seguía junto a ellos y había elegido el camino de la iglesia.

Ya estaba cansada de vueltas y mediciones y se tumbó en la mecedora al lado de la chimenea dando forma y poniendo en orden, todos sus embrollados pensamientos. Mientras las llamas bailaban su danza improvisada la dama comenzó a notar los movimientos de su hijo dentro de si, puso sus manos sobre su vientre notando como la piel se estiraba con los movimientos del vástago, adivinó un puño lo rozó entre sus dedos suavemente hasta que se quedó dormida.


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Ysuran


El castillo de Sagunt se divisaba ya al final del camino, hacía ya un rato que el Pellicer cabalgaba dentro de las tierras de su feudo situado entre la capital y Segorbe, junto al mar Mediterráneo o como otros lo conocían aún el Mare Nostrum.

El feudo había prosperado bastante desde que llegaron a él, los nuevos barones, es decir, su esposa Ibelia y él mismo, aunque para su gusto aún necesitaban hacer más cosas para que el feudo marchase realmente bien y que más personas decidieran vivir bajo la protección de los Pellicer i Jordan en las tierra de Sagunt.

Al fin llegó a su destino, detuvo el caballo frente a la inmensa construcción, desde la entrada se podía ver a los albañiles que aún estaban en trabajando en la reconstrucción de las murallas y la parte trasera del castillo que había estado un poco abandonada por sus anteriores moradores.

Tan pronto como se bajó del equino un mozo se acercó hasta él para recoger al animal, Ysuran lo dejó hacer y se dirigió al interior de su hogar. La gran escalera central daba paso a la primera planta; subió rápidamente por ellas y tomó el camino de la izquierda por donde se encontraba la habitación principal, pasó por el pasillo y llegó hasta el final para entrar en la habitación que se encontraba vacía, entró en ella y dejó sobre la cama el sobretodo de piel de oveja y salió nuevamente al pasillo.

En él tornó a la derecha para entrar en la habitación contigua, la habitación que sería destinada al futuro miembro de la familia, allí el ambiente estaba caldeado por la chimenea que estaba encendida y frente a ella, la pelirroja dormía plácidamente en una butaca de madera.

Se acercó a ella y le dio un suave beso en la frente acompañado de un susurro:

- Ibel, ya he llegado de la capilla, ¿Cómo te encuentras?

Después se retiró un poco de la mujer mientras se despertaba y él cogía otra butaca pare sentarte así hablar con ella.

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Alienaa


La pequeña bebita había crecido mucho, tanto que ya ni cabía.
Los últimos meses habían sido duros para su madre, pues había comenzado a alimentarse mucho más e incluso no le era suficiente con eso, si no que de vez en cuando le apetecían ciertos alimentos.
En aquél momento Alienaa tenía necesidad de dulces. Su cuerpo se lo pedía.

Pero lo que no esperaban es que no fuese un antojo más. Su cuerpo requería de esa energía para el parto.

Las caderas de Ibelia habían ensanchado y estaba más dilatada.

Pronto habría otra Pellicer i Jordan correteando por casa.
Ibelia.jordan



Ibel se despertó con un ligero sobresalto, notó un suave beso en la frente y el aroma inconfundible que su esposo traía; olía a las frescas naranjas de los campos del feudo. Seguro que había merendado en el camino, pensó en que le apetecía algo dulce, es más lo necesitaba.

-Mi querido esposo, estoy bien , bueno, ya me ves más grande de lo normal. ¡Gracias por venir tan pronto hoy! Le dijo sonriendo. –Tu hijo parece que no conoce el camino de salida; hace un momento pensé que quería estirarme la piel y salir por el ombligo. Por las fuertes patadas y puñetazos que daba, parece que va a ser un gran guerrero.
Le decía mientras se despejaba.

-Un poco agotada estoy, me pillaste dormida un momento. Se incorporó para acercarse un poco al Barón, se sentó sobre sus rodillas y lo abrazó.
- Ysu. . . le dijo después de besarlo. -Hueles a zumo de naranja dulce, no te imaginas lo que me gustaría tomar un zumo, ahora, pero muy dulce. Y quizá. . . . algún pastelito de almendra , de esos que prepara el cocinero.

Lo miraba de esa manera que tenía para convencer de que la idea era del otro. Esperando que solícito su esposo se hiciera cargo de su requerimiento.

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Ysuran


Ysuran estaba sorprendido, su esposa nada más despertarse y ya estaba pidiendo comida, aunque era algo normal en lo avanzado de su estado y que comía por dos.

Rió la broma de que el pequeño no sabía por donde debía salir y con un nuevo beso, esta vez en los labios, la dejó sentada en la mecedora mientras él iba por el zumo y los pasteles.

Bajó hasta la cocina usando los pasillos y escaleras del servicio, era el camino más corto y estaba cansado para andar tanto. Finalmente llegó a la cocina donde el cocinero asombrado casi toca el suelo con la nariz con tanta reverencia...

- Esto...no hace falta tanto, con un simple buenas tardes, me vale...por cierto, ¿teneis pasteles de almendra y zumo de naranja? dijo al cocinero que asintió, aún colorado por la vergüenza, y trajo de la despensa lo que se había solicitado.

Con la bandeja en mano el barón subió nuevamente por las escaleras y se dirigió a la habitación donde había dejado a su esposa, la notaba más agitada de lo común, con una respiración más rápida, pero supuso que sería por haber estado dormida. Así que sin prestar mucha atención le acercó la bandeja diciendo:

- Buenas baronesa, aquí le traigo lo que ha pedido, espero que lo disfrutes con salud. Luego se sentó de nuevo junto a ella.

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Ibelia.jordan



Al quedarse sola en la habitación con el sonido de la chimenea como única compañía; comenzó a notar los suaves calambres en su vientre previos al momento del parto; ya conocía que eran el aviso de que todo iba a comenzar; podía ser cuestión de horas o días.

Por un lado Ibel tenía muchas ganas de ese dulce zumo y esos pastelitos almendrados tan suculentos Pero por otro al ver alejarse a Ysuran de su lado se sintió un poco desprotegida. Justo cuando empezaba a impacientarse vio regresara a su amado esposo con el zumo y los pasteles.

-¡Muchas gracias! Exclamó a la vez que se abalanzaba sobre la bandeja con un poco de ansiedad. -Come tú también alguna. Le dijo, retrayéndose un poco avergonzada.

-No sé qué me alegra más el comer los pastelitos o que tú me los hayas traído. Le decía bromeando a su caballero.
Mientras tomaba un sorbo del exquisito zumo. Miró a su alrededor y comentó con su esposo.
- Ysu ¿te gusta como quedó la habitación? Yo creo que ya no falta ningún detalle ¿no?

De pronto un nuevo calambre esta vez más intenso tensó su abdomen. Su gesto de sorpresa y ligero dolor, le hicieron agitar el vaso derramando el líquido sobre su vestido.
Viendo la cara de su esposo intentó tranquilizarlo.
-Ysu no creo que esto sea ya. . . Esperemos quizá solo sea el cansancio. Todavía no tengo dolores. . . Otro calambre la interrumpió -Fuertes. . . Completó la frase.

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Alienaa


Las calorías de los dulces habían hecho que Alienaa recuperase fuerzas. Había estado acumulando estos últimos días y ahora se sentía mas fuerte que nunca, preparada para entregarse a la vida.

El bajo vientre de Ibelia se contraía y veía algo de luz al final del túnel. El líquido que le mantenía caliente escapaba y empezó a sentir el frío exterior.
Una fuerza sobrenatural hacía empujar a la pequeña hacia esa luz fría, que no le estaba gustando.

Todo era muy extraño, ¿qué ocurría?
Ysuran


Ysuran se quedó perplejo ante los gestos de su esposa, y no se refería a la manera de comer, sino al fuerte dolor que estaba experimentando que solo quería decir una cosa, el bebé quería nacer y quería hacerlo ya; y como siempre el Pellicer no tenía muy claro lo que hacer.

Después de dar la mano a su esposa y que casi se la arrancase aprentadola, decidió que lo mejor sería llevarla a la habitación principal para tenderla en la cama, la tomó del brazo y la ayudó a llegar hasta el lugar. La dejó acostada y nervioso como siempre se ponía salió al pasillo para llamar a la nana flor, aquella mujer sin duda sería la indicada para ayudarle en aquella situación...

- ¡Flor!¡Flor! venga inmediatamente y traiga lo que necesite, la baronesa va a dar a luz ya. Después volvió a la habitación junto a su esposa, tratando de calmarla mientras llegaba la mujer.

La vieja flor apareció al poco con dos asistentas más, venían cargadas de toallas y un barreño con agua caliente, además de un pequeño cuchillo. Ysuran contento de no tener que enfrentarse a aquello solo se quedó junto a Ibel observando como desde la distancia todo lo que ocurría y a la mujer dando ordenes a las sirvientas...

- Tú ponle una toalla humeda en la frente y tú acercame trapos y el agua, después pon a calentar la punta del cuchillo en la chimenea...Baronesa...vos...empujad cuando venga el dolor.

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