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Casa Pellicer i Jordan

Alienaa


La pequeña despertó de repente al oír los cascos del caballo, con ojos como platos intentaba buscar qué producía ese ruido, que lentamente se alejaba.

-Pequeña, hay otro regalo que te espera.
- Le dijo suavemente su padre, que aún le tomaba en brazos.

Pidió permiso a los presentes para dirigirse a las cuadras y marchó con Aliena para presentárselo.

Al abrir las puertas, el potrillo estaba bebiendo agua fresca y Abelardo se estaba encargando de proporcionarle buen alimento.
Ysuran con un gesto aprobó los cuidados que le estaba dando y se acercó lentamente al animal, esperando que la reacción de la pequeña no fuese negativa y no le asustase, pues aunque fuese aún un caballo recién nacido, a la pequeña le podía parecer un gigante.

Aliena estiraba el brazito para acariciar al animal, mientras exclamaba un fuerte -Ah!- de admiración y emoción. Parece que le había encantado.
Aún veía al animal borroso, sus ojitos no le permitían ver en detalle, pero palpaba el morro del animal y éste disfrutaba del cariño que la pequeña le quería dar.

Su padre sonrió de oreja a oreja viendo cómo le había gustado a la pequeña el animal e imaginaba cómo cabalgarían juntos unos años después.

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Azalea


Tosió un par de veces. El polvo del camino se había adherido a sus pulmones y a su ropa raída. Se palpó inconscientemente el pelo largo, de color ceniciento yrecogido en un moño enmarañado. Necesitaba un buen corte de pelo, un buen baño... caliente.

Sonrió para si, soñando con el agua clara cayendo por ambos lados de la bañera, el fuego chisporroteando en la chimenea. Pero sobre todo espera el calor de un efusivo abrazo. El de sus padres.

El viaje hasta Sagunto no había sido fácil. Sacó del bolsillo la última manzana que le quedaba para aplacar su estómago. Había crecido, madurado, andado mucho camino desde entonces.

La niñita sucia, polvorienta y con hambre vuelve a la casa Pellicer. Pero hoy sería algo más dificil entrar.

Se plantó delante de los guardias que la miraron de arriba a abajo. Inspiró hondo y se miró los pies semidescalzos, armándose de valor.

Buenos días caballeros. Ruego anuncieis a los barones de Sagunto que su hija Azalea ha vuelto a casa.

Ysuran


Ysuran regresaba del establo con la pequeña Aliena en brazos, le había estado enseñando su caballo a ver como era la reacción que fue muy positiva, a la pequeña le había gustado el animal, pero ahora era hora de volver dentro del castillo pues le tocaba comer a la niña y ya comenzaba a gimotear un poco.

Cuando llegó a la puerta del castillo vio a los guardias con una muchacha rubia que le sonaba pero que no podía ver bien por la lejanía y porque la tapaban los hombres; apretó el paso y llegó hasta donde estaban la chica y los guardias y se llevó una gran sorpresa al ver de quien se trataba...nada más y nada menos que due de su pequeña Azalea, había regresado ya de sus clases en el monasterio donde había estado aprendiendo todo lo necesario para ser una damita además de otras cosas de interés.

La alegría de Ysuran al verla se reflejó en su rostro y en el abrazo que le dio con el brazo izquierdo mientras con el derecho cargaba a Alienaa, después se separó un poco de la chica que tenía delante de él y dijo:

- ¡Por fin regresas! Hay que ver lo que tardan los estudios en ese monasterio y que sucia vienes, anda pasa que pidamos que te preparen un baño y te den ropas limpias...Por cierto tenemos una pequeña que presentarte, esta es Aliena, tu hermanita recien nacida.

Ysuran acercó a la pequeña para que su hermana mayor la viese mejor mientras entraban en el castillo y se dirigían al salón donde Ibelia ya se encontraba descansando después de haber despedido a los buenos vecinos que habían acudido a ver a la pequeña.

- Ibel, te traigo dos sorpresas, la primera es que la pequeña Aliena quiere comer...dijo Ysuran con una sonrisa entregandole el bebé a la pelirroja...la segunda es que ha vuelto su hermanita Azalea, aquí la tienes.

Terminó Ysuran de hablar y dio un empujoncito a la niña para que se acercase a su madre, mientras él fue a pedir que le prepararan el baño, ropa y una habitación a la recién llegada.

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Alienaa


A la pequeña le rugía el estómago y empezó a llorar para encontrar el pecho de su madre.
Su padre se percató de los llantos de la niña y retornó hacia la sala.

De camino el bebé se tranquilizó. Le gustaba observar todo y estiraba las manos para coger las cosas, aunque no las alcanzara.

Pero de repente quedó quieta al ver a una nueva persona que se había presentado. Por la tonalidad en que padre e hija hablaban, supo Aliena que se trataba de algún lazo familiar cercano.
Cuando su padre le acercó para que se vieran mejor, supo que era otra de sus hermanas. Le sonrió y gritó un fuerte -Aaah!- de alegría, pues era lo único que podía hacer.

Pero en cuanto prosiguieron el camino y vio a su madre, su estómago volvió a rugir y olvidó todo por comer.

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Ibelia.jordan


Ibelia descansaba en el salón mientras leía uno de los libros sobre navegación a los que se había aficionado y le llevaban tiempo de estudio.
Pronto su imaginación la llevaba a navegar por los mares capitaneando un buque mercante. Se sonreía mientras reposaba un poco.

Ysuran había llevado a la pequeña Aliena a los establos para ver su potrillo hacía ya un rato y esperaba que volviesen pronto, pues notaba ya que era la hora en que su niña necesitaría comer.

La dama levantó la vista del libro cuando oyó las voces que se acercaban, una gran sorpresa al ver entrar a su hija Azalea junto con su esposo.
Ibelia antes de tomar a Aliena en sus brazos corrió hacia la mayor de sus hijas para estrecharla muy fuerte y llenarla de besos.

-Pero hija ¿Cómo vienes así? ¿Qué has viajado sola? No nos escribiste, te hubiésemos ido a buscar. ¿Cómo has estado? Que delgada te ves. ¿Has crecido? Todas esas preguntas y muchas más se agolpaban en su mente y verbalizaba atropelladamente, casi no dejaba contestar a la chiquilla que en ese tiempo había crecido y se veía más mayor aunque seguía siendo una niña preciosa debajo del polvo del camino a los ojos de su madre.

-Corre que te den un buen baño y vuelves a contarme todo lo que has hecho en el monasterio. Creo que tu hermana requiere de mi atención.
Le decía mientras tomaba en sus brazos a la pequeña que rugía de hambre y se lanzó hacia su madre en cuanto la tuvo cerca.
Ibel estrechó a la pequeña que estaba ansiosa por recibir su alimento.

Miró a su esposo, luego a su hija, les sonrió con cariño y les dijo.
-Si me disculpáis voy a llevar a esta peque a su habitación para que pueda comer tranquila. Luego nos vemos.

Antes de salir de la habitación besó a Azalea en la frente y a su esposo en la mejilla. Se abrazaron los cuatro sintiéndose en familia.

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Alienaa


Una vez en la habitación, Ibelia alimentaba a la pequeña balanceándose suavemente en la mecedora.
La habitación de Alienaa era de color blanco puro y crudo, colores muy suaves y armoniosos y que a la vez, daban mucha luz. Para la baronesita, aquellos colores le tranquilizaban mucho.
También tenía Aliena un caballito de madera con el que empezaría a cabalgar cuando creciese un poco.

Cuando la pequeña se sintió con la barriguita llena, se quedó dormida en brazos de su madre. Ni tiempo le había dado a Ibel quitarle el vestidito y acomodarla.
Una vez en el cambiador le desprendió la ropita y le puso una más cómoda, suave y calentita. Aliena parecía un muñeco, dormía profundamente y ni se inmutaba mientras su madre le cambiaba.

Después le arropó en la cunita, acercándole unos muñecos de tela y le dio un besito en la frente antes de marchar.

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Ibelia.jordan


Ibelia entró con Aliena en los brazos a la luminosa habitación decorada en tonos claros, elegidos por la dama personalmente. Los muebles de madera lacada en blanco, al igual que las ropas de cama, cortinas, muñecos y decoraciones infantiles, donde cuidaba de su hija y le daba de comer.

Invitaba al relax y la tranquilidad ingredientes imprescindibles para que la niña creciese feliz en un ambiente de amor y cariño. La niña crecía muy deprisa en sus primeras semanas de vida y era un orgullo para sus padres sus gorjeos, primeros sonidos y sonrisas que iluminaban sus vidas.

Ibelia se sentó en la mecedora mientras le daba de comer a la pequeña, aquella sensación era placentera para ambas, momentos en que parecía que se comunicaban aunque no utilizasen las palabras.

Aliena se quedó dormida una vez que satisfizo su hambre y la dama la acostó sobre el mullido colchón de la cuna. Tenía unas horas por delante en las que la pequeña dormiría plácidamente soñando con las cosas que sueñan los bebes felices.

Tenía muchas cosas que hacer, cartas que responder y tareas que realizar pero aquel día quería dedicarse a su familia más que a nada a sus hijos y a su esposo, lo demás podría esperar un día más.
Ibel pasó a la habitación contigua que eran sus aposentos y se comenzó a arreglar para la cena, quería que ese día su familia se reuniera después de tantos días sin estar juntos.

Sentada ante el tocador soltó sus rojos cabellos que llegaban hasta su cintura y comenzó a cepillarlos mecánicamente mientras sus pensamientos divagaban entre el sueño y la vigilia.

Todos los cambios de su vida desde que tenía uso de razón, siempre trabajando, siempre cumpliendo con su deber, debería estar satisfecha pero sentía que algo se le escapaba.

-No tener una mala palabra, siempre estar disponible, hacer lo que los demás desean porque es mi deseo. ¿Merece la pena el esfuerzo? Si en definitiva el mayor placer me lo dan las pequeñas cosas, lo insignificante la vida desnuda, desprovista de oropeles.

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Alienaa


Aliena despertó en su cunita, la luz entraba tímida por la ventana y la pequeña amaneció con un hambre atroz muy propio de ella.
Se sentó como pudo, agarró su osito de peluche y comenzó a jugar mientras esperaba que, como cada mañana, llegase su madre para darle el desayuno y le diera un baño.

Pero a Aliena se le estaba haciendo eterno, notaba como sus tripas rugían y decidió ser ella quien iría a buscar su desayuno.

Intentó ponerse en pie, agarrándose fuerte a los barrotes y consiguió alzarse con un poco de fuerza. El problema fue al bajar de la cuna, que la pequeña, falta de maña, perdió el equilibrio y cayó al suelo.

Por suerte, los bebés son de goma y no tardó en ponerse a gatear en busca de su alimento.
Desde aquellas vistas, la casa le parecía enorme. Se está mucho mejor en brazos de los papis pero ya tenía que empezar a moverse sola y conocía los pasillos perfectamente.
Pero su siguiente enfrenamiento furon las escaleras, a la pequeña le entró miedo, pero no se podía dar por vencida tan fácilmente. Apoyó su culete al borde de las escaleras y puso sus pies en las siguientes, y balanzeándose hacia delante cayó en el siguiente peldaño, así sucesivamente. Parecía que le había cogido el truco, pero en los últimos escalones, confiada tropezó y rodó hasta el final de las escaleras. Lloriqueó un poco porque se hizo rasguños en las manos y las rodillas, además del susto. Pero en cuanto se tranquilizó siguió su camino.

Cuando llegó a la cocina fijó su vista en un tarro que conocía muy bien, el de galletas. A la pequeña se le hacía la boca agua y no dudó en intentar cogerlo.
Repitiendo los pasos de la cuna, intentó alzarse para conseguir las galletas, agarrándose bien fuerte al mármol. Sus deditos tocaban el tarro, pero no conseguía cogerlo. Se estiró lo más que pudo y agarró el tarro con la mala suerte de que, al acercárselo, se le resbaló y estalló contra el suelo rompiéndose en pedazos.

Pero Aliena estaba la mar de feliz sentadita en el suelo de la cocina zampándose las galletas.

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Ibelia.jordan



Ibel desechó los melancólicos pensamientos que la preocupaban y cuando se iba a tumbar para descansar un rato sobre el lecho, sintió como un escalofrío. No escuchó ningún ruido, cosa extraña pues en aquel castillo siempre había criados de un lado a otro aunque por la hora que era algunos ya habrían vuelto a sus casas y era el día libre para Flor.

Su esposo estaría en el despacho trabajando, cosa habitual en él y a esa hora muchos dormían la siesta.

No se quedó tranquila y se puso un chal sobre los hombros acercándose a la habitación de Aliena.

Al ver su cuna vacía, miró a su alrededor. por si estaba Ysuran con ella. -¿Quien la habría cogido? Se preguntaba.

Llamó a las criadas pero debían de estar en la siesta. Nadie acudió
Corrió por el pasillo escaleras abajo buscando a su pequeña.
-¿Y si la han raptado? Pensó angustiada.

No encontraba a nadie y salió al exterior preguntando a los guardias de la puerta que la miraron extrañados al ver a la baronesa sin arreglar y con el pelo suelto.
A ella poco le importó pues solo quería saber donde estaba la pequeña.

Con los gritos y voces que daba alguien acudiría en su ayuda.



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Ysuran


Ysuran aprovechaba la siesta, ese momento tan típico de lo que los romanos conocían como Hispania, otros como Iberia y ahora como los Reinos Hispánicos, para trabajar en el despacho, tenía un par de encargos de la capilla heráldica que debía acabar más tarde o temprano, además de estudiar un par de casos curiosos para dar respuesta a algunas cartas que le había hecho llegar su ayudante.

Estaba tan tranquilo con el gran libro de la Heráldica cuando escuchó jaleo fuera, puso algo más de atención y la que se escuchaba era su esposa, algo malo debía suceder para que la pelirroja pusiese el grito en el cielo de aquella manera, seguro que Abelardo tenía que ver. Dejó el libro y los papeles en el escritorio y marchó en dirección a la recepción del castillo donde estaba su esposa, se acercó a ella y le dijo:

- Dime pelirroja, ¿Qué pasó?¿Tienes algo malo?

Le tomó la mano para calmarla un poco y que le contase lo que ocurría, por su estado la cosa era más grave de lo que él pensaba...

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Ibelia.jordan



Ibelia se desesperaba y ya no sabía por donde buscar, miraba las escaleras las puertas y los pasillos y cada vez estaba más nerviosa.

Por fin una puerta se abrió y su esposo acudió en su ayuda. Con voz entrecortada y a punto de derrumbarse Ysuran la tomó de la mano para tranquilizarla y la dama pudo articular las palabras.

- La niña... Aliena... no esta en la cuna . . . no la encuentro por ningún lado. No encuentro a nadie Ysu. . . ¡vamos a buscarla!
No ha podido salir de casa sola. Los guardias no vieron entrar a nadie.
No ha podido desaparecer.


Ibelia se imaginaba a la pequeña sola hambrienta y triste mientras comenzaban a buscarla por todas las estancias de la casa.



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Alienaa


Aliena, sentada en el suelo rodeada de cristales y galletas, continuaba comiendo feliz, ajena al pánico que estaba provocando en sus padre y el destrozo y alboroto que había hecho con la cocina.

Tampoco se había percatado de que había un ratoncito tímido que también andaba hambriento, pero que no se atrevía a acercarse y no paraba de dar vueltas buscando la oportunidad de robar una de esas deliciosas galletas.
Hasta que finalmente la niña lo vio y estiró su manita ofreciéndole una galleta.
El animalito, confiado, corrió veloz a por el dulce y siguieron juntos comiendo. A la pequeña le resultó un animalito muy simpático y reía al ver como le crecían los carrillos mientras comía.

Una vez que calmó su apetito, guardó unas pocas galletas más en su bolsillo, mientras que en el otro, guardó al roedor y prosiguió con su aventura por la casa y esta vez quiso encontrar a sus padres para enseñarles su nuevo amigo.
Cuando de nuevo llegó a las escaleras, éstas le parecieron altísimas y se vio incapaz de subirlas, así que se dio esta vez por vencida y cambió de planes, pero ¿que más podía hacer allí? Tampoco podía ir a ver a su Potro, pues las puertas estaban cerradas y no sabía que más hacer. Se sentía sola y perdida y deseaba volver a estar en la cuna y que su madre entrara para darle un baño .

Así que comenzó a llorar desesperadamente llamando a sus padres.

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Ysuran


Ysuran tornó su rostro en preocupación cuando escuchó a Ibelia, su pequeña...desaparecida...eso era imposible, había guardias en todas las puertas, así que respiró y dijo tratando de parecer tranquilo:

- Ibel, no te preocupes, seguro que la llevaron a darle un baño o está con Jou en su habitación vayamos arriba a mirar, que por estas escaleras no ha podido bajar solita.

Emprendió entonces la subida seguido de su esposa, llegaron a la habitación de la pequeña donde la cuna estaba vacía como había dicho la pelirroja, después salieron de ella y preguntaron a una de las sirvientas que dijo no saber nada, aquello se ponía cada vez peor, solo quedaba que la pequeña estuviese en la habitación de su hermano mayor o habría problemas en aquellos muros.

Cuando ya iban a entrar en la habitación del mayor de sus hijos escucharon a lo lejos el llanto de la pequeña, sonaba en el piso de abajo así que sin apenas parar a pensar los dos salieron a paso ligero en busca del ruido, al llegar a la escalera pudieron ver a la pequeña abajo, sentada y llorando...

Bajaron lo más rápido que podían e Ysuran cogió a la pequeña en brazos, abranzandola fuertemente, después se la alejó un poco para que su madre también pudiese verla...

- Mirala, aquí está, con la boca y la ropa llena de miguitas de galleta...

Dio un beso a su pequeña y se la dio a Ibel que estaba deseosa de cogerla en brazos cuando se percató del pequeño ratón del bolsillo...

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Alienaa


Aliena en cuanto vio a sus padres paró de llorar.

-Maaaa!! Paaaaa!!! - Les llamó mientras alzaba las manos para que le recogieran en brazos.

Su padre la tomó en brazos rápidamente abrazándola fuertemente como si temiese que volviera a escapar.

- Mirala, aquí está, con la boca y la ropa llena de miguitas de galleta...- Dijo su padre mientras le sacudía la ropa antes de pasarla en brazos de Ibel.

Y fue cuando ya estaba en brazos de su madre cuando Ysuran vio que el bolsillo de Aliena se movía.

-¿Qué escondes pequeña?- Ysuran intentó averiguar que escondía pero la pequeña había sido más rápida y ya tenia sus manitas dentro.

Recogió al roedor con delicadeza, con miedo de hacerle daño. Y destapándolo con cuidado y con una sonrisilla se lo enseñó a su mami.

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Ibelia.jordan


Nada era comparable a la alegría que sintió la dama al oir los llantos de su pequeña. Llantos que no eran de dolor ni de alarma; solo unos padres reconocen ese tipo de gemidos de los niños pequeños cuando reclamaban atención.
Juntos corrieron hasta donde procedían para encontrarse a la pequeña que sonrió al verlos pronunciando sus primeras sílabas que dejaron boquiabierta a Ibel.
-Maaaa!! Paaaaa!!!

Lagrimillas de felicidad aparecieron en sus ojos mirando orgullosa a su pequeña.
Mientras Ysu la cogía en sus brazos con ternura y le limpiaba el vestido la dama se sentía muy feliz con su familia.
Dando gracias al Altísimo porque el susto no hubiese sido nada.

-Mira Ysu que linda y que lista ya es capaz de llamarnos y hasta de prepararse el desayuno. Decía riendo mientras tomaba en brazos a su hija y la llenaba de besos.

-No vuelvas a darnos esos sustos pequeña ¿como saliste de la cuna tu solita y llegaste hasta aquí?
Le preguntaba pero Aliena ya estaba sacando de su bolsillo a su pequeña mascota.

-Hijita veo que no perdiste el tiempo en tu aventura. Hasta te hiciste un amigo.


Ibelia reía contenta de que todo hubiese quedado en una alarma; ya los criados se acercaban y el castillo volvía a su rutina.

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